Hola mis amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., , hoy 08 de marzo del 2019, celebramos el Día Internacional de la Mujer, fecha histórica que debíamos recordar todos los días con nuestra Mamá, Hermanas, Esposa o Conviviente, Enamorada o Amante, todas son mujeres que comparten la vida con una pareja, o sin ella, el solo hecho de ser mujer o sentirse como tal es suficiente para recordar este acontecimiento; con el llamado "sexo débil", que ya no lo es más. Gracias a constantes luchas de heroicas mujeres se ha logrado la igualdad de género en casi todos los oficios, profesiones o actividades donde siempre ahora hay una mujer. Antes no lo era.
La Organización de las Naciones Unidas, estableció que todos los años se celebre el Día Internacional de la Mujer el 08 de Marzo; Esta fecha histórica se celebró por primera vez en 1,975.
La lucha por la igualdad de género ha sido larga, muchas mujeres murieron como mártires por la causa, y poco a poco se fue doblegando las férreas disciplinas machistas y la mujer logró espacios exclusivamente reservados para hombres.
La Revista National Geographic, he elaborado un amplio, minucioso y didáctico reportaje tomando antecedentes, reportajes, fotografías que ha permitido lograr un informe del acontecimiento: Día Internacional de la Mujer.
Día Internacional de la Mujer,
8 de marzo
Cambiar el estado habitual de las cosas requiere, que antes hagamos un trabajo de imaginar un futuro radicalmente distinto. En Georgia, el PNUD y sus socios desarrollan múltiples escenarios fururos para mejor la planificación y poder cambiar, de esta manera, mentalidades. Foto: PNUD . Georgia.
Historia del Día de la mujer
El Día Internacional de la Mujer es una fecha que se celebra en
muchos países del mundo. Cuando las mujeres de todos los continentes, a
menudo separadas por fronteras nacionales y diferencias étnicas,
lingüísticas, culturales, económicas y políticas, se unen para celebrar
su día, pueden contemplar una tradición de no menos de noventa años de
lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo.
El Día Internacional de la Mujer se refiere a las mujeres corrientes como artífices de la historia y hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre. En la antigua Grecia, Lisístrata empezó una huelga sexual contra los hombres para poner fin a la guerra; en la Revolución Francesa, las parisienses que pedían "libertad, igualdad y fraternidad" marcharon hacia Versalles para exigir el sufragio femenino.
La idea de un día internacional de la mujer surgió al final del siglo XIX, que fue, en el mundo industrializado, un período de expansión y turbulencia, crecimiento fulgurante de la población e ideologías radicales.
Con los años, la ONU y sus organismos técnicos han promovido la participación de las mujeres en condiciones de igualdad con los hombres en el logro del desarrollo sostenible, la paz, la seguridad y el pleno respeto de los derechos humanos. El empoderamiento de la mujer sigue siendo un elemento central de los esfuerzos de la Organización para hacer frente a los desafíos sociales, económicos y políticos en todo el mundo.
El Día Internacional de la Mujer se refiere a las mujeres corrientes como artífices de la historia y hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre. En la antigua Grecia, Lisístrata empezó una huelga sexual contra los hombres para poner fin a la guerra; en la Revolución Francesa, las parisienses que pedían "libertad, igualdad y fraternidad" marcharon hacia Versalles para exigir el sufragio femenino.
La idea de un día internacional de la mujer surgió al final del siglo XIX, que fue, en el mundo industrializado, un período de expansión y turbulencia, crecimiento fulgurante de la población e ideologías radicales.
Cronología
- 1909: De conformidad con una declaración
del Partido Socialista de los Estados Unidos de América el día 28 de
febrero se celebró en todos los Estados Unidos el primer Día Nacional
de la Mujer, que éstas siguieron celebrando el último domingo de
febrero hasta 1913.
- 1910 La Internacional Socialista, reunida
en Copenhague,poder proclamó el Día de la Mujer, de carácter
internacional como homenaje al movimiento en favor de los derechos de
la mujer y para ayudar a conseguir el sufragio femenino universal. La
propuesta fue aprobada unánimemente por la conferencia de más de 100
mujeres procedentes de 17 países, entre ellas las tres primeras mujeres
elegidas para el parlamento finés. No se estableció una fecha fija
para la celebración..
