Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG.,por considerar de importancia, hemos tomado un reportaje de la Revista National Geographic, que aporte información sobre lo que fue el Imperio de Los Incas, que narra que la conquista dle Cusco por los españoles no significó el fin del Tahuantinsuyo, sino que hubo resistencia por más de 40 años en el corazón de Los Andes.
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/el-dia-que-se-fraguo-el-fin-del-imperio-inca_6764
Un 16 de noviembre de 1532, los conquistadores españoles del Perú concertaron una reunión con Atahualpa, el último soberano inca
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/el-valle-sagrado-de-los-incas_9676/6
Situado a los pies de los Andes, el valle que rodea Cuzco tuvo gran importancia para los incas, que lo sembraron de palacios, templos y fortalezas que hoy son Patrimonio Mundial
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/reino-perdido-incas_13519/1
La conquista de Cuzco por los españoles no comportó el final de la resistencia inca, que se mantuvo viva cuarenta años en el corazón de los Andes
El Valle sagrado
Vista del cañón del Urubamba desde la ciudadela inca de Machu Picchu, situada a 600 metros de altura sobre la corriente.
FOTO: Günther Bayerl / Lookphotos / Gtres
Los grandes soberanos
Esta genealogía del siglo XVIII muestra a los Incas desde el primero, Manco Capac, hasta Atahualpa, vencido por los españoles.
FOTO: Christie's Images / Scala, Firenze
Machu Picchu
En 1909, el estadounidense Hiram
Bingham llegó por primera vez a Perú, decidido a encontrar
Vilcabamba. En 1911, durante una nueva expedición, alcanzó Machu
Picchu.
FOTO: Susanne Kremer / Fototeca 9x12
Francisco Pizarro
El conquistador del Perú, en un grabado holandés fechado en 1673.
FOTO: AKG / Album
Choquequirao
En el siglo XIX, Antonio Raimondi (un
geógrafo italiano naturalizado peruano) exploró este imponente enclave
andino y creyó que se trataba de Vilcabamba la Grande, una
identificación hoy descartada.
FOTO: Alex Robinson / AWL Images
Un imperio gigantesco
Seres divinos, los Incas gobernaron
un imperio que se extendía sobre 4.000 km de los Andes, y con unos 12
millones de habitantes, como muestra este mapa.
FOTO: NGS Maps
Tocador de flauta
Figura inca de plata procedente de Perú. Siglos XIII-XVI.
FOTO: Granger / Album
Convento de santo Domingo
Se edificó en Cuzco sobre el templo inca del Sol, el Coricancha. Su basamento se ve en el muro curvo del primer plano.
FOTO: Alamy / ACI
El Centro del poder
En la plaza de Armas de Cuzco fueron ejecutados Atahualpa (en 1533, muerto a garrote), y Tupac Amaru (decapitado en 1572).
FOTO: Franck Guiziou / Gtres
Vaso inca
Cerámica inca en forma de serpiente, hallada en la zona de Lima. Siglos XIII-XVI.
FOTO: Granger / Album
Oro inca
Lámina de oro repujado con motivos animales. Arte inca. Museo de América, Madrid.
FOTO: Oronoz / Album
Sacsahuaman
Esta fortaleza inca defendía Cuzco, y desde aquí pusieron sitio los rebeldes incas a los españoles en 1536.
FOTO: Fotosearch / AGE Fotostock
María del Carmen Martín Rubio
El reino perdido de los incas
Desde épocas tempranas, en los territorios andinos habitaron etnias presididas por un sinchi o curaca, algunas de las cuales fueron muy poderosas. Pero, a pesar de su poder, no pudieron evitar que a
mediados o finales del siglo XIII se instalaran en sus territorios los
Incas, una etnia procedente de Taipicala, en la actual Bolivia, y que en uno de sus valles crearan un nuevo señorío: Q’osqo, "el Ombligo", nombre después transformado en Cuzco y Cusco; en él, Manco Capac se proclamó rey a sí mismo y a sus sucesores, estableció las primeras leyes de gobierno y se declaró representante del dios Sol en la tierra.
