Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, en su página de turismo, he elaborado reportajes de diferentes lugares que le ofrece Europa al viajero
En Portugal, toma un ejemplo a Sintra, una zona de escapadas para Lisboa; esta zona siempre fue el centro veraniego de la nobleza portuguesa, abundan castillos y palacios como : Palacio de la Pena, Castillo de los Moros, Palacio de Monserrate, El Convento Dos Capuchos, y otros lugares.
En Italia, sugiere tomar la Ruta Italiana por la Costa Amalfitana, llena de paisajes naturales, con fotografías dignas como postales como Positano un bello pueblo en el litoral, el golfo de Salermo, las Calas de ensueño, La Catedral de Amalfi, y otros bellos paisajes de ensueño....
http://www.nationalgeographic.com.es/viajes/grandes-reportajes/ruta-italiana-por-costa-amalfitana_12688/6
http://www.nationalgeographic.com.es/viajes/grandes-reportajes/fantasia-sintra-escapada-perfecta-lisboa_12900/2
Te contamos qué ver en Sintra, la escapada perfecta desde Lisboa, a menos de una hora en tren y con un encanto propio que queda grabado en la retina del viajero que la visita
Palacio de Pena
Este originalísimo castillo de cuento de hadas es un símbolo estético de Sintra. Fernando II de Portugal, rey consorte y apodado “rey-artista”, fue el responsable de esta fantasía como regalo de boda a su esposa, la reina María II. Se construyó en 1.840 a partir de las ruinas de un monasterio de los Jerónimos fundado el 1.511 por Manuel I, siguiendo el estilo arquitectónico romántico decimonónico. Las estancias reales están a juego con el exterior: mezcla de estilos tan dispares como el bávaro y el manuelino. Es fácil imaginar cómo vivió la realeza en aquella época. Se conserva todo el mobiliario y objetos tal como se dejó después de la proclamación de la república, en 1910. Y la fantasía no termina aquí, el castillo está rodeado de un exótico jardín de más de quinientas especies arbóreas procedentes de todo el mundo.
AGE
Centro ciudad
Acercarse al centro histórico es ver dos chimeneas cónicas de más de 30 metros que pertenecen al Palacio Nacional. Este edificio blanco inmaculado y de sólida arquitectura contrasta con las callejuelas estrechas que suben y bajan repleto de bares, restaurantes y tiendas de artesanía. Y es que Sintra no solo atesora un rico patrimonio arquitectónico, también está rodeado de bosques frondosos. Desde el siglo XII fue elegido lugar de veraneo por la realeza, por la suavidad de su clima y las buenas condiciones para la caza.
Hemis / GTRES
Palacio Nacional
Este edificio de origen árabe es el único palacio medieval que se conserva en todo Portugal. Residencia de verano de los monarcas lusos durante siglos, fue Manuel I “el afortunado” después de la reconquista el que más destacó en su renovación con su estilo manuelino. Se inspiró en sus viajes por Andalucía, como los azulejos y artesonados mudéjares de la Sala de los Brasoes (foto), que contiene 72 escudos de familias nobles del siglo XVI. Destaca la Sala de los Cisnes, y Sala de las Urracas. También se puede visitar la cocina con sus dos grandes chimeneas para cocinar las presas que servían en los banquetes reales.
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Castillo de los Moros
Nos regala unas magníficas vistas. Desde las almenas se divisa toda la ciudad de Sintra, el océano Atlántico, y en la montaña de enfrente el palacio de Pena. Construido en el siglo IX por los árabes como enclave defensivo quedó en el olvido después de la Reconquista. Hasta que el rey Fernando II de Portugal lo convirtió en un bonito parque como complemento a los jardines del palacio da Pena.
Turismo de Portugal
Quinta da Regaleira
Este edén repleto de misterios es otra fantasía de Sintra. Fue imaginado por el rico brasileño Antonio Carvalho Monteiro a principios del siglo XX. Hombre de espíritu científico, bibliófilo, coleccionista y gran filántropo encargó su singular proyecto al genio arquitecto italiano Luigi Manini. Está cargado con simbología cosmogónica, rincones y pasajes secretos que esconden historias relacionadas con la alquimia, la masonería y la mitología. Un ejemplo es el Pozo Iniciático (foto) que simboliza los nueve círculos del infierno, del purgatorio y del paraíso de la Divina Comedia de Dante. Se baja al infierno o se sube al cielo según el recorrido iniciático elegido. En el fondo del pozo se halla una rosa de los vientos sobre una cruz templaria, emblema heráldico de Monteiro.