- 1911 Como consecuencia de la decisión
adoptada en Copenhague el año anterior, el Día Internacional de la
Mujer se celebró por primera vez (el 19 de marzo) en Alemania,Austria,
Dinamarca y Suiza, con mítines a los que asistieron más de 1 millón de
mujeres y hombres. Además del derecho de voto y de ocupar cargos
públicos, exigieron el derecho al trabajo, a la formación profesional y
a la no discriminación laboral
- 1913-1914 En el marco de los movimientos en
pro de la paz que surgieron en vísperas de la primera guerra mundial,
las mujeres rusas celebraron su primer Día Internacional de la Mujer el
último domingo de febrero de 1913. En el resto de Europa, las mujeres
celebraron mítines en torno al 8 de marzo del año siguiente para
protestar por la guerra o para solidarizarse con las demás mujeres.
- 1917 Como reacción ante los 2 millones de soldados rusos muertos en la guerra, las mujeres rusas escogieron de nuevo el último domingo de febrero para declararse en huelga en demanda de "pan y paz". Los dirigentes políticos criticaron la oportunidad de la huelga, pero las mujeres la hicieron de todos modos. El resto es historia: cuatro días después el Zar se vio obligado a abdicar y el gobierno provisional concedió a las mujeres el derecho de voto. Ese histórico domingo fue el 23 de febrero, según el calendario juliano utilizado entonces en Rusia,o el 8 de marzo, según el calendario gregoriano utilizado en otros países.
- 1975 Coincidiendo con el Año Internacional de la Mujer, las Naciones Unidas celebraron el Día Internacional de la Mujer por primera vez, el 8 de marzo.
- 1995 La Declaración y la Plataforma de Beijing, una hoja de ruta histórica firmada por 189 gobiernos hace 20 años, estableció la agenda para la materialización de los derechos de las mujeres.
- 2014 La 58 Sesión de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW58), la reunión anual de Estados para abordar cuestiones relativas a igualdad de género, se centró en los "Desafíos y logros en la aplicación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio para las mujeres y las niñas". Las entidades de las Naciones Unidas y las organizaciones no gubernamentales (ONG) acreditadas por ECOSOC debatieron sobre los avances realizados y los retos pendientes para cumplir los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio.
La ONU y la Igualdad de Género
La Carta de las Naciones Unidas, firmada en 1945, fue el primer acuerdo internacional para afirmar el principio de igualdad entre mujeres y hombres. Desde entonces, la ONU ha ayudado a crear un legado histórico de estrategias, normas, programas y objetivos acordados internacionalmente para mejorar la condición de las mujeres en todo el mundo.Con los años, la ONU y sus organismos técnicos han promovido la participación de las mujeres en condiciones de igualdad con los hombres en el logro del desarrollo sostenible, la paz, la seguridad y el pleno respeto de los derechos humanos. El empoderamiento de la mujer sigue siendo un elemento central de los esfuerzos de la Organización para hacer frente a los desafíos sociales, económicos y políticos en todo el mundo.
Mensaje del Secretario General 2019
La igualdad de género y los derechos de las mujeres son fundamentales
para el progreso mundial en las esferas de la paz y seguridad, los
derechos humanos y el desarrollo sostenible. Solo podremos restablecer
la confianza en las instituciones, reconstruir la solidaridad mundial y
cosechar los frutos derivados de contar con perspectivas diferentes si
hacemos frente a las injusticias históricas y promovemos los derechos y
la dignidad de todos.
En los últimos decenios, se han producido progresos notables en los
derechos y el liderazgo de las mujeres en algunas esferas. Pero estos
logros distan de ser absolutos o uniformes, y ya han desencadenado una
reacción preocupante del patriarcado más arraigado.
La igualdad de género es, fundamentalmente, una cuestión de poder.
Vivimos en un mundo dominado por los hombres, con una cultura dominada
por los hombres. Solo cuando entendamos los derechos de las mujeres como
un objetivo común, como una ruta hacia el cambio en beneficio de todos,
comenzaremos a inclinar la balanza.
Es fundamental aumentar el número de mujeres en instancias
decisorias. En las Naciones Unidas, he hecho de esto una prioridad
personal y urgente. Hemos conseguido la paridad de género entre quienes
dirigen nuestros equipos en todo el mundo, y hay más mujeres que nunca
ocupando puestos directivos. Seguiremos impulsando estos progresos.
Sin embargo, las mujeres continúan enfrentándose a grandes
obstáculos para acceder al poder y para ejercerlo. Como ha indicado el
Banco Mundial, solo seis economías otorgan a las mujeres y a los hombres
igualdad de derechos en ámbitos que afectan a su trabajo. Si se
mantiene la tendencia actual, harán falta 170 años para cerrar la brecha
de género en materia económica.
