http://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2017/04/la-antartida-esta-cubierta-de-mas-agua-de-deshielo-de-la-que-pensábamos
5 de septiembre de 2010
Efecto invernadero
El “efecto invernadero” es el calentamiento que se produce cuando ciertos gases de la atmósfera de la Tierra retienen el calor. Estos gases dejan pasar la luz pero mantienen el calor como las paredes de cristal de un invernadero.
En primer lugar, la luz solar brilla en la superficie terrestre, donde es absorbida y, a continuación, vuelve a la atmósfera en forma de calor. En la atmósfera, los gases de invernadero retienen parte de este calor y el resto se escapa al espacio. Cuantos más gases de invernadero, más calor es retenido.
Los científicos conocen el efecto invernadero desde 1824, cuando Joseph Fourier calculó que la Tierra sería más fría si no hubiera atmósfera. Este efecto invernadero es lo que hace que el clima en la Tierra sea apto para la vida. Sin él, la superficie de la Tierra sería unos 60 grados Fahrenheit más fría. En 1895, el químico suizo Svante Arrhenius descubrió que los humanos podrían aumentar el efecto invernadero produciendo dióxido de carbono, un gas de invernadero. Inició 100 años de investigación climática que nos ha proporcionado una sofisticada comprensión del calentamiento global.
Los niveles de gases de efecto invernadero (GEI) han aumentado y descendido durante la historia de la Tierra pero han sido bastante constantes durante los últimos miles de años. Las temperaturas medias globales se han mantenido bastante constantes también durante este periodo de tiempo hasta hace poco. A través de la combustión de combustibles fósiles y otras emisiones de GEI, los humanos están aumentando el efecto invernadero y calentando la Tierra.
Los científicos a menudo utilizan el término “cambio climático” en lugar de calentamiento global. Esto es porque, dado que la temperatura media de la Tierra aumenta, los vientos y las corrientes oceánicas mueven el calor alrededor del globo de modo que pueden enfriar algunas zonas, calentar otras y cambiar la cantidad de lluvia y de nieve que cae. Como resultado, el clima cambia de manera diferente en diferentes áreas.
¿No son naturales los cambios de temperatura?
La temperatura media global y las concentraciones de dióxido de carbono (uno de los principales gases de invernadero) han fluctuado en un ciclo de cientos de miles de años conforme ha ido variando la posición de la Tierra respecto del sol. Como resultado, se han producido las diferentes edades de hielo.
Sin embargo, durante miles de años, las emisiones de GEI a la atmósfera se han compensado por los GEI que se absorben de forma natural. Por lo tanto, las concentraciones de GEI y la temperatura han sido bastante estables. Esta estabilidad ha permitido que la civilización humana se haya desarrollado en un clima consistente.
En ocasiones, otros factores tienen una influencia breve sobre la temperatura global. Las erupciones volcánicas, por ejemplo, emiten partículas que enfrían temporalmente la superficie de la Tierra. No obstante, éstas no tienen un efecto que dure más de unos cuantos años. Otros ciclos, como El Niño, también se producen de manera breve y en ciclos predecibles.
Ahora los humanos han aumentado la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera más de un tercio desde la revolución industrial. Estos cambios tan significativos se han producido históricamente en el trascurso de miles de años pero ahora se producen en tan solo unas décadas.
¿Por qué es preocupante?
El rápido aumento de los gases de invernadero es un problema porque está cambiando el clima tan rápido que algunos seres vivos no pueden adaptarse. Igualmente, un clima nuevo y más impredecible impone desafíos únicos para todo tipo de vida.
Históricamente, el clima de la Tierra ha oscilado entre temperaturas como las que tenemos en la actualidad y temperaturas tan frías que grandes capas de hielo cubrían la mayor parte de Norteamérica y Europa. La diferencia entre las temperaturas globales medias y durante las edades de hielo tan solo es de 9 grados Fahrenheit y estas oscilaciones se produjeron lentamente, durante el trascurso de cientos de miles de años.
En la actualidad, con las concentraciones de gases de invernadero aumentando, las capas de hielo que permanecen en la Tierra (como Groenlandia y la Antártida) también comienzan a derretirse. Esta agua sobrante podría hacer que aumente considerablemente el nivel del mar.
