Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., el mamífero y carnívoro más temido por el hombre ha sido el Lobo(Canis Lupus); sin embargo este miembro salvaje, muy astuto, ha actuado por instinto de supervivencia; es muy probable que algunas ovejas extraviadas del rebaño cayeron en su poder, pero fue en legítimo derecho a la subsistencia,
La Revista National Geographic, ha elaborado un amplio reportaje sobre el Lobo, que en muchos países donde era su hábitat, ya desaparecido y/o está en vías extinción en otros.
National Geographi.- dice: "El lobo, más conocido con el nombre científico de Canis Lupus es un mamífero placentario del orden de los carnívoros. Los lobos siempre han sido objeto de la leyenda debido a su aullido, el cual usan para comunicarse. Un lobo solitario puede aullar para atraer la atención de su manada del mismo modo que los aullidos de una manada pueden actuar como mensajes territoriales entre varias de ellas.
Los lobos se agrupan en manadas de entre 6 y 20 animales y generalmente dirigida por una pareja reproductora y dominante. Son animales muy inteligentes que viven organizados en manadas, que por lo general no suelen superar los quince o veinte miembros como máximo, y cuya estructura jerárquica está muy marcada..."
El lobo (Canis lupus) es una especie de mamífero placentario del orden de los carnívoros. El perro doméstico (Canis lupus familiaris) se considera miembro de la misma especie según distintos indicios, la secuencia del ADN y otros estudios genéticos.[2] El primer registro fósil data de hace 800.000 años.[3] Los lobos fueron antaño abundantes y se distribuían por Norteamérica, Eurasia y el Oriente Medio. Actualmente, por una serie de razones relacionadas con el hombre, incluyendo el muy extendido hábito de la caza, los lobos habitan únicamente en una muy limitada porción del que antes fue su territorio.
Aunque está clasificada como una especie poco amenazada para su extinción, en algunas regiones, incluyendo la parte continental de los Estados Unidos de América, la especie está listada como en peligro o amenazada. Los lobos son cazados en muchas áreas del mundo por la amenaza que representan para el ganado, así como por deporte.
WIKIPEDIA.
http://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/actualidad/hallados-restos-antiguo-lobo-o-perro-turbera-escocia_12872/1
http://www.nationalgeographic.com.es/fotografia/foto-del-dia/lobo-las-nieves_11951
http://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/lobo-sacrificado-hace-500-anos-por-los-aztecas-adornado-con-piezas-oro-purisimo_11720/1
Duncan MacKay, un campesino de las Highlands, encontró los restos del animal a 1,5 metros de profundidad; los últimos lobos de Escocia fueron cazados en el siglo XVIII
Colmillos afilados
Cráneo del animal con unos prominentes colmillos y restos del pelaje.
Foto: Nick Lindsay
Buen estado de conservación
El pelo del animal se ha conservado en buen estado gracias a la humedad de la turbera.
Foto: Nick Lindsay
¿Perro grande o lobo joven?
Por el momento se ha descartado que los restos fueran de un zorro; podrían ser de un perro grande o de un lobo joven cuyo sexo aún no ha sido determinado.
Foto: Nick Lindsay
Campesino y turbera
Duncan MacKay en su turbera de Rogart, en el condado de Sutherland, en las Highlands de Escocia.
Foto: Nick Lindsay
Alec Forssmann
20 de junio de 2018
Hallados los restos de un antiguo lobo (o de un perro) en una turbera de Escocia
El pasado viernes 8 de junio, Duncan MacKay, un campesino de Rogart (condado de Sutherland, en las Highlands de Escocia), estaba extrayendo turba de un terreno cuando encontró los restos de un animal a 1,5 metros de profundidad. MacKay contactó el lunes con el Centro del Patrimonio de Brora, que informó sobre el hallazgo al arqueólogo Nick Lindsay, director de la Sociedad del Patrimonio de Clyne. "El martes me reuní con Duncan en su banco de turba y vi el cadáver, un tanto desfigurado por el excavador, por lo que no se trataba de un cuerpo perfectamente formado", explica Lindsay a National Geographic. Los restos podrían ser los de un lobo que vivió en las Tierras Altas de Escocia hace 2.000 años, según han publicados estos días algunos medios británicos, pero lo cierto es que aún no han sido fechados. Los últimos lobos de Escocia fueron cazados en el siglo XVIII.
