viernes, 8 de diciembre de 2017

HISTORIA: WHISKY.- NATIONAL GEOGRAPHIC .- ESCOCIA.- Whisky: la feliz historia del ‘agua de la vida’ ...... La ejecución de William Wallace, el héroe nacional de Escocia

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., usualmente se acostumbra a decir, que beber un Whisky es beber salud, por que no hace daño ni a la cabeza ni al hígado, cualquiera que sea la idea o concepto que usted tiene de esta bebida alcohólica, lo cierto que siendo de legítima marca, es efectivamente un trago que agrada a cualquier bebedor.
El origen del Whisky es gaélico o escocés, es considerado como la bebida nacional de Escocia, se le llama "el agua de la vida", National Geographic, nos dice : " ...La primera mención que se conserva al "agua de la vida" aparece en un documento de 1494 de la Hacienda escocesa, el Exchequer Roll (a la izquierda). En él, el rey Jacobo IV de Escocia concede "a fray John Cor", monje de la abadía de Lindores, "ocho boles de malta para elaborar aqua vita para el rey"..."
También tratamos del héroe nacional de Escocia : William Wallace, quien fue ejecutado por los ingleses por revelarse contra la ocupación inglesa sobre Escocia.
Gracias a la Revista National Geographic, se elaborado este artículo del origen del Whisly que les invito a leer...

http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/whisky-feliz-historia-del-agua-vida_11776
http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/william-wallace-heroe-tragico-escocia_11826/2
https://es.wikipedia.org/wiki/Whisky
https://www.johnniewalker.com/es-pe/cultura-del-whisky/
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/william-wallace-fue-ejecutado-hace-708-anos_7549

La bebida nacional de Escocia nació en las abadías en el siglo XV y se convirtió en el licor predilecto de los británicos. Actualmente se venden cientos de millones de cajas de esta bebida alcohólica en todo el mundo. Te contamos su historia.

El whisky formaba parte de la vida cotidiana
Durante mucho tiempo, la producción y el consumo de whisky  llegaron a parecer una "religión perseguida" en Escocia. Los recaudadores de impuestos de la Corona británica recorrían los pueblos cobrando tasas y descubriendo alambiques ilegales. Uno de estos funcionarios era Robert Burns, poeta nacional de Escocia, que mientras perseguía la destilación ilegal de día, de noche dedicaba versos a su musa, "la buena y vieja bebida escocesa". Otros representantes de la administración eran odiados por los escoceses, como Malcom Gillespie: "No se preocupaba por Dios ni por el hombre, y se decía que era egoísta y brutal con las mujeres, pero amaba a su perro con pasión". Gillespie estuvo a punto de morir en diversos enfrentamientos contra traficantes y su can falleció acribillado por un contrabandista.
Foto: Bridgeman / Aci

Privilegio real
La primera mención que se conserva al "agua de la vida" aparece en un documento de 1494 de la Hacienda escocesa, el Exchequer Roll (a la izquierda). En él, el rey Jacobo IV de Escocia concede "a fray John Cor", monje de la abadía de Lindores, "ocho boles de malta para elaborar aqua vita para el rey".
Foto: Crown Copyright, National Records of Scotland

Alambique
Un alambique rudimentario para destilar aqua vitae en una granja. Grabado sobre madera de 1616.
Foto: Granger / Aurimages

Winston churchill fue corresponsal en la Segunda Guerra de los Bóers (1899-1902)
"El cóctel de papá"
Aunque Winston Churchill detestaba las borracheras, era un amante del scotch. De joven se llevó 18 botellas a la guerra de los Bóers y más tarde adoptó la costumbre de acompasar las mañanas con un vaso siempre a mano. El "cóctel de papá", como lo llamaban sus hijos, era, eso sí, una mezcla muy aguada.
Foto: Bridgeman / Aci

Lochnagar
La reina Victoria, que tanto había apoyado "las ligas de la templanza", convirtió la destilería de Lochnagar, vecina del palacio de Balmoral, en proveedor oficial de la Corona británica en 1848. A partir de ahí, el Imperio Británico se encargó de llevar el whisky escocés a los cinco continentes. 
Foto: Getty images

Cartel con una botella de whisky escocés
La publicidad sostenía que podía tomarse whisky sin temor a que "afecte a la cabeza ni al hígado". 
Foto: Getty images

