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Chile lo mereció durante el partido, parecía que se le escapaba, y lo logró en la definición por penales.
Después de intensos y peleados 120 minutos, el equipo chileno logró este miércoles una histórica clasificación a la final de la Copa Confederaciones que se juega en Rusia.
El 0-0 entre chilenos y portugueses fue inamovible durante el tiempo reglamentario y la prórroga, por lo que sólo quedaba una forma para definir al ganador.
El héroe de la noche fue, sin dudas, el arquero Claudio Bravo, quien detuvo los tres disparos de los jugadores portugueses.
Arturo Vidal, Charles Aranguiz y Alexis Sanchez, en cambio, no perdonaron y cerraron la definición 3-0 a favor de la selección sudamericana.
Los jugadores portugueses que no lograron derrotar a Bravo desde el punto de penal fueron Quaresma, Moutinho y Nani.
Será la tercera final consecutiva que jugará Chile, después de las de la Copa América jugada en ese país en 2015, y la Copa América Centenario que se disputó en Estados Unidos el año pasado.
En las dos oportunidades anteriores, derrotó a Argentina.
Los 120 minutos
Los rostros de Arturo Vidal y Alexis Sánchez poco antes del final de la prórroga lo decían todo.
Un Chile lanzado para adelante llegaba con peligro, pero parecía que el balón no quería entrar al arco.
A tal punto que, en una de las jugadas finales, Vidal estrelló el balón contra el poste y el rebote le cayó al delantero chileno Martín Rodríguez. Su incómodo disparo chocó contra el travesaño.
Poco después de esa infartante jugada, el árbitro iraní Alireza Faghani concluyó el juego.
Chile buscó más la victoria que Portugal, aunque en ciertos momentos la voluntad de la Roja no era acompañada por ideas claras.
El conjunto portugués, en cambio, adoleció del aporte definidor de sus figuras y tuvo mucho menos dominio de balón.
Fue el propio Bravo, en su condición de capitán del equipo, quien dio el mensaje para motivar a sus compañeros antes de los disparos decisivos.
Durante el juego, el indiscutible líder del equipo también fue la voz de aliento en los minutos en los que a Chile le faltaba aire y Portugal crecía.
La entrega de la Roja
Mientras Cristiano Ronaldo se lanzaba al piso en búsqueda de faltas, Arturo Vidal lo hacía para cortar los ataques portugueses.
El jugador del Bayern Múnich no tuvo una actuación descollante, pero no desentonó del sacrificio del resto de sus compañeros.
La entrega de la Roja era también evidente en las constantes llegadas por las bandas de Mauricio Isla y Jean Beausejour, quienes muchas veces partieron desde posiciones defensivas hasta enviar peligrosos centros sobre el área portuguesa.
Durante el tiempo extra, uno de esos lanzamientos fue conectado por Alexis Sánchez y, después de segundos de suspenso, pasó a centímetros del poste.
El delantero del Arsenal inglés fue otro de los jugadores destacados de la noche.
El otro finalista de la Copa Confederaciones saldrá de la semifinal que el jueves jugarán México con Alemania.
El partido decisivo se jugará el domingo 2 de julio en San Petersburgo.
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En la Copa Confederaciones ganar es también prepararse para perder.
O por lo menos así lo ha sido desde que en 1992 comenzó a disputarse el torneo que reúne a las seis mejores selecciones de cada una de las confederaciones que integran la FIFA, al último campeón del mundo y al país anfitrión del siguiente mundial.
Y es que nunca un campeón de la Copa Confederaciones ha podido ser campeón de la Copa del Mundo al año siguiente.
Fue así también cuando se estaba gestando la copa como la conocemos hoy, cuando se conocía como la Copa del Rey Fahd, y hay quienes consideran que se trata de un maleficio.
Ni Brasil, que ha ganado el torneo en cuatro oportunidades y el mundial dos veces en ese período, ha podido romper la maldición.
Rusia y Nueva Zelanda serán los encargados de dar el puntapié inicial a la copa este sábado en un torneo en el que también participarán Alemania, Portugal, Chile, México, Camerún y Australia.
Las casas de apuestas británicas dan como favoritos a los campeones del mundo, de la Eurocopa y de la Copa América, pero no descartan a México, único que goza de un título en su palmarés.
Desalentador
En el deporte los maleficios se rompen y las estadísticas están para desafiarlas, pero lo que ha ocurrido en los 25 años de historia de la Copa Confederaciones resulta como mínimo desalentador para la selecciones que participan en ella.
Argentina fue el primer país en coronarse campeón en 1992 con una selección que parecía imparable para la época. Un año antes había ganado la Copa América y meses después repetiría el triunfo continental en Ecuador.
Pero en 1994 apareció la enfermera, "le cortaron las piernas" a Maradona y se terminó el sueño mundialista en Estados Unidos.
Luego Dinamarca y Brasil, campeones en 1995 y 1997, no pudieron evitar las celebraciones de Francia en su propio mundial y fueron derrotadas por Zidane y compañía, los daneses en la primera fase, la verde amarela en la final.
Situación similar sufrieron México, campeón en 1999, y la misma Francia, titular en 2001, que pasaron discretamente por la Copa del Mundo de Japón y Corea del Sur en 2002.
Cuatro años después se mantuvo la tendencia y los campeones de la Copa Confederaciones en 2003 (Francia) y 2005 (Brasil) no pudieron hacer nada para evitar el título conquistado por Italia en el mundial de Alemania.
¿Hexacampeón?
El maleficio ha perseguido a los pentacampeones mundiales desde entonces, que han visto como el éxito en la confederaciones ha contrastado claramente con sus participaciones mundialistas.
Ocurrió en Sudáfrica en 2010, cuando fueron eliminados en cuartos de final por Holanda y cuatro años después con la mencionada humillación ante Alemania.
Pero la canarinha no está este año en Rusia, para alegría de los torcedores, y su ausencia permitirá que el próximo 2 de julio se proclame un nuevo campeón, uno que no podrá evitar que lo acompañe la incertidumbre de qué pasará en el Mundial del próximo año, si es que logra clasificar.
Para la selección derrotada, y las otras seis que fueron quedando en el camino, habrá en un principio un poco de decepción, pero eso dará paso a una sensación de alivio.
A fin de cuentas, en mundo como el fútbol dominado por las cábalas y las supersticiones de jugadores y aficionados, perder en la Confederaciones puede que llegue a ser un mal menor.
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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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