Lindsay excavó los restos cuidadosamente y los depositó en bolsas de plástico y, una vez en casa, en una caja de plástico con algo de agua para mantener la humedad. "El jueves 14 de junio llevé la caja al Museo de Inverness, que quedó a cargo de la conservadora Jeanette Pearson. Hablé con ella y, a simple vista, descartó que fuera un zorro, por lo que podría ser un perro grande o un lobo joven cuyo sexo aún no ha sido determinado", comenta Lindsay. Los objetivos de la investigación científica que se desarrollará en breve son los siguientes: identificación de la especie, conservación, datación, posible causa de la muerte y, finalmente, exhibición de los restos de forma permanente. Más información en breve...
Lobos Perros LOBOS .-
El lobo, más conocido con el nombre científico de Canis Lupus es un mamífero placentario del orden de los carnívoros. Los lobos siempre han sido objeto de la leyenda debido a su aullido, el cual usan para comunicarse. Un lobo solitario puede aullar para atraer la atención de su manada del mismo modo que los aullidos de una manada pueden actuar como mensajes territoriales entre varias de ellas.
Los lobos se agrupan en manadas de entre 6 y 20 animales y generalmente dirigida por una pareja reproductora y dominante. Son animales muy inteligentes que viven organizados en manadas, que por lo general no suelen superar los quince o veinte miembros como máximo, y cuya estructura jerárquica está muy marcada.
Viven entre seis y ocho años. Las manadas suelen tener un comportamiento territorial, cubriendo alrededor de 200 kilómetros cuadrados. Evitan los lindes de su propio territorio para no tener encuentros –en ocasiones muy agresivos– con las demás manadas.
Las historia entre hombre y lobos siempre ha sido contradictoria. Aunque estos casi nunca atacan a los seres humanos, los lobos han sido históricamente considerados uno de los enemigos naturales más temibles del mundo animal. Debido a su naturaleza cazadora los lobos siempre han entrado en conflicto con los intereses humanos, provocando perdidas a los rebaños ganaderos del todo el mundo. Es por ello que en innumerable ocasiones los lobos han sido disparados, atrapados y envenenados. Antiguamente el lobo o canis lupus habitaba en la mayoría de las regiones del hemisferio norte, aunque en la actualidad los miembros de esta especie se han reducido enormente debido a la destrucción de su hábitat y a la caza por parte del hombre.
Canis lupus
Foto: USGS
Dos lobos junto a una carretera
Captura de pantalla de un vídeo en el que aparecen dos lobos junto a una carretera cerca de Lindberg, en el Parque Nacional del Bosque Bávaro, en Alemania. Una familia vio a los lobos mientras se dirigía a una guardería y los filmó con el móvil desde dentro del coche. Los lobos se habían escapado de su recinto la noche anterior.
Foto: Anett Kalmar / picture-alliance / dpa / AP Images / Gtres
Lobos extraviados
Seis de los nueve lobos que vivían en un recinto en el centro de visitantes de Falkenstein escaparon la madrugada del viernes 6 de octubre. La captura de pantalla es del mismo día por la mañana.
Foto: Anett Kalmar / picture-alliance / dpa / AP Images / Gtres
Tres muertes
Uno de los lobos murió arrollado por un tren regional durante la noche y, después de que fallara la captura con armas anestésicas, otro fue abatido el domingo y un tercero el martes por la mañana.
Foto: Anett Kalmar / picture-alliance / dpa / AP Images / Gtres
Cruzando la carretera
Uno de los seis lobos que huyeron la noche del viernes cruza una carretera transitada por un autocar.
Foto: Anett Kalmar / picture-alliance / dpa / AP Images / Gtres
Uno de los seis lobos que escaparon la madrugada del viernes 6 de octubre.
Foto: Anett Kalmar / picture-alliance / dpa / AP Images / Gtres
Canis lupus arctos
Foto: Gtres
"Mother of Wolf and Pups"
Mención de honor en la categoría: Nature & Wildlife
Foto: Irene Oleksiuk / Mobile Photography Awards 2016
"Winter is Comming"
Categoría: Altered Images
El lobo ártico es una subespecie del lobo gris que vive en las regiones árticas de América del Norte.
Si quieres ver más fotos de Pedro Jarque, entra en su web oficial.
El lobo ártico es una subespecie del lobo gris que vive en las regiones árticas de América del Norte.
Si quieres ver más fotos de Pedro Jarque, entra en su web oficial.