Una historia de éxito
A pesar de ser una bebida relativamente simple, alcohol destilado de grano de cereal fermentado y luego añejado en barriles de madera, goza de muchísima popularidad y cada año se venden en todo el mundo millones de botellas de las decenas de marcas comerciales que existen.
Foto: Gtres
13 de agosto de 2017

Criticar la cocina británica ha sido un lugar común, pero a nadie se le ha ocurrido dudar del gusto de los británicos por la buena bebida. Ya en el siglo VIII, el inglés san Bonifacio censura la querencia al licor de tantos insulares, placer o vicio en el que no incurrían "ni francos ni lombardos, ni romanos o griegos". De esa inclinación británica, sin embargo, se iban a favorecer, con el tiempo, gourmets de todas las latitudes. De no haber mediado el Imperio, en efecto, el burdeos y el oporto, el madeira y el jerez no serían lo que hoy son. Y, a buen seguro, tampoco hubiesen conocido repercusión mundial sus dos bebidas nacionales: la ginebra inglesa y el whisky escocés.
Con cientos de millones de cajas vendidas cada año, bien puede pensarse que –como afirma un tratadista en la materia– la del whisky ha sido "una historia feliz". La propia versatilidad de este destilado parece asegurar la continuidad de su triunfo: si el whisky tiene sus acérrimos, existen todo tipo de combinaciones para escandalizar a los puristas. No está mal para una bebida que es, teóricamente, algo muy simple: alcohol destilado de grano de cereal fermentado y luego añejado en barriles de madera. En otras palabras, cerveza destilada.

¿Origen egipcio o gaélico?


Si la mera palabra "whisky" nos lleva a Escocia no es sólo porque, como dice el escritor Kevin R. Kosar, "parece que los escoceses lo hicieron antes que nadie". Es porque allí esa sencilla cerveza destilada se enriqueció con todos los elementos –la tierra, el agua, el fuego, el aire– hasta conseguir una bebida que puede llegar, dentro de la excelencia, a la más sofisticada complejidad.
Existen interminables teorías sobre los orígenes del whisky. Hay quien lo atribuye a los egipcios, al fin y al cabo sabios en el arte de la cerveza. Otros hablan más bien de las alquitaras griegas: nos consta que en tiempos de Aristóteles ya se elaboraba aguardiente. Y, de Ramon Llull a Arnau de Vilanova, sabios y alquimistas medievales tal vez lo importaran del mundo árabe. En todo caso, antes de 1500, cualquier evidencia histórica es "escasa y terriblemente confusa", y además resulta harto dudoso que aquel whisky primigenio se pareciera al de nuestros días. En el siglo XV, se documenta por primera vez el uisce beatha, expresión gaélica alusiva al "agua de la vida", pero ignoramos si con ella se hacía referencia al brandy o al "licor" genérico. Bebida hasta entonces de monjes, boticarios y gentes del campo, la primera referencia al whiskey (sic) tal y como lo conocemos en nuestros días proviene de una revista irlandesa de mediados del siglo XVIII.

Su importancia económica fue siempre de peso: tanto, que el poder real lo otorgó en monopolio al gremio de barberos-cirujanos de Edimburgo en 1506
Nada de eso quiere decir que no se destilara desde mucho antes en tierras escocesas, al menos desde fechas cercanas a 1400. Y aun cuando ese whisky distara del que hoy conocemos, su importancia económica fue siempre de peso: tanto, que el poder real lo otorgó en monopolio al gremio de barberos-cirujanos de Edimburgo en 1506, con lo que también se inauguraba una tradición, destinada a durar, de conferir a este destilado poderes curativos. Con el tiempo, sin embargo, la producción se iba a ver severamente controlada: en tiempos de hambre, emplear el grano para destilar y no para comer fue un lujo que llevó la crianza del whisky a manos de los nobles.
Nada de eso impidió el afecto de los escoceses a su bebida, desde que eran –como refiere un viajero– "niños sin dientes" hasta que se convertían en "ancianos sin dientes". El mayor afecto al whisky, con todo, lo mostró siempre el fisco: en 1644, la producción y crianza del "agua de la vida" se vio gravada con impuestos, y la unión política de Escocia e Inglaterra en el Reino Unido propició que "cada vez que Inglaterra emprendía una guerra" buscara dinero en esta bebida. Y no sólo en el propio whisky, ya que también tributaban el cereal, los alambiques, etcétera. Finalmente, en 1781 se prohibió la destilación privada. Y aun cuando en 1816 se rectificara y se levantaran sus cargas fiscales, el consumo y la producción ilegales se vieron fuertemente penados. Pensemos que no fue hasta el año 1983 cuando dejó de haber un funcionario del Estado británico en las destilerías para controlar la producción.
Todos estos impedimentos tuvieron un efecto contradictorio: el ingenio de los escoceses fue fértil a la hora de ocultar alambiques y barriles, y ni el más suspicaz de los emisarios del Estado podía imaginar que unas barricas con la leyenda "desinfectante para ovejas" contuvieran, precisamente, whisky. La prohibición, además, no hizo sino aumentar el contrabando: cuando, en 1822, Jorge IV llegó a una Escocia que llevaba siglos sin recibir visita real, el whisky con el que brindó, por pura ironía, era ilegal.