Las agendas nacionalistas, populistas y de austeridad contribuyen a
la desigualdad de género con políticas que restringen los derechos de
las mujeres y recortan los servicios sociales. En algunos países, pese a
que las tasas globales de homicidio están disminuyendo, las tasas de
feminicidio están aumentando. En otros observamos un retroceso en la
protección jurídica contra la violencia doméstica o la mutilación
genital femenina. Sabemos que la participación de las mujeres hace más
duraderos los acuerdos de paz, pero incluso los Gobiernos que dicen
apoyarla no respaldan sus palabras con hechos. El recurso a la violencia
sexual como táctica en los conflictos sigue traumatizando a personas y a
sociedades enteras.
En este contexto, debemos redoblar nuestros esfuerzos para proteger y
promover los derechos, la dignidad y el liderazgo de las mujeres. No
debemos ceder el terreno ganado durante decenios, y hemos de presionar a
favor de un cambio generalizado, rápido y radical.
El tema de este año para el Día Internacional de la Mujer, “Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio”,
aborda las infraestructuras, los sistemas y los marcos que se han
construido en gran medida conforme a una cultura definida por los
hombres. Debemos encontrar formas innovadoras de reimaginar y
reconstruir nuestro mundo de manera que funcione para todos. Las mujeres
que toman decisiones en ámbitos como el diseño urbano, el transporte y
los servicios públicos pueden aumentar el acceso de las mujeres,
prevenir el acoso y la violencia, y mejorar la calidad de vida de todos.
Esto es igualmente aplicable al futuro digital, que ya está aquí. La
innovación y la tecnología son un reflejo de sus creadores. A todos
debería preocuparnos la insuficiente representación de las mujeres en
las esferas de la ciencia, la tecnología, la ingeniería, las matemáticas
y el diseño, y la incapacidad para retenerlas en esos sectores.
El mes pasado, en Etiopía, dediqué parte de mi tiempo a la
iniciativa African Girls Can Code, que está ayudando a reducir la brecha
digital de género y a formar a las líderes tecnológicas del mañana. Me
maravilló la energía y el entusiasmo que estas chicas han aportado a sus
proyectos. Este tipo de programas no solo sirven para desarrollar
habilidades, sino que desafían los estereotipos que ponen límites a las
ambiciones y los sueños de las niñas.
En este Día Internacional de la Mujer, asegurémonos de que las
mujeres y las niñas contribuyen a configurar las políticas, los
servicios y las infraestructuras que afectan a la vida de todos.
Apoyemos a las mujeres y a las niñas que están derribando barreras para
crear un mundo mejor para toda la humanidad.
António Guterres
http://www.un.org/es/events/womensday/sgmessage.shtmlhttps://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/fechas-clave-historia-para-conseguir-voto-femenino_12300
Hace casi 125 años comenzó un proceso que más de un siglo después no ha terminado, pues algunos países todavía limitan este derecho
https://www.nationalgeographic.com.es/mundo-ng/grandes-reportajes/nino-nina-hombre-mujer-es-hora-redefinir-genero_11188/1
Superado en nuestra sociedad el binarismo niño/niña, la identidad de género es hoy un terreno cambiante. ¿Puede la ciencia orientarnos en él?
https://www.nationalgeographic.com.es/mundo-ng/los-datos-que-demuestran-dificil-que-ser-mujer-mundo_11268
Violencia sexual, matrimonio infantil, dirección de empresas, embarazos en adolescentes, mutilación genital... Estos datos muestran la cruda realidad de las mujeres de todo el mundo
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/feminismo-camino-hacia-8-marzo-dia-mujer_12468
¿Por qué se celebra el Día Internacional de la Mujer justo el 8 de marzo? Existen varias explicaciones históricas...
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/naomi-parker-fraley-mujer-que-inspiro-cartel-del-we-can-it_12307
La imagen de "Rosie, la remachadora",
creada durante la II Guerra Mundial, se acabó convirtiendo en un símbolo
de los movimientos feministas 40 años más tarde
We Can Do It!
La chica del cartel fue conocida popularmente como "Rosie, la remachadora" (Rosie, the riveter).
El creador de esta icónica imagen, J. Howard Miller, se inspiró en la
fotografía de una mujer trabajando en una fábrica de remaches para
piezas de aviones. Esta mujer era Naomi Parker Fraley, fallecida el
pasado sábado 20 de enero a los 96 años.
Foto: CC
Redacción
Naomi Parker Fraley, la mujer que inspiró el cartel del "We can do it!"
