Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos presenta un reportaje de la Capilla Sixtina, que la califica como : La Maravilla del Renacimiento, que en 1,508, el papa Julio II, encargó a Miguel Ángel Buonarroti, le encargó su decoración; el resultado fue una creación monumental que rompió los moldes del arte renacentista.
National Geographic.- narra .- "En 1508, la Roma de Julio II era un taller extraordinario. Bramante estaba ocupado en la reconstrucción de la basílica de San Pedro y en las obras del palacio Vaticano. Rafael comenzaba los frescos de las habitaciones del papa. Y para la Sixtina, el papa Della Rovere
quería a Miguel Ángel a cualquier precio, a pesar de sus protestas y
también a pesar de su inexperiencia en la pintura, como Bramante
señalaba con razón. En efecto, de joven Miguel Ángel había conocido la
técnica de la pintura mural en el taller de Ghirlandaio, pero nunca la había puesto en práctica. Por lo que respecta a los frescos florentinos de la Batalla de Cascina, no había pasado de los cartones. En varias ocasiones proclamó que su arte, su «profesión», era la escultura, no la pintura. En las cartas a los parientes, las escasas menciones al trabajo de la Sixtina expresaban el «grandísimo esfuerzo» y también el desánimo por las dificultades «al no ser yo pintor».
Aun así, no quiso renunciar a la anterior fuente de ganancias ni al
nuevo y poderoso desafío que lo absorbió completamente durante cuatro
años y medio....".
WIKIPEDIA.- Enriquece el reportaje con amplia información y detallada iconografía sobre la Capilla Sixtina.
Capilla Sixtina | ||
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Cappella Sistina (italiano) Sacellum Sixtinum (latín) | ||
Patrimonio de la Humanidad (con el nombre de «Ciudad del Vaticano») (1984) | ||
Interior de la Capilla Sixtina
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Localización | ||
País | Ciudad del Vaticano | |
Municipio(s) | Roma | |
Ubicación | Ciudad del Vaticano (00120) | |
Información religiosa | ||
Culto | Iglesia católica | |
Diócesis | Diócesis de Roma | |
Propietario | Santa Sede | |
Acceso público | 17 euros | |
Sitio web | Página web de los Museos Vaticanos | |
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Uso | Oratorio papal y sede del cónclave | |
Estatus | Capilla | |
Advocación | Virgen María | |
Dedicación | 15 de agosto de 1483, por Sixto IV | |
Historia del edificio | ||
Fundador(es) | Papa Sixto IV | |
Construcción | 1473-1481 | |
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Arquitecto(s) |
Baccio Pontelli Giovanni de Dolci | |
Datos arquitectónicos | ||
Estilo(s) | Renacentista | |
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Longitud | 40,9 m | |
Anchura | • 13,4 m | |
Altura |
• 20,7 m (máxima) | |
Mapa(s) de localización | ||
41°54′11″N 12°27′16″ECoordenadas: 41°54′11″N 12°27′16″E (mapa) | ||
Capilla Sixtina
La Capilla Sixtina es una capilla del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, la residencia oficial del papa. Se trata de la estancia más conocida del conjunto palaciego.
Originalmente servía como capilla de la fortaleza vaticana. Conocida anteriormente como Cappella Magna, toma su nombre del papa Sixto IV, quien ordenó su restauración entre 1473 y 1481. Desde entonces la capilla ha servido para celebrar diversos actos y ceremonias papales. Actualmente es la sede del cónclave, la reunión en la que los cardenales electores del Colegio Cardenalicio eligen a un nuevo papa. La fama de la Capilla Sixtina se debe principalmente a su decoración al fresco, y especialmente a la bóveda y el testero, con El Juicio Final, ambas obras de Miguel Ángel.
Durante el pontificado de Sixto IV, un grupo de pintores renacentistas que incluía a Sandro Botticelli, Pietro Perugino, Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cosimo Rosselli y Luca Signorelli realizó dos series de paneles al fresco sobre la vida de Moisés (a la izquierda del altar, mirando hacia El Juicio Final) y la de Jesucristo
(a la derecha del altar), acompañadas por retratos de los papas que
habían gobernado la Iglesia hasta entonces en la zona superior y por
cortinas pintadas con trampantojo en la zona inferior.
