sábado, 6 de abril de 2019

INDONESIA : ISLA DE BALI .- NATIONAL GEOGRAPHIC .- Indonesia, la isla de Bali .................. Bali, la isla más bella

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos entrega un amplio reportaje turístico de la Isla de Bali, perteneciente a Indonesia, que se ha convertido en una perla del turismo por su belleza, llenas de cultivos de arroz, templos de la religión hinduista y de gente amable que hace feliz al turista que la visita.
National Geographic.- narra : "Pocas islas condensan espiritualidad y hedonismo como Bali, santuario hindú dentro del archipiélago indonesio, el país musulmán más poblado del orbe. Sea por sus playas ornadas con pagodas o por la sutil sofisticación de su danza, Bali lleva más de un siglo atrayendo a los viajeros.
El frenesí de Kuta suele ser el punto de inicio de un itinerario que, partiendo de las playas del vértice sur de la isla, se adentra en el interior hacia Ubud, epicentro cultural de Bali, para explorar sus terrazas de arroz y teatros de marionetas, y pone rumbo hacia las playas del norte antes de concluir en los magistrales templos de Besakih y el venerado volcán Agung...."
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/bali-isla-mas-bella_7541 
Templos asomados al mar y volcanes rodeados por arrozales configuran el paisaje de esta isla de Indonesia
 https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/indonesia-isla-bali_9911/1
 Si viajas a este exótico destino encontrarás una isla color verde esmeralda, salpicada de templos y valles


El templo del lago
El templo de Ulun Danu, que parece flotar en las aguas del lago Bratan, en el cráter de un volcán a 1.200 metros de altitud, es uno de los más bellos de la isla.
Foto: Gary P Hayes

Una protección frente al mar
Tanah Lot es uno de los siete templos que jalonan la costa de Bali y la preservan de las potencias turbadoras del reino de Swah, que los isleños ubican en el mar.
Foto: Julien Garcia / Age Fotostock


El Palacio de Klungkung
El suicidio ritual de la corte de Klungkung en 1908 ante las tropas holandesas supuso el fin del último reino balinés. En el pabellón Kertha Gosa se impartía la justicia.
Foto: Miralex / Getty Images


Un paraíso agrícola
Los arrozales con sus bancales ribeteados de palmeras asombraron a los conquistadores holandeses y siguen ofreciendo magníficos escenarios para pasear.
Foto: Travel Pix Collection / AWL Images

Un baño en la fuente sagrada
Los templos del agua también sirven para gestionar el sistema de riego de los campos. Pura Tirta Empul cuenta con una fuente sagrada y piscina para el ritual de limpieza.
Foto: Xpacifica / Age Fotostock

Monte Agung
El mayor volcán de Bali es también su montaña más sagrada. Las lluvias que caen en su ladera occidental resultan esenciales para la fertilidad de la isla.
Foto: Michele Falzone / AWL Images

La isla de las ofrendas
Los balineses honran con flores y comida a sus deidades, sea en los centenares de templos que posee la isla –como este del lago Bratan– o bien en los altares domésticos.
Foto: Rueangrit Srisuk / Shutterstock
01 de agosto de 2016 · 12:11

Pocas islas condensan espiritualidad y hedonismo como Bali, santuario hindú dentro del archipiélago indonesio, el país musulmán más poblado del orbe. Sea por sus playas ornadas con pagodas o por la sutil sofisticación de su danza, Bali lleva más de un siglo atrayendo a los viajeros.
El frenesí de Kuta suele ser el punto de inicio de un itinerario que, partiendo de las playas del vértice sur de la isla, se adentra en el interior hacia Ubud, epicentro cultural de Bali, para explorar sus terrazas de arroz y teatros de marionetas, y pone rumbo hacia las playas del norte antes de concluir en los magistrales templos de Besakih y el venerado volcán Agung.