Foto: Pedro Jarque Krebs / Smithsonian Photo Contest
Banquete en la nieve
La carcasa de este bisonte que ha sucumbido al frío en las inmediaciones de un río en Yellowstone será un autentico festín para esta manada de lobos.
Foto: Ronan Donovan / National Geographic
Curiosidad de lobo
Este lobo hizo una pausa mientras devoraba huevas de arenque para investigar un objeto medio sumergido en el agua: la cámara de un fotógrafo.
Foto: Ian McAllister, Pacific World
Cachorros preparados
Los cachorros quedan al cuidado de familiares en puntos de encuentro, y sus padres les llevan alimento hasta que tienen edad suficiente para cazar –y rebuscar por la playa– con el resto de la manada. Los lobos de litoral pueden llegar a obtener del mar hasta el 90% de su alimento.
Foto: Paul Nicklen
Devorando un león marino
Una manada de lobos isleños devora los despojos de un león marino. Los lobos no pueden cazar leones marinos ni focas dentro del agua, pero nadan para atraparlos en las rocas a las que se encaraman. A diferencia de los lobos de interior, los de litoral no dependen de los ciervos para comer, aunque los cazan si son abundantes.
Foto: Paul Nicklen
Hábitat reducido
Hubo una época en que los lobos de litoral, de menor talla que sus parientes del interior, vagaban por buena parte de la costa Oeste de América del Norte. Hoy solo se encuentran en la Columbia Británica y el sudoeste de Alaska.
Foto: Paul Nicklen
Adaptados a la marea
Las mareas dictan los hábitos alimentarios de los lobos de litoral en las islas de la Columbia Británica. ¿Qué manjares arrastrarán hasta la orilla? Las pozas intermareales ofrecen cangrejos, almejas, percebes y otras exquisiteces. Una ballena muerta puede dar de comer a toda una familia de lobos durante una semana.
Foto: Paul Nicklen
Naturaleza prístina, aunque amenazada
Los lobos de litoral viven en una paz casi absoluta rodeados de un paisaje virgen...por ahora. En el 60% de la fronda primaria del Bosque Lluvioso del Gran Oso se permite la tala, y las grandes compañías energéticas quieren que enormes buques cisterna de petróleo y gas pasen por los sinuosos canales de esta costa.
Foto: Paul Nicklen
Perfectamente camuflado
Un lobo se camufla entre las ramas de los cedros. Los científicos han demostrado que las islas más grandes tienen más probabilidades de albergar lobos de litoral, aunque otro factor clave es la longitud de la línea costera, rica en vida marina.
Foto: Paul Nicklen
Perfeccionando la pesca
Desgarbado y vacilante, un lobo joven perfecciona sus habilidades de pesca. A diferencia de los osos negros y pardos, más expertos, los lobos pescan en arroyos poco profundos. Después de atrapar el salmón con la boca, lo sujetan con sus garras antes de devorarlo.
Foto: Paul Nicklen
http://www.nationalgeographic.com.es/animales/lobos/fotos/1/21
Una dieta basada en el salmón
Los lobos pueden engullir salmones enteros, pero a menudo se conforman solo con los nutritivos sesos. Según el biólogo Chris Darimont, los salmones ofrecen más proteínas y grasas que los ciervos, y además no cocean.
Foto: Paul Nicklen
Lobos en libertad
Lobos
Lobo del Himalaya
Foto: Joel Sartore
Sólo un paso
Dos lobos y un híbrido de perro y lobo (en primer plano), embajadores de un proyecto que pretende crear un refugio para lobos nacidos en cautividad, ilustran el punto de partida genético de todas las razas caninas.
Foto: Vincent J. Musi
LOBO DE LAS NIEVES
5 de octubre de 2017
Canis lupus arctos
Resaltado su pelaje por el forraje otoñal de las copas de los árboles de los bosques septentrionales de Canadá, este lobo ártico - Canis lupus arctos- posa desde una posición privilegiada dirigiendo una mirada de escrutinio sereno al fotógrafo que tuvo la suerte de capturar esta instantánea.
Los lobos árticos viven por encima de los 68 grados de latitud, entre las islas árticas de Canadá y las costas este y norte de Groenlandia. Aunque no habitan en zonas de témpanos de hielo, su hábitat, de inviernos largos, fríos y oscuros es uno de los más duros para cualquier mamífero. De hecho, ni tan siquiera los Unuit viven tan al norte. Es por ello que excepcionalmente, debido a la escasa interacción que históricamente han tenido con los seres humanos esta subespecie de lobo es la única que en la actualidad puede encontrarse en libertad en todo su entorno original.