Este cartel es, sin duda, uno de los máximos exponentes de la expresión “una imagen vale más que mil palabras”. Una mujer joven con un pañuelo rojo de lunares blancos mira al espectador con determinación mientras levanta la manga de su camisa de trabajo para mostrar su brazo en tensión como símbolo de fuerza. Su silueta se perfila sobre un llamativo fondo amarillo.Todo un icono que tuvo una modelo de carne y hueso: Naomi Parker Fraley. Pues bien, esta mujer cuya foto inspiró este anuncio, ha muerto el pasado 20 de enero en Washington a los 96 años.
Este célebre cartel de propaganda bélica fue obra de J. Howard Miller quien, sin ella saberlo, se inspiró en una foto de Naomi Parker trabajando en una fábrica, concretamente en la zona donde se reparaban y remachaban las piezas de los aviones. La chica del cartel pasó a ser conocida como “Rosie, the riveter”, es decir, Rosie, la remachadora.
Procedente de una familia trabajadora, Naomi vivía en Alameda (California) cuando Japón atacó Pearl Harbor en 1941 en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Este ataque supuso la entrada definitiva de Estados Unidos en la guerra tras varios meses de conjeturas. Una gran cantidad de hombres partieron hacia el frente, y en consecuencia muchas mujeres se incorporaron al mercado laboral para suplir la falta de mano de obra.
Feministas al rescate
Así, Naomi Parker, junto con su hermana y miles de mujeres, se convirtieron en la nueva fuerza económica pujante de los Estados Unidos y el cartel de J. Howard Miller en un símbolo de ello. Aún así, la icónica imagen cayó en el olvido, y no fue hasta 40 años después cuando los movimientos feministas la rescataron para su causa.Muchas mujeres han reivindicado su papel de “Rosies” tras el fin del conflicto bélico, incluso se ha creado una asociación al respecto. Durante muchos años, se atribuyó a otras mujeres el papel de musa para el cartel del famoso “We can do it!”. Sin embargo no fue hasta hace dos años que una investigación demostró que la imagen del inspirador pasquín, usado todavía hoy para muchas de las reinvindicaciones feministas actuales, había sido la de Naomi Parker Fraley.
Estados Unidos
Segunda Guerra Mundial
Mujeres y feminismo
Curiosidades de la historia
California
Actualidad
Segunda Guerra Mundial
Mujeres y feminismo
Curiosidades de la historia
California
Actualidad
Feminismo, el camino hacia el 8 de marzo
¿Por qué se celebra el Día Internacional de la Mujer justo el 8 de marzo? Existen varias explicaciones históricas...
Cartel para la obra de teatro "La nueva mujer", de Sidney Grundy
A finales del siglo XIX, los actos que
llevaban a cabo las sufragistas –cada vez más numerosos– estaban a punto
de empezar a cosechar éxitos. Este cartel refleja el creciente acceso a
la información que estaban experimentando las mujeres.
Foto: Bridgeman / Aci
Guiomar Huguet
Desde hace más de 100 años, el 8 de marzo es un día que celebra los derechos conquistados por las mujeres en todos los ámbitos y conmemora la larga historia de luchas y sacrificios para conseguirlos.
En la actualidad, durante esta jornada, se organizan marchas y
manifestaciones en todo el mundo para denunciar que todavía queda mucho
camino por recorrer hasta alcanzar esta deseada igualdad real entre
hombres y mujeres. Pues muchos datos confirman precisamente esto, que en muchos países nacer mujer es un lastre social.
Algunas de las proclamas que más se escuchan durante la jornada de
protesta son la reclamación de la equiparación laboral y salarial, una
presencia igualitaria en puestos políticos y empresariales relevantes,
el rechazo a la violencia de género, así como la exigencia de más
políticas para detenerla: en definitiva, un empoderamiento completo de las mujeres en el marco de la sociedad actual.
Los motivos por los que se estableció un día para reivindicar el lugar de la mujer en la sociedad parece que están claros. Sin embargo, ¿por qué hacerlo precisamente un 8 de marzo? Si echamos la vista atrás, encontramos más de un antecedente histórico, y no está claro cuál fue el más determinante.
Los motivos por los que se estableció un día para reivindicar el lugar de la mujer en la sociedad parece que están claros. Sin embargo, ¿por qué hacerlo precisamente un 8 de marzo? Si echamos la vista atrás, encontramos más de un antecedente histórico, y no está claro cuál fue el más determinante.
Fechas clave de la lucha feminista
En marzo 1857, en el marco de la Revolución industrial, las trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York
salieron a la calle a protestar en masa por las duras condiciones de
trabajo. Si bien es cierto que en ese momento las condiciones laborales
de todos los trabajadores eran durísimas, la precariedad se
cebaba especialmente con la parte femenina del sector, cuyos salarios
podían llegar a ser menos de la mitad que los de los hombres solo por el
hecho de ser mujeres. Las protestas terminaron con la
intervención violenta de la policía contra las manifestantes, pero
aquella manifestación sentó un primer precedente gracias a su gran
repercusión.