Una vez en el aeropuerto de Denpasar, nada impide al visitante moverse ágilmente por toda la isla, que con 145 kilómetros de longitud es más grande que Cantabria. La pista se encuentra muy próxima a Kuta, playa donde en 1936 los norteamericanos Bob y Luise Koke acondicionaron bungalows para los primeros viajeros que arribaban en transatlántico. Hoy, Kuta es meca del turismo joven, y sus laberínticas callejuelas son un caleidoscopio de cafés, hostales y bares que ofrecen desayunos de tocino y huevo a legiones de mochileros australianos, entre tiendas de artesanía. Aunque sobreexplotada, la interminable playa es el lugar ideal para una sesión de masajes o para una primera lección de surf. Quienes tienen mayor aprecio por la tranquilidad y el estilo, pueden hallar refugio en los vecinos barrios de Legian y Seminyak, concebidos para un perfil de viajero más contemplativo.
El sublime templo de Tanah Lot se encuentra una hora hacia el norte por la costa occidental. Encumbrado en un peñón vapuleado por las olas, los peregrinos han accedido a él durante siglos aprovechando la marea baja. Fue erigido en el siglo XVI por Nirartha, el místico que introdujo los aspectos más complejos de la religión balinesa y responsable de los templos marítimos que, cada uno a vista del siguiente, forman una cadena en la costa suroccidental de la isla. Estas pagodas recortadas por el atardecer son, en realidad, un tributo para apaciguar a las bestias del inframundo que, según la cosmogonía local, habitan los océanos. Los balineses, de hecho, se acercan a las costas con cautela solo para procurarse ingresos del turismo, y han hecho del interior su morada predilecta. Es sensato visitar Tanah Lot de mañana para escapar de la afluencia de turistas en busca de la foto de rigor con el templo bajo la luz crepuscular.

Playas vírgenes

Quienes se aventuren por la costa oeste encontrarán playas vírgenes punteadas por más templos, pero rastrear la vibrante tradición artística balinesa exige retomar el rumbo norte hacia Ubud, epicentro cultural de la isla. Esta difusa localidad rodeada de colinas y terrazas de arroz es el sitio más auténtico donde apreciar las exquisitas actuaciones de teatro, marionetas y danza balinesa. Fue el avance del islam sobre el resto del archipiélago y en especial sobre la vecina Java lo que desencadenó un éxodo de músicos, bailarines y actores de la corte de la dinastía hindú Mahapajit hacia Bali. Allí, produjeron un resurgimiento exponencial de las artes. Los destellos de ese legado reverberan aún hoy en los delicados movimientos de las bailarinas de legong, danza orgánica y sinuosa que celebra la quintaesencia de la feminidad al son del gamelán, un ensamble musical de gongs, flautas de bambú y xilófonos. No menos emblemáticos son los teatros de sombras proyectadas por marionetas, conocidos como wayang kulit.
La confianza con que la esencia de Bali se exhibe en Ubud le debe mucho a la afluencia de artistas occidentales, como el pintor alemán Walter Spies, que en los años 30 del pasado siglo hizo de la isla su atelier y dio a conocer al mundo el arte balinés contemporáneo, el cual por otra parte ayudó a estructurar. Eso explica la miríada de galerías de arte que salpican el verde entramado del pueblo.
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Las calas soñadas

