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El dólar está sufriendo en la era de Donald Trump.
Al presidente estadounidense le gusta alardear de la fortaleza que dice haber devuelto a su país en lo político, lo militar y lo económico.
Y si bien es verdad que algunos indicadores económicos, como el índice Dow Jones de la bolsa de valores, siguen subiendo a niveles récord, la moneda estadounidense está sufriendo una paliza, llegando a comienzos de agosto a su nivel más bajo en 15 meses frente a las principales divisas.
Y muchos le echan la culpa directamente a él.
"No hay duda que el dólar estadounidense ha sido castigado por la incertidumbre en la Casa Blanca y el Congreso", le dice a BBC Mundo Adam Button, analista principal de divisas en la firma estadounidense ForexLive.
"El dólar es la divisa principal que peor desempeño ha tenido este año y la política es una parte grande de la explicación", agrega.
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Pero el dólar alicaído es un escenario que también puede tener implicaciones complejas para varios países latinoamericanos, que pueden encontrar mayor dificultad para vender sus productos a su cliente estrella: Estados Unidos.
Dólar en retroceso
Muchas economías latinoamericanas enfrentan devaluaciones de sus propias monedas por motivos distintos.
Basta con ver el colapso espectacular en el precio del bolívar venezolano, que en el mercado negro cayó en cerca de 70% la semana pasada, según la agencia Reuters.
Pero algunas de estas devaluaciones frente al dólar serían todavía más pronunciadas si la moneda estadounidense no estuviese pasando por un momento de debilidad. La caída del dólar se sentirá evidentemente con más fuerza en los países que más comercian con Estados Unidos, como es el caso de México.
El peso mexicano, por ejemplo, ha venido ganando terreno frente al dólar en los últimos meses. Ello hará que las exportaciones mexicanas a Estados Unidos, su mercado crucial, se encarezcan, y puedan verse resentidas.
Esto podría representar malas noticias para sectores como el automotriz, que ya se ve amenazado por las medidas proteccionistas que Trump dice querer implantar contra los productos mexicanos.
También cae el valor en moneda local de las remesas que los inmigrantes envían a sus familias desde Estados Unidos.
No hay duda que el dólar estadounidense ha sido castigado por la incertidumbre en la Casa Blanca y el Congreso
AFP
Una situación que se repetiría en naciones centroamericanas como Guatemala y Honduras, también fuertemente dependiente de remesas y exportaciones a Estados Unidos.
En cambio, otras naciones como Ecuador, que usan el dólar como su moneda nacional, podrían beneficiarse de una divisa estadounidense más barata, pues sus exportaciones ganarían en competitividad frente a la de vecinos como Colombia.
La delicada situación del dólar tendría potencialmente un impacto menos fuerte en las exportaciones de otras naciones sudamericanas como Brasil, Argentina y Chile, que han diversificado su comercio a otros países, en especial los de Asia, aunque una parte de ese comercio siga siendo llevado a cabo usando el dólar como la moneda de cambio.
El comercio no sería el único rubro afectado por la variación en el precio del dólar. También lo sería el flujo de recursos financieros. El peso de la deuda externa de muchas naciones latinoamericanas, denominada generalmente en dólares, también puede verse aligerado.
Y la inversión extranjera directa proveniente de Estados Unidos, el principal inversor en la región, perdería capacidad de compra en la región, al volverse más caras en dólares las empresas latinoamericanas de interés para los conglomerados estadounidenses. De modo que hay muchos ganadores y perdedores en la región.
Había empezado bien
Las cosas habían empezado mejor para el dólar al comienzo del actual gobierno estadounidense.
Recién elegido Trump, la divisa había reaccionado con euforia, alcanzando en enero su nivel más alto en 14 años.
