Vídeo de la Plaza de Tiananmen
https://www.youtube.com/watch?v=FLxNWZUdBZw
http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-40556162
http://www.bbc.com/mundo/media-40119706
Ha llegado el momento más importante para la escena política china en cinco años.
Esta semana, el Partido Comunista chino (PCCh), la formación que gobierna en solitario el país desde 1949, renueva su cúpula y seguramente su Constitución.
Se trata de una fecha clave que marca la mitad del mandato del presidente Xi Jinping y de la que se espera que salga reforzado.
En el gigante asiático, donde no existe el sufragio universal, el PCCh y el gobierno son sinónimos. Y lo que ocurra en este congreso de la formación, el XIX, marcará los próximos cinco años en la potencia asiática.
¿Qué pasa en este congreso?
La cita comienza el miércoles día 18 y suele durar una semana, aunque se desconoce de momento la fecha exacta en la que terminará.
Durante esos días, más de 2.000 delegados de todas partes del país se reúnen en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín, la imponente sede del Parlamento chino ubicada en el corazón de la capital, en la plaza de Tiananmen.
A puerta cerrada y en el más absoluto secretismo, los miles de delegados llegados a la urbe votarán a los miembros del Comité Central, formado actualmente por 205 personas y 171 suplentes. Entre ellos, saldrán posteriormente los elegidos para entrar en el Politburó (ahora compuesto por 24 miembros) y, finalmente, el Comité Permanente.
Se trata del órgano ubicado en la cúspide de la pirámide de poder del PCCh: actualmente sólo está formado por siete hombres, los más poderosos de China, aunque en el pasado su número ha variado (en la anterior generación de líderes, estuvo formado por nueve).
A la cabeza de este exclusivo club está el secretario general del PCCh y actual presidente de China, Xi Jinping, seguido por el primer ministro Li Keqiang, y los otros cinco hombres fuertes de la formación y el gobierno, entre ellos, el responsable de la comisión anticorrupción, Wang Qishan.
En esta ocasión, esa cúpula no se cambiará al completo: salvo sorpresa mayor, el presidente Xi permanecerá en su puesto junto al primer ministro otros cinco años más, en teoría los últimos de su mandato.
No obstante, y según una norma no escrita del PCCh, el resto deberán jubilarse por haber superado los 70 años de edad.
A pesar de que se producirá una votación, la elección de los nuevos miembros -sobre todo, el Permanente- ya se han tomado de antemano.
Claves de la reunión
En este importante cónclave hay varios elementos a los que estar atentos para tener una idea de lo que esperar los próximos años.
Primero, la presentación de los nuevos integrantes del Comité Permanente, que se realizará el día posterior a la clausura. Entre los miembros del todopoderoso organismo, podría estar el próximo presidente de China, como ocurrió en el caso del actual mandatario cinco años antes de que tomara las riendas del país.
Segundo, el discurso que el actual presidente dará el día de la apertura. Se espera que Xi haga un repaso a la primera parte de su mandato, que ha estado marcada por la ascensión de China en el mundo, la desaceleración de la segunda economía mundial o los graves recortes de libertades.
También es de esperar que deje entrever la dirección que tomará el país en la segunda mitad de su presidencia.
Por último, las posibles enmiendas que se hagan a la constitución de la formación para dar un papel más destacado a Xi y situarlo a la altura de históricos líderes como Mao Zedong o Deng Xiaoping, en línea con el culto a la personalidad que ha promovido su gobierno desde 2012.
Analistas creen que, tras el congreso, Xi saldrá aún más reforzado como uno de los dirigentes con más poder en el país en décadas.
Consecuencias globales
Los resultados de este encuentro tendrán sus consecuencias en el resto del mundo.
En general, los expertos creen que China continuará la ruta trazada por Xi, aumentando su influencia en el ámbito internacional como alternativa a Estados Unidos.
La China que Xi heredó estaba lista para "una visión de sí misma más asertiva y él (Xi Jinping) la proveyó", analiza la editora del servicio chino de la BBC Carrie Gracie.
Se espera que continúe haciéndolo, explotando la retirada de Washington en múltiples áreas bajo la administración de Donald Trump: la última de ellas, la salida de Estados Unidos de la Unesco.
A pesar de la entrada de nuevos actores en el Ejecutivo, tampoco se pronostican grandes cambios en la actitud de Pekín respecto a conflictos como el de Corea del Norte.
"El liderazgo chino sigue sin estar convencido de que Corea del Norte sea un problema que tienen que resolver ellos y el XIX Congreso del Partido no cambiará" esa visión, opina Paul Haenle, director del centro de estudios de política internacional Carnegie-Tsinghua.
Lo único que puede variar su postura es un error de cálculo Pyongyang: que, en su carrera armamentística, amenace directamente los intereses nacionales de China, la "única línea roja" de Pekín, asevera Haenle.
En el plano económico, los analistas se muestran algo más optimistas y aseguran que, una vez que la nueva cúpula se asiente, el PC chino podría acelerar las reformas que la comunidad internacional le lleva pidiendo desde hace años y que siguen generando fricciones.
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Por qué China no quiere que sus grandes empresas inviertan en el extranjero
China anunció este año que destinará US$1.240 millones a realizar inversiones por todo el mundo bajo una iniciativa denominada la Nueva Ruta de la Seda. ¿Por qué entonces está pidiendo a sus grandes empresas que dejen de invertir en el extranjero?
Parte de la respuesta se puede encontrar en el centro de Madrid, donde se levanta un imponente rascacielos que simboliza una de las mayores preocupaciones del gigante asiático.
