domingo, 2 de abril de 2023

EL FARAÓN DE LA GRAN ESFINGE: Kefrén, el constructor de la segunda pirámide más grande de Egipto

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la meseta de Giza (Gizeh), sigue siendo un enigma por ser sede de las tres pirámides más célebres de la antigüedad, ya que son parte de la siete maravillas del mundo antiguo: Keóps, Kefrén y Micerino; la revista National Geographic, nos entrega un reportaje, sobre el faraón Kefrén, constructor de la segunda pirámide más alta y grande Egipto....."¿Quién fue este faraón que miles de años después de construir su tumba ha conseguido eclipsar con ella, momentáneamente siquiera, a la Gran Pirámide, la única de las siete maravillas del mundo antiguo que aún se conserva en pie? Kefrén fue un hijo de Keops (o Khufu, en egipcio), aunque no su primogénito ni su sucesor directo. Gracias a algunas inscripciones sabemos que a Keops lo sucedió su hijo Didufri. Éste, nacido de otra esposa del faraón, hizo construir su pirámide –de apenas 60 metros de altura– lejos de la de su padre, en Abu Rawash, una necrópolis situada al norte de Gizeh...." ..... sigamos leyendo...................

El historiador griego Heródoto presentó a este faraón de la dinastía IV como un déspota que explotaba a sus súbditos. En realidad, lo único seguro es que construyó la segunda pirámide más grande de Egipto, que se alza majestuosa en la meseta de Giza.

La pirámide de Kefrén en Giza, reconocible por el revestimiento de piedra caliza que conserva en su cúspide.

iStock

Las pirámides de Guiza.
https://es.wikipedia.org/wiki/Pir%C3%A1mides_de_Egipto

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Heródoto de Halicarnaso (en antiguo griego, Ἡρόδοτος [Hēródŏtŏs]; en neogriego, Ηρόδοτος; en latínHerodotus; Halicarnaso484 a. C.-Turios425 a. C.) fue un historiador y geógrafo griego, tradicionalmente considerado como el padre de la historia en el mundo occidental y el primero en componer un relato razonado y estructurado de las acciones humanas.1

Dedicó parte de su vida a efectuar viajes para obtener la información y los materiales que le permitieron escribir una obra de gran valor histórico y literario.1​ No obstante, recibió severas críticas incluso por parte de sus contemporáneos por incluir en su trabajo anécdotas y digresiones que, aunque proporcionaban informaciones valiosas, poco tenían que ver con el objeto de estudio que se había propuesto: las luchas de los persas contra los griegos.1

https://es.wikipedia.org/wiki/Her%C3%B3doto


Sucede casi siempre: un grupo de turistas desembarca en la meseta de Gizeh y de inmediato empiezan a fotografiar con fruición la pirámide más alta y mejor conservada de las tres que tienen ante el objetivo de su cámara... hasta que el guía les comenta amablemente que, en realidad, es la pirámide de Kefrén la que están fotografiando.

Sorprendidos, observan entonces que el monumento que tanto les ha llamado la atención está situado sobre un pequeño altozano y, pese a ser ligeramente más bajo que la pirámide de Keops (situada justo a su lado), da la impresión de ser algunos metros más alto; impresión favorecida porque la cima de la pirámide de Kefrén conserva casi intactos los bloques de piedra caliza de Tura de su revestimiento superior.

EL ENIGMÁTICO KEFRÉN

¿Quién fue este faraón que miles de años después de construir su tumba ha conseguido eclipsar con ella, momentáneamente siquiera, a la Gran Pirámide, la única de las siete maravillas del mundo antiguo que aún se conserva en pie? Kefrén fue un hijo de Keops (o Khufu, en egipcio), aunque no su primogénito ni su sucesor directo. Gracias a algunas inscripciones sabemos que a Keops lo sucedió su hijo Didufri. Éste, nacido de otra esposa del faraón, hizo construir su pirámide –de apenas 60 metros de altura– lejos de la de su padre, en Abu Rawash, una necrópolis situada al norte de Gizeh.


Estatuilla en marfil que representa al faraón Keops, artífice de la Gran Pirámide de Giza.