Ubud es también notoria por sus centros de meditación. Desde el lanzamiento del éxito editorial Comer, rezar, amar (2006), cada vez son más los occidentales que peregrinan a la isla con la esperanza de visitar a los mismos curanderos espirituales y videntes a los que acudió la autora Elizabeth Gilbert en su búsqueda interior. Estas esferas más sutiles no logran opacar la oferta gastronómica, que abarca desde los platos balineses más clásicos como el sate lilit –bocados de carne molida con coco rallado– hasta el pato ahumado o el gado gado, una ensalada de hortalizas acompañadas de salsa de cacahuete y galletas de camarones. Además, un paseo rural entrañable conduce al Bosque de los Monos, un santuario por partida doble: sirve tanto a la investigación como a la veneración de los macacos que lo habitan. Los senderos flanquean estatuas de dragones y puentecillos agraciados por el musgo que conducen a un templo hoy dedicado a los primates.
El arte de las terrazas de arroz, que urden el interior de la isla, alcanza su clímax visual en Jatiluwih. A este sitio, listado como Paisaje Cultural Patrimonio por la Unesco, se accede por carreteras menores tras una hora y media en dirección norte. Se cree que el subak, sistema de irrigación cooperativa, llegó a Bali en el siglo VIII. Su intrincado puzle de andenes parece hacer germinar la brisa de montaña que difumina las palmeras cocoteras y matas de plátano intercaladas en la métrica del paisaje. Compartir el silencio con los devotos campesinos del interior es una experiencia que equilibra perfectamente el bullicio de las playas del sur dejadas a espaldas. El arroz es un producto tan vital para Bali y para Indonesia que incluso justifica la existencia de Dewi Sri, una diosa específica para el grano dador de vida.
Al cruzar el macizo volcánico que conforma el centro de la isla, la carretera deja atrás los arrozales y escala hacia tierras más altas dotadas de aldeas que poco han cambiado en décadas. Es menester detenerse en el lago Bratan, donde el templo hindú-budista de Ulun Danu, del siglo XVII, hechiza con el reflejo de su pagoda de once estratos, la cifra máxima permitida en un templo balinés. Parece natural que los peregrinos se congreguen a su sombra para orar por la abundancia del vital elemento.

Para los amantes de los viajes tranquilos

El tope norte de este itinerario es Lovina, una encantadora localidad costera de casas bajas, idónea para los amantes del viaje slow. La agenda del viajero que llega a estas latitudes oscila entre el avistamiento matutino de delfines, el submarinismo en la barrera de coral –que mantiene el oleaje al mínimo– y observar los praos, las canoas tradicionales, partiendo al atardecer para la pesca nocturna en la aldea de Anturan. Todo eso puede hacerse alojándose en hoteles que, como muchos de Ubud y su entorno, ofrecen clases de yoga, taichí y los más variados masajes.
Lovina puede servir de base para explorar playas y enclaves de buceo más agrestes como Pemuteran, en el extremo noroeste, o para rastrear los vestigios del poder colonial en la vecina Singaraja. Esta ciudad fue sede administrativa local de las Indias Orientales Holandesas hasta la independencia, en 1949, y conserva ejemplos de edificios coloniales en estilo art déco.
El primer holandés, Cornelius de Houtman, había llegado a la isla en 1597, dándole a los Países Bajos pleno control del comercio de especias en la zona. En 1908, el país europeo selló su dominio cuando la corte del último reino de Bali marchó empuñando sus kris (dagas ceremoniales) contra las modernas armas de los neerlandeses, en un suicidio ritual colectivo conocido como puputan. La matanza se publicó en los periódicos y Holanda recibió críticas muy severas. Para lavar su imagen, en las décadas siguientes respetó los cultivos tradicionales, no permitió que se establecieran compañías extranjeras y restringió la entrada de misioneros. Todo eso contribuyó a preservar la singularidad balinesa.
Besakih, un complejo de templos conocidos colectivamente como el Templo Madre, es el más sagrado de los santuarios de Bali, sacralidad reforzada por su emplazamiento en las faldas del venerado Gunung Agung, volcán de 3.031 metros, techo de la isla y punto cardinal de la brújula espiritual balinesa. La pagoda más imponente ostenta seis niveles tendidos con el mismo ritmo ascendente de las terrazas de arroz, como peldaños hacia los dioses. Durante los casi setenta festivales que se realizan al año, cientos de peregrinos acuden con sus udeng, pañuelos atados en la cabeza. Provistos de parasoles dorados y máscaras de dragones acompañan a bailarinas empolvadas para honrar el principio balinés de Tri Hita Kirana. El equilibrio entre el hombre, los dioses y sus congéneres se celebra cantando y dejando ofrendas de pétalos, arroz y mango sobre hojas de plátanos. Es entonces cuando la esencia, la sensualidad y la exuberancia de Bali se prenden en la piel y el alma del viajero.