Eran los comienzos del Tahuantinsuyo, un pueblo dominador que a
partir del noveno monarca, Inca Yupanqui Pachacuti, y de su hijo Tupac
Inca Yupanqui, ejerció en América del Sur un papel similar al de
Roma en Europa, tanto por su gran expansión territorial como por la
unidad cultural que impuso en los lugares que sometió: desde el río Ancasmayo, en Colombia, hasta el río Bio-Bio, en Chile, lo que incluye las actuales repúblicas de Ecuador, Perú, Chile y el noroeste de Argentina. En estos territorios, los Incas (los soberanos de aquel pueblo) impusieron un riguroso orden social bajo el control de un poderosísimo ejército, férreamente disciplinado. Sin embargo, en 1534, tan sólo ciento sesenta y ocho hombres extranjeros abatieron a aquel gran Estado y se apoderaron, sin apenas resistencia, de sus extensos territorios.
Los Incas impusieron un riguroso orden social bajo el control de un poderosísimo ejército
Las causas del derrumbre del Tahuantinsuyo se encuentran en
la guerra por la posesión del trono que desde 1527 sostenían Huascar y
Atahualpa, los dos hijos del poderoso monarca Huayna Capac. En
ella había muerto mucha gente, incluso los componentes de las panacas o
familias reales, los gobernantes de las ciudades y hasta el mismo
Huascar, el heredero cuzqueño. El pueblo se hallaba huérfano y en manos del vencedor Atahualpa, que era casi un extranjero
pues, aunque el cronista Juan de Betanzos dice que había nacido en
Cuzco, había pasado casi toda su vida en Quito, al norte del
Tahuantinsuyo. A ese caos se unió el desconcierto que
produjo la presencia de gentes extrañas cabalgando sobre animales
desconocidos, a las que tomaron por viracochas: dioses blancos barbados.
Todos estos factores llevaron a que apenas hubiera resistencia cuando, el 16 de noviembre de 1532, Atahualpa fue hecho prisionero por el español Francisco Pizarro y los hombres que le acompañaban.
Surge la resistencia
Una vez superado el asombro inicial, los ciudadanos andinos comenzaron a sentir un gran rechazo hacia los españoles. La situación llegó a ser tan tensa que el adelantado Francisco Pizarro, que gobernaba en nombre del emperador Carlos V, tuvo que nombrar Inca a Tupac Hualpa
o Toparpa, un príncipe cuzqueño hijo de Huayna Capac, para que fuera
intermediario entre él y los muchos pueblos que formaban el
Tahuantinsuyo. Creyó que así tranquilizaría a los aborígenes; pero no lo
consiguió, porque éstos no obedecieron al nuevo monarca a quien, por cierto, muy pronto envenenó el general de Atahualpa, Chalcuchima. Muertes y saqueos generaron un fuerte clima de inseguridad en la Nueva Castilla, como ahora se llamaba el Tahuantinsuyo, por lo que Pizarro intentó normalizar la situación eligiendo en 1533 como nuevo Inca a otro hermano del fallecido Atahualpa.
El príncipe tomó el nombre de Manco Inca, y, aunque
en los primeros momentos luchó a favor de los españoles y en contra de
los quiteños del ejército de Atahualpa, desde su llegada al trono mantenía oculta la loable pretensión de poder restaurar el reino de sus antepasados.
Pero los extranjeros ya habían fundado ciudades de corte castellano en
las que el estamento indígena jugaba un papel muy importante realizando
trabajos para ellos y, bajo esa nueva estructura urbana y social, el Inca veía que era muy difícil poder echar a los españoles, puesto que su poder como Inca no era efectivo, sino ficticio y dependiente de Francisco Pizarro.
Manco Inca mantenía oculta la pretensión de restaurar el reino de sus antepasados
Un día logró salir de Cusco con el pretexto de ir a buscar una estatua de oro macizo que había ofrecido a Hernando Pizarro y no volvió. De inmediato atacó y mató a españoles residentes en pueblos cercanos y después convocó a doscientos mil aborígenes para poner cerco a Cuzco; corría el año 1536. El asedio duró trece o catorce meses; durante ese tiempo las tropas del Inca estuvieron a punto de aniquilar a los españoles, pero
éstos finalmente las derrotaron. Tampoco pudo vencer en otro cerco que,
sobre las mismas fechas, puso a la Ciudad de los Reyes su general Quiso
Yupanqui.
