Se puede aprender un idioma o tocar un instrumento a cualquier edad. Las habilidades cognitivas cambian con el paso de los años, algunas se pierden pero otras se adquieren. La transformación de nuestra actividad cerebral no debe vivirse como un declive, sino como una adaptación. Y eso solo depende de nuestra actitud
MADRID/EFE/ANA SOTERAS Viernes 30.12.2016
Imagen de la exposición "Paisajes neuronales" / EFE/ J. Diges
Así lo consideran el cardiólogo Valentín Fuster y el periodista Josep Corbella en uno de los capítulos del libro “La ciencia de la larga vida” (Editorial Planeta), una visión integral para entender el proceso de envejecimiento y plantear qué puede hacer cada persona para ir frenándolo.
En el capítulo dedicado al cerebro, los autores animan al lector a llevar una vida intelectual y física activa con el fin de mantener en forma las habilidades cognitivas afectadas por el paso de los años.
Y es que mientras que la inteligencia fluida, que refleja la velocidad a la que el cerebro procesa información, llega a su pico máximo al principio de la edad adulta, la inteligencia cristalizada, que se basa en la experiencia acumulada, se desarrolla a lo largo de toda la vida.
“El cerebro experto funciona como un viejo ordenador que contiene una gran información y la procesa lentamente, por eso los que mejores consejos pueden dar son los mayores, la voz de la experiencia”, apuntan.
Sin embargo, mencionan un estudio de la Universidad de Harvard y del Hospital General de Massachusetts (Estados Unidos) que refleja que ni la inteligencia fluida es máxima a los veintipocos años, ni la inteligencia cristalizada aumenta de forma progresiva.
“Lo que ocurre es que a cada edad mejoramos en algunos aspectos y empeoramos en otros, por lo que no hay una edad óptima para el rendimiento intelectual”, señalan.
Una de las pruebas incluidas en el estudio estuvo relacionada con la inteligencia emocional y según los resultados (había que reconocer distintas emociones en la mirada de otras personas) la mejor etapa para interpretar las emociones ajenas llega, de media, entre los cuarenta y los sesenta años.
Los cambios del cerebro
Igual que perdemos músculo o firmeza en la piel, el cerebro pierde masa y volumen, un 25% entre los 30 y los 80 años. Y también se degrada la mielina, una sustancia que recubre los cables de las neuronas, de tal manera que la transmisión de impulsos nerviosos se vuelve menos eficiente o disminuye la dopamina que controla desde los movimientos del cuerpo hasta la atención o el sueño.
Pero ningún órgano está más capacitado que el cerebro para adaptarse a los cambios, aprender nuevas tareas y generar ideas originales: “Las funciones cognitivas del cerebro son como los latidos del corazón, se mantienen hasta muerte”.
Por eso, aseguran que se puede aprender a tocar un instrumento o un idioma a cualquier edad, aunque los autores de “La ciencia de la larga vida” reconocen que cuantos más datos acumulamos en el pasado (inteligencia cristalizada) más cuesta introducir datos nuevos.
¿Qué hacer para mantener el cerebro en forma?
Tanto las actividades intelectuales como físicas previenen el deterioro cognitivo.
Múltiples estudios que indican que estudiar música ayuda a mejorar la capacidad de atención, la inteligencia y el rendimiento académico en niños y adolescentes, o que hablar distintos idiomas tiene un efecto protector para el cerebro, mientras que todavía no está claro que hacer sudokus y crucigramas instruya al cerebro para nada.
La investigación parece apuntar a que las actividades más beneficiosas son aquellas que requieren un esfuerzo de aprendizaje, hacer salir al cerebro de su zona de confort hace que reorganicen las neuronas para que la próxima vez le resulte más fácil.
Los estudios son inequívocos en la positiva relación entre cualquier actividad física y rendimiento cognitivo ya que mejora el riego sanguíneo del cerebro, las conexiones entre neuronas, limita la pérdida de volumen o beneficia a la memoria.
Consejos para disfrutar de una larga vida
Valentín Fuster y Josep Corbella no solo abordan la actividad cerebral para frenar el envejecimiento. En su obra analizan cómo enfrentarse al paso de los años en los distintos aspectos de la vida. Además, nos regalan una serie de consejos básicos, de los que hemos escogido estos diez:
- Calidad de vida: El propósito de cuidarse es para vivir con buena salud, no para vivir simplemente más.
- No dejarse dominar por los prejuicios de la edad.
- Evitar agresiones que aceleran el envejecimiento como el tabaco, el estrés, la obesidad o el sedentarismo.
- El envejecimiento se puede frenar con un estilo de vida activo.
- Dieta adecuada en cantidad y equilibrada en calidad.
- Haga trabajar al cerebro.
- Cuide las relaciones afectivas y sociales.
- Encuentre su motivación interna, su propósito de vida.
- No descuide los controles médicos.
Y una frase final que nos dejan los autores de “La ciencia de la larga vida”. “El envejecimiento no se puede revertir, pero se puede frenar”.
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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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