Bali, la isla más bella

Templos asomados al mar y volcanes rodeados por arrozales configuran el paisaje de esta isla de Indonesia


Gunung Agung
El cono del volcán más sagrado de Bali emerge entre nubes, sobre los campos de arroz próximos a la población de Ubud.
DAVID NOTON PHOTOGRAPHY / ACI

Arrozales
Además de predominar en el paisaje de la isla, el arroz constituye también el principal elemento de la gastronomía balinesa.
TIM MANNAKEE / FOTOTECA 9 X 12



Besakih
Es el principal centro hinduista de la isla. Fundado a finales del siglo VIII, sobrevivió a un terremoto en 1917 y a la erupción del Gunung Agung en 1963.
McPHOTO / AGE FOTOSTOCK



Lago Bratan
El templo Pura Ulun Danu Bratan, dedicado a la diosa que habita este lago del centro de la isla, se erige sobre un islote rodeado de conos volcánicos.
MICHELE FALZONE / AWL IMAGES

Arte basado en la belleza
En Bali existe la obligación colectiva de crear cosas bellas. Ello se refleja en su arte –los títeres y el teatro con representaciones basadas en el Ramayana y el Mahabharata– y también en las ceremonias religiosas y en la artesanía, donde tiene un papel predominante el tejido de ikats, que a menudo utiliza hilos de oro.
GTRES

Tanah Lot
Es uno de los templos más venerados y visitados por su singular ubicación sobre un promontorio donde coinciden la tierra (tanah) y el mar (lot).
REINHARD DIRSCHERL / AGE FOTOSTOCK

Bucear en la costa sur
En las playas del sur las posibilidades de practicar deportes acuáticos son numerosas. Con sus rugientes olas, esta costa es la preferida de los surfistas. Los aficionados al submarinismo hallarán en Padangbai y Candidasa una buena oferta de empresas que realizan salidas a los arrecifes más próximos.
AGE FOTOSTOCK

Candidasa
Este enclave del sur es una buena base para practicar deportes acuáticos y saborear la gastronomía balinesa.
ROBERT HARDING IMAGES / MASTERFILE

Entre arrozales y santuarios
1 Tanah Lot. Templo emplazado sobre un islote en la costa sur, a poca distancia de la capital, Denpasar.
2 Ubud. Esta población rodeada de arrozales tiene una amplia oferta de representaciones de teatro, danza y títeres.
3 Candidasa. Es un enclave ineludible por sus playas de arena blanca y numerosas actividades acuáticas.
4 Besakih. Conjunto hinduista de 23 templos, situado en la ladera del volcán Gunung Agung.
5 Gunung Agung. La silueta del volcán sagrado se avista desde diversos puntos de la isla. Una ruta sube a la cumbre.
6 Lago Bratan. Esta laguna ocupa un gran cráter rodeado de conos volcánicos. El templo Ulun Danu se erige sobre un islote.
Mapa: BLAUSET
30 de noviembre de 2016 · 12:42