Museo Egipcio, El Cairo

Khaefre, nombre egipcio que los griegos convirtieron en Kefrén, fue uno más de los faraones egipcios que nos han legado grandiosos monumentos y apenas nada sobre sus vidas. Los datos proporcionados por la documentación escrita son, cuando menos, parcos, apenas algunas inscripciones aquí y allá; ni siquiera en los anales reales escritos en la dinastía V se dice nada de su reinado. De modo que los egiptólogos han tenido que basarse en su interpretación de los monumentos rescatados de las arenas del desierto para ofrecer una reconstrucción de los acontecimientos de este período. Aunque el resultado no siempre ha sido satisfactorio.

Kefrén ha legado grandes monumentos a la posteridad, pero apenas sabemos nada sobre su vida.

El mejor ejemplo de lo anterior es la reconstrucción que hizo el egiptólogo norteamericano George A. Reisner de las dificultades que experimentó Kefrén para acceder al poder. Las mastabas que rodean en ordenadas filas la pirámide de Keops, así como los títulos y genealogías escritos en sus paredes, nos informan de que Keops tuvo numerosos descendientes, nacidos de madres diferentes. El linaje real debía preservarse a cualquier precio, y en una época en que la mortalidad infantil (incluida la de la clase alta) era muy elevada, los matrimonios y los partos debían ser numerosos para lograr que al menos un niño llegara a la edad adulta.

para saber más

Vista lateral de la estatua sedente del faraón Kefrén. Museo Egipcio, El Cairo.

LOS SECRETOS DE LA MAGNÍFICA ESTATUA SEDENTE DEL FARAÓN KEFRÉN

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DIDUFRI Y KEFRÉN

El primer hijo de Keops fue Kawab, nacido de la reina Meritites I; considerado el heredero legítimo, falleció antes de tiempo. Keops tuvo otro hijo con Meritites, Hordjedef, que siglos después sería considerado un erudito y autor de un afamado texto sapiencial. De una esposa anónima nació uno de los príncipes herederos que ya conocemos, Didufri. El matrimonio del faraón con la reina Henutsen dio como fruto a Kefrén y Baufre. De todos estos vástagos (y sólo hemos mencionado a los varones) fueron dos los que le sucedieron en el trono consecutivamente: Didufri y Kefrén.


El matrimonio de Keops con la reina Henutsen dio como fruto a Kefrén y Baufre.


El príncipe Rahotep (uno de los hijos de Keops) y su esposa Nofret. Estatuas descubiertas en su mastaba en Meidum.

Museo Egipcio, El Cairo

Así pues, hubo dos hermanastros que reinaron de un modo sucesivo y un príncipe heredero que falleció prematuramente. A partir de estos elementos, Reisner elaboró una reconstrucción de los acontecimientos que hoy sabemos que es falsa, pues no se basa en ninguna prueba sólida, pero que durante años ha aparecido en los manuales de historia. La tesis parecía casi una novela de intriga. Según el egiptólogo norteamericano, la muerte prematura de Kawab sólo podía explicarse de un modo: Didufri, un príncipe excluido de la sucesión –como lo probaba, según Reisner, el hecho de que construyó su tumba alejada de la de su padre– había asesinado a su hermanastro para usurpar el trono. Según el mismo Reisner, Didufri reinó tan sólo unos pocos años y a su muerte le sucedió su hermanastro Kefrén.

para saber más

Estatuilla del faraon Keops expuesta en el Museo de El Cairo.

LA LEYENDA NEGRA DEL FARAÓN KEOPS, ARTÍFICE DE LA GRAN PIRÁMIDE

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UNA SUCESIÓN POLÉMICA

Pocas cosas de la anterior teoría son ciertas. La muerte prematura de Kawab se explicaría más bien por la edad relativamente avanza- da que tenía, pues había nacido cuando su padre Keops era muy joven y éste estuvo casi 30 años en el poder; la escasa esperanza de vida de la época hizo el resto. En cuanto a Didufri, era un heredero legítimo en idéntico grado que Kefrén, pues sus madres respectivas poseían la misma categoría. Es fácil explicar la presencia de su pirámide en Abu Rawash: no se trataría sino de una deferencia por su parte, para permitir que la tumba de su padre Keops, deificado en vida, luciera única en la meseta de Gizeh.