LOBOS DE MAR EN CANADA
Una dieta basada en el salmón
Los lobos pueden engullir salmones enteros, pero a menudo se conforman solo con los nutritivos sesos. Según el biólogo Chris Darimont, los salmones ofrecen más proteínas y grasas que los ciervos, y además no cocean.
Foto: Paul Nicklen
Susan McGrath
2 de diciembre de 2016
Lobos de mar en Canadá
"Qué, ¿crees que habrá suerte?", me grita Ian McAllister. Estamos en un islote minúsculo, a 13 kilómetros al oeste de la Columbia Británica continental. Arbolada y ventosa, es una de las miles de islas que puntean este litoral tempestuoso, poco más que un rosario de rocas ocupadas por focas entre esta provincia canadiense y Japón. El viento de abril se lleva mi pesimista respuesta, y además McAllister –ecologista, fotógrafo, susurrador de lobos– ya ha decidido quedarse. Se sienta sobre el cordón de maderas de deriva que señala el nivel de la pleamar y yo lo emulo. Ante nosotros, una barra mareal de guijarros de varios cientos de metros de longitud conecta un islote con otro. Instalados en nuestros nidos de maderas blanqueadas, escudriñamos las píceas de Sitka y los cedros que tapizan la otra isla, el sargazo vesiculoso y las zosteras. Y, sin más, llega nuestro golpe de suerte.
Un lobo flaco como un palo sale de entre los arbustos y baja hasta la playa que tenemos enfrente. Hociquea las zosteras. Posa la pata sobre algo y lo rasga con los dientes; quizás un salmón muerto. Aparece entonces un segundo lobo. Ambos se tocan los hocicos, giran hacia la barra de guijarros y empiezan a vadear las pozas intermareales en dirección a nosotros.
En nuestro imaginario colectivo, los lobos corren veloces por la tundra persiguiendo caribúes, caminan entre los árboles del Oeste americano o acechan ovejas que se han perdido de la manada. Cazan ciervos, alces, rebecos blancos, caribúes, cualquier animal que corra sobre pezuñas. Y es cierto que en tierra firme, a un tiro de piedra de donde nos hallamos, viven así. Pero aquí no. En la costa abierta de la Columbia Británica hay lobos que no han visto un alce o un rebeco blanco en varias generaciones. Algunos tal vez no hayan visto jamás un ciervo.
Desde hace décadas los titulares de la prensa de todo el Oeste americano han «aullado» lo suyo: han informado de todo acerca de los lobos, sus retornos, sus retrocesos, el debate sobre si conviene gestionarlos y cómo hacerlo. Los han estudiado, descrito, vilipendiado, ensalzado. Cualquiera diría que a estas alturas deberíamos conocerlos a la perfección. Pero aparte de Homo sapiens, pocos mamíferos hay más adaptables y más diversos en sus hábitats que Canis lupus. Y estos lobos de la costa de la Columbia Británica tienen todos los visos de ser un caso único.
Un lobo flaco como un palo sale de entre los arbustos y baja hasta la playa que tenemos enfrente. Hociquea las zosteras. Posa la pata sobre algo y lo rasga con los dientes; quizás un salmón muerto. Aparece entonces un segundo lobo. Ambos se tocan los hocicos, giran hacia la barra de guijarros y empiezan a vadear las pozas intermareales en dirección a nosotros.
En nuestro imaginario colectivo, los lobos corren veloces por la tundra persiguiendo caribúes, caminan entre los árboles del Oeste americano o acechan ovejas que se han perdido de la manada. Cazan ciervos, alces, rebecos blancos, caribúes, cualquier animal que corra sobre pezuñas. Y es cierto que en tierra firme, a un tiro de piedra de donde nos hallamos, viven así. Pero aquí no. En la costa abierta de la Columbia Británica hay lobos que no han visto un alce o un rebeco blanco en varias generaciones. Algunos tal vez no hayan visto jamás un ciervo.
Desde hace décadas los titulares de la prensa de todo el Oeste americano han «aullado» lo suyo: han informado de todo acerca de los lobos, sus retornos, sus retrocesos, el debate sobre si conviene gestionarlos y cómo hacerlo. Los han estudiado, descrito, vilipendiado, ensalzado. Cualquiera diría que a estas alturas deberíamos conocerlos a la perfección. Pero aparte de Homo sapiens, pocos mamíferos hay más adaptables y más diversos en sus hábitats que Canis lupus. Y estos lobos de la costa de la Columbia Británica tienen todos los visos de ser un caso único.