Los mercados creían entonces que Trump avanzaría rápidamente en sus promesas de recortar los impuestos y desmantelar muchas regulaciones ambientales, laborales y de otra índole que afectan a las empresas estadounidenses. Ello, pensaban, dispararía las ganancias de las compañías y propiciaría una mayor inversión.
Pero a más de seis meses de comenzado su mandato, el gobierno de Trump ha visto su agenda legislativa hecha trizas en el Congreso. Y muchos observadores, incluso de su propio partido, no vacilan en calificar la conducta del presidente de errática. De la cuenta presidencial de Twitter salen amenazas de guerra nuclear contra Corea del Norte y de guerra comercial contra México, China y otros grandes socios.
Estados Unidos está siendo víctima de lo que los analistas denominan riesgo político. El gobierno no consigue infundir toda la confianza que necesitan los inversores. Y con el dinero empezando a apuntar hacia otro lado, cae la demanda por los dólares y decrece su valor frente al de otras monedas.
Pero la debilidad del dólar no necesariamente es una noticia del todo mala para el gobierno de Donald Trump.
El magnate ha dicho que no le molesta tanto que el dólar haya caído, y en algunos aspectos, esta muestra de debilidad puede tornarse políticamente ventajosa para el ocupante de la Casa Blanca.
Al menos en el corto plazo, puede ayudarlo a cumplir su promesa de fortalecer el empleo industrial en Estados Unidos. Al caer el precio del dólar, las exportaciones de Estados Unidos se hacen más competitivas.
Una aerolínea alemana, por ejemplo, tiene que gastar menos euros para comprar el mismo avión Boeing fabricado en Estados Unidos, por lo que presumiblemente se vería más inclinada a comprar ese avión, dándole más empleo a la fábrica estadounidense.
Lo malo
Sin embargo, tener un dólar débil trae otras complicaciones. Estados Unidos es un país muy globalizado, que importa muchísimos bienes y productos de otras naciones. Incluso el mismo avión Boeing del ejemplo anterior probablemente tiene muchos componentes importados. Y al volverse débil la moneda estadounidense, cuesta más dólares comprar el mismo producto extranjero. Esto tiene una consecuencia seria: inflación.
Es un problema que por ahora no se nota mucho. Al fin y al cabo, en la década que ha pasado desde la crisis financiera mundial de 2008, la economía estaba tan deprimida que la preocupación era la contraria: que los precios de los productos cayeran porque nadie los estaba comprando.
Eso está cambiando. Estados Unidos está cerca del llamado "pleno empleo".
Su tasa de desempleo ha caído a cerca del 4%, lo que sugiere que la economía está andando casi a máxima capacidad y tiene dificultad para producir todos los bienes y servicios que la sociedad requiere.
En ese escenario, los precios están empezando a subir. La carestía de los bienes importados por cuenta de un dólar débil puede empeorar el problema.
En esta situación, el banco central estadounidense, la Reserva Federal, podría decidir elevar nuevamente las tasas de interés, como lo ha hecho ya en dos oportunidades en este año.
La "Fed" es políticamente independiente del presidente, y su decisión, para proteger a la economía estadounidense de la inflación, podría hacer que disminuya la inversión y vuelva a aumentar el desempleo, un resultado que sería políticamente tóxico para Trump.
"Un par de victorias"
Como siempre se dice en estas circunstancias, nadie puede predecir perfectamente el futuro. Pero no parece demasiado arriesgado decir que en el corto plazo, el comportamiento del dólar podría verse muy influenciado por lo que suceda en el panorama político.
Desde hace décadas el dólar es la moneda a la que todos acudimos para buscar seguridad. Si la Casa Blanca se afianza políticamente, es probable que más personas recobren la confianza en el dólar como un refugio seguro, y la moneda misma empiece a recobrar valor. Especialmente teniendo en cuenta que las alternativas disponibles, como el euro, han sido todo menos un modelo de estabilidad política.
"Solo tomará un par de victorias (políticas) para que el mercado vuelva a enamorarse del dólar", le dice Adam Button de Forexlive a BBC Mundo.