En 1907 tuvo lugar la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Stuttgart, Alemania, liderada por Clara Zetkin, donde se fundó la Internacional Socialista de Mujeres. Uno de los primeros objetivos que perseguían era el sufragio femenino.
En 1907 tuvo lugar la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Stuttgart, Alemania, liderada por Clara Zetkin, donde se fundó la Internacional Socialista de Mujeres. Uno de los primeros objetivos que perseguían era el sufragio femenino.
El primer Día Internacional de la Mujer
Para mostrar apoyo a la huelga que las trabajadoras textiles llevaron
a cabo en Nueva York en 1908 –una huelga que, junto con la de 1857,
pasaría a la historia–, en 1909 una organización de Mujeres Socialistas celebró en EE.UU el primer Día Internacional de la Mujer. Aunque solo tuvo seguimiento en Nueva York y Chicago, se calcula que unas 15.000 mujeres participaron en una marcha que recorrió la ciudad de Nueva York.
En 1910, tuvo lugar el segundo encuentro Internacional Socialista de Mujeres, en Copenhague, Dinamarca. En esta ocasión, se propuso fijar un día simbólico –entorno al 8 de marzo– que sirviera para reivindicar los derechos de todas las mujeres, principalmente el derecho al voto. El siguiente año, se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer el 19 de marzo en algunos países europeos como Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
Los grandes conflictos de una centena de años tan convulsa como el siglo XX ayudaron a afianzar el papel de la mujer, y a lo largo de las siguientes décadas muchas organizaciones de mujeres de otros países se fueron uniendo a las reivindicaciones que se llevaban a cabo durante el mes de marzo. Hasta que en 1975 la ONU reconoció el día de manera oficial.
En 1910, tuvo lugar el segundo encuentro Internacional Socialista de Mujeres, en Copenhague, Dinamarca. En esta ocasión, se propuso fijar un día simbólico –entorno al 8 de marzo– que sirviera para reivindicar los derechos de todas las mujeres, principalmente el derecho al voto. El siguiente año, se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer el 19 de marzo en algunos países europeos como Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
Los grandes conflictos de una centena de años tan convulsa como el siglo XX ayudaron a afianzar el papel de la mujer, y a lo largo de las siguientes décadas muchas organizaciones de mujeres de otros países se fueron uniendo a las reivindicaciones que se llevaban a cabo durante el mes de marzo. Hasta que en 1975 la ONU reconoció el día de manera oficial.
Es cierto que no resulta sencillo fijar un solo acontecimiento como el
motivo por el que se escogió el 8 de marzo, por ello se ha de entender
como una lucha en conjunto, un esfuerzo prolongado en el tiempo. Así, se
entiende como cada generación ha ido heredando el deber de luchar por sus derechos y por los de las generaciones venideras.
Los datos que demuestran lo difícil que es ser mujer en el mundo
Violencia sexual, matrimonio infantil, dirección de empresas, embarazos en adolescentes, mutilación genital... Estos datos muestran la cruda realidad de las mujeres de todo el mundo
Violencia sexual
En todo el mundo, una de cada 10 mujeres menores de 20 años ha sido obligada a mantener relaciones sexuales.
Las niñas y mujeres que se han visto sometidas a tales abusos están más
expuestas a la violencia doméstica y la explotación sexual.
Matrimonio infantil
Las niñas que se casan corren un
riesgo importante de sufrir violencia doméstica. Las menores de 16 años
presentan tasas de mortalidad materna más elevadas. La mayoría de los
países fija para el matrimonio una edad mínima de 18 años; a veces se
permite a una edad inferior con el consentimiento de los padres.
Mutilación genital
La mutilación genital es más
frecuente en el África subsahariana y en algunos países árabes, pese a
las prohibiciones. Entre sus efectos figuran dolores agudos,
dificultades para el coito, infecciones, incontinencia, problemas en el
parto, e incluso la muerte.
Techo de cristal
Las investigaciones demuestran que la
diversidad de género aumenta la rentabilidad. Las mujeres dirigen el 2 %
de las 500 mayores empresas del mundo en términos de cifra de negocio.
En 1995, ninguna de las 500 mayores compañías de EE UU la dirigían
mujeres; hoy, estas están al mando del 4,6 % de las empresas.
Educación
La brecha global de género en la
educación secundaria se estrecha, pero en el África central y occidental
solo se matricula el 39 % de las chicas, frente al 46 % de chicos. En
las zonas en conflicto, la tasa de abandono escolar de las chicas es 2,5
veces mayor.