AGE
Palacio de Monserrate
Este jardín de estilo romántico y exótico, ocupa unas 30 hectáreas. En el centro encontramos una original quinta de 1850 de inspiración morisca que perteneció a Sir Francis Cook como residencia de verano. Entre sus laberintos, cascadas, y fuentes sorprende la gran variedad de especies vegetales procedentes de todo el mundo y el acercamiento a zonas geográficas como el jardín mexicano y japonés. Es otro ejemplo de mezcla de estilos como el gótico, el manuelino y el oriental. Se puede visitar el interior.
Hemis / GTRES
Convento dos Capuchos
Tras recorrer siete kilómetros de zona boscosa (no llega el transporte público) encontramos este pequeño convento. Envuelto de un halo mágico y excavado en parte en la roca, nada tiene que ver con los palacios señoriales de la Sierra de Sintra. Fundado en el siglo XVI por Álvaro de Castro, hijo de un virrey de la India, albergó a ocho monjes capuchinos que convivieron en total austeridad durante dos siglos. Se pueden visitar las sencillas estancias pegadas a la roca y protegidas de la humedad con capas de corcho.
Shutterstock
Redacción
10 de julio de 2018
La fantasía de Sintra, la escapada perfecta desde Lisboa
Lisboa es una joya en sí misma. Desde sus históricos cafetines hasta sus coloridas casas, sus miradores y la idiosincrasia del pueblo lisboeta, afable y sincero. Sin embargo, si disponemos de más de tres días en la capital de Portugal la visita más recomendada es la fabulosa ciudad de Sintra. Esta se encuentra en el Parque Natural de Sintra-Cascais, al noroeste de Lisboa, a menos de una hora en tren.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco es uno de esos lugares que hay que visitar, al menos, una vez en la vida y resulta ser el complemento perfecto de una escapada a Lisboa.
Visitar Sintra es como entrar en un mundo de fantasía pero sin recurrir a una película de Disney. También es retroceder en el tiempo, en la época del Romanticismo, durante el siglo XIX. Una corriente que se originó en Europa como una reacción en contra del Neoclasicismo y el racionalismo de la Ilustración. Se caracterizó por sus formas abiertas, la revalorización del color, la libertad de tratar cualquier época de la historia, y la necesidad de expresar los sentimientos y pasiones del artista. Y todo ello se hace notar en la ciudad.
Los palacios y jardines de la Sierra de Sintra son un claro ejemplo de este movimiento cultural. El Palacio de Pena, con influencias del romanticismo germánico, es una mezcla de colores y estilos llevado a la máxima expresión. Los jardines colgantes de la Quinta da Regaleira es atravesar otro mundo: surrealista y hasta con toques alucinógenos. El Palacio de Monserrate con formas orientalistas, esta vez con influencias del romanticismo inglés, recrea un paraíso exótico. No es de extrañar que Lord Byron y Mary Shelley, escritores de referencia de la novela fantástica del siglo XIX, decidieran pasar temporadas en este enclave lleno de misticismo. Pero no todo son palacios de ensueño. Este lugar acogió desde el siglo XVI a monjes que vivieron en total austeridad, prueba de ello es el precioso Monasterio dos Capuchos.
Aunque lo habitual es una escapada de un día, Sintra tiene mucho que ofrecer y si es posible, se aconseja pasar al menos dos día allí. Es un destino muy popular y no es fácil escapar de las hordas de turistas. Se halla a 28 km al noroeste de Lisboa, hay trenes cada media hora y se tarda 40 min en llegar. En la misma estación encontramos el bus municipal 434 que recorre los puntos principales. Existen vuelos directos a Lisboa desde Barcelona y Madrid. También se llega a Lisboa en crucero con la naviera Princess Cruises.
Llegues como llegues, Sintra es una ciudad que atrapa y enamora al viajero. Y raro es aquel que termina visitándola una sola vez en la vida...
http://www.nationalgeographic.com.es/viajes/grandes-reportajes/ruta-italiana-por-costa-amalfitana_12688/2
Ruta italiana por la Costa Amalfitana
El viaje por este bello litoral al sur de Nápoles discurre entre valles, playas, acantilados y miradores. Un lugar perfecto para encontrar la inspiración y la tranquilidad.
Positano, un pueblo de postal
La cúpula recubierta de azulejos de la iglesia de Santa Maria Assunta preside este fotogénico pueblo de origen marinero. Un sendero panorámico recorre su litoral.
Fototeca 9x12
El golfo de Salerno desde Ravello
Desde los jardines de la elegante Villa Rúfulo de Ravello se contempla el golfo de Salerno.
Calas de ensueño
AWL Images
Entre Sorrento y Amalfi se abre un litoral con rincones irresistibles como Bagni della Regina Giovanna y la Cala Furore, en la fotografía, encajada entre acantilados.
Fototeca 9x12
Artesanía de la Costa Amalfitana
Cerámica típica de la localidad de Vietri Sul Mare.
Fototeca 9x12
Limoncello, el digestivo perfecto
Los limones que se cultivan en la Costa Amalfitana tiene fama de ser muy aromáticos. Con ellos se elabora la típica bebida limoncello.
Fototeca 9x12
Catedral de Amalfi
Una animada plaza y una regia escalinata preceden al duomo de San Andrés, con su portada dorada y un campanario rematado en cúpula.
Fototeca 9x12
Linda Baseggio
14 de julio de 2018
Ruta italiana por la Costa Amalfitana
Quizá los ingenieros de los Borbones, al estrenar en 1850 la carretera costera conocida como «amalfitana», no fueran conscientes de haber construido una maravilla de ruta. Fueron 18 años de duro trabajo excavando en la roca viva y siguiendo los caprichos de un litoral abrupto y sinuoso. Hoy, esta carretera que parece un vals y que muchos denominan la «cinta azul», es la Estatal 163 amalfitana. Sus 50 km escasos permiten descubrir los pintorescos pueblos de esta costa, desde Vietri sul Mare hasta Positano, meciéndonos en un viaje donde la naturaleza, la historia, la gastronomía y un nostálgico glamur se dan la mano.
La carretera «amalfitana» enlaza los pintorescos pueblos de esta costa italiana, situado al sur de Nápoles.
Resulta recomendable realizar esta ruta en primavera o en otoño para poder gozar así de la escapada sin el estrés del tráfico estival. Una alternativa al coche es moverse en transporte público (autobús o tren), o también, si el clima y las ganas lo permiten, alquilar una moto para viajar con mayor libertad.
Aldeas marineras
Nuestro itinerario de este a oeste por la Costa Amalfitana comienza en Vietri sul Mare, a 3 km de Salerno. Este pueblo marinero, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es famoso por sus riggiole (azulejos) azules, amarillas y turquesas que, desde hace siglos, decoran calles e iglesias, mientras las vasijas de barro esmaltado se pueden encontrar en las tiendas y en los restaurantes.
A unos 6 km se halla Cétara. Se trata de un lugar muy popular por sus tabernas de pescado fresco y por la colatura di alici, una salsa de anchoas en salazón prensadas en orzas, herencia del garum romano. Junto con el cuòppo (cucurucho de pescado frito), los espaguetis con colatura di alici son los platos más típicos de esta localidad marinera.
La «amalfitana» a veces discurre a pocos metros del mar y otras se encarama por las laderas, como cuando linda con el pueblo agrícola de Erchie. Al oeste, pasado el asentamiento rupestre (siglo x) de Santa Maria d’ Olearia, aparecen Maiori y Minori (Reghinna Maior y Reghinna Minor en la época romana), separadas por 1 km escaso y unidas por diversos senderos.
En Minori se puede visitar el Museo Antiquarium, que recoge el pasado romano de estas localidades. Es recomendable, además, degustar la tarta de requesón y peras –aseguran que allí la inventaron–, la tarta Delicia y el universal limoncello, elaborados con el limón sfusato (alargado) amalfitano. Por su lado, en Maiori, donde presumen de tener la playa más larga de esta costa, se puede pasear hasta el castillo medieval de Thoro Plano y la colegiata de Santa Maria a Mar.
