miércoles, 27 de febrero de 2019

ITALIA : RELIGIÓN.- ROMA .- EL VATICANO .- NATIONAL GEOGRAPHIC .- La Capilla Sixtina, la maravilla del Renacimiento

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos presenta un reportaje de la Capilla Sixtina, que la califica como : La Maravilla del Renacimiento, que en 1,508, el papa Julio II, encargó a Miguel Ángel Buonarroti, le encargó su decoración; el resultado fue una creación monumental que rompió los moldes del arte renacentista.
National Geographic.- narra .- "En 1508, la Roma de Julio II era un taller extraordinario. Bramante estaba ocupado en la reconstrucción de la basílica de San Pedro y en las obras del palacio Vaticano. Rafael comenzaba los frescos de las habitaciones del papa. Y para la Sixtina, el papa Della Rovere quería a Miguel Ángel a cualquier precio, a pesar de sus protestas y también a pesar de su inexperiencia en la pintura, como Bramante señalaba con razón. En efecto, de joven Miguel Ángel había conocido la técnica de la pintura mural en el taller de Ghirlandaio, pero nunca la había puesto en práctica. Por lo que respecta a los frescos florentinos de la Batalla de Cascina, no había pasado de los cartones. En varias ocasiones proclamó que su arte, su «profesión», era la escultura, no la pintura. En las cartas a los parientes, las escasas menciones al trabajo de la Sixtina expresaban el «grandísimo esfuerzo» y también el desánimo por las dificultades «al no ser yo pintor». Aun así, no quiso renunciar a la anterior fuente de ganancias ni al nuevo y poderoso desafío que lo absorbió completamente durante cuatro años y medio....".
WIKIPEDIA.-  Enriquece el reportaje con amplia información y detallada iconografía sobre la Capilla Sixtina.

Capilla Sixtina
Cappella Sistina (italiano)
Sacellum Sixtinum (latín)
 Patrimonio de la Humanidad (con el nombre de «Ciudad del Vaticano») (1984)
Sistina-interno.jpg
Interior de la Capilla Sixtina
Localización
País Flag of the Vatican City.svg Ciudad del Vaticano
Municipio(s) Roma
Ubicación Ciudad del Vaticano (00120)
Información religiosa
Culto Iglesia católica
Diócesis Diócesis de Roma
Propietario Santa Sede
Acceso público 17 euros
Sitio web Página web de los Museos Vaticanos

Uso Oratorio papal y sede del cónclave
Estatus Capilla
Advocación Virgen María
Dedicación 15 de agosto de 1483, por Sixto IV
Historia del edificio
Fundador(es) Papa Sixto IV
Construcción 1473-1481

Arquitecto(s) Baccio Pontelli
Giovanni de Dolci
Datos arquitectónicos
Estilo(s) Renacentista

Longitud 40,9 m
Anchura • 13,4 m
Altura
• 20,7 m (máxima)
Mapa(s) de localización
Capilla Sixtina ubicada en Roma
Capilla Sixtina
Capilla Sixtina
41°54′11″N 12°27′16″ECoordenadas: 41°54′11″N 12°27′16″E (mapa)