El reino de la selva
Manco no se dio por vencido. Reunió a sus súbditos y les comunicó que había decidido iniciar una nueva guerra desde la selva de Vilcabamba,
zona de muy difícil orografía situada a 175 kilómetros de Cusco. Allí,
desde el reinado del décimo monarca Tupac Inca Yupanqui, sus antepasados
habían fundado ciudades. Manco partió hacia Vilcabamba acompañado por un gran número de aborígenes,
se instaló en la ciudad de Vitcos e inició una guerra de guerrillas en
la que sus huestes atacaban a los que transitaban por los caminos y
destruían las casas de los pueblos de la sierra.
Los españoles estaban decididos a terminar con el foco rebelde. En 1539, Gonzalo Pizarro (hermano de Francisco) atacó Vitcos, mató a muchos hombres de Manco y, aunque éste logró escapar, tomó prisionero a su hijo, el pequeño Tito Cusi. Desde entonces, Manco no se sintió seguro en Vitcos y, junto con su gente, emprendió el camino hacia Quito. Mas al llegar a Guamanga (la actual Ayacucho), advirtiendo que había españoles por todas partes, regresó a Vilcabamba y fundó ciudades por todas sus montañas, entre ellas Vilcabamba, a la que hizo capital del reino. Manco Inca gobernó hasta 1544, cuando fue asesinado por varios españoles
y un mestizo a los que había dado asilo. Al morir dejó tres hijos: dos
legítimos, Sayri Tupac y Tupac Amaru, y otro ilegítimo, Tito Cusi
Yupanqui.
Manco Inca gobernó hasta 1544, cuando fue asesinado por varios españoles y un mestizo
El reinado de su sucesor, Sayri Tupac, comenzó con guerra,
pero el virrey Andrés Hurtado de Mendoza logró que abandonara la selva,
se fuera a vivir al Valle Sagrado de los Incas y hubiera paz en
Vilcabamba. Paz que no duró mucho, porque su hermanastro Tito Cusi Yu-
panqui se proclamó nuevo soberano y reinició la guerra. Las autoridades
españolas entablaron nuevas negociaciones y en 1568 lograron que
entraran frailes a predicar el evangelio.
El fin de Vilcabamba
Muchos de los moradores de Vilcabamba se bautizaron, entre ellos el Inca, quien en 1570 escribió una Instrucción a Felipe II en la que justificaba el alzamiento y pedía derechos al rey de España como descendiente del Tahuantinsuyo. Pero, de repente, se sintió enfermo y veinticuatro horas después murió. Algunos cronistas dicen que falleció debido a una pulmonía, y otros, a que fue envenenado por sus capitanes, temerosos de abandonar la selva y caer en manos de los españoles.
Sayri Tupac murió de repente, unos dicen que por una pulmonía y otros, envenenado
Le sucedió en el trono Tupac Amaru, el heredero
legítimo, a quien Tito Cusi había tenido encerrado en las Casas de las
Vírgenes del Sol, una especie de monasterios donde residían las mujeres
consagradas a esta divinidad. Por entonces, el virrey del Perú era Francisco de Toledo, a quien Felipe II había encargado que pusiera fin a la insurrección. El virrey envió a Vilcabamba un mensajero para iniciar conversaciones,
pero los guerreros del Inca lo mataron antes de que se entrevistara con
él. Cuando Toledo lo supo, armó un ejército de 250 hombres y a finales
de mayo de 1572 lo envió a la selva al mando del general Martín Hurtado
de Arbieto. El día 24 de junio, uno de sus capitanes, Martín García Oñaz de Loyola, se apoderó de la capital y seguidamente capturó a Tupac Amaru que, al ser atacado, había mandado quemar la ciudad. El Inca fue llevado a Cuzco donde, tras ser juzgado, sería decapitado en la Plaza de Armas.