Conforme sube el mercurio, el clima puede cambiar de forma inesperada. Además del aumento del nivel del mar, las condiciones meteorológicas pueden pasar a ser más extremas. Esto implica tormentas mayores y más intensas, más lluvia seguida de sequías más prolongadas e intensas (un desafío para los cultivos), cambios en los ámbitos en los que pueden vivir los animales y pérdida del suministro de agua que históricamente provenía de los glaciares.
Los científicos ya están observando que algunos de estos cambios ocurren más rápido de lo que esperaban. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático, once de los doce años más calurosos desde que se tienen registros se produjeron entre 1995 y 2006.
De hecho, el año 2015 fue el año más cálido desde que existen registros, que arrancaron en 1880. Así lo corroboró la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) y la NASA en su informe anual. Además, el mes de diciembre de 2015 fue el más cálido de los últimos 136 años.
Durante el pasado año la "temperatura promedio global" de las superficies terrestre y oceánica estuvo 0,9 grados Celsius por encima del promedio del siglo XX, alcanzando los 13,9 grados centígrados. Aún más, diez de los doce meses de 2015 registraron temperaturas récord.
La mayor parte del calentamiento global se ha dado en los últimos 35 años, coincidiendo con el aumento de la emisión de gases de efecto invernadero por parte del hombre, según ha señalado la NASA.
Los glaciares se están derritiendo, el nivel del mar aumenta, las selvas se están secando y la fauna y la flora lucha para seguir este ritmo. Cada vez es más evidente que los humanos han causado la mayor parte del calentamiento del siglo pasado, mediante la emisión de gases que retienen el calor, para potenciar nuestra vida moderna. Llamamos gases de invernadero y sus niveles son cada vez más altos, ahora y en los últimos 65.000 años.
Llamamos al resultado calentamiento global pero está provocando una serie de cambios en el clima de la Tierra o patrones meteorológicos a largo plazo que varían según el lugar. Conforme la Tierra gira cada día, este nuevo calor gira a su vez recogiendo la humedad de los océanos, aumentando aquí y asentándose allá. Está cambiando el ritmo del clima al que todos los seres vivos nos hemos acostumbrado.
¿Qué haremos para ralentizar este calentamiento? ¿Cómo vamos a sobrellevar los cambios que ya hemos puesto en marcha? Mientras intentamos entenderlo, la faz de la Tierra tal y como la conocemos, sus costas, bosques, haciendas y montañas nevadas están en vilo.
El “efecto invernadero” es el calentamiento que se produce cuando ciertos gases de la atmósfera de la Tierra retienen el calor. Estos gases dejan pasar la luz pero mantienen el calor como las paredes de cristal de un invernadero.
En primer lugar, la luz solar brilla en la superficie terrestre, donde es absorbida y, a continuación, vuelve a la atmósfera en forma de calor. En la atmósfera, los gases de invernadero retienen parte de este calor y el resto se escapa al espacio. Cuantos más gases de invernadero, más calor es retenido.
Los científicos conocen el efecto invernadero desde 1824, cuando Joseph Fourier calculó que la Tierra sería más fría si no hubiera atmósfera. Este efecto invernadero es lo que hace que el clima en la Tierra sea apto para la vida. Sin él, la superficie de la Tierra sería unos 60 grados Fahrenheit más fría. En 1895, el químico suizo Svante Arrhenius descubrió que los humanos podrían aumentar el efecto invernadero produciendo dióxido de carbono, un gas de invernadero. Inició 100 años de investigación climática que nos ha proporcionado una sofisticada comprensión del calentamiento global.
Los niveles de gases de efecto invernadero (GEI) han aumentado y descendido durante la historia de la Tierra pero han sido bastante constantes durante los últimos miles de años. Las temperaturas medias globales se han mantenido bastante constantes también durante este periodo de tiempo hasta hace poco. A través de la combustión de combustibles fósiles y otras emisiones de GEI, los humanos están aumentando el efecto invernadero y calentando la Tierra.
Los científicos a menudo utilizan el término “cambio climático” en lugar de calentamiento global. Esto es porque, dado que la temperatura media de la Tierra aumenta, los vientos y las corrientes oceánicas mueven el calor alrededor del globo de modo que pueden enfriar algunas zonas, calentar otras y cambiar la cantidad de lluvia y de nieve que cae. Como resultado, el clima cambia de manera diferente en diferentes áreas.
¿No son naturales los cambios de temperatura?