"Incluso si Trump sigue decepcionando, creo que hay margen para que el dólar se fortalezca en 2019. La economía estadounidense ha mostrado una y otra vez que puede florecer a pesar de lo que pasa en Washington", asegura el experto.
Futuro incierto
Por el momento, sin embargo, el dólar todavía se ve débil. Para algunos afortunados latinoamericanos, este puede ser el momento de comprar su apartamento de lujo en Miami, o de darse esas vacaciones familiares en Orlando, a precios de rebaja.
Para muchos otros en América Latina, el dólar débil puede ser una amenaza a las industrias exportadoras para las que trabajan.
Para todos, ver como la moneda base de la economía mundial sufre los vaivenes de la inestabilidad política que experimenta Estados Unidos, es una situación que no se vive muy a menudo.
Y que, como todo lo que genera incertidumbre, también causa bastante preocupación.
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"Deuda externa" son dos palabras que no traen buenos recuerdos en América Latina.
Desde inicios de los 80, la región han vivido distintas crisis relacionadas con ella y el miedo a que se repitan aún no se ha disipado del todo.
No en vano en la lista de países con más episodios de impagos o reestructuraciones de deuda hay una fuerte presencia latinoamericana en las primeras posiciones: Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina, Perú, México, Costa Rica, Chile y Paraguay, entre otros.
El año pasado, la deuda externa bruta en América Latina (tanto privada como pública) ascendió a US$1,47 billones.
Eso es casi un 80% más que en 2009, según los datos publicados la semana pasada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Estados y empresas han abrazado en los últimos años una política de endeudamiento que ya empieza a alarmar a algunos expertos.
Algunos alertan de una burbuja, ya que la inestabilidad del mercado ha hecho que los inversores se vuelquen en activos más seguros, como los fondos soberanos.
"Estamos ante un problema de exceso de deuda pública a nivel mundial", aseguró a BBC Mundo Juan Ignacio Sanz, profesor de Banca y Mercado de Valores de la escuela ESADE Law School.
"Durante la crisis, Reino Unido, Estados Unidos, Europa y Japón fueron los territorios que más se endeudaron mientras que Latinoamérica estaba por debajo de la media", explicó.
"Pero la tendencia ahora en todos los países es al crecimiento del endeudamiento en general porque hay una sensación de riqueza", afirmó Sanz.
En su opinión, las naciones de la región están "cometiendo los mismos errores" que estos Estados desarrollados, que acumulan deudas públicas por encima del 70% de su Producto Bruto Interno (PIB), en vez "aprender de ellos".
En América Latina, estos porcentajes son menores. Pero los inversores la consideran una zona de riesgo así que le exigen rentabilidades mayores.
BBC Mundo te cuenta cuáles son los países de la región con las deudas externas más grandes en el sector público.
México: US$180.986 millones
La nación norteamericana es la que más deuda en bonos acumula, según la Cepal.
El agujero no ha dejado de crecer en los últimos años y en 2016 ascendió a US$180.986 millones.
Una cifra que casi duplica la de 2009.
Un comportamiento del que el sector privado se ha desligado.
El endeudamiento de este se redujo en los dos últimos años cerca de un 4%.
En general, la deuda soberana de México, tanto dentro como fuera del país, oscila en torno al 45% según la agencia Standard & Poor's (S&P), que el pasado mes de julio mejoró su calificación.
La cambió de "negativa" a "estable" al considerar que las autoridades actuaron "rápido" ante golpes sufridos por su economía, como la depreciación que sufrió su moneda a finales del año pasado ante el triunfo de Donald Trump.
"El problema de México es que depende mucho de Pemex, que aportaba aproximadamente el 30% de los ingresos presupuestarios al gobierno federal", explicó a BBC Mundo el profesor del área de Economía de la escuela de negocios española IE Business School, Juan Carlos Martínez Lázaro.