En realidad, si indagamos un poco, no nos costaría nada convertir a Kefrén en el "malo" de la historia. Hoy sabemos algo que Reisner ignoraba: en realidad, Didufri gobernó más de veinte años, lo que le habría dado tiempo de sobra para terminar su pequeña pirámide de 60 metros de altura y habría permitido alcanzar la edad adulta a alguno de sus hijos. Sin embargo, no lo sucedió ninguno de ellos, sino su hermanastro Kefrén. ¿Podría ser, entonces, que hubiera sido este quien en realidad usurpara el trono al legítimo heredero? Otros datos así lo sugieren.

Didufri gobernó más de veinte años, lo que le habría dado tiempo de sobra para terminar su pequeña pirámide de 60 metros de altura.


Restos de la pirámide de Didufri en Abu Roash.

PD

En primer lugar, está la sospechosa mastaba del príncipe Khaef-Khufu, ubicada en el cementerio oriental de la Gran Pirámide y que fue identificada por Rainer Stadelmann como la primera tumba de quien luego se convirtió en soberano de las Dos Tierras con el nombre de Kefrén. No parece muy lógico que Keops construyera una mastaba para el heredero designado, pues éste debía ser enterrado en una pirámide. Por otra parte, cabe en lo posible que Kefrén decidiera erigir su tumba justo al lado de la de su progenitor precisamente para legitimar su acceso al trono; no olvidemos que devino soberano de Egipto en detrimento de uno de sus sobrinos.

En cualquier caso, lo cierto es que Kefrén se convirtió en monarca de las Dos Tierras y, como tal, se hizo edificar una tumba grandiosa. El error de los turistas a la hora de apuntar sus cámaras es más que comprensible, porque la pirámide que contuvo el cuerpo de Kefrén posee unas dimensiones tan impresionantes (215 metros de base cuadrada por 143 de altura) que la convirtieron en la segunda construcción más grande del mundo durante milenios.


Templo del valle de Kefrén en Giza.

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Orgullosamente, su propietario decidió bautizarla con el nombre de "La gran pirámide" (la de Keops se llamaba realmente El horizonte de Khufu). No es para menos, ya que además de su tamaño este edificio destaca porque en su realización se utilizaron sillares de piedra de mayores dimensiones aún que los empleados en la pirámide de Keops; si estos tienen como media un peso de 2.500 kilos, los de la pirámide de Kefrén pesan nada menos que 3.000 kilos. Sin embargo, sus habitaciones interiores son infinitamente más sencillas que las que hay dentro de la Gran Pirámide.

para saber más

140 Didufri 6

DIDUFRI, EL HIJO DE KEOPS

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EL GUARDIÁN DE LA NECRÓPOLIS

En cambio, los templos del complejo funerario de Kefrén son realmente dignos de semejante estructura, con la ventaja añadida de que se cuentan entre los mejor conservados de todo el Reino Antiguo. En el templo alto (destinado al culto funerario del soberano) se introducen elementos que luego se harán obligatorios para todos los templos posteriores, como una sala con cinco nichos para otras tantas estatuas del faraón. El templo bajo (destinado, según parece, a una función de acogida) destaca, en cambio, por los gigantescos monolitos de granito utilizados como columnas en el interior del edificio, que contenía numerosas esculturas que representaban al monarca, como la famosa estatua de diorita en la que le protege el dios Horus, conservada en el Museo de El Cairo.

El templo bajo de Kefrén destaca por los gigantescos monolitos de granito utilizados como columnas en el interior del edificio y por sus muchas estatuas.


La gran Esfinge de Giza.

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Aun siendo notables e impresionantes, ni la pirámide de Kefrén ni sus templos son los monumentos más conocidos relacionados con este soberano: este honor recae en la extraña e impresionante estatua, mitad león, mitad ser humano, que se yergue majestuosa justo al lado del templo bajo. Nos referimos, claro está, a la Esfinge, un animal fantástico que, según los egipcios, actuaba como guardián de las puertas del más allá; esto explica su emplazamiento, próxima a las grandes tumbas de los faraones más poderosos del Reino Antiguo.