La temperatura media global y las concentraciones de dióxido de carbono (uno de los principales gases de invernadero) han fluctuado en un ciclo de cientos de miles de años conforme ha ido variando la posición de la Tierra respecto del sol. Como resultado, se han producido las diferentes edades de hielo.
Sin embargo, durante miles de años, las emisiones de GEI a la atmósfera se han compensado por los GEI que se absorben de forma natural. Por lo tanto, las concentraciones de GEI y la temperatura han sido bastante estables. Esta estabilidad ha permitido que la civilización humana se haya desarrollado en un clima consistente.
En ocasiones, otros factores tienen una influencia breve sobre la temperatura global. Las erupciones volcánicas, por ejemplo, emiten partículas que enfrían temporalmente la superficie de la Tierra. No obstante, éstas no tienen un efecto que dure más de unos cuantos años. Otros ciclos, como El Niño, también se producen de manera breve y en ciclos predecibles.
Ahora los humanos han aumentado la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera más de un tercio desde la revolución industrial. Estos cambios tan significativos se han producido históricamente en el trascurso de miles de años pero ahora se producen en tan solo unas décadas.
¿Por qué es preocupante?
El rápido aumento de los gases de invernadero es un problema porque está cambiando el clima tan rápido que algunos seres vivos no pueden adaptarse. Igualmente, un clima nuevo y más impredecible impone desafíos únicos para todo tipo de vida.
Históricamente, el clima de la Tierra ha oscilado entre temperaturas como las que tenemos en la actualidad y temperaturas tan frías que grandes capas de hielo cubrían la mayor parte de Norteamérica y Europa. La diferencia entre las temperaturas globales medias y durante las edades de hielo tan solo es de 9 grados Fahrenheit y estas oscilaciones se produjeron lentamente, durante el trascurso de cientos de miles de años.
En la actualidad, con las concentraciones de gases de invernadero aumentando, las capas de hielo que permanecen en la Tierra (como Groenlandia y la Antártida) también comienzan a derretirse. Esta agua sobrante podría hacer que aumente considerablemente el nivel del mar.
Conforme sube el mercurio, el clima puede cambiar de forma inesperada. Además del aumento del nivel del mar, las condiciones meteorológicas pueden pasar a ser más extremas. Esto implica tormentas mayores y más intensas, más lluvia seguida de sequías más prolongadas e intensas (un desafío para los cultivos), cambios en los ámbitos en los que pueden vivir los animales y pérdida del suministro de agua que históricamente provenía de los glaciares.
Los científicos ya están observando que algunos de estos cambios ocurren más rápido de lo que esperaban. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático, once de los doce años más calurosos desde que se tienen registros se produjeron entre 1995 y 2006.
De hecho, el año 2015 fue el año más cálido desde que existen registros, que arrancaron en 1880. Así lo corroboró la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) y la NASA en su informe anual. Además, el mes de diciembre de 2015 fue el más cálido de los últimos 136 años.
Durante el pasado año la "temperatura promedio global" de las superficies terrestre y oceánica estuvo 0,9 grados Celsius por encima del promedio del siglo XX, alcanzando los 13,9 grados centígrados. Aún más, diez de los doce meses de 2015 registraron temperaturas récord.
La mayor parte del calentamiento global se ha dado en los últimos 35 años, coincidiendo con el aumento de la emisión de gases de efecto invernadero por parte del hombre, según ha señalado la NASA.
La Antártida está cubierta de más agua de deshielo de la que pensábamos
Aunque las implicaciones del aumento del nivel del mar no están del todo claras, un nuevo estudio podría ayudar a los científicos a entender mejor los efectos del clima sobre el continente.
Viernes, 21 Abril
Una red sorprendentemente vasta de canales atraviesa las plataformas de hielo de la Antártida, las lenguas flotantes de hielo que emanan de las costas del continente.
Se ha tenido conocimiento durante décadas que las inundaciones estacionales por causa del agua del deshielo se dan en todo el continente, como parte del ciclo natural de la Antártida. Pero ahora, los científicos las han catalogado de forma sistemática, revelando que son mayores de lo que ellos mismos pensaban.