Capilla Sixtina

La Capilla Sixtina es una capilla del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, la residencia oficial del papa. Se trata de la estancia más conocida del conjunto palaciego.
Originalmente servía como capilla de la fortaleza vaticana. Conocida anteriormente como Cappella Magna, toma su nombre del papa Sixto IV, quien ordenó su restauración entre 1473 y 1481. Desde entonces la capilla ha servido para celebrar diversos actos y ceremonias papales. Actualmente es la sede del cónclave, la reunión en la que los cardenales electores del Colegio Cardenalicio eligen a un nuevo papa. La fama de la Capilla Sixtina se debe principalmente a su decoración al fresco, y especialmente a la bóveda y el testero, con El Juicio Final, ambas obras de Miguel Ángel.
Durante el pontificado de Sixto IV, un grupo de pintores renacentistas que incluía a Sandro Botticelli, Pietro Perugino, Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cosimo Rosselli y Luca Signorelli realizó dos series de paneles al fresco sobre la vida de Moisés (a la izquierda del altar, mirando hacia El Juicio Final) y la de Jesucristo (a la derecha del altar), acompañadas por retratos de los papas que habían gobernado la Iglesia hasta entonces en la zona superior y por cortinas pintadas con trampantojo en la zona inferior.
Las pinturas fueron concluidas en 1482, y el 15 de agosto de 1483, con motivo de la festividad de la Asunción, Sixto IV celebró la primera misa en la capilla y la consagró a la Virgen María.12
Entre 1508 y 1512, por encargo del papa Julio II, Miguel Ángel decoró la bóveda, creando una obra de arte sin precedentes que cambiaría el curso del arte occidental.34​ Años después, tras el Saco de Roma, pintó también El Juicio Final en la pared del altar entre 1536 y 1541 para los papas Clemente VII y Pablo III.5​ Más de cinco siglos después, los frescos de Miguel Ángel siguen atrayendo a multitud de visitantes a la capilla, y son considerados una de las obras cumbre de la historia de la pintura.
https://es.wikipedia.org/wiki/Capilla_Sixtina
WIKIPEDIA.


Julio II
Pope Julius II.jpg

Emblem of the Holy See usual.svg
Papa de la Iglesia católica
1 de noviembre de 1503-21 de febrero de 1513
Predecesor Pío III
Sucesor León X
Información religiosa
Ordenación sacerdotal 1471
Ordenación episcopal 1481
por Sixto IV
Proclamación cardenalicia 15 de diciembre de 1471
por Sixto IV
Información personal
Nombre Giuliano della Rovere
Nacimiento 5 de diciembre de 1443,
Albissola Marina, Bandera de República de Génova República de Génova (actual Flag of Italy.svg Italia)
Fallecimiento 21 de febrero de 1513 (69 años)
Roma, Bandera de Estados Pontificios Estados Pontificios (actual Flag of Italy.svg Italia)
Padres Rafaello della Rovere
Theodora Manerola
Hijos Felice della Rovere
C o a popes Della Rovere.svg
Escudo de Julio II

Julio II

Julio II (Albissola Marina, 5 de diciembre de 1443-Roma, 21 de febrero de 1513) fue el papa nº 216 de la Iglesia católica, de 1503 a 1513. Se le conoce como el Papa Guerrero por la intensa actividad política y militar de su pontificado.1
Mandó reedificar la Basílica constantiniana, donde estaban sepultados los restos mortales del apóstol Pedro, erigiendo la actual Basílica de San Pedro. Siendo uno de los últimos papas humanistas, como todos ellos fue mecenas y protector de grandes artistas, como Miguel Ángel y Rafael Sanzio.
 WIKIPEDIA.

https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/la-capilla-sixtina_8594

En 1508, el papa Julio II encargó a Miguel Ángel la decoración de la Capilla Sixtina. El resultado fue una creación monumental que rompió los moldes del arte renacentista

Capilla Sixtina, Ciudad del Vaticano
Miguel Ángel realizó los frescos de la Capilla Sixtina entre 1508 y 1512. La restauración que se realizó en la década de 1990 mostró el increíble dominio técnico del pintor, que además no contó con ayudantes para la realización de las pinturas, tan solo unos obreros que prepararon la techumbre. El tamaño gigantesco de las figuras y la dificultad de aplicar la pintura en los techos curvos convierten este fresco en una creación excepcional. El propio artista comentó en sus escritos el dolor que le provocaba trabajar desde los andamios.
Foto: Antoine Taveneaux

Colores depurados
El restaurador Gianluigi Colalucci, en 1993, limpia la cabeza de san Bartolomé en una sección del fresco del juicio final de Miguel Ángel.
Foto: Vittoriano Rastelli / Corbis