La bebida del caballero


Fue a partir de entonces cuando la historia del whisky comenzó de verdad a ser "feliz". La bebida escocesa adquirió un predicamento que contrasta con la mala fama de la ginebra, responsable de todo tipo de tumultos y desórdenes cometidos por las clases populares en la Inglaterra del siglo XVIII. En cambio, el whisky se benefició del apoyo de la Corona. El citado Jorge IV y, ante todo, la reina Victoria, pusieron de moda Escocia como destino vacacional. El romanticismo de la época se extasiaba con las fantasías medievalizantes de Walter Scott, la realeza se confeccionó sus propios tartans, Victoria tuvo Balmoral como una de sus residencias favoritas y, en lo que al whisky concierne, siempre se ocupó de llevar una botella consigo en sus desplazamientos. Sí, curiosamente, la misma reina que tanto apoyó las "ligas de la templanza" para prevenir el alcoholismo, no dudó en otorgar la distinción de "proveedor real" a la destilería de Lochnagar.
A partir de ahí, el Imperio británico, que tanto tuvo de capitalismo escocés, llevaría el whisky a los cinco continentes con los barcos de la Armada. Y, en el último tramo del siglo XIX, la plaga de la filoxera, que hundió el mercado del brandy, todavía ofreció una espléndida oportunidad para el crecimiento de su rival. Cuando por fin llegó el siglo XX, el whisky ya se había convertido en la bebida elegante para el gentleman, con el extra saludable de "no afectar ni a la cabeza ni al hígado", según la publicidad de la época. La afición a la bebida de Eduardo VII –rey y dandy– iba a contribuir a dar más prestigio al destilado: cuando él comenzó a beberlo con agua, muchos de sus súbditos imitaron esta costumbre chic.
"Un brindis a la civilización, un tributo a la continuidad de la cultura y un manifiesto de la determinación humana para disfrutar en plenitud de sus sentidos."
Siempre capaz de reinventarse, el scotch sobrevivió a las guerras mundiales –en 1943 no se destiló ni una gota– y supo ir ganando nuevos espacios, con las distintas cremas de whisky, por ejemplo, o con la introducción del malta frente al dominio del blended a partir de las décadas de 1970 y 1980. Esa bebida que, según el sabio James Boswell, "hace felices a los escoceses", puede pagarse hoy, en las subastas, a cientos de miles de euros la botella. Highland o Lowland, Speyside, Islay o Campbeltown, whiskies más salados o más minerales, con tonos dorados o con reflejos de caoba, la sed del mundo puede escoger hoy su destilado en mil versiones. Todas ellas coinciden, sin embargo, en ser, como apunta el historiador David Daiches, un brindis a la civilización, un tributo a la continuidad de la cultura y un manifiesto de la determinación humana para disfrutar en plenitud de sus sentidos.
ARTÍCULOS RELACIONADOS :
Chivas
Chivas Regal es una de las marcas de whisky más vendidas en España, y la tercera mundialmente si nos centramos tan sólo en whisky escocés.  Pese ha ello, sus ventas han caído un 2% en el último año, y eso que en Chivas Brothers siguen apostando por el potencial de crecimiento de los blends premium escoceses.
Su expresión de 12 años ronda los 27 euros, y se puede encontrar en la mayoría de supermercados de España. En 2014, Chivas vendió 4.6 millones de cajas en todo el mundo.
 
