Niza ha sido el último escenario del horror en Francia.
A pesar de que la nación europea no participó en las invasiones de Afganistán e Irak, lideradas por EE.UU., y de que sus incursiones aéreas contra el grupo autodenominado Estado Islámico son reducidas, las ciudades de la nación más turística del mundo han sido blanco de graves ataques en los últimos meses.
En apenas año y medio se han producido las matanzas de la revista Charlie Hebdo y un supermercado judío en Paris, la decapitación de un empresario en Lyon, el ataque en un tren que resultó frustrado por tres pasajeros, la masacre coordinada de yihadistas suicidas en la capital en la que murieron 130 personas y ahora, Niza.
En la ciudad mediterránea murieron el jueves al menos 84 personas arrolladas por un camión conducido por un hombre francés de ascendencia tunecina.
El sábado, Estado Islámico se adjudicó el ataque, asegurando que Mohamed Lahouaiej, el tunecino que manejaba el camión, era uno de sus "soldados" y que había actuado en respuesta al llamado del grupo para atacar a países que participan en la coalición internacional contra los yihadistas en Siria e Irak.
Desde los atentados contra las torres gemelas de Nueva York (EE.UU.) en 2001, ningún otro país occidental ha sido objetivo del extremismo islámico como Francia. Y no parece ser una coincidencia.
"Aplasta su cabeza con una roca, degüéllalo con un cuchillo, atropéllalo con tu automóvil o empújalo desde un lugar elevado", dijo en setiembre de 2014 Abu Mohamed al Adnani, portavoz del autodenominado Estado Islámico para alentar el asesinato de "infieles occidentales".
Luego agregó: "Especialmente a los rencorosos y sucios franceses".
Algunos de los atacantes suicidas que golpearon Paris en noviembre de 2015 dijeron que lo hacían en represalia por la participación francesa en la coalición que bombardea a Estado islámico en Siria e Irak.
Esta explicación, sin embargo, es insuficiente.
Yihad contra la Ilustración
En términos simbólicos, para el extremismo islámico, Francia es incluso un enemigo más peligroso que Estados Unidos.
Los valores de la Ilustración francesa que se esparcieron por el mundo occidental desde el siglo XVIII han inspirado los sistemas laicos en los que religión y estado no sólo están separados sino incluso enfrentados.
"La Francia moderna tiene una fuerte tradición, especialmente en París, de oponerse a la religión organizada y hasta satirizar sus pretensiones", señaló John Bowen, profesor de Antropología de la Universidad de Washington, entrevistado por la revista Time.
Esta tradición fue atacada con la incursión a las oficinas de la revista Charlie Hebdo en 2015, que había publicado caricaturas del profeta Mahoma.
Por su parte, el exministro socialista francés Jack Lang, quien actualmente dirige el Instituto del Mundo Árabe en Paris, señaló a el diario El País que los recientes atentados son "un ataque a nuestros valores,no sólo los de Francia, sino los de todos los países que comparten la fe en la democracia, la tolerancia y el valor del ser humano".
El extremismo en casa
En 2015 el Ministro del Interior Francés advirtió que más de 1.200 ciudadanos de ese país pretendían unirse a grupos islámicos radicales. Un número mayor que en cualquier otra nación europea.
Cientos lo consiguieron y tras los bombardeos de la coalición en Siria e Irak, se calcula que muchos de ellos regresaron a su país.
Aunque en Francia está prohibido preguntarle a alguien la religión que profesa, el Instituto Brookings de Investigación calcula en 5 millones su población islámica. Esta cifra representa la tercera parte de todos los musulmanes de la Unión Europea.
El instituto concluye que existe una marcada brecha económica y social que perjudica de manera notoria a esta minoría y califica de "desempleo desproporcionado" el que sufren los migrantes de países islámicos.
Estos complejos problemas de integración se agravan con la política externa francesa.
Según el antropólogo John Bowen, Francia "aún interviene económica y militarmente para proteger sus intereses en sus antiguas colonias en África y Medio Oriente", que son justamente los países de origen de mucha de su población migrante.
Bowen señala que Estado Islámico aprovecha este escenario para reclutar militantes "en defensa de sus hermanos y hermanas" en Siria e Irak.
El periodista de la BBC, Frank Gardner observa incluso que entre los máximos líderes de Estado Islámico hay dos franceses "cuyo principal objetivo es golpear a su país de origen".
En noviembre de 2014, esta organización publicó un video en el que llamó a los franceses musulmanes que no podían viajar a Medio Oriente a ejecutar atentados en su propio país.
Provocando a la extrema derecha
Suena contradictorio, pero uno de los objetivos de Estado Islámico sería ayudar a la extrema derecha en Francia a llegar al poder.
Entrevistado por el diario francés Le Monde, el politólogo Gilles Kepel, advierte que el extremismo islámico pretende provocar "el linchamiento de musulmanes, los ataques a mezquitas y las agresiones a mujeres con velo, para provocar así una guerra entre enclaves que siembren el fuego y la sangre en Europa".
El discurso de diversos movimientos de extrema derecha, como el Frente Nacional, insiste en la supuesta incompatibilidad entre los valores nacionales y los del Islam, y durante los últimos años, en coincidencia con los ataques en Francia, su popularidad ha ido en aumento.
Incluso un grupo joven llamado Génération Identitaire ha ganado protagonismo. Se describen a sí mismos como "una reacción a la generación liberal de sus padres que vendieron el país y su futuro a los migrantes".
La extrema derecha en el poder, advierten diversos especialistas, radicalizaría a la sociedad y podría empujar a miles de jóvenes musulmanes a engrosar las filas de Estado Islámico. Esta posibilidad no es descabellada.
Como señala John Simpson, editor de asuntos internacionales de la BBC, la sensación de inseguridad se ha profundizado en Francia, y también la desaprobación de sus autoridades.
"Los franceses se preguntan si su país es tan bueno enfrentando este problema como lo son Estados Unidos o Reino Unido", observa Simpson.
La mayor duda en Francia no parece ser si habrá otro atentado sino cuándo se producirá el próximo.
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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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