Suicidios
La mortalidad materna es la principal
causa de muerte entre las adolescentes de más edad, mientras que en
Europa y buena parte de Asia, el suicidio se sitúa por delante. En
muchos países asiáticos la tasa de suicidio de las chicas adolescentes
duplica la media mundial.
Embarazos en adolescentes
El 95 % de los embarazos precoces se
da en países con rentas bajas o medias. Las tasas más altas están en
América Latina y el África subsahariana. En los últimos 20 años la
mayoría de los países ha experimentado un descenso gracias al uso de
anticonceptivos.
Política
La aprobación de leyes sobre igualdad
de género es más factible si son las mujeres quienes gobiernan. Gracias
en parte a los sistemas de cuotas, la proporción de escaños ocupados
por mujeres casi se ha duplicado desde 1990, hasta alcanzar el 23 %.
VIH/SIDA
La violencia sexual y las relaciones
sexuales prematuras aumentan el riesgo de que las chicas contraigan el
VIH. En el África subsahariana, región en la que se concentra el 70 % de
los casos de VIH, 3 de cada 4 adolescentes infectados en 2015 eran
chicas.
Redacción
Los datos que demuestran lo difícil que es ser mujer en el mundo
Hombres y mujeres no tienen ni los mismos derechos ni las mismas
obligaciones en todas las partes del mundo. La situación dista de ser
equitativa para ambos géneros y los datos así lo demuestran. Garantizar
educación, protección e igualdad de oportunidades para las niñas es
fundamental para solucionar algunos de los problemas más acuciantes del
mundo, desde la expansión del sida hasta el ciclo de la pobreza. Pese a los avances en el acceso a la educación, atención sanitaria y empleo, aún queda mucho por hacer para lograr la igualdad de género. Uno de los lugares más terribles para nacer siendo del sexo femenino es Sierra Leona.
En este país del África occidental, el mero hecho de nacer niña se
traduce en una vida llena de barreras y tradiciones que a menudo dan más
valor a su cuerpo que a su mente.
Niño o niña, hombre o mujer, ¿es hora de redefinir el género?
Superado en nuestra sociedad el binarismo niño/niña, la identidad de género es hoy un terreno cambiante. ¿Puede la ciencia orientarnos en él?
Dos gotas de agua
Cuando los gemelos de California
Caleb (a la izquierda) y Emmie Smith nacieron en 1998, eran como dos
gotas de agua. «A los 12 años no me sentía niño, pero tampoco sabía que
tenía la posibilidad de ser niña», cuenta Emmie. A los 17 se declaró
transexual, y hace poco se ha sometido a una cirugía de reasignación
genital a la que resta importancia: «Ni antes era menos mujer, ni lo soy
más ahora».
Foto: Lynn Johnson
Agresiones sexuales
Trina, como se hace llamar en la
calle, se oculta durante el día y trabaja como prostituta de noche, el
único momento en que se siente segura vestida de mujer. Así y todo, la
han atacado con ácido, con navajas, con un machete y con pistola.
Foto: Lynn Johnson
Inhibidores hormonales
Para el baile de su clase de octavo
en una escuela del estado de Nueva York, Ray Craig se presentó con
traje. Ese fue uno de los primeros pasos que dio en su camino hacia la
afirmación de su identidad como «chico trans», aunque decidió esperar al
final de curso para hacerla pública. Hoy todos se refieren a él con
pronombres masculinos. A su padre no le sorprendió la decisión de Ray,
pero «no tenía claro si sería una fase que duraría un mes y medio, cuatro años o sería para siempre». El siguiente paso:
plantearse tomar inhibidores hormonales para bloquear el desarrollo de
los caracteres sexuales secundarios que se produce en la pubertad.
Foto: Lynn Johnson
Amenada y atacada
Aunque Sasha se identifica como
mujer, se reserva las expresiones femeninas para la noche, cuando
trabaja realizando trabajos sexuales. Sasha, ahora de 21 años de edad,
salió del armario en octavo curso. Fue amenazada y atacada por familia y
amigos.
Foto: Lynn Johnson
Rociadas con gasolina
English y Sasha (abajo), también
apodos, viven con Trina y otras compañeras en un canal de desagües
pluviales de Kingston, en Jamaica. A los pocos días de que se tomaran
estas fotos, dos bandas rociaron con gasolina a todas ellas y sus
pertenencias y les prendieron fuego. English y Sasha resultaron heridas.