Ballantine’s
Ballantine’s es el whisky estrella de Chivas Brothers, y uno de los más vendidos en nuestro país. Aunque tan sólo ha crecido un 2% en 2014, es un aumento considerable dentro del Top 5 de marcas de whisky más vendidas.
Las nuevas campañas de márketing, como el club online de golf o el Bar Project, sin duda han ayudado a este aumento. Ballantine’s vendió en 2014 6.1 millones de cajas de 9 litros.
https://todowhisky.es/2015/08/las-marcas-de-whisky-mas-vendidas-del-mundo/

 
Johnnie Walker
No es nada nuevo que Johnnie Walker sea la marca de whisky más vendida de mundo. Lo que sí sorprende es la gran caída de ventas que ha sufrido la marca estrella de Diageo en el último año. Tras perder el título de whisky más vendido del mundo (que ahora ostenta el whisky indio Officer’s Choice), la marca ha caído un 11% en ventas, pasando de los 20.1 millones de cajas vendidas en 2013 a 17 millones en 2014.
Pese a ello, Diageo no se da por vencido, apostando por nuevas campañas e innovaciones, como los zapatos de Johnnie Walker o la nueva expresión exclusiva John walker Philip Lawson Johnston Edition.

 
Jim Beam
En los últimos años, el whisky de Kentucky ha hecho historia al convertirse en la primera compañía de bourbon que llena su barril número 13.000.000 desde la derrogación de la Ley Seca en 1933.
Además, tras la compra de Beam por Suntory, y el aumento de la demanda de whiskies saborizados con canela, Jim Beam ha sido una de las marcas de whisky con más crecimiento en el último año, un 7%. Con 7.4 millones de cajas vendidas en 2014, la marca americana también ha conseguido adentrarse en el mercado indio, uno de los de mayor crecimiento en los últimos años.

William Lawson's Distillery produce William Lawson's (8,18€), un whisky proveniente de Escocia que tiene 40º de graduación alcohólica. En Uvinum los usuarios han valorado a William Lawson's con una nota media de 4 puntos sobre 5.
 
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William Wallace, el héroe trágico de Escocia

Cuando toda Escocia se había sometido a la ocupación inglesa, un hombre se alzó en armas y durante años puso en jaque a las fuerzas invasoras, hasta que fue apresado y ejecutado.

Monumento Nacional de Escocia a William Wallace
En Stirling se alza este monumento, esta imponente torre, como recuerdo de la batalla del puente de Stirling, donde William Wallace condujo a sus tropas a la victoria frente a los ingleses.
Foto: Gtres

La decisiva batalla de Stirling
El monje inglés Walter de Guilsborogh explica que antes de la batalla de Stirling los ingleses enviaron a dos frailes para negociar la paz. En vez de eso, el "ladrón" de Wallace les respondió: "No estamos aquí para hacer la paz, sino para luchar y liberar nuestro reino". Las tropas inglesas fueron al encuentro de los escoceses a través de un puente por el que apenas pasaban "un par de jinetes al mismo tiempo". Esto los puso en desventaja ante los hombres de Wallace, que cortaron su retirada y los masacraron sin piedad.
Foto: CC

El puente de Stirling
El actual puente de piedra de Stirling, levantado en lugar del de madera, destruido en la batalla que tuvo lugar en este escenario en 1297.
Foto: CC
La espada que usó William Wallace
Varios miembros de un contingente escocés cuidan este tesoro nacional de Escocia: una espada usada por el líder rebelde William Wallace, en 2005, en Nueva York, con motivo de una exposición temporal. Era la primera vez en 700 años que este objeto abandonaba Escocia.
Foto: AP

Estatua de William Wallace en Aberdeen
En 1297 Wallace asaltó Lanark al frente de una banda de 30 hombres y mató a su sheriff en el castillo de la ciudad. Según los cronistas el sheriff había previamente asesinado a su prometida o ya esposa Marion Braidfute.
Foto: CC