En algunos casos, estos sistemas alcanzan niveles difíciles de comprender. Por una parte, la barrera de hielo Amery, de la Antártida oriental, tiene torrentes que transportan el agua del deshielo hasta 120 kilómetros, lo que alimenta las lagunas sobre la superficie de la plataforma de hielo que pueden llegar a medir 80 kilómetros de largo. La superficie de su laguna más grande puede crecer en un solo día el equivalente a 400 campos de fútbol gracias a este drenaje.
Los hallazgos, publicados el miércoles en la revista Nature, aportan una información vital sobre el agua de deshielo de la Antártida. El modelo general era que esta simplemente se acumulaba allí donde se derretía. Sin embargo, es todavía pronto para afirmar si estos sistemas de agua de deshielo, un total de 700, contribuyen o perjudican al equilibrio de las plataformas de hielo del continente. Esta es una pregunta arriesgada, debido al papel potencial que juegan estas plataformas en el aumento del nivel del mar.
Para saber más: Efectos del cambio climático en la Antártida
La descomposición de una capa de hielo no afecta directamente al nivel del mar: por naturaleza, una plataforma de hielo ya se encuentra flotando sobre el agua. Sin embargo, el climatólogo de la Universidad de Massachusetts-Amherst Rob DeConto señaló que algunas de estas capas de hielo actúan como muros de contención, impidiendo que las capas de hielo que se encuentran tras ellas se desplacen hacia el mar. La pérdida de dichas plataformas de hielo aceleraría el flujo del hielo de la tierra al agua, convirtiéndose en un grifo que elevaría el nivel del mar.
«Sería como si un portero dejase entrar a oleadas [de gente] en un concierto o en un bar», añade la coautora del estudio Robin Bell, glacióloga en el Observatorio terrestre Lamont-Doherty, de la Universidad de Columbia. «De algún modo actúan como guardianes: si las quitas, habrá más hielo en el océano».
El agua de deshielo puede amenazar la estabilidad de las plataformas de hielo cargándolas de peso y ampliando sus grietas internas. En los días previos la repentina desintegración de la barrera de hielo Larsen en 2002, por ejemplo, las lagunas de agua de deshielo cubrieron su superficie y ejercieron presión. Otra parte de la misma barrera de hielo, Larsen C, podría ceder en cuestión de semanas o meses.
En uno de sus dos recientes estudios, Bell y su coautor Jonathan Kingslake advierten de que el drenaje a gran escala podría intensificar la amenaza que supone el agua de deshielo, ya que permite que este agua se desplace de forma más efectiva, especialmente si el cambio climático continúa a un ritmo tan rápido.
«Esto es importante, ya que la cantidad de agua de deshielo que se forma en un lugar dado no ocurre simplemente en función de la cantidad de agua derretida; también tiene que ver con el hecho de que el agua se desplaza hacia dentro durante largas distancias», explica Kingslake, quien también es glaciólogo en el Observatorio terrestre Lamont-Doherty.
Por otra parte, el segundo estudio de Bell y Kingslakesugiere que estas redes fluviales podrían estar manteniendo la estabilidadde al menos una barrera de hielo, drenando de manera eficiente el agua de deshielo de la superficie de la misma.
En la parte más baja del continente, según Bell, este curso fluvial podría transportar tanta agua como el río Potomac en Estados Unidos.
Sigue leyendo: La Antártida recupera su hielo
Se ha tenido conocimiento durante décadas que las inundaciones estacionales por causa del agua del deshielo se dan en todo el continente, como parte del ciclo natural de la Antártida. Pero ahora, los científicos las han catalogado de forma sistemática, revelando que son mayores de lo que ellos mismos pensaban.
En algunos casos, estos sistemas alcanzan niveles difíciles de comprender. Por una parte, la barrera de hielo Amery, de la Antártida oriental, tiene torrentes que transportan el agua del deshielo hasta 120 kilómetros, lo que alimenta las lagunas sobre la superficie de la plataforma de hielo que pueden llegar a medir 80 kilómetros de largo. La superficie de su laguna más grande puede crecer en un solo día el equivalente a 400 campos de fútbol gracias a este drenaje.
Los hallazgos, publicados el miércoles en la revista Nature, aportan una información vital sobre el agua de deshielo de la Antártida. El modelo general era que esta simplemente se acumulaba allí donde se derretía. Sin embargo, es todavía pronto para afirmar si estos sistemas de agua de deshielo, un total de 700, contribuyen o perjudican al equilibrio de las plataformas de hielo del continente. Esta es una pregunta arriesgada, debido al papel potencial que juegan estas plataformas en el aumento del nivel del mar.