Los frescos de la Capilla Sixtina
La complejidad iconográfica de la obra es extraordinaria. La parte central la componen una selección de escenas del Antiguo Testamento: La creación del mundo, La creación de Adán y Eva, El pecado original, El sacrificio de Noé, El Diluvio y, por último, La ebriedad de Noé, que representa la expresión más vil del ser humano contaminado por el pecado. En ambos lados, conectando con los frescos de los muros laterales, aparecen representaciones de las Sibilas y los Profetas, que flanquean la bóveda como precursores de la llegada del Mesías. Los ángulos, ocupados por las pechinas, contienen escenas de los milagros de la salvación de Israel que prefiguran la venida de Cristo.
Foto: Scala

La creación de Adán
La creación de Adán es una de las escenas de los frescos de la bóveda de la capilla Sixtina pintados por Miguel Ángel entre 1508 y 1512 en los Palacios Vaticanos.
Foto: Scala

Cristo y la Virgen
Cristo, como juez supremo, aplaca con su gesto la agitación de su alrededor. Su rostro podría estar inspirado en la cabeza del Apolo del Belvedere, hoy en el Museo Pío-Clementino.
Foto: Bridgeman / Index

La Basílica de San Pedro
La imagen muestra la plaza diseñada por Bernini y la basílica con la cúpula planeada por Miguel Ángel y terminada en 1590. A la derecha se ve la capilla Sixtina.
Foto: Giovanni Simeone / Fototeca 9 x12

Cúpula de San Pedro
Tras la muerte de Miguel Ángel, la finalización de la cúpula de San Pedro recayó en Domenico Fontana y Giacomo de la Porta, que apenas variaron el proyecto original.
Foto: Johanna Huber / Fototeca 9x12


Pablo III
Retrato del papa realizado por Tiziano. Museo de Historia del Arte, Viena.
Foto: Scala / Firenze
Laura Fedi

La Capilla Sixtina, la maravilla del Renacimiento

Cuando Miguel Ángel Buonarroti comenzó a pintar los frescos de la capilla Sixtina, en 1508, ya era un artista consolidado. La belleza sublime de la Pietà de San Pedro, realizada en 1499, lo había consagrado ya a los 24 años de edad como el máximo escultor de su tiempo. Desde ese momento se lo disputaron los grandes clientes. En Florencia esculpió el gigantesco David, y se le encargó que pintara al fresco una pared de la Sala del Consejo del Palazzo Vecchio, junto a Leonardo.

En 1505, el papa Julio II quiso traerlo a Roma para que realizara su tumba, un grandioso proyecto que entusiasmó inmediatamente al artista. Sin embargo, entre ambos se produjo una ruptura clamorosa. El papa –contará Miguel Ángel en 1523– «cambió de opinión y ya no quiso hacerlo», y llegó a expulsarlo cuando el artista se dirigió a él para obtener dinero. Buonarroti abandonó Roma «por esta afrenta». Pero el papa insistió en que Miguel Ángel trabajase para él y reclamó enseguida su vuelta a Roma para un nuevo proyecto: los frescos de la bóveda de la capilla Sixtina.
En 1508, la Roma de Julio II era un taller extraordinario
En 1508, la Roma de Julio II era un taller extraordinario. Bramante estaba ocupado en la reconstrucción de la basílica de San Pedro y en las obras del palacio Vaticano. Rafael comenzaba los frescos de las habitaciones del papa. Y para la Sixtina, el papa Della Rovere quería a Miguel Ángel a cualquier precio, a pesar de sus protestas y también a pesar de su inexperiencia en la pintura, como Bramante señalaba con razón. En efecto, de joven Miguel Ángel había conocido la técnica de la pintura mural en el taller de Ghirlandaio, pero nunca la había puesto en práctica. Por lo que respecta a los frescos florentinos de la Batalla de Cascina, no había pasado de los cartones. En varias ocasiones proclamó que su arte, su «profesión», era la escultura, no la pintura. En las cartas a los parientes, las escasas menciones al trabajo de la Sixtina expresaban el «grandísimo esfuerzo» y también el desánimo por las dificultades «al no ser yo pintor». Aun así, no quiso renunciar a la anterior fuente de ganancias ni al nuevo y poderoso desafío que lo absorbió completamente durante cuatro años y medio.
En los muros de la capilla Sixtina se sucedían los frescos de Botticelli, Ghirlandaio, Cosimo Rossi, Perugino y Signorelli. La bóveda había sufrido dos restauraciones, la última completada con vistas a la intervención de Miguel Ángel. El 8 de mayo de 1508 se acordó un primer plan, pero al artista le pareció «cosa pobre». Por ello el contrato se revisó en junio: se doblaron los emolumentos y el artista obtuvo pintar lo que quisiera, no sólo en el techo, sino también en las pechinas y en las lunetas.