En la costa abierta de la Columbia Británica hay lobos que no han visto un alce o un rebeco blanco en varias generaciones. Algunos tal vez no hayan visto jamás un ciervo
Chris Darimont, de la Raincoast Conservation Foundation, lleva más de diez años dibujando un retrato detallado del lobo de litoral, al que denomina «el mamífero marino más reciente de Canadá». Más reciente para la ciencia, claro.
A medio camino del puente de tierra que une las islas, nuestra pareja de «mamíferos pseudomarinos» queda bien a la vista. El ejemplar de la derecha tiene el pelaje prácticamente cano. «Una hembra alfa», me dice McAllister. El pelo del rostro es ya una pelusilla rala, como la de un peluche raído. Sus ojos son inexpresivos, como dos botones redondos. El otro lobo, un macho alfa, es un Adonis: leonado, con un esponjoso manto de puntas negras. Los dos llegan a nuestra playa. Cada vez más cerca. Cada vez más grandes. Por fin la matriarca se detiene. Levanta la vista. Escupe un gruñido hosco, hostil, y desaparece playa arriba.
Adonis levanta la cabeza, se endereza, me traspasa con sus ojos ambarinos… y avanza. Lento, seguro, osado. Haciendo caso omiso de McAllister, viene directo hacia mí.
La mayoría de los canadienses no sabría decir gran cosa sobre la remota costa de la Columbia Británica. La isla de Vancouver marca el límite sur; las grandes islas de Haida Gwaii (o islas de la Reina Carlota) constituyen el límite occidental, y el sudeste de Alaska delimita el norte. En medio, expuesta a la furia del Pacífico, se dibuja esta costa. En línea recta son 400 kilómetros, pero los glaciares tallaron en ella fiordos profundos durante la última glaciación, dando como resultado un litoral abrupto y laberíntico, como una puntilla de encaje. Está bañado por corrientes oceánicas tan gélidas como ricas en plancton, sustento de una extraordinaria abundancia de fauna marina (ballenas, aves, salmones, leones marinos, focas) y terrestre (grizzlies y osos negros, sin olvidar la variante blanca, el fantástico oso de Kermode, u oso espíritu). Un manto neblinoso de bosque lluvioso templado de coníferas lo cubre todo, desde la mismísima orilla hasta las cumbres de las montañas Costeras. Tapiza unos 65.000 kilómetros cuadrados –una vez y media la superficie de Suiza– y es una de las mayores extensiones de su género que aún quedan en el planeta. Es el Bosque Lluvioso del Gran Oso.
A principios de la década de 2000 Ian McAllister y el biólogo canadiense Paul Paquet quedaron intrigados al observar, en la parte continental –no en las islas–, a unos lobos de litoral devorando salmones. Con apoyo de las tribus indígenas locales encargaron una investigación al doctorando Chris Darimont, que ciñó su estudio a una zona de la costa central perteneciente a la tribu heiltsuk: una tercera parte del área es agua y las dos restantes, muy escarpadas y prácticamente sin red viaria, están cubiertas de imponentes cedros y píceas de Sitka. Darimont y Paquet se saltaron el típico paso de tomar muestras de sangre y pelo directamente del animal.
«Recogimos caca», me dice Darimont. Excrementos de lobo, quiere decir, además de pelo, auténticas bibliotecas de información sobre su territorio, su sexo, su dieta, su genética y otras variables. «Los lobos defecan con intención, no al azar como los ciervos», me explica. Sus glándulas anales añaden a los excrementos unos depósitos grasos que hacen las veces de mensajes para sus congéneres. Les gusta dejar sus recados a la vista, sobre todo en cruces de caminos, donde la misiva llega al doble de lectores.
Después de diez años, infinitos chistes sobre cacas y unos 5.000 kilómetros y 7.000 muestras (esterilizadas, lavadas, embolsadas, etiquetadas y almacenadas en el sótano de la madre de Darimont), las heces empezaron a hablar.
Los datos correspondientes a los lobos de litoral que viven en el continente ponían en cifras lo que muchos lugareños ya sabían: que los lobos comen salmón. En la época de desove, estos peces constituyen el 25% de su dieta.