El juicio a William Wallace
En Westminster Hall, el tribunal incriminó a Wallace por bandidaje y traición. Fue un juicio sin abogado ni jurado en el que se lo acusó de fugitivo, sacrílego, asesino y pirómano. Los ingleses lo veían como la encarnación del Mal: un hombre "más cruel que Herodes y más loco que Nerón", según un relato. Otras fuentes aseguran que también se le acusó de haber pretendido proclamarse rey de Escocia, y se mofaron de él imponiéndole una corona de laurel.
Foto: CC

La ejecución de William Wallace
La ejecución de Wallace se diseñó con sumo cuidado. Arrastraron su cuerpo durante más de seis kilómetros envuelto en una piel de buey para no desgarrar su cuerpo antes de tiempo. Luego lo ahorcaron cortando la cuerda antes de que muriera. Posteriormente lo mutilaron y le sacaron las tripas cuando todavía estaba vivo. Finalmente echaron al fuego su corazón, hígado, pulmones e intestinos para finalmente decapitarlo. Su cabeza quedó ensartada en un poste en el puente de Londres y el resto de su cuerpo fue descuartizado.
Foto: CC
Eduardo I de Inglaterra
En 1296, Escocia era un país subyugado por el rey de Inglaterra, Eduardo I. El monarca intentó arrastrar a Escocia a sus constantes guerras feudales contra Francia en la llamada guerra de los Cien Años, pero no fue tan sencillo que los escoceses aceptaran sus órdenes y deseos.
Foto: CC

Piedra de Scone
Eduardo i se llevó a Londres la Piedra de Scone o del Destino, sobre la que los reyes escoceses eran coronados según el rito celta desde siglos atrás, en la abadía Scone. La Piedra de Scone quedó instalada en la abadía de Westminster, colocada debajo de la Silla de la Coronación hasta que en 1996 fue devuelta a Escocia.
Foto: Gtres

La coronación de Alejandro III
En 1286, el rey escocés Alejandro III falleció al precipitarse su caballo por un acantilado, dejando como única heredera del trono de Escocia a su nieta de tres años Margarita. Este hecho provocó una lucha de poder que desembocaría en varias batallas. En la imagen, el momento de la coronación de Alejandro III.
Foto: CC

Estatua de William Wallace en el Castillo de Edimburgo
Los cronistas escoceses parecen obsesionados con la talla de William Wallace. Por ejemplo, Harry el Ciego, asegura que superaba los dos metros, mientras que Walter Bower confirma que Wallace era "un hombre con cuerpo de gigante, de largos costados, ancho de cadera, con todos sus miembros muy fuertes y firmes"; pese a lo cual su cuerpo era proporcionado, de aspecto agradable y su mirada alegre, aunque algo salvaje.
Foto: Gtres

 
Mel Gibson encarnó a William Wallace en la película Braveheart
El rebelde escocés se hizo archiconocido al saltar a la gran pantalla de la mano de Mel Gibson, protagonista y director de la película Braveheart. Aunque la veracidad histórica de la película no es absoluta, mostró al mundo un momento importante de la historia de Escocia y su relación con Inglaterra. 
Foto: Gtres
Julio Rubén Valdés Miyares, Universidad de Oviedo
22 de agosto de 2017

A finales del siglo XIII, Escocia vivió una de las fases más críticas de su historia. En 1286, el rey escocés Alejandro III falleció al precipitarse su caballo por un acantilado, dejando como única heredera del trono de Escocia a su nieta de tres años Margarita. Conocida como la Doncella de Noruega, se encontraba en el país escandinavo al cuidado de su padre, un príncipe noruego que se había casado con la hija de Alejandro, fallecida poco antes al igual que los otros dos hijos del rey escocés.

La nobleza escocesa se apresuró a organizar una regencia que ejerciera el poder en nombre de la nueva soberana y frenara cualquier intento de alzamiento. Los nobles escoceses se reunieron en Scone –la localidad donde, desde los remotos tiempos de los celtas, coronaban a los reyes de Escocia– y eligieron entre ellos a seis Guardianes para ejercer la regencia.
Sin embargo, poco después se anunció una nueva desgracia: la reina niña había fallecido en 1290, durante el azaroso viaje por el mar del Norte entre Noruega y Escocia. El rey Eduardo I de Inglaterra aprovechó el suceso para intervenir directamente en los asuntos escoceses. Si antes había conseguido prometer a su hijo de cinco años con la Doncella de Noruega, ahora empezó a ejercer su influencia feudal en Escocia, donde muchos nobles le debían vasallaje por tierras que poseían en Inglaterra. Aprovechando la rivalidad de hasta 13 nobles competidores por el trono, Eduardo ofreció su mediación para que finalmente se coronara en Scone a uno de ellos, John Balliol, quien de inmediato juró lealtad al soberano inglés.

