Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, ha elaborado un reportaje que en la época del Renacimiento en tiempos de la Edad Moderna, sobre las vicisitudes que sufrían los sordomudos que eran discriminados, y que durante los Siglos XVI y XVII, dos españoles: Juan Pablo Bonet y Lorenzo Hervás y Panduro; elaboraron un abecedario para enseñar a leer a los mudos, antecedentes del moderno lenguaje de signos de los sordomudos.
La lengua de señas o lengua de signos es una lengua natural de expresión y configuración gesto-espacial y percepción visual (o incluso táctil por ciertas personas con sordoceguera), gracias a la cual, los sordos pueden establecer un canal de comunicación con su entorno social, ya sea conformado por otros sordos o por cualquier persona que conozca la lengua de señas empleada. Mientras que con el lenguaje oral la comunicación se establece en un canal vocal-auditivo, a diferencia del lenguaje de señas que lo hace por un canal gesto-viso-espacial.
El 26 de septiembre es el día internacional del déficit auditivo a nivel mundial.
https://es.wikipedia.org/wiki/Lengua_de_se%C3%B1asWIKIPEDIA.
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/renacimiento-y-invencion-lengua-signos_13360
Entre los siglos XVI y XVII, dos españoles elaboraron un abecedario para enseñar a leer a los mudos, antecedente del moderno lenguaje de signos de los sordomudos
Signos para sordos
"Abecedario demostrativo" para sordos, de Juan Pablo Bonet. 1620. Biblioteca Nacional, Madrid.
FOTO: Biblioteca Nacional de España
Enseñando a comunicarse
Charles-Michel de l'Épée dando clases en su instituto de sordomudos de París. Óleo por Frédéric Peyson.
FOTO: Bridgeman / ACI
Portada del libro de Bonet
En 1620, Juan Pablo Bonet publicó la primera obra conservada sobre la educación de los discapacitados auditivos: Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar a los mudos.
FOTO: Biblioteca Nacional de España
Inés Antón Dayas
12 de enero de 2019
El Renacimiento y la invención de la lengua de signos
A lo largo de la historia, los sordos han sido sistemáticamente marginados y relegados al olvido. Una persona sorda era considerada incapaz para todo por el hecho de no poseer la capacidad de la audición o del habla. Así, el derecho romano negaba a un sordo de nacimiento el derecho a firmar un testamento,
"porque se presume que no entiende nada y es como hombre muerto; por lo
que no es posible haya podido aprender nunca a leer y escribir". Y san
Agustín afirmaba: "Aquel que no tiene oído no puede oír, y el que no
puede oír jamás podrá entender, y la falta de oído desde el nacimiento impide la entrada de la fe". Fue sólo en
el siglo XVI cuando se realizaron los primeros intentos de sacar a los
sordos de esta situación de discriminación y falta de reconocimiento,
enseñándoles a hablar y comunicarse como los demás.
En la Antigüedad, Aristóteles había sostenido que los sordos de nacimiento carecen de ideas morales y de capacidad de pensamiento abstracto
y que por ello, aun aquellos que no son realmente mudos, no pueden
hablar; "pueden dar voces, mas no pueden hablar palabra alguna". En
cambio, autores del Renacimiento como Rodolfo Agrícola y Gerolamo Cardano rechazaron esta tesis y sostuvieron que a los sordos sí se les podía enseñar a hablar.
La primera experiencia positiva en este sentido la llevó a cabo un
español, el monje benedictino Pedro Ponce de León (h. 1506-1584), quien
logró enseñar a hablar a dos niños sordos de nacimiento, sobrinos de
Pedro de Velasco, IV condestable de Castilla. Al parecer, Ponce plasmó
por escrito su método de enseñanza, pero de esta obra no queda vestigio
alguno.
El infundio se extiende
En 1620, Juan Pablo Bonet publicó la primera obra conservada sobre la educación de los discapacitados auditivos: Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar a los mudos. En ella, Bonet criticaba los métodos brutales que hasta entonces se usaban para hacer que los sordos hablaran,
a base de "violentas voces" y "atormentándoles la garganta". En su
lugar, Bonet proponía un "arte claro y fácil" por el que los sordos
aprenderían a pronunciar las palabras y a construir progresivamente
frases con sentido.
El primer paso en este proceso lo constituía el "alfabeto demostrativo", en el que cada letra era expresada mediante una figura de la mano derecha. Este alfabeto, muy semejante al de la lengua de signos actual, estaba inspirado en la mano aretina o mano musical, un
sistema de signos creado por un monje italiano en la Edad Media para
ayudar a los cantantes a leer a primera vista las notas musicales. El mudo debía identificar cada letra de este alfabeto con los sonidos que el maestro le enseñaba a emitir.
El proceso de aprendizaje era complejo, sobre todo cuando se pasaba a
los términos abstractos, las conjunciones y los verbos. Bonet
recomendaba que los allegados del sordo se sirvieran del alfabeto
demostrativo para comunicarse con él: "Y será muy necesario que, en la
casa donde hubiere mudo, todos los que supieren leer sepan este
abecedario para hablar por él al mudo, y no por las señas".
A partir de 1760, el sacerdote francés Charles-Michel de L’Épée elaboró un método de educación de sordomudos más completo,
que culminó con la fundación de la Institución Nacional de Sordomudos
en París. L’Épée utilizó una lengua de signos francesa que ya se
conocía, aunque le añadió unos signos de invención propia, los
llamados signos metódicos, que servían para expresar preposiciones,
conjunciones y otros elementos gramaticales. Frente a los
signos naturales, L’Épée insistió en crear todo un sistema comunicativo
que puede considerarse como una lengua propiamente dicha.
Los numerosos discípulos de L’Épée fundaron escuelas de
sordomudos en otros países de Europa, como Austria, Italia, Suiza,
Holanda y también España (1795). En este país, Lorenzo Hervás y Panduro publicó en 1794 Escuela española de sordomudos, o arte para enseñarles a escribir y hablar el idioma español,
considerada como la primera propuesta seria de un diccionario básico de
signos españoles, recopilados por el autor gracias a su trabajo como
profesor de alumnos sordos en la escuela de Roma, donde adoptó el
sistema educativo de L’Épée.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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