La sorpresa llegó al analizar el resto de los datos. Darimont y Paquet habían supuesto que los lobos de litoral que viven en las islas eran, simplemente, lobos normales que se movían entre los islotes y el continente, desplazándose cada vez que liquidaban los ciervos de la zona. Pero los datos revelaron que a veces esos lobos pasan su vida entera en las islas exteriores, donde no hay salmones que remonten ríos ni demasiados ciervos (a veces ninguno en absoluto). Son individuos que suelen aparearse con otros lobos isleños, no con los que se alimentan de salmones. Y viven de lo que encuentran en la playa. Mastican percebes. Engullen las pegajosas huevas que los arenques dejan sobre las algas. Se dan un banquete cuando la marea arrastra a tierra una ballena muerta. Nadan hasta mar abierto y se encaraman con agilidad a las rocas para darse un festín de focas que toman el sol. «Hasta el 90 % de la dieta de estos lobos puede salir directamente del mar», describe Darimont.
Lo más extraordinario son sus habilidades natatorias. Con frecuencia nadan distancias kilométricas para pasar de una isla a otra.
Paquet afirma que este tipo de lobo de litoral no es una anomalía, sino un vestigio. «Es casi seguro que en su día hubo lobos como estos en las costas del estado de Washington, pero el ser humano los aniquiló. Todavía los hay en algunas islas del sudeste de Alaska, pero son objeto de una caza intensiva.» La Columbia Británica autoriza la caza de lobos casi sin restricciones, pero la combinación de un bosque inmenso sin apenas carreteras, la baja densidad de población humana y la titularidad de la costa en manos de las naciones indígenas canadienses ofrece a los lobos del Gran Oso unas posibilidades de supervivencia muy halagüeñas en comparación con las de los lobos del sudeste de Alaska.
Pese a estas ventajas, y pese a la impresionante capacidad de adaptación de los lobos, sus perspectivas de futuro están cambiando.
Un polémico proyecto energético llamado Northern Gateway Pipelines planea tender un oleoducto de doble tubería desde las arenas bituminosas de Alberta hasta una nueva terminal en un fiordo de la costa norte de la provincia, cruzando las montañas Costeras. Con las tuberías funcionando a pleno rendimiento, cada día podría haber un petrolero salvando el peligroso paso entre el laberinto de islas. Al mismo tiempo hay en proyecto múltiples terminales de exportación del gas natural licuado extraído de los campos de fracking canadienses, lo que se traduciría en una mayor presencia de petroleros en esas aguas.
El fantasma del vertido de crudo del Exxon Valdez de 1989 en la bahía del Príncipe Guillermo todavía obsesiona a muchos habitantes de estas costas. El año pasado, en una infrecuente manifestación de consenso, decenas de tribus de las naciones indígenas expresaron oficialmente su oposición contra el proyecto Northern Gateway. ¿Tendrán peso suficiente para frenarlo? «Nuestras tribus dirigen el destino de nuestras tierras desde tiempos inmemoriales –declara Jessie Housty, joven integrante del Consejo Tribal Heiltsuk que despliega una oposición activa contra el proyecto–. Northern Gateway no puede acabar con 10.000 años o más de tutela sobre el territorio.» No obstante, en momentos como este, con las amenazas que se ciernen sobre este lugar, un litoral tan ancestral como abrupto puede parecer muy frágil.
El lobo macho acecha, cada vez más cerca. Cada vez más grande. Miro a McAllister. Su expresión es de impasibilidad. ¿Ha traído el espray de pimienta? No lo creo. Repaso mentalmente lo que sé sobre los lobos. ¿Hay que mirarlos a los ojos o no? Ahora el lobo está muy cerca, a apenas seis metros de mí, y sigue acercándose. Mirándome fijamente. Fijamente.
Entonces, como surgido de las olas, un tercer lobo sale de detrás de la madera de deriva y se planta directamente ante mí: una versión más joven y más rojiza de Adonis. Frota la mejilla contra la del macho con gemidos eufóricos, hocicándole el rostro desde abajo en una exuberante demostración de afecto. Adonis me traspasa con la mirada un instante más antes de girarse para saludar al jubiloso jovenzuelo, que camina hacia el agua y se tumba en la arena. Mientras lo observo, el macho alfa desaparece. Y de pronto reaparece a mi izquierda, a sotavento, sobre el madero en el que estoy sentada. Se me corta la respiración. Husmea el aire. Me taladra con la mirada. De repente pierde todo interés en nuestra conversación. Baja a la playa, se tiende junto a su hijo y contempla el océano Pacífico, gris y salvaje, su fuente de alimento.