Ocupación inglesa de Escocia

Eduardo I pensó que Balliol se convertiría en un rey títere a su servicio, pero pronto hubo de desengañarse. Cuando intentó arrastrar a Escocia a sus constantes guerras feudales contra Francia, el conflicto que acabaría en la llamada guerra de los Cien Años (1337-1453), los barones escoceses le desafiaron ratificando lo que luego se denominó la Vieja Alianza Franco-Escocesa contra Inglaterra. Eduardo –apodado Zancaslargas por su talla imponente– respondió con una expedición de castigo contra Escocia en 1296, en la que capturó a Balliol y lo humilló despojándolo en público de sus insignias, tras lo que lo trasladó preso a Londres. Además, se llevó a Inglaterra la Piedra del Destino, la roca de Scone, asociada a la ceremonia de coronación de los reyes escoceses. Eduardo I mandó a sus tropas ocupar el reino y envió a funcionarios ingleses para gobernar el país. Escocia era un país subyugado por el monarca inglés, a quien más de dos mil notables escoceses juraron lealtad.


Fue entonces cuando entró en escena William Wallace, poniéndose al frente de la resistencia contra el dominio extranjero. Los Wallace –nombre que deriva del francés le Waleis, "el galés"– eran un linaje vasallo de la dinastía de los Steward o Stuart –en castellano, Estuardo–, que pocos años después se alzaría con el trono escocés. William Wallace pertenecía a una familia localmente influyente, puesto que su padre era un caballero y pequeño propietario rural y su madre la hija del sheriff del condado de Ayr. Pero William no era el primogénito de este matrimonio, lo que significaba que debía buscar su propio lugar en el mundo. Se cree que hacia 1289 pasó un tiempo en el condado de Stirling con un tío suyo clérigo, quizá porque el destino natural de un hijo menor sin tierra y con capacidades intelectuales era la Iglesia. Se atribuye a ese tío capellán que Wallace adquiriera un sentido moral de la libertad mediante la lectura de los autores clásicos latinos, ideal que inspiraría su combate contra el poder inglés.
William Wallace había jurado lealtad a Balliol, por lo que se negó a someterse a Eduardo I. Wallace se sumó a una campaña liderada por Robert Wishart, obispo de Glasgow, contra los sheriffs ingleses, que imponían el pago de elevados impuestos a la población escocesa. En 1297, William Wallace asaltó Lanark al frente de una banda de 30 hombres y dio muerte a su sheriff en el castillo de la ciudad; según los cronistas posteriores, la causa fue que el sheriff había ejecutado a Marion Braidfute, la prometida o joven esposa de Wallace.
A continuación, Wallace organizó un ejército campesino que obtuvo varios éxitos notables en su lucha contra las autoridades inglesas. Los demás nobles escoceses intentaron sumar sus fuerzas para combatir al ejército de ocupación, pero pronto se vieron forzados a rendirse. El único otro líder escocés que hizo avances en la resistencia fue Andrew de Moray, que arrebató a los ingleses los castillos del noreste de Escocia.