El Edificio España fue adquirido en 2014 por el grupo empresarial chino Wanda, un conglomerado con inversiones en inmuebles, turismo y ocio que pertenece al segundo hombre más rico del país, Wang Jianlin.
En ese momento, Wang debió haber pensado que había hecho un buen trato: le costó 265 millones de euros, un tercio menos de lo que había pagado su anterior dueño.
Pero a veces lo barato sale caro. Cuando Wanda compró el inmueble, este llevaba casi una década en desuso así que necesitaba una reforma integral.
Sus técnicos concluyeron que había que derribarlo por completo y reconstruirlo.
La municipalidad de Madrid puso el grito en el cielo: se trataba de uno de los edificios más emblemáticos de la capital española y estaba protegido por su normativa de patrimonio histórico.
Wanda prometió volver a montarlo según el modelo original.
Sin embargo, el gobierno local insistía en que hiciera la reforma sin tocar la fachada, pese a que los expertos no garantizaban que una operación así fuera a tener éxito por el tamaño del inmueble. No habían antecedentes similares.
Tres años después, Wanda se rindió y lo puso en venta. La aventura madrileña le costó cerca de US$30 millones, según la prensa de su país.
Compras compulsivas
Las empresas chinas han protagonizado en los últimos años una espiral de compras compulsivas alrededor del mundo.
China, una economía que intenta ser de mercado pero sin renunciar a estrictos controles gubernamentales, relajó en la década pasada las restricciones a que sus compañías invirtieran en el extranjero.
El objetivo era evitar que sus reservas de divisas extranjeras engordaran hasta un volumen inmanejable y que las firmas chinas pudieran adquirir recursos y tecnología que les permitieran crecer.
Pero esta etapa parece estar llegando a su fin, ya que el gobierno de Xi Jinping empezó el año pasado a trazar límites que en las últimas semanas ha reforzado.
"Se le ha pedido al sector bancario que esté alerta por el bien de todos [los chinos]", afirmó a BBC Mundo el profesor de Historia de la Economía de la London School of Economics, Kent Deng.
El organismo responsable del sector bancario en el país ordenó a los bancos evaluar qué tan expuestos están a ciertas grandes empresas, es decir, qué consecuencias sufrirían si estas compañías entraran en crisis.
Las autoridades no quisieron precisar de qué firmas se trataban, pero las acciones de Wanda y de los grupos Fosun y HNA empezaron a caer días después.
"El dinero debe permanecer en la economía nacional. Cualquier suma cuantiosa que salga de las fronteras está sujeta al control del regulador financiero desde el pasado 1 de julio", explicó Deng.
Inversiones irracionales
Las inversiones chinas en el extranjero ascendieron en 2016 a más de US$169.000 millones, según los datos que recauda el think tank American Entreprise Institute (AEI).
Aunque la cantidad de inversiones anunciadas ese año fue incluso mayor.
Pero una cosa es la cantidad y otra muy diferente, la calidad. Y esta última no convence a las autoridades asiáticas.
El ministro de Comercio chino, Zhong Shan, calificó el año pasado de "ciegas e irracionales" a una parte de estas inversiones, como informó entonces el Washington Post.
Aseguró que se trataba de un pequeño número de empresas, pero fue contundente: "Algunas ya han pagado el precio".
Además, lamentó que unas cuantas hayan incluso "impactado negativamente en nuestra imagen nacional".
El gobernador del Banco Popular Chino fue más explícito afirmando que no cumplían las exigencias y políticas para invertir en el extranjero, ya que lo hacían en sectores "que no traen mucho beneficio a China", como los de deportes y entretenimiento.
"Proyectos de inversión como estos son vistos como un vacío legal para el lavado de dinero y la salida de capitales", aseguró Deng.
Una moneda internacional
China quiere evitar en su territorio situaciones como las que viven Japón o Estados Unidos. Por ejemplo, las empresas de este último acumulan en el extranjero US$2,6 billones, según la consultoría Capital Economics.
Se trata de dinero obtenido de las ganancias de sus operaciones en el exterior y que no ha sido repatriado para evitar el gran tajo en impuestos que aplicarían las autoridades fiscales estadounidenses.
"Las reservas de divisas extranjeras en China se han reducido muy rápidamente y son necesarias para dar apoyo al yuan en su apuesta por convertirlo en una moneda internacional", sostuvo Deng.
Pese a las advertencias y medidas chinas, algunas empresas han continuado anunciando inversiones. Algo que, según Deng, acabarán teniendo que cancelar.
"Las inversiones que se han acordado recientemente serán tumbadas por el Estado de forma unilateral", opinó.
"Las compañías chinas pararán esta ola de compras sí o sí. De hecho, aquellas bien informadas y bien conectadas realizaron antes de que acabara 2016 todas las que les interesaban", aseguró.
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Deng afirmó que estas restricciones son "demasiado pequeñas" y llegan "demasiado tarde".
Entonces, ¿por qué China impulsa una campaña de inversiones mundiales a la que destina millones de dólares?
Porque el país asiático quiere tener operaciones en el extranjero, pero en los sectores que le interesan. La Nueva Ruta de la Seda está dedicada a la inversión en infraestructuras.
"La mayoría de estos proyectos ayudan a China a exportar su superávit de acero, cemento, locomotoras, material rodante, barcos y contenedores. Estos son los proyectos que se promueven desde las más altas esferas", concluyó Deng.
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La magnífica Puerta de Khorgos es el punto en el que se encuentran el Este y el Oeste en la nueva versión de la ancestral Ruta de la Seda, que durante siglos unió comercialmente a China con Europa.
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BBC Mundo Noticias
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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