La caída del precio del petróleo, de más de un 50% en los últimos tres años, y la mala gestión de la petrolera estatal han provocado un "agujero fiscal importante", según el experto.
La deuda externa de México equivale a 18,3% de su Producto Interno Bruto (PIB), de acuerdo con la Cepal.
Los países de Latinoamérica con más deuda externa pública
Cifras en miles de millones de dólares
Venezuela: US$132.156 millones
El país más afectado por el abaratamiento del petróleo es Venezuela.
Su deuda pública externa ha aumentado de forma continua y en 2016 se situó en US$132.156 millones, según la Cepal.
Esto supone casi un 10% más respecto al año anterior, pero cerca del doble si se compara con los niveles de 2009.
Los rumores de que el país se declare en default y deje de pagar sus compromisos cada vez son más fuertes.
Este 2017, será el único país de América Latina cuya economía no crecerá, sino que se contraerá un 7,2%.
Pese a esto, el gobierno ha conseguido hasta ahora abonar sus cuotas.
"Venezuela está priorizando el pago de la deuda porque el régimen sabe que es lo único que lo puede mantener: no caer en default", afirmó Martínez Lázaro.
"Por eso su situación social es explosiva, porque han tenido que reducir las partidas que usaban para generar clientelismo", añadió.
"Es absolutamente un disparate porque incluso en los años en que el petróleo estaba a más de US$100, el déficit público ya era importante".
"Ni con todo el dinero que ingresaba eran capaces de tener unas cuentas públicas equilibradas".
Ante un riesgo de impago tan elevado, el país sudamericano ofrece altas rentabilidades para atraer a inversores y destina la mayor parte del dinero a pagar otras deudas en un bucle que tanto Martínez Lázaro como Sanz consideran "insostenible" a largo plazo.
Según cálculos de la Cepal, la deuda externa de Venezuela equivale a 21,7% de su PIB.
Brasil: US$130.274 millones
El gigante sudamericano logró reducir su deuda pública externa un 6,3% desde 2014 hasta los US$130.274 millones que registró el año pasado.
Aún así, esta cifra supuso un incremento del 68,5% en sólo un lustro.
Estos compromisos externos de Brasil representan 7,8% de su PIB.
Si se tiene en cuenta la deuda externa del sector privado, Brasil es el país con la deuda más grande del bloque regional, ya que ambas suman US$321.297 millones.
Su economía se recuperará este 2017 de dos años consecutivos de recesión.
Pero, según la Cepal, el crecimiento será de apenas 0,4%, por lo que difícilmente habrá una reducción grande de la deuda.
Como recuerda Sanz: "Lo importante es saber cuál es el destino de esa deuda, si es para invertir en infraestructuras o sectores que van a generar empleo, está bien".
Argentina: US$95.304 millones
El presidente Mauricio Macri cerró su primer año de gobierno con una deuda externa en el sector público de US$95.304 millones, un 13,6% más que el ejercicio anterior.
La deuda externa equivale a 7,8% de su Producto Interno Bruto.
El mandatario heredó del gobierno anterior un conflicto con acreedores holdout,fondos buitres que se negaron a renegociar la deuda con los Kirchner cuando el país estaba en default y a los que la justicia respaldó.
"Macri ha conseguido generar una confianza que ha permitido que Argentina retorne a los mercados de deuda", aseguró Martínez Lázaro.
La nación sudamericana estuvo en la lista de países en default hasta abril del año pasado, cuando abonó US$9.300 millones a los holdout.
Desde entonces, el gobierno ha emitido deuda por más de US$30.000 millones.
Esta incluye un bono por US$2.750 millones a pagar en 100 años acordado en junio.
El país nunca lo había hecho por un plazo tan largo.
"Si alguien me hubiera dicho eso hace una tres años, no me lo hubiera creído", comentó Martínez Lázaro.
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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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