Las pinturas fueron concluidas en 1482, y el 15 de agosto de 1483, con motivo de la festividad de la Asunción, Sixto IV celebró la primera misa en la capilla y la consagró a la Virgen María.12
Entre 1508 y 1512, por encargo del papa Julio II, Miguel Ángel decoró la bóveda, creando una obra de arte sin precedentes que cambiaría el curso del arte occidental.34 Años después, tras el Saco de Roma, pintó también El Juicio Final en la pared del altar entre 1536 y 1541 para los papas Clemente VII y Pablo III.5
Más de cinco siglos después, los frescos de Miguel Ángel siguen
atrayendo a multitud de visitantes a la capilla, y son considerados una
de las obras cumbre de la historia de la pintura.
https://es.wikipedia.org/wiki/Capilla_SixtinaWIKIPEDIA.
Julio II | ||
---|---|---|
| ||
Papa de la Iglesia católica | ||
1 de noviembre de 1503-21 de febrero de 1513 | ||
Predecesor | Pío III | |
Sucesor | León X | |
Información religiosa | ||
Ordenación sacerdotal | 1471 | |
Ordenación episcopal |
1481 por Sixto IV | |
Proclamación cardenalicia |
15 de diciembre de 1471 por Sixto IV | |
Información personal | ||
Nombre | Giuliano della Rovere | |
Nacimiento |
5 de diciembre de 1443, Albissola Marina, República de Génova (actual Italia) | |
Fallecimiento |
21 de febrero de 1513 (69 años) Roma, Estados Pontificios (actual Italia) | |
Padres |
Rafaello della Rovere Theodora Manerola | |
Hijos | Felice della Rovere | |
Escudo de Julio II
| ||
Julio II
Julio II (Albissola Marina, 5 de diciembre de 1443-Roma, 21 de febrero de 1513) fue el papa nº 216 de la Iglesia católica, de 1503 a 1513. Se le conoce como el Papa Guerrero por la intensa actividad política y militar de su pontificado.1
Mandó reedificar la Basílica constantiniana, donde estaban sepultados los restos mortales del apóstol Pedro, erigiendo la actual Basílica de San Pedro. Siendo uno de los últimos papas humanistas, como todos ellos fue mecenas y protector de grandes artistas, como Miguel Ángel y Rafael Sanzio.
WIKIPEDIA.https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/la-capilla-sixtina_8594
En 1508, el papa Julio II encargó a Miguel Ángel la decoración de la Capilla Sixtina. El resultado fue una creación monumental que rompió los moldes del arte renacentista
Capilla Sixtina, Ciudad del Vaticano
Miguel Ángel realizó los frescos de
la Capilla Sixtina entre 1508 y 1512. La restauración que se realizó en
la década de 1990 mostró el increíble dominio técnico del pintor, que
además no contó con ayudantes para la realización de las pinturas, tan
solo unos obreros que prepararon la techumbre. El tamaño gigantesco de
las figuras y la dificultad de aplicar la pintura en los techos curvos
convierten este fresco en una creación excepcional. El propio artista
comentó en sus escritos el dolor que le provocaba trabajar desde los
andamios.
Foto: Antoine Taveneaux
Colores depurados
El restaurador Gianluigi Colalucci,
en 1993, limpia la cabeza de san Bartolomé en una sección del fresco del
juicio final de Miguel Ángel.
Foto: Vittoriano Rastelli / Corbis
Los frescos de la Capilla Sixtina
La complejidad iconográfica de la
obra es extraordinaria. La parte central la componen una selección de
escenas del Antiguo Testamento: La creación del mundo, La creación de
Adán y Eva, El pecado original, El sacrificio de Noé, El Diluvio y, por
último, La ebriedad de Noé, que representa la expresión más vil del ser
humano contaminado por el pecado. En ambos lados, conectando con los
frescos de los muros laterales, aparecen representaciones de las Sibilas
y los Profetas, que flanquean la bóveda como precursores de la llegada
del Mesías. Los ángulos, ocupados por las pechinas, contienen escenas de
los milagros de la salvación de Israel que prefiguran la venida de
Cristo.