Para saber más: Efectos del cambio climático en la Antártida
La descomposición de una capa de hielo no afecta directamente al nivel del mar: por naturaleza, una plataforma de hielo ya se encuentra flotando sobre el agua. Sin embargo, el climatólogo de la Universidad de Massachusetts-Amherst Rob DeConto señaló que algunas de estas capas de hielo actúan como muros de contención, impidiendo que las capas de hielo que se encuentran tras ellas se desplacen hacia el mar. La pérdida de dichas plataformas de hielo aceleraría el flujo del hielo de la tierra al agua, convirtiéndose en un grifo que elevaría el nivel del mar.
«Sería como si un portero dejase entrar a oleadas [de gente] en un concierto o en un bar», añade la coautora del estudio Robin Bell, glacióloga en el Observatorio terrestre Lamont-Doherty, de la Universidad de Columbia. «De algún modo actúan como guardianes: si las quitas, habrá más hielo en el océano».
El agua de deshielo puede amenazar la estabilidad de las plataformas de hielo cargándolas de peso y ampliando sus grietas internas. En los días previos la repentina desintegración de la barrera de hielo Larsen en 2002, por ejemplo, las lagunas de agua de deshielo cubrieron su superficie y ejercieron presión. Otra parte de la misma barrera de hielo, Larsen C, podría ceder en cuestión de semanas o meses.
En uno de sus dos recientes estudios, Bell y su coautor Jonathan Kingslake advierten de que el drenaje a gran escala podría intensificar la amenaza que supone el agua de deshielo, ya que permite que este agua se desplace de forma más efectiva, especialmente si el cambio climático continúa a un ritmo tan rápido.
«Esto es importante, ya que la cantidad de agua de deshielo que se forma en un lugar dado no ocurre simplemente en función de la cantidad de agua derretida; también tiene que ver con el hecho de que el agua se desplaza hacia dentro durante largas distancias», explica Kingslake, quien también es glaciólogo en el Observatorio terrestre Lamont-Doherty.
Por otra parte, el segundo estudio de Bell y Kingslakesugiere que estas redes fluviales podrían estar manteniendo la estabilidadde al menos una barrera de hielo, drenando de manera eficiente el agua de deshielo de la superficie de la misma.
En la parte más baja del continente, según Bell, este curso fluvial podría transportar tanta agua como el río Potomac en Estados Unidos.
Sigue leyendo: La Antártida recupera su hielo
Un avión de la Operación IceBridge de la NASA observa más hielo en las aguas de las costas de la Antártida occidental.
Tierra (todavía) desconocida
Bell añade que este tipo de estudio de todo un continente ha sido posible gracias a décadas de datos de imágenes por satélite tomadas por un avión militar. Para su análisis de la barrera de hielo Nansen, Bell empleó revistas de hace siglos sobre el Equipo Norte, un contingente de la desafortunada expedición Terra Nova de Sir Robert Scott, que no se arriesgó a visitar el Polo Norte.Noticia relacionada: Récord de temperatura en la Antártida
«Tomaron muchas medidas preventivas, pero después se quedaron atrapados y tuvieron que pasar el invierno en una cueva. Eso es todo lo que [la gente] recuerda sobre ellos», afirma Bell. «Poder utilizar la ciencia de estas personas y darles el crédito que se merecen por lo que hicieron... me hace muy feliz».
Sin embargo, Bell y Kingslake, al igual que otros expertos, ponen énfasis sobre el hecho de que hay mucho que desconocemos sobre la Antártida, un lugar imponente para los científicos y su instrumental a partes iguales.
«Nos encontramos en una situación en la que tenemosuna capa de hielo que podría añadir aproximadamente 5,5 metros al nivel del mar, y desconocemos la topografía del lecho marino subyacente», explica Helen Fricker, glacióloga en la Institución de Oceanografía Scripps, quien ha estudiado las corrientes de agua de deshielo de la barrera Amery. «Llegar hasta allí y cartografiarla supone una ardua tarea».
«Estamos intentando entender este enorme continente, pero solo tenemos unas cuantas herramientas... lo estamos haciendo lo mejor que podemos», añadió. «Es como intentar preparar una comida para cincuenta personas con solo un cuchillo para untar».
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Información de :
National Geographic
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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