Batalla encarnizada en Stirling

Wallace y Moray unieron sus tropas cerca de Stirling para vencer al grueso del ejército invasor, sorprendiéndolo cuando atravesaba un estrecho puente de madera sobre el río Forth. Las crónicas aseguran que murieron 5.000 ingleses. De la animadversión entre ambas naciones da idea lo sucedido al tesorero Hugo de Cressingham, un "hombre de la iglesia gordo y frívolo" que había guiado a los ingleses en su avance. Cuando intentaba huir, Hugo cayó del caballo, fue capturado y los escoceses le arrancaron la piel a tiras y se las repartieron, "no como reliquias sino para su escarnio". Se desconocen las bajas escocesas, salvo la de Moray, que murió a causa de las heridas.
Tras dirigir una campaña de saqueo por el norte de Inglaterra, Wallace retornó para ser armado caballero y único Guardián de Escocia, un puesto insólito para alguien no perteneciente a la nobleza. Wallace llegó a gobernar una extensa parte de Escocia reconquistada a los ingleses.
Wallace dijo a sus hombres: "Os he traído al ruedo; ahora bailad lo mejor que podáis"
Sin embargo, su buena estrella no duraría mucho. En 1298, Wallace se apostó con sus hombres cerca de Falkirk, para esperar al ejército inglés comandado por el propio Eduardo. Los escoceses se situaron frente a un terreno cenagoso y con un bosque detrás, agrupados en tres schiltroms, formaciones defensivas que actuaban a modo de erizos gigantes, con sus lanzas de más de tres metros frente a la caballería. Según la leyenda, Wallace dijo a sus hombres: "Os he traído al ruedo; ahora bailad lo mejor que podáis". Pero había cometido el error de ceder la iniciativa al enemigo. La caballería inglesa atacó por los flancos, evitando la ciénaga, aunque tuvo que retroceder frente a los schiltroms. Entonces empezaron a llover las flechas de los arcos largos galeses que Eduardo había incorporado a su ejército y que podían alcanzar una distancia muy superior a otros; eran los mismos arcos largos que reportarían a Inglaterra sus mayores victorias en la guerra de los Cien Años. Los lanceros fueron cayendo en el sitio, hasta que los pocos que quedaban, incluyendo a Wallace, optaron por huir.

Los guardianes de Escocia

Después de la batalla de Falkirk, uno tras otro los nobles escoceses hicieron la paz con Eduardo y renovaron sus juramentos, mientras Wallace se daba a la fuga. El cargo de Guardián de Escocia recayó ahora en los dos nobles más influyentes, Robert Bruce y John Comyn. Wallace encabezó una guerrilla durante un año, y luego viajó a Francia, Noruega y Roma en busca de apoyos, pero al ver que sus esfuerzos eran vanos volvió a Escocia para continuar la lucha con sus propios medios.

Tras obtener algún éxito contra las tropas inglesas, en 1304 el pequeño grupo de Wallace fue aniquilado y él se quedó solo, reducido a la condición de fugitivo. Al año siguiente, un caballero escocés al servicio de Eduardo lo delató cuando iba a entrevistarse con Bruce, quien a la sazón también estaba del lado de Eduardo para contrarrestar las ambiciones de Comyn, su rival por el trono escocés. Tras ser arrestado, Wallace fue trasladado a Londres para rendir cuentas al rey inglés. En West-minster Hall, el tribunal incriminó a Wallace por bandidaje y traición. Durante el proceso no le permitían hablar, si bien cuando pronunciaban la palabra "traidor" les replicaba que él siempre había sido un súbdito del rey escocés John Balliol (exiliado en Francia desde 1299), nunca de Eduardo.
Como no podía ser de otra forma, William Wallace fue condenado a muerte. La ejecución se diseñó con sumo cuidado. Para empezar, arrastraron al prisionero con caballos a lo largo de más de seis kilómetros a través de Londres, envuelto en una piel de buey para no desgarrar su cuerpo antes de tiempo. En el campo de ejecución en Smithfield, primero lo ahorcaron como asesino y ladrón, cortando la cuerda antes de que muriera. Luego lo mutilaron y le sacaron las tripas, todavía vivo, por traidor a Inglaterra. Echaron al fuego su corazón, hígado, pulmones e intestinos, en castigo por los sacrilegios que había cometido al saquear bienes eclesiásticos ingleses, y por fin lo decapitaron. Su cabeza quedó ensartada en un poste en el puente de Londres y el resto de su cuerpo fue descuartizado: una parte se envió para que se exhibiera en Newcastle, región inglesa del norte que Wallace asoló entre 1297 y 1298, y los otros tres cuartos como advertencia a tres ciudades de Escocia: Berwick, Perth y Stirling.
Sin duda, la trágica muerte de William Wallace impresionó a sus compatriotas, aunque inicialmente no se produjo ninguna reacción. Para la aristocracia escocesa, la ejecución de Wallace –y algún otro compañero suyo– era un preliminar al acuerdo de paz y perdón (bastante generoso) que les ofrecía Eduardo. No se produjo tampoco ninguna protesta popular, quizá porque los escoceses se sentían derrotados, amedrentados y agotados por la larga guerra.
Sin embargo, en 1306 Robert Bruce volvió a cambiar de bando y reclamó para sí el trono escocés iniciando una nueva rebelión. Eduardo I murió al año siguiente, mientras se dirigía a sofocar el nuevo levantamiento, y Bruce aseguró la independencia de Escocia, con su victoria frente a Eduardo II –un estratega muy inferior a su padre– en la batalla de Bannockburn (1314). En 1320 los líderes de la nobleza y la iglesia de Escocia redactaron una carta al papa pidiendo el reconocimiento para su rey Roberto I. En las vibrantes palabras de la hoy conocida como Declaración de Arbroath se reconoce el espíritu de Wallace, mucho más que el de Bruce y sus descendientes los reyes Estuardo, ya que sitúa la voluntad y la libertad de la nación por encima del rey: "En verdad no es por gloria, ni riqueza, ni honores por lo que luchamos, sino por la libertad; por eso sólo, a lo que ningún hombre honrado renuncia salvo con su vida".