Foto: Scala
La creación de Adán
La creación de Adán es una de las
escenas de los frescos de la bóveda de la capilla Sixtina pintados por
Miguel Ángel entre 1508 y 1512 en los Palacios Vaticanos.
Foto: Scala
Cristo y la Virgen
Cristo, como juez supremo, aplaca con
su gesto la agitación de su alrededor. Su rostro podría estar inspirado
en la cabeza del Apolo del Belvedere, hoy en el Museo Pío-Clementino.
Foto: Bridgeman / Index
La Basílica de San Pedro
La imagen muestra la plaza diseñada
por Bernini y la basílica con la cúpula planeada por Miguel Ángel y
terminada en 1590. A la derecha se ve la capilla Sixtina.
Foto: Giovanni Simeone / Fototeca 9 x12
Cúpula de San Pedro
Tras la muerte de Miguel Ángel, la
finalización de la cúpula de San Pedro recayó en Domenico Fontana y
Giacomo de la Porta, que apenas variaron el proyecto original.
Foto: Johanna Huber / Fototeca 9x12
Pablo III
Retrato del papa realizado por Tiziano. Museo de Historia del Arte, Viena.
Laura Fedi
Foto: Scala / Firenze
La Capilla Sixtina, la maravilla del Renacimiento
Cuando Miguel Ángel Buonarroti comenzó a pintar los frescos de la capilla Sixtina, en 1508, ya era un artista consolidado. La belleza sublime de la Pietà de San Pedro, realizada en 1499, lo había consagrado ya a los 24 años de edad como el máximo escultor de su tiempo. Desde ese momento se lo disputaron los grandes clientes. En Florencia esculpió el gigantesco David, y se le encargó que pintara al fresco una pared de la Sala del Consejo del Palazzo Vecchio, junto a Leonardo.
En 1505, el papa Julio II quiso traerlo a Roma para
que realizara su tumba, un grandioso proyecto que entusiasmó
inmediatamente al artista. Sin embargo, entre ambos se produjo una
ruptura clamorosa. El papa –contará Miguel Ángel en 1523– «cambió de opinión y ya no quiso hacerlo», y llegó a expulsarlo cuando el artista se dirigió a él para obtener dinero. Buonarroti abandonó Roma «por esta afrenta».
Pero el papa insistió en que Miguel Ángel trabajase para él y reclamó
enseguida su vuelta a Roma para un nuevo proyecto: los frescos de la
bóveda de la capilla Sixtina.
En 1508, la Roma de Julio II era un taller extraordinario
En 1508, la Roma de Julio II era un taller extraordinario. Bramante estaba ocupado en la reconstrucción de la basílica de San Pedro y en las obras del palacio Vaticano. Rafael comenzaba los frescos de las habitaciones del papa. Y para la Sixtina, el papa Della Rovere
quería a Miguel Ángel a cualquier precio, a pesar de sus protestas y
también a pesar de su inexperiencia en la pintura, como Bramante
señalaba con razón. En efecto, de joven Miguel Ángel había conocido la
técnica de la pintura mural en el taller de Ghirlandaio, pero nunca la había puesto en práctica. Por lo que respecta a los frescos florentinos de la Batalla de Cascina, no había pasado de los cartones. En varias ocasiones proclamó que su arte, su «profesión», era la escultura, no la pintura. En las cartas a los parientes, las escasas menciones al trabajo de la Sixtina expresaban el «grandísimo esfuerzo» y también el desánimo por las dificultades «al no ser yo pintor».
Aun así, no quiso renunciar a la anterior fuente de ganancias ni al
nuevo y poderoso desafío que lo absorbió completamente durante cuatro
años y medio.
En los muros de la capilla Sixtina se sucedían los frescos de Botticelli, Ghirlandaio, Cosimo Rossi, Perugino y Signorelli.