Aprendiendo sobre la marcha

La bóveda de la capilla Sixtina, con su extensión y su altura, habría hecho temblar a los más expertos pintores. Los problemas comenzaron ya con el andamiaje. El erigido por Bramante, cuenta Vasari, fue criticado por Miguel Ángel, hasta el punto de que consiguió que lo desmantelasen y construyesen uno basado en su propio diseño. Pero la mayor dificultad era precisamente el fresco. Una técnica que no permite errores o vueltas atrás, y exige tiempos muy breves: una vez preparados los cartones de los dibujos hay que dividir el conjunto en partes que puedan ser completadas en un día, pues, pasado este tiempo, el enlucido se seca y ya no absorbe el color. La sección de pared elegida se prepara primero con el encalado y luego con el enlucido, una mezcla de puzolana, cal y agua. Una vez trasladado el dibujo sobre el enlucido todavía fresco, se extiende inmediatamente el color.
Miguel Ángel trajo de Florencia, como colaboradores, a unos pocos artistas de confianza.
Sin embargo, los primeros intentos fueron decepcionantes. El fresco del Diluvio Universal, realizado con técnicas heterogéneas, acabó en desastre: la receta «florentina» del enlucido no funcionaba con los materiales y el clima de Roma. En poco tiempo afloraron mohos y la pintura hubo de ser parcialmente suprimida y rehecha desde el principio. Hicieron falta meses de angustia y dificultades hasta que el artista consiguió dominar la técnica, lo que le permitió prescindir de sus ayudantes. El análisis de los gastos que realizó en la obra parece confirmar la leyenda según la cual él lo habría hecho todo, o casi todo.
En varias ocasiones Miguel Ángel proclamó que su arte, su «profesión», era la escultura, no la pintura
En un soneto célebre el artista nos habla de los prolongados esfuerzos a los que se sometió trabajando sin descanso durante años en una postura muy incómoda: «Los lomos se me han metido en la tripa y con las posaderas hago de contrapeso y me muevo en vano sin poder ver». Mientras, el papa estaba impaciente, hasta el punto de que, según el biógrafo Condivi, amenazó con tirar al artista de los andamios y en una ocasión «le dio con un palo». Ablandado por medio de regalos, amenazado, acosado, Miguel Ángel acabó por fin la obra, que se inauguró el 31 de octubre de 1512. De su belleza había sido testigo, un poco antes de que se mostrara a todos, Alfonso d’Este, duque de Ferrara. Subido al andamiaje, la admiró durante largo tiempo, y cuando bajó se negó a ir a visitar las estancias donde trabajaba el gran rival de Miguel Ángel, Rafael.