La leyenda tardía de William Wallace

En este contexto, Wallace fue recordado y celebrado como un héroe nacional. Su historia debió de transmitirse oralmente, hasta que a finales del siglo XV el ministril Harry el Ciego compuso el poema épico Wallace, que fijó muchos elementos de su leyenda. Con todo, sería en el siglo XVIII cuando el Guardián de Escocia se convertiría en un héroe nacional, un símbolo de la resistencia contra los ingleses.

La integración de Escocia en el Reino Unido a partir de 1707 propició el interés por la historia medieval escocesa con el objetivo de preservar su identidad. Robert Burns, el mayor poeta escocés del siglo XVIII, declaró que la lectura de la historia de Wallace "vertió en mis venas un prejuicio escocés que va a hervir por ellas hasta que las esclusas de la vida se cierren en el descanso eterno". Posteriormente, novelistas, dramaturgos y pintores recrearon a menudo al héroe trágico por excelencia de la Escocia medieval, hasta llegar a la película Braveheart (1995), el exitoso film dirigido y protagonizado por Mel Gibson que consiguió varios premios Oscar.
 
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THE PRINT COLLECTOR / HERITAGE-IMAGES / GTRES
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Fotografías
El 11 de septiembre de 1297, William Wallace, guerrero escocés y héroe nacional, quien vivió en la segunda mitad del siglo XIII, aplastó a los ingleses, junto a Andrew de Moray, en la batalla del Puente de Stirling, un emplazamiento que no se conoce con exactitud pero que debió estar situado en el río Forth, cerca de Stirling, en el centro de Escocia. En las inmediaciones se erige hoy el Monumento Nacional Wallace, una torre del siglo XIX que se eleva por encima de las copas de los árboles. Wallace y Moray fueron nombrados Guardianes de Escocia ante la falta de un rey que dirigiera el país, pero Moray parece ser que murió a consecuencia de las heridas que había sufrido en combate. Wallace continuó hostigando a los ingleses hasta que el rey Eduardo I de Inglaterra tomó cartas en el asunto y ordenó una segunda invasión a Escocia, la sangrienta batalla de Falkirk, que supuso una gran victoria para los arqueros ingleses.
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En 1305, Wallace fue traicionado y entregado a los ingleses, que lo trasladaron a Londres, donde fue juzgado y acusado de traición, aunque nunca le había jurado lealtad a la corona de Inglaterra. El proceso se celebró en Westminster Hall, el salón más antiguo del actual Palacio de Westminster. A continuación, el 23 de agosto de 1305, hace 708 años, fue conducido a la Torre de Londres, el castillo junto al río Támesis, donde a lo largo de la historia han sido ejecutados, entre otros, Tomás Moro (1535), Ana Bolena (1536), Thomas Cromwell (1540), Catalina Howard (1542) y Juana Grey (1554). William Wallace fue despojado de sus ropas y arrastrado brutalmente por un caballo a lo largo de la ciudad. Por último, fue ahorcado cerca del Mercado de Smithfield, en el centro de Londres, su cuerpo fue descuartizado en cuatro partes y sus miembros se exhibieron por separado en varias localidades, incluida Stirling.
Londres
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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