Bali, la isla más bella

 Bali, la joya de Indonesia, es una isla por partida doble. En primer lugar, porque su territorio está rodeado de océano por todas partes, encajonado entre Java y Lombok, en el archipiélago de la Sonda. Y después, porque en un «bosque» de 13.000 ínsulas donde la religión mayoritaria es el islam, su fe principal es el hinduismo.
Con su forma de pez panzudo, como los que los buceadores pueden admirar en sus arrecifes coralinos, Bali tiene la extensión de Cantabria y menos de cuatro millones de habitantes. Es decir, que moverse por la isla es sencillo y cualquier desplazamiento de un extremo a otro se completa en apenas tres horas por sus razonablemente buenas carreteras. De ahí que sea recomendable apenas aterrizar en Denpasar, la capital, lanzarse a recorrer esta perla volcánica.
En cuanto salga de la ciudad, el visitante comprobará que Bali es un enorme jardín cultivado donde los campos de arroz, ubicuos, refulgen como esmeraldas. Las ordenadas cuadrículas aprovechan cualquier resquicio de tierra para, escoltados por elegantes palmeras cocoteras, convertirse en granero y postal de una isla ensimismada en su interior. Los extranjeros llegan a menudo a ella seducidos por la costa. Los balineses, en cambio, se acercan al mar solo acuciados por la necesidad y siempre con reticencia.

Espíritus benéficos y malignos

Tanah Lot es un templo situado a una veintena de kilómetros de Denpasar, en la costa sudoeste. En balinés, literalmente, significa «Tierra en el mar» y es precisamente eso, un islote rocoso situado a pocos metros de la orilla que queda accesible a los peregrinos durante la marea baja. Pagodas verticales de tejado de paja sobresalen sobre una vegetación lujuriosa que ocupa casi todo el terreno disponible. Este templo es uno de los siete que, a manera de cinturón, rodean la isla, pues los balineses creen a pies juntillas en la Tri-loka («tres mundos», en sánscrito) hinduista. Es decir, que los seres benéficos están en las alturas (volcanes) y los maléficos, en el mar. Tanah Lot es, pues, un antídoto contra las serpientes y dragones que acechan desde las aguas.
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El amanecer y el atardecer son los mejores momentos para visitarlo. La mayoría de viajeros persiguen la imagen del sol poniéndose por la espalda del conjunto, pero la mañana permite, en cambio, asistir a ceremonias con sacrificios para apaciguar a los espíritus del mar en las que la presencia de extranjeros es mucho menor.
En menos de una hora de carretera aparece Ubud, localidad considerada el corazón cultural de la isla. Allí se ha desplegado una agradable industria turística, muy respetuosa con la vida local, con un entramado de alojamientos encantadores, restaurantes, bares musicales y centros artísticos. Es el lugar idóneo desde el que emprender excursiones de un día a lugares sagrados como Tirta Empul –donde los fieles se purifican en piscinas– o Goa Gajah, la cueva que el gigante Kebo Iwa creó rascando la roca con una uña y a la que se accede metiéndose, literalmente, por la boca de un demonio. Este entramado de piedra y vegetación solo se rompe para que el volcán Gunung Agung dibuje su perfecta silueta allá donde se mire.



Teatro y marionetas en Ubud

Ubud es una ciudad pequeña y muy dispersa. Su intrincado trazado da para tropezarse con el templo privado de la familia real, con galerías de arte que entroncan con la tradición legada por creadores como Walter Spies o Miguel Covarrubias a principios del siglo XX, o para, sencillamente, dejarse seducir por alguna de las muchas representaciones de teatro, danza o títeres que se celebran cada noche en todos los barrios. No hay que dejar de visitar el santuario sagrado del Bosque de los Monos donde, en un entorno selvático, se camina por senderos repletos de estatuas forradas de musgo y se tiene contacto –mejor a una distancia prudente– con los macacos que son objeto de veneración.
En los alrededores de la ciudad de Ubud se contempla el ritmo pausado de la vida balinesa, todavía muy ligada a los ciclos agrícolas, ya sean del arroz, de las frutas y verduras, o del café y el cacao. Es todo un espectáculo ver a los isleños presentar sus modestas ofrendas de coco, flores, galletas y caramelos sostenidas por una bandeja creada a partir de hoja de bananero. Las depositan frente a dioses y templos, pero también sobre las matrículas de coches y motos para pedir protección, o en la entrada de los comercios para tener un día fructuoso. Las ofrendas que se dejan en el suelo tienen por objetivo apaciguar a los seres maligno.
Pese al terror al mar que tienen los balineses, el viajero llega a la isla para disfrutar de esas playas que parecen existir solo en los anuncios publicitarios, pero que en los litorales septentrional y oriental son reales. Arenales como nieve rozados por olas de azul vidrio puro. Las barcas con balancines nos hablan de pesca en aguas cercanas. Y los ojos pintados en sus proas, de la protección contra las serpientes marinas que acobardan a los isleños.