La bóveda había sufrido dos restauraciones, la última completada con
vistas a la intervención de Miguel Ángel. El 8 de mayo de 1508 se acordó
un primer plan, pero al artista le pareció «cosa pobre». Por
ello el contrato se revisó en junio: se doblaron los emolumentos y el
artista obtuvo pintar lo que quisiera, no sólo en el techo, sino también
en las pechinas y en las lunetas.
Aprendiendo sobre la marcha
La bóveda de la capilla Sixtina, con su extensión y su altura, habría
hecho temblar a los más expertos pintores. Los problemas comenzaron ya
con el andamiaje. El erigido por Bramante, cuenta Vasari,
fue criticado por Miguel Ángel, hasta el punto de que consiguió que lo
desmantelasen y construyesen uno basado en su propio diseño. Pero
la mayor dificultad era precisamente el fresco. Una técnica que no
permite errores o vueltas atrás, y exige tiempos muy breves: una vez
preparados los cartones de los dibujos hay que dividir el conjunto en
partes que puedan ser completadas en un día, pues, pasado este tiempo,
el enlucido se seca y ya no absorbe el color. La sección de
pared elegida se prepara primero con el encalado y luego con el
enlucido, una mezcla de puzolana, cal y agua. Una vez trasladado el
dibujo sobre el enlucido todavía fresco, se extiende inmediatamente el
color.
Miguel Ángel trajo de Florencia, como colaboradores, a unos pocos artistas de confianza.
Sin embargo, los primeros intentos fueron decepcionantes. El fresco del Diluvio Universal, realizado con técnicas heterogéneas, acabó en desastre: la receta «florentina» del enlucido no funcionaba con los materiales y el clima de Roma. En poco tiempo afloraron mohos y la pintura hubo de ser parcialmente suprimida y rehecha desde el principio. Hicieron
falta meses de angustia y dificultades hasta que el artista consiguió
dominar la técnica, lo que le permitió prescindir de sus ayudantes. El análisis de los gastos que realizó en la obra parece confirmar la leyenda según la cual él lo habría hecho todo, o casi todo.
En varias ocasiones Miguel Ángel proclamó que su arte, su «profesión», era la escultura, no la pintura
En un soneto célebre el artista nos habla de los prolongados
esfuerzos a los que se sometió trabajando sin descanso durante años en
una postura muy incómoda: «Los lomos se me han metido en la tripa y con las posaderas hago de contrapeso y me muevo en vano sin poder ver». Mientras, el
papa estaba impaciente, hasta el punto de que, según el biógrafo
Condivi, amenazó con tirar al artista de los andamios y en una ocasión «le dio con un palo».
Ablandado por medio de regalos, amenazado, acosado, Miguel Ángel acabó
por fin la obra, que se inauguró el 31 de octubre de 1512. De su belleza
había sido testigo, un poco antes de que se mostrara a todos, Alfonso d’Este, duque de Ferrara.
Subido al andamiaje, la admiró durante largo tiempo, y cuando bajó se
negó a ir a visitar las estancias donde trabajaba el gran rival de
Miguel Ángel, Rafael.
El Juicio Universal
Miguel Ángel volvió a trabajar en la capilla Sixtina veinte años más tarde. En 1533, Clemente VII de Médicis le encargó que pintase al fresco el Juicio Universal en la pared del coro, encargo que Pablo III, nada más ser elegido papa en 1534, obligó al artista a cumplir, exigiendo que trabajara exclusivamente para él: «Hace ya treinta años que tengo este deseo, y ahora que soy papa, ¿no puedo satisfacerlo?». El fresco se realizó entre 1536 y 1541, pero la idea era, sin duda, anterior: en 1537, al célebre poeta Aretino, que insistía en hacer sugerencias para su obra, Miguel Ángel le respondía que ya había «cumplido buena parte del asunto». Fueron
años inusualmente felices los que dedicó Miguel Ángel a trabajar en el
Juicio, iluminados por el amor del joven Tommaso de’ Cavalieri y la
amistad de Vittoria Colonna, una aristócrata de profundas inquietudes
espirituales.