Después de estos hechos, el virrey mandó fundar una gobernación y una nueva capital en Vilcabamba: San Francisco de la Victoria. Pero, considerando los vecinos que era un sitio insano y que se hallaba alejado del área minera, la trasladaron a otro lugar, donde aún existe con el nombre de Vilcabamba la Nueva;
más tarde, la zona pasó a ser un corregimiento y a partir de la
independencia de Perú fue integrada en la provincia de La Convención.
Para entonces, el reino de los Incas rebeldes ya había caído en el olvido, pues, con el paso del tiempo, la selva se había adueñado de las calzadas y las ciudades que los últimos señores del Tauhantinsuyo habían construido en el corazón de los Andes.
Para saber más
En el encuentro de dos mundos: los incas de Vilcabamba. María del Carmen Martín Rubio. Atlas, 2004.
Historia del origen, y genealogía real de los reyes ingas del Piru. De sus hechos, costumbres, trajes, y manera de gobierno. Fray Martín de Murúa. Testimonio, 2004.
Suma y narración de los Incas. Juan de Betanzos (ed. María del Carmen Martín Rubio). Universidad de San Marcos, 2010.
El día que se fraguó el fin del Imperio inca
Un 16 de noviembre de 1532, los conquistadores españoles del Perú concertaron una reunión con Atahualpa, el último soberano inca
Los funerales del inca
Foto: Museo de arte de Lima 15 de noviembre de 2012
El 15 de noviembre de 1532, Francisco Pizarro (1478-1541), el gobernador nombrado por el rey de España para ultimar la conquista del Perú, entró con sus tropas en la ciudad de Cajamarca, que se encontraba prácticamente desierta. Buscaba un encuentro decisivo con el soberano inca Atahualpa, quien preparaba su entrada triunfal en Cuzco tras haber resultado vencedor de la cruenta guerra de sucesión que le había enfrentado a su hermano Huáscar.
Atahualpa y su ejército, de unos 30.000 hombres, se habían
concentrado a las afueras de Cajamarca con el fin de entrevistarse con
los conquistadores españoles. Pizarro envió al campamento de Atahualpa una embajada compuesta por Hernando Pizarro, su hermano, y Hernando de Soto,
que solicitaron al inca una audiencia con el gobernador. Atahualpa,
infravalorando la fuerza de los españoles, aceptó, y el encuentro tuvo
lugar el día siguiente, el 16 de noviembre.
Acusado de idolatría y rebeldía
Desde la plaza de Cajamarca, los españoles vieron avanzar la impresionante comitiva inca, de radiante colorido. Los conquistadores españoles le habían preparado una encerrona. Tan sólo le recibió el capellán, Vicente de Valverde. Sostenía una cruz y una Biblia y le hablaba al Inca de la necesidad de reconocer al emperador Carlos V y
al único Dios. Atahualpa pidió al capellán el libro y lo arrojó al
suelo diciendo que a él "no le decía nada". El capellán se retiró
mientras Atahualpa profería amenazadoras exclamaciones.
Atahualpa pidió al capellán el libro y lo arrojó al suelo diciendo que a él "no le decía nada"
Los españoles lo apresaron y trasladaron a empujones al
interior del palacio de la ciudad. Meses después, Atahualpa ofreció a
Pizarro llenar una estancia de oro y plata a cambio de obtener la
libertad. Sin embargo, y aunque pagó un gran rescate, fue
procesado y condenado a morir en la hoguera, acusado de idolatría y
rebeldía. Aunque se bautizó para evitar la hoguera, el 26 de julio de 1533 murió por garrote con el nombre de Francisco de Atahualpa. Su muerte significó el hundimiento definitivo del Imperio inca.
El Valle Sagrado de los incas
Situado a los pies de los Andes, el valle que rodea Cuzco tuvo gran importancia para los incas, que lo sembraron de palacios, templos y fortalezas que hoy son Patrimonio Mundial
Una ciudadela real
Pisac se halla a 30 kilómetros de la
capital del Imperio inca, Cuzco. Se cree que fue construida por
Pachacuti para conmemorar su victoria sobre los cuyos.