Esculpida dentro de lo que parece una bañera de piedra, que rodea sus costados y su parte posterior, cuando la Esfinge fue deja- da a su suerte no tardó en hacer de colector de toda la arena en suspensión que transporta la brisa de la meseta. El resultado ha sido que el monumento ha pasado más tiempo oculto por la arena (exceptuando la cabeza, que casi nunca llegó a quedar enterrada) que a la vista. En cierto modo, esto ha sido una ventaja, pues durante largos años la obra ha estado protegida de la erosión, que aún así causó mella en el monumento e hizo necesarias dos restauraciones ya en la Antigüedad: durante la dinastía XXVI y durante la época grecorromana.

para saber más

Guardiana de las pirámides

LOS ORÍGENES DE LA MAGNÍFICA ESFINGE DE GIZEH

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EL FARAÓN OLVIDADO

Precisamente estaba cubierta de arena cuan- do la visitó el futuro faraón Tutmosis IV, por entonces sólo un príncipe de la dinastía XVIII. Durante una cacería en el desierto se paró a descansar bajo la sombra que proyectaba la cabeza de la Esfinge, donde descabezó un sueñecito. Entonces el dios solar Harmaquis (la versión griega del nombre egipcio Hor em akhet, Horus del horizonte), que era la divinidad a la que representaba la Esfinge, se le apareció en sueños y le prometió que si lo liberaba de la arena que lo aprisionaba lo convertiría en el próximo soberano de Egipto, como así fue. Para conmemorar el acontecimiento, Tutmosis IV describió el suceso en la Estela del sueño, que todavía se alza entre las patas de la Esfinge.

Un poco más allá se encuentran los restos de un templo de extraño significado, que consta de un gran patio rectangular rodeado por 24 columnas, con dos grupos de nichos a este y oeste. Los especialistas todavía no saben a ciencia cierta si estaba dedicado al culto de la Esfinge; sin embargo, la ausencia de algún tipo de conexión física entre ambos edificios parece descartar esta posibilidad. No obstante, también es posible que, tal y como parece sugerir su estructura, se trate de un templo destinado a adorar al sol en sus tres aspectos principales: Khepri al amanecer, Re al mediodía y Atum al atardecer. Todavía no se ha encontrado información sobre posibles sacerdotes adscritos a este templo, lo que quizá signifique que nunca llegó a entrar en funcionamiento.

Cerca de la Esfinge se alzó un templo que consta de un gran patio rectangular rodeado por 24 columnas, con dos grupos de nichos a este y oeste.


Estatua sedente del faraón Kefrén, procedente de su templo del valle.

Museo Egipcio, El Cairo

Tras el período faraónico, la Esfinge no cayó en el olvido; se convirtió, de hecho, en uno más de los monumentos de Gizeh visitado por los turistas de la época grecorromana. Desgraciadamente, no puede decirse lo mismo del propio Kefrén. Heródoto lo menciona por su nombre y nos cuenta algunas cosas sobre él, la mayoría falsas o mal interpretadas. Primero afirma que era hermano de Keops (falso), para luego informarnos de que fue el constructor de la segunda pirámide de Gizeh (verdadero) y que durante su largo reinado, de más de medio siglo de duración (falso), se ganó el odio eterno de sus súbditos al continuar la nefasta política religiosa comenzada por Keops, quien mandó cerrar templos e impidió el culto a todos los dioses (falso). Y, por si esto fuera poco, según el historiador griego, Kefrén obligó a la población a trabajar en la construcción de su tumba (falso).

Manetón, un cronista egipcio del siglo III a.C. que escribió en griego, fue incluso más parco, pues se limitó a mencionar su nombre, Sufis II, y a comentar que tras el reinado de Keops no sucedió en esta dinastía nada digno de mención. Después de estas escasas noticias, el artífice de uno de los más grandes monumentos que nos ha legado la Antigüedad sufrió el ostracismo de la Historia hasta su redescubrimiento por los egiptólogos en la época moderna.

 


NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

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