El Juicio Universal

Miguel Ángel volvió a trabajar en la capilla Sixtina veinte años más tarde. En 1533, Clemente VII de Médicis le encargó que pintase al fresco el Juicio Universal en la pared del coro, encargo que Pablo III, nada más ser elegido papa en 1534, obligó al artista a cumplir, exigiendo que trabajara exclusivamente para él: «Hace ya treinta años que tengo este deseo, y ahora que soy papa, ¿no puedo satisfacerlo?». El fresco se realizó entre 1536 y 1541, pero la idea era, sin duda, anterior: en 1537, al célebre poeta Aretino, que insistía en hacer sugerencias para su obra, Miguel Ángel le respondía que ya había «cumplido buena parte del asunto». Fueron años inusualmente felices los que dedicó Miguel Ángel a trabajar en el Juicio, iluminados por el amor del joven Tommaso de’ Cavalieri y la amistad de Vittoria Colonna, una aristócrata de profundas inquietudes espirituales.
Nada más ser exhibido, el fresco suscitó reacciones contradictorias
Sobre la enorme superficie de la pared, ampliada por la destrucción de dos lunetas e inclinada gracias a una «base de ladrillos» para evitar que se posara el polvo, Miguel Ángel colocó en el centro de la escena, una vez más, el cuerpo humano. Sin embargo, ahora los rostros y los miembros estaban en movimiento para expresar todos los sentimientos ligados a lo terrible de la situación. Alrededor del Cristo juez se agitan centenares de cuerpos, representados en su humanidad. Quienes se proyectan sobre el cielo azul de lapislázuli no son sólo los condenados, sino también los salvados, los doctores de la Iglesia, los santos sin sus aureolas y los ángeles sin sus alas. Todos los hombres se ven acosados por el juicio de Dios. Falta la Iglesia, con sus instituciones, sus ritos y su mediación. Y quizá fue esto lo que provocó escándalo, junto a los desnudos, e incluso más que éstos.

Aspavientos de los puritanos

Nada más ser exhibido, el fresco suscitó reacciones contradictorias. A las positivas de Vittoria Colonna, que opinaba de la obra que «nos muestra la muerte y lo que somos de manera suave», y de los admiradores incondicionales del artista, se opuso una oleada de escándalo que no parecía disminuir. El motivo era la desnudez de los personajes que poblaban la impactante escena. En una carta de Nino Sernini al cardenal Ercole Gonzaga, de noviembre de 1541, se recogía la opinión de algunos que pensaban que «no están bien los desnudos en semejante lugar, que enseñan sus cosas». Sin duda, detrás estaba la corriente más intransigente en la Iglesia de entonces, encabezada por el cardenal Gian Pietro Carafa, pronto inquisidor del Santo Oficio, instituido en 1542, y futuro papa Pablo IV (1555). En 1545, el Aretino, no sin hipocresía, escribió a Miguel Ángel una carta durísima, en la que lo acusaba de expresar «en la perfección de pintura» una «impiedad de irreligión», mostrando precisamente en el lugar más sagrado, «en la más grande capilla del mundo», «a los ángeles y a los santos, éstos sin ninguna honestidad terrenal, y aquéllos carentes de todo adorno celeste».

Las sucesivas censuras

Al ser elegido papa, Pablo IV dejó a Miguel Ángel sin sus pingües emolumentos y acarició la idea de destruir el Juicio. Habiendo sabido que el pontífice pensaba hacérselo «arreglar», Miguel Ángel al parecer replicó: «Decidle al papa que éste es un asunto pequeño y que se puede arreglar fácilmente; que arregle él el mundo, pues las pinturas se arreglan enseguida». Fue Pío IV quien ordenó el célebre imbraghettamento, el cubrimiento de los órganos sexuales de las figuras con telas pintadas. En 1563, en el concilio de Trento, se había aprobado un decreto que regulaba el uso de imágenes en las iglesias, especificando que no debía haber en ellas «nada profano y nada deshonesto», y el papa, apenas dos meses después de la clausura del concilio, decidió aplicarlo a los frescos de la capilla Sixtina.
Semanas después de la muerte de Miguel Ángel, el trabajo se confió a Daniele da Volterra, que había estado junto al lecho del moribundo. A él se debe la ejecución de la primera censura, que consistió en cubrir las desnudeces de algunos personajes con intervenciones «en seco»; en el caso de dos figuras, san Blas y santa Catalina, se destruyó una parte del enlucido original y se reemplazó por otro nuevo. En siglos posteriores hubo muchas otras intervenciones, mucho menos delicadas y respetuosas con la obra. Ésta, con todo, gracias a una majestuosidad que encajaba con la imagen triunfal de la Iglesia postridentina, fue conservada. Pero con las desnudeces tapadas.

Para saber más

La capilla Sixtina. Heinrich W. Pfeiffer. Lunwerg, Barcelona, 2007.
Miguel Ángel, una vida inquieta. Antonio Forcellino. Alianza, Madrid, 2009.
La capilla Sixtina
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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