ALEX ROBINSON / AWL-IMAGES
El creador del gran imperio andino
Pachacuti, el primer gran soberano del Imperio inca. Óleo del siglo XVIII.
BRIDGEMAN / ACI
Santuario de Machu Picchu
El símbolo más conocido del Imperio
inca se alza a los pies del Huayna Picchu, a una altura de 2.438 metros.
Fue erigido en el reinado del Inca Pachacuti, en torno a 1450.
CHARLES DUNCOMBE / AGE FOTOSTOCK
El gemelo de Machu Picchu
Choquequirao fue una combinación de ciudadela y centro ceremonial, muy semejante a Machu Picchu. fue construido por el Inca Tupac Yupanqui.
ALEX ROBINSON / GETTY IMAGES
Grandes constructores
Los incas labraron grandes bloques de
piedra (algunos de cien toneladas) sin usar útiles de hierro y los
ensamblaron sin argamasa. Según el inca Garcilaso de la Vega, daban
forma a los bloques golpeándolos con unas piedras negras. Grabado de la Nueva crónica y buen gobierno de Felipe Huamán Poma de Ayala.
Dea / Album; Color: José Luis Rodríguez
La ciudadela de Ollantaytambo
Con sus calles empedradas, edificios
colosales, un templo dedicado al Sol y unos amplios andenes agrícolas,
Ollantaytambo fue una de las propiedades reales más importantes erigidas
por Pachacuti en el Valle Sagrado.
HERVÉ HUGHES / GTRES
El Valle Sagrado de los incas
Colombia hasta el centro de Chile y ocupaba gran parte de los territorios andinos de Perú, Bolivia y el norte de Argentina. El imperio de las Cuatro Regiones del Sol, o Tahuantinsuyo,
se extendía a lo largo de más de 4.000 kilómetros de norte a sur y
estaba articulado por una impresionante red viaria, de 40.000 kilómetros
de extensión total. El centro neurálgico de aquel poderoso Estado se
situaba en el corazón de la sierra peruana: en una amplia zona a más de
3.000 metros de altitud en la que se alzaba la ciudad de Cuzco, capital
del Imperio y corte de los Incas. Esta área estaba atravesada por el
denominado Valle Sagrado, un territorio que se extiende a lo largo del río Vilcanota-Urubamba, de extraordinaria riqueza agrícola y jalonado por una serie de espléndidas fortalezas incaicas.
En el siglo XV, dos soberanos incas, Pachacuti Yupanqui y Tupac Yupanqui, crearon un inmenso imperio en Sudamérica, que iba desde el sur de la actual
El Vilcanota era un río sagrado para los incas, quienes veían en este
curso de agua la contraparte terrestre de la Vía Láctea. El río nace en
los glaciares de la cordillera de Vilcanota y cambia su nombre al de
Urubamba en su descenso hacia la espesura de las selvas amazónicas en la
región andina. En su trayecto une dos de las montañas más sagradas para aquella civilización precolombina: el monte Ausangate y el pico Salcantay.
Sus aguas se nutren de la nieve procedente del deshielo del pico
Verónica o Wacay Wilca, una montaña femenina considerada «esposa» del
Salcantay. Justamente en el extremo de un filo que desciende del
Salcantay, sobre un promontorio rodeado por las aguas del río Urubamba,
los incas construyeron la extraordinaria ciudadela ceremonial de Machu
Picchu, estancia real de los primeros emperadores y centro sagrado para
el culto a las montañas circundantes.
Un paisaje espectacular
El valle del río Urubamba ha sido desde épocas muy antiguas un área
privilegiada para el cultivo del maíz, en razón de su moderada altitud y
de que se encuentra protegido de los fuertes vientos del altiplano. Ya
en tiempos de los incas constituía, además, un importante corredor hacia
las selvas nubosas o yungas donde se cultivaba la hoja de coca, de
enorme importancia ritual en el mundo andino. En efecto, el cultivo de la coca era una de las actividades productivas de mayor importancia en los alrededores de Machu Picchu, tal como lo acreditan las fuentes históricas y etnológicas.
El cultivo de la coca era una de las actividades productivas de mayor importancia en los alrededores de Machu Picchu
El nombre de Valle Sagrado se aplica al tramo del valle del río Urubamba que comprende los poblados de Pisac, Calca, Yucay, Urubamba y Ollantaytambo.
Aquí, el río discurre entre canchones de cultivo y laderas con
empinadas andenerías (las terrazas de cultivo de la zona). Los
promontorios rocosos más abruptos están coronados con imponentes ruinas
de ciudadelas fortificadas. Hacia lo alto se yerguen los montes
Pitusiray, Sahuasiray, Verónica y Chicón, con sus cimas de nieves
perpetuas.
Al igual que Machu Picchu, los más importantes complejos ceremoniales en el corazón del Valle Sagrado fueron construidos a mediados del siglo XV,
durante el reinado del primer gobernante histórico inca, Pachacuti
Yupanqui (1438-1471). Las ruinas de Pisac y Ollantaytambo brindan
testimonio de la habilidad de los incas para combinar las formas del
paisaje natural con la arquitectura ceremonial en piedra y los conjuntos
de terrazas de cultivos adyacentes. Dichas ciudadelas constituían
lugares aptos para la iniciación de los expertos en rituales, en virtud de la proximidad y las vistas de los picos montañosos que las rodean.
Estas «ciudadelas-fortalezas», que combinan rasgos ceremoniales y
defensivos, suelen aparecer emplazadas en las estribaciones orientales
de los Andes. Su función consistía en vigilar las fronteras y prevenir ataques sorpresivos
por parte de los antis u otros pueblos nómadas que habitaban las
forestas. Asimismo, por su monumentalidad arquitectónica y sus
cualidades escenográficas, cabe pensar que estos complejos fueron
diseñados para causar admiración reverencial en las etnias andinas
vecinas, en particular los chancas, tradicionales rivales de los
quechuas de Cuzco.
Pisac, centro de control
La más extensa de las fortalezas del Valle Sagrado y
de toda la civilización inca es la de Pisac. Enclavada en un abrupto
promontorio rocoso, los caminos que conducen a ella desafían precipicios
y atraviesan túneles excavados en la roca. El corazón del asentamiento
comprende un templo dedicado al Sol o intihuatana, que
incluye algunos de los más exquisitos ejemplos de arquitectura incaica
en piedra canteada. El sector denominado Kalla Q’asa cuenta asimismo con
una cadena de baños rituales.
Las alturas de Pisac dominan visualmente los acantilados rocosos al
otro lado de la garganta de Quitamayo, cuyas cuevas fueron utilizadas
con fines funerarios. En tiempos de los incas era frecuente que los
cuerpos de los difuntos fuesen colocados en cuevas o machays, a las que
se denominaba mallquihuasis o «casas de los ancestros momificados». Lamentablemente, la mayor parte de los enterramientos en la necrópolis de Pisac fueron saqueados
por buscadores de tesoros antes de que los arqueólogos los pudieran
estudiar. Desde un punto de vista militar, este enclave fortificado
situado a los pies de los Andes orientales controlaba el acceso hacia
Paucartambo y hacia las frondosas yungas de la Amazonia peruana.
Sin embargo, pese a su estratégica localización, no se conocen
evidencias que atribuyan a Pisac un papel destacado durante la
resistencia inca a la ocupación española.
Un imponente conjunto de andenerías de cultivo desciende por las empinadas faldas de la montaña, en dirección al poblado colonial de Pisac, hoy día famoso por su pintoresco mercado dominical. Al fondo se yergue la figura del Pachatusan, una montaña sagrada a la que los incas reverenciaban como «sostén del mundo».
Una ciudadela que vigila el valle
Además de las ciudadelas que funcionaban como centros ceremoniales, enclaves fortificados y estancias reales, el Incanato sostenía un sistema de chasquihuasis.
Estas pequeñas instalaciones situadas junto a los caminos proveían de
alojamiento a los mensajeros o chasquis, quienes cumplían velozmente su
labor mediante un eficaz sistema de postas. También existían corpahuasis o casas de peregrinos y acllahuasis, destinados a la reclusión de las mujeres elegidas, a las que los conquistadores españoles denominaron «vírgenes del sol».