Entonces, como surgido de las olas, un tercer lobo sale de detrás de la madera de deriva y se planta directamente ante mí: una versión más joven y más rojiza de Adonis. Frota la mejilla contra la del macho con gemidos eufóricos, hocicándole el rostro desde abajo en una exuberante demostración de afecto. Adonis me traspasa con la mirada un instante más antes de girarse para saludar al jubiloso jovenzuelo, que camina hacia el agua y se tumba en la arena. Mientras lo observo, el macho alfa desaparece. Y de pronto reaparece a mi izquierda, a sotavento, sobre el madero en el que estoy sentada. Se me corta la respiración. Husmea el aire. Me taladra con la mirada. De repente pierde todo interés en nuestra conversación. Baja a la playa, se tiende junto a su hijo y contempla el océano Pacífico, gris y salvaje, su fuente de alimento.
Un lobo sacrificado hace 500 años por los aztecas y adornado con piezas de oro purísimo
El animal, de unos ocho meses de edad, fue sacrificado y cuidadosamente depositado en un espacio de piedra cuadrado junto al Templo Mayor, en la Ciudad de México
Enterrado con mucho oro en una tumba cuadrada
El cadáver del lobo fue cuidadosamente depositado hace cientos de años en un espacio de piedra cuadrado junto con otras piezas del metal precioso y cuchillos de pedernal.
Foto: Mirsa Islas, cortesía del Proyecto Templo Mayor
Oro y conchas
Piezas de oro purísimo y conchas del océano Atlántico procedentes del entierro.
Foto: Mirsa Islas, cortesía del Proyecto Templo Mayor
El entierro ha permanecido inalterado durante más de 500 años; únicamente quedó afectado en 1900, durante la construcción de la red de alcantarillado.
Foto: Mirsa Islas, cortesía del Proyecto Templo Mayor
Criatura divina
"Los aztecas se ocupaban elaborada y simbólicamente de las criaturas porque creían que la presencia de su dios debía de ser venerada", expresa el arqueólogo Leonardo López Luján.
Foto: Mirsa Islas, cortesía del Proyecto Templo Mayor
Alec Forssmann
10 de julio de 2017
Un lobo sacrificado hace 500 años por los aztecas y adornado con piezas de oro purísimo
Entre 1486 y 1502, durante el reinado de Ahuítzotl y el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, un lobo de unos ocho meses de edad fue sacrificado por los aztecas (o mexicas) y su cuerpo adornado con piezas de oro purísimo y con un cinturón de conchas del océano Atlántico. A continuación fue cuidadosamente depositado en un espacio de piedra cuadrado junto con otras piezas del metal precioso y cuchillos de pedernal. El entierro, cercano al Zócalo, la plaza principal de la Ciudad de México, donde antaño se erigió el Templo Mayor, permaneció inalterado varios siglos; únicamente quedó afectado en 1900, durante la construcción de la red de alcantarillado. El entierro sacrificial ha sido descubierto más de 500 años después, gracias a unas excavaciones dirigidas por el arqueólogo Leonardo López Luján, según reveló el viernes pasado David Alire García, de Reuters.
El lobo debía ayudar a los guerreros caídos a cruzar el río del inframundo
La cantidad y calidad de los ornamentos del entierro es excepcional, incluye 22 piezas completas de oro fino, entre ellas pendientes, una argolla nasal y un pectoral en forma de disco. El lobo representaba a Huitzilopochtli, la principal deidad de los mexicas, el dios del sol y de la guerra, pues se suponía que ayudaría a los guerreros caídos a cruzar el río del inframundo. El animal fue enterrado durante el reinado de Ahuítzotl, un comandante temido y sanguinario que llevó a cabo una política exterior expansionista, dominando prácticamente todo el centro y sur de México, Guatemala incluida. López Luján, el director del Proyecto Templo Mayor del Instituto Nacional de Antropología e Historia, ha explicado a Reuters que será necesario realizar pruebas en las costillas del animal para comprobar la teoría según la cual se extraía el corazón de la víctima como parte del sacrificio. "Los aztecas se ocupaban elaborada y simbólicamente de las criaturas porque creían que la presencia de su dios debía de ser venerada", expresa.
NATIONAL GEOGRAPHICGuillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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