Foto: Lynn Johnson
Identificación intersexual
Jonathan, de ocho años de edad, se
identifica como niño y como niña simultáneamente desde los dos años y
medio. En el Campamento de Día Arcoíris de la Bahía de San Francisco, en
California, donde los niños pueden expresar libremente su identidad de
género, Jonathan se disfraza de unicornio.
Foto: Lynn Jonhson
"¿Qué prefieren, una niña feliz o un niño muerto?"
A los cuatro años, Trinity Xavier
Skeye cayó en un mutismo casi absoluto, empezó a morder su ropa de niño y
a decir que quería amputarse el pene. Sus padres, alarmados, acudieron
al psicólogo, que les preguntó: «¿Qué prefieren, una niña feliz o un
niño muerto?». Ahora Trinity, con 12 años, toma bloqueadores hormonales y
cuenta con el apoyo incondicional de su madre.
Foto: Lynn Johnson
Someterse a cirugía
Asignado como niña al nacer, Hunter
Keith, de 17 años, se siente chico desde quinto curso. En séptimo se lo
contó a sus amigos; en octavo, a sus padres. Dos semanas antes de que se
tomase esta foto se sometió a una mastectomía. Hoy disfruta haciendo
skate con el torso al aire por su barrio de Michigan.
Foto: Lynn Johson
Trastorno cromosómico
Nacida con un trastorno cromosómico
intersexual, Emma, de 17 años, presentaba al nacer una anatomía
masculina y femenina incompleta. La criaron como una niña, pero supo
desde el principio su excepcionalidad. «No me preocupan mis
diferencias», dice. Tímida e inventiva, pasa horas en su dormitorio, en
Florida, inventando aventuras con sus muñecos de Mi Pequeño Pony.
Foto: Lynn Johnson
"Soy una niña"
A Oti, de nueve años, le asignaron
sexo masculino al nacer, pero nunca sintió que fuese un niño. Cuando
aprendió a hablar, no dijo «me siento niña», sino «soy una niña». Oti
hizo que sus padres y sus tres hermanos mayores conociesen el activismo
trans. «Hemos conocido a gente increíble, personas que han pasado lo
indecible –explica su padre, David–. Ella me abrió los ojos. Yo soy su
padre, pero ella es mi guía».
Foto: Lynn Johnson
Deficiencia enzimática
Carlos, de 12 años, muestra una foto
de cuando vivía como una niña. Pertenece a un reducido grupo de niños de
la República Dominicana que tienen una deficiencia enzimática: al
nacer, sus genitales parecen femeninos, pero el pico de testosterona de
la pubertad hace que desarrollen genitales masculinos y que se tornen
hombres.
Foto: Lynn Jonhson
Fa'afafine, un género "intermedio"
En Samoa, Sandy (a la izquierda), de
12 años, y su mejor amiga, Mandy (con camiseta blanca), de 10,
improvisan un baile con amigos y primos. Se identifican como fa’afafine,
género que no se corresponde ni con un chico ni con una chica. Los
niños fa’afafine suelen adoptar el rol de niña en la casa y cuando
juegan. En la edad adulta conservan una anatomía masculina, con un
aspecto y unas maneras femeninas. Ayudan en las tareas domésticas y el
cuidado de los niños, y eligen hombres como pareja sexual.
Foto: Lynn Johson
Familia fa'afafine
Trisha Tuiloma (a la derecha), y su
primo (a la izquierda) ayudan a preparar la comida del domingo. Tuiloma
es fa'afafine, y está bastante segura de que su sobrino de cinco años de
edad también lo es. Foto: Lynn Johnson
Prendas para hombre y mujer
Sandy (en primer plano) y Mandy se
toman un descanso al sol de mediodía en casa de Mandy. Visten lavalavas,
una prenda tradicional de Samoa que llevan tanto hombres como mujeres.
Foto: Lynn Johnson
Soñando con ser chica
Mandy, calzada con sus apreciados
zapatos de tacón alto, convierte las toallas tendidas en un vestido que
solo ella puede imaginar.
Foto: Lynn Johnson
En busca de protección
"Lizzie" demuestra cuán fácil resulta
entrar en la casa abandonada que ella y otra mujer transgénero han
limpiado y acondicionado para hacerla habitable. La cruz de la pared,
dibujada por "Strawberry", la líder de la comunidad, representa para
ellas una esperanza de protección.
Foto: Lynn Johnson
Foto: Lynn Johnson
Familia transgénero
Hace cuatro años, mientras verían una
entrevista por televisión a una chica transgénero, Corey Maison (en la
cama elástica) y su madre Erika (sentada) se dieron cuenta de que ellas
también eran transgénero. Corey, hoy de 14 años de edad, empezó la
transición de chico a chica poco después, pero Erika decidió mantenerlo
en secreto mientras se dedicaba al cuidado de Corey y de su otra hija.