Ollantaytambo fue la única fortaleza desde la cual los incas lograron resistir con éxito el embate de la caballería española
Uno de los mejores ejemplos de planificación urbana incaica que subsiste hasta nuestros días es el poblado de Ollantaytambo.
Atravesado por acequias, conserva casi intactas las canchas –corrales
para animales, normalmente llamas– en torno a las cuales se disponen las
viviendas, construidas en adobe y techadas en paja. La ciudadela
homónima cuenta con un templo en la cima de la colina, que fue construido con piedras megalíticas transportadas desde una cantera situada al otro extremo del valle.
Si bien la construcción del templo quedó finalmente inconclusa, se
advierte que el trabajo en piedra es de muy elevada calidad y se cree
que los incas habrían empleado para esta tarea a maestros lapidarios
procedentes de la región del lago Titicaca. Desde este promontorio,
sacralizado con su templo megalítico, descienden empinadas terrazas para
el cultivo del maíz, el cual era almacenado en un granero o colca
situado a gran altura sobre las abruptas laderas del monte Pinkuylluna,
frente a la fortaleza.
Las leyendas atribuyen el topónimo de esta ciudadela a Ollanta,
un general de las milicias de Pachacuti, que se habría enamorado de la
hija predilecta del emperador. Lo cierto es que durante la conquista
europea, Ollantaytambo fue la única fortaleza desde la cual los incas lograron resistir con éxito el embate de la caballería española, comandada por el hermano menor de Francisco Pizarro, Gonzalo.
Recuperar el pasado
Durante las cuatro décadas que siguieron a la invasión española, la
historia del valle del Urubamba quedó inextricablemente unida a la
resistencia ejercida por los Incas rebeldes. En 1536, tras alzarse
contra los españoles en Cuzco, Manco Inca instaló sus cuarteles en el
poblado de Calca. Sus sucesores, Sayri Tupac, Titu Cusi y Tupac Amaru,
lograron mantener viva la resistencia desde la planicie de Vilcabamba, oculta en los contrafuertes andino-amazónicos.
Finalmente, a raíz de las negociaciones mantenidas con los
conquistadores, el Inca Sayri Tupac emergió de la foresta para visitar
Cuzco antes de instalarse en el poblado de Yucay, donde murió en
circunstancias sospechosas, al parecer por envenenamiento. Las ruinas de
su pequeño palacio constituyen uno de los raros ejemplos de arquitectura incaica posterior a la conquista existentes en el valle.
Actualmente, son numerosos los arqueólogos peruanos y los equipos
internacionales de investigadores que estudian los complejos
arquitectónicos incaicos junto al río Urubamba. Aventureros, caminantes,
amantes del turismo místico y viajeros ilustrados engrosan las filas de
visitantes que llegan al valle. Muchos quizá no detengan su apresurado
peregrinar hacia el Camino del Inca y Machu Picchu. Sin
embargo, en el Valle Sagrado aún es posible caminar con tranquilidad,
descubriendo parajes de inusitada belleza natural, mientras se admira el
legado de los incas, custodiado en esta majestuosa región de los Andes orientales.
Para saber más
Historia de los incas. P. Sarmiento de Gamboa. Miraguano, 2001.
En el encuentro de dos mundos: los incas de Vilcabamba. Mª del Carmen Martín Rubio. Atlas, Madrid, 1988.
NATIONAL GEPGRAPHICEn el encuentro de dos mundos: los incas de Vilcabamba. Mª del Carmen Martín Rubio. Atlas, Madrid, 1988.
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
ayabaca@gmail.com
ayabaca@hotmail.com
ayabaca@yahoo.com
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Excelente ! Gracias por compartir ! Feliz gin de semana Chemita ! Felicidades y bendiciones.
ResponderEliminarMás interesante que vacan
ResponderEliminarHermoso gracias por compartir.
ResponderEliminarFelicitaciones Chema por deleitar está maravillosa.cultura Incaica.
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