Delfines y barracudas

Los balineses han debido acercarse al agua porque los extranjeros así lo quieren. En Lovina ofrecen navegaciones al amanecer para tener un emocionante contacto visual con rebaños de juguetones delfines. En las playas de Kuta proporcionan oportunidades de surfear las olas y de sumergirse a la búsqueda de peces irreales en los arrecifes de Padangbai. En el placentero frente marítimo de Sanur, donde la brisa refresca las veladas, las canoas pesqueras descargan sus capturas en parrillas de carbón para que los viajeros degusten barracudas, bonitos, langostas, peces loro, gambas, tiburones o calamares.
No se ha inventado mejor forma de hacer la digestión tras esos manjares que pasear por el rompiente, contemplando cómo los balineses –que prefieren estar siempre cerca de la orilla– se entregan al cultivo de algas en retículas ordenadas como tableros de ajedrez, una industria pujante en la isla para abastecer las mesas niponas y la industria cosmética europea.
Tras el paréntesis playero, es ineludible rendir homenaje al volcán dador de vida y centro del universo espiritual de los balineses: el Gunung Agung. Este cono de 3.142 metros de altitud se puede escalar –hay que llevar guía; la ruta dura 6 horas de subida y 5 de bajada–, pero resulta más descansado contemplarlo desde el conjunto de templos de Pura Besakih, situado dos mil metros más abajo, en su ladera sur. Los balineses lo citan simplemente como el Templo Madre. Se trata, siendo exactos, de un complejo de 23 santuarios dedicados a la ofrenda y la oración. El lugar es hermoso hasta el delirio, con pagodas de seis alturas, perfectos tejadillos de paja, escalinatas pobladas por esculturas de seres fantásticos, ofrendas de palma y pétalos, las campanillas que suenan movidas por el viento…
Este ambiente de recogimiento también se percibe en el templo Ulun Danu, dentro del vecino cráter del Bratan, unos kilómetros al oeste. Sus pagodas reflejándose en el centro de un lago rodeado de conos volcánicos es, para los balineses, una manera de reconocer la morada de los dioses y el fuego, que al principio es destructor pero que luego deviene en suelo fértil y provoca la aparición de este territorio esmeralda que es la isla de Bali.

PARA SABER MÁS

Documentación: Pasaporte y visado.
Idioma: bahasa indonesia.
Moneda: rupia.
Salud: Es aconsejable vacunarse contra la hepatitis A, la hepatitis B y el tétanos; llevar crema antimosquitos y beber agua embotellada.
Horario: 6 horas más que en España.
Cómo llegar: Desde España hay que realizar normalmente 2 escalas hasta llegar al aeropuerto de Bali Ngurah Rai: la primera en una ciudad europea o árabe; la segunda en Yakarta, la capital de Indonesia, ubicada en la isla de Java.
Cómo moverse: El transporte público alcanza toda la isla. Además de autobuses, hay bemos, camionetas o furgonetas que realizan rutas cortas; los dokar son carretas de caballos. Alquilar un coche con conductor no es caro y es muy práctico. Para alquilar un coche o una moto es necesario el permiso de conducir internacional. Se conduce por la izquierda.
Embajada de Indonesia en Madrid: c/ Agastia, 65. Tel: 914 130 294.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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