Nada más ser exhibido, el fresco suscitó reacciones contradictorias
Sobre la enorme superficie de la pared, ampliada por la destrucción de dos lunetas e inclinada gracias a una «base de ladrillos»
para evitar que se posara el polvo, Miguel Ángel colocó en el centro de
la escena, una vez más, el cuerpo humano. Sin embargo, ahora los
rostros y los miembros estaban en movimiento para expresar todos los
sentimientos ligados a lo terrible de la situación. Alrededor del Cristo
juez se agitan centenares de cuerpos, representados en su humanidad.
Quienes se proyectan sobre el cielo azul de lapislázuli no son sólo los
condenados, sino también los salvados, los doctores de la Iglesia, los
santos sin sus aureolas y los ángeles sin sus alas. Todos los
hombres se ven acosados por el juicio de Dios. Falta la Iglesia, con sus
instituciones, sus ritos y su mediación. Y quizá fue esto lo que
provocó escándalo, junto a los desnudos, e incluso más que éstos.
Aspavientos de los puritanos
Nada más ser exhibido, el fresco suscitó reacciones contradictorias. A las positivas de Vittoria Colonna, que opinaba de la obra que «nos muestra la muerte y lo que somos de manera suave», y de los admiradores incondicionales del artista, se opuso una oleada de escándalo que no parecía disminuir. El motivo era la desnudez de los personajes que poblaban la impactante escena. En una carta de Nino Sernini al cardenal Ercole Gonzaga, de noviembre de 1541, se recogía la opinión de algunos que pensaban que «no están bien los desnudos en semejante lugar, que enseñan sus cosas». Sin duda, detrás estaba la corriente más intransigente en la Iglesia de entonces, encabezada por el cardenal Gian Pietro Carafa, pronto inquisidor del Santo Oficio, instituido en 1542, y futuro papa Pablo IV (1555). En 1545, el Aretino, no sin hipocresía, escribió a Miguel Ángel una carta durísima, en la que lo acusaba de expresar «en la perfección de pintura» una «impiedad de irreligión», mostrando precisamente en el lugar más sagrado, «en la más grande
capilla del mundo», «a los ángeles y a los santos, éstos sin ninguna
honestidad terrenal, y aquéllos carentes de todo adorno celeste».
Las sucesivas censuras
Al ser elegido papa, Pablo IV dejó a Miguel Ángel sin sus pingües emolumentos y acarició la idea de destruir el Juicio. Habiendo sabido que el pontífice pensaba hacérselo «arreglar», Miguel Ángel al parecer replicó: «Decidle
al papa que éste es un asunto pequeño y que se puede arreglar
fácilmente; que arregle él el mundo, pues las pinturas se arreglan
enseguida». Fue Pío IV quien ordenó el célebre imbraghettamento,
el cubrimiento de los órganos sexuales de las figuras con telas
pintadas. En 1563, en el concilio de Trento, se había aprobado un
decreto que regulaba el uso de imágenes en las iglesias, especificando
que no debía haber en ellas «nada profano y nada deshonesto», y el papa, apenas dos meses después de la clausura del concilio, decidió aplicarlo a los frescos de la capilla Sixtina.
Semanas después de la muerte de Miguel Ángel, el trabajo se confió a Daniele da Volterra,
que había estado junto al lecho del moribundo. A él se debe la
ejecución de la primera censura, que consistió en cubrir las desnudeces
de algunos personajes con intervenciones «en seco»; en el caso
de dos figuras, san Blas y santa Catalina, se destruyó una parte del
enlucido original y se reemplazó por otro nuevo. En siglos posteriores hubo muchas otras intervenciones, mucho menos delicadas y respetuosas con la obra.
Ésta, con todo, gracias a una majestuosidad que encajaba con la imagen
triunfal de la Iglesia postridentina, fue conservada. Pero con las
desnudeces tapadas.
Para saber más
La capilla Sixtina. Heinrich W. Pfeiffer. Lunwerg, Barcelona, 2007.
Miguel Ángel, una vida inquieta. Antonio Forcellino. Alianza, Madrid, 2009.
La capilla Sixtina
Miguel Ángel, una vida inquieta. Antonio Forcellino. Alianza, Madrid, 2009.
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