El limoncello es la bebida más típica de esta costa
Precisamente en Maiori nace el desvío a Tramonti, un municipio esparcido por los montes Lattari.
De nuevo junto al mar comienza el que dicen es el tramo más bello de la Costa Amalfitana. Aquí nos recibe Atrani, aldea pesquera donde predominan los callejones cubiertos, las scalinatelle (escaleritas) y los patios ocultos y llenos de flores.
De nuevo junto al mar comienza el que dicen es el tramo más bello de la Costa Amalfitana. Aquí nos recibe Atrani, aldea pesquera donde predominan los callejones cubiertos, las scalinatelle (escaleritas) y los patios ocultos y llenos de flores.
Ravello, en el golfo de Salerno
Tras 8 km de curvas se llega a Ravello, con el mirador más famoso de este litoral, que mira al golfo de Salerno. Pueblo elegante y retiro de intelectuales y artistas, Ravello cuenta con dos villas de estilo ecléctico y preciosos jardines. La Villa Rúfolo, del siglo XIII, donde el compositor alemán Richard Wagner ambientó su Parsifal, y la Villa Cimbrone, con la llamada «Terraza del Infinito», para muchos el panorama más romántico de Italia. En contraste, el municipio hospeda desde 2010 el auditorio del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, que le han valido a Ravello el sobrenombre de «ciudad de la música».
La Costa Amalfitana está llena de villas y miradores desde los que contemplar el horizonte
Llegamos a Amalfi, la ciudad que da nombre a esta costa y un enclave de pasado rico y opulento. Se comprueba al ver la fachada policromada del Duomo (siglo XIII), que guarda un deslumbrante interior y el delicado claustro del Paraíso. Salpicada de terrazas y restaurantes, es una delicia recorrer la calle de los Mercantes, memoria viva de la próspera República Marinera de Amalfi de los siglos X al XV.
La navegación debe mucho a esta localidad, ya que aquí se crearon las Tablas Amalfitanas, el primer código de derecho marítimo de la Edad Media, gracias al cual los amalfitanos acabaron con el monopolio árabe del comercio mediterráneo. La visita al Museo del Papel, en el llamado Valle de los Molinos, desvela los secretos de la Charta Bambagina, un tipo de papel hecho con algodón, lino y cáñamo blancos, aún requerido por artistas de todo el mundo.
La navegación debe mucho a esta localidad, ya que aquí se crearon las Tablas Amalfitanas, el primer código de derecho marítimo de la Edad Media, gracias al cual los amalfitanos acabaron con el monopolio árabe del comercio mediterráneo. La visita al Museo del Papel, en el llamado Valle de los Molinos, desvela los secretos de la Charta Bambagina, un tipo de papel hecho con algodón, lino y cáñamo blancos, aún requerido por artistas de todo el mundo.
Una sorpresa de la naturaleza nos espera en Conca dei Marini, una diminuta aldea encajada entre acantilados. En su litoral se esconde la Grotta dello Smeraldo, una maravilla geológica descubierta en 1932. Este inmenso espacio inundado sembrado de estalagtitas y estalagmitas está bañado por una luz verde esmeralda procedente de la luz del sol que se filtra a través de una entrada submarina.Otro atractivo natural cercano es la cala Furore, dos paredes entre las que se encajan una anhelada cala de 25 m escasos y un puñado de monazzeni (casas de pescadores).
Después de Praiano y la playa de Gavitella, donde dicen se puede ver el mejor atardecer de esta costa, aparece Positano, hoy un balneario de élite y uno de los pueblos más bonitos por sus casas dispuestas de forma escalonada. Los lilas de las buganvillas y el amarillo de los limones irrumpen en los callejones encalados y en los recónditos jardines. Allí, mientras se pasea, vienen a la mente las palabras del nobel americano John Steinbeck (1902-1968) quien, en 1953, definió Positano como «un lugar que no es real mientras estás allí, pero que sí lo es en cuanto te vas».
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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