Hoy Erika está transformándose en Eric, una opción inconcebible para
ella hace una generación. "El paso más importante fue comunicárselo a mi
marido. No lo hubiera hecho sin su apoyo".
Foto: Lynn Johnson
Foto: Lynn Johnson
Robin Marantz Henig
Niño o niña, hombre o mujer, ¿es hora de redefinir el género?
Siempre se ha sentido más chico que chica. Desde su más tierna
infancia, E (como prefiere que nos refiramos a ella en este reportaje) odia los vestidos y es una apasionada del baloncesto, el skateboard y los videojuegos. Cuando nos conocimos el pasado mes de mayo en su instituto de Nueva York,
en la exhibición de fin de curso de su clase de oratoria, E vestía un
entallado traje masculino de Brooks Brothers y una de las muchas
pajaritas que componen su amplia colección. Con aquel pelo rojo
cortísimo, el cutis blanco como la nieve y facciones delicadas, a sus 14
años parecía un Peter Pan terrenal vestido de gala.
Unas horas más tarde, E buscaba la etiqueta adecuada para definir su identidad de género. «Transgénero» no acababa de cuadrar, me explicó. Para empezar, seguía haciéndose llamar por el nombre que le dieron al nacer y prefiriendo que le asignasen el pronombre «ella». Y mientras que otros chicos y chicas trans suelen contar que siempre han tenido la sensación de haber nacido en un cuerpo «equivocado», ella sostiene: «Yo creo que simplemente tengo que modificar algunas cosas del [cuerpo] que ya tengo para llegar a sentir que es el que necesito».
Se refería a un cuerpo sin menstruación ni mamas, de rasgos faciales
más marcados y «barba pelirroja». ¿Quiere esto decir que E es un chico
trans? ¿Una chica «terriblemente andrógina», según sus propias palabras?
¿O simplemente una persona que rechaza de plano la casuística de los
roles de género tradicionales?
Si E se cuestiona su propia identidad de género en vez de limitarse a creer que sus aficiones y preferencias indumentarias son las propias de «una niña chicazo», es porque en estos tiempos el debate sobre el transgenerismo está sobre la mesa en muchos países. Un debate que ha dado voz a personas como E y que ha permitido cuantificar mejor el fenómeno: concretamente en Estados Unidos, en apenas 10 años se ha duplicado el número de adultos que figuran oficialmente como transgénero en las encuestas nacionales, ha aumentado la cifra de personas que declaran disconformidad de género –una amplia categoría que hace una generación ni siquiera tenía nombre– y hay más escolares de primaria que se plantean a qué género pertenecen. También existe cada vez mayor conciencia de cuán expuestas se hallan todas esas personas al acoso escolar, la agresión sexual y el intento de suicidio.
Si E se cuestiona su propia identidad de género en vez de limitarse a creer que sus aficiones y preferencias indumentarias son las propias de «una niña chicazo», es porque en estos tiempos el debate sobre el transgenerismo está sobre la mesa en muchos países. Un debate que ha dado voz a personas como E y que ha permitido cuantificar mejor el fenómeno: concretamente en Estados Unidos, en apenas 10 años se ha duplicado el número de adultos que figuran oficialmente como transgénero en las encuestas nacionales, ha aumentado la cifra de personas que declaran disconformidad de género –una amplia categoría que hace una generación ni siquiera tenía nombre– y hay más escolares de primaria que se plantean a qué género pertenecen. También existe cada vez mayor conciencia de cuán expuestas se hallan todas esas personas al acoso escolar, la agresión sexual y el intento de suicidio.
El debate hombre y mujer
El debate en curso se articula en torno a la evolución de los conceptos de hombre o mujer, y de los significados de palabras como transgénero, cisgénero, de género no binario, queergénero, agénero o
cualquiera de los más de 50 términos que Facebook pone a disposición de
sus usuarios estadounidenses a la hora de crearse un perfil. Al mismo
tiempo, los científicos descubren cada día que la definición biológica
de sexo es más compleja de lo que creían.
Muchos de nosotros aprendimos en clase de biología que los cromosomas
sexuales determinan el sexo de un bebé: XX indica que es niña; XY
indica que es niño. No hay más. Solo que a veces sí hay realidades más
allá de XX y XY.
«Yo creo que simplemente tengo que modificar algunas cosas del [cuerpo] que ya tengo para llegar a sentir que es el que necesito»
Hoy sabemos que los diversos factores que componen lo que consideramos «masculino» y «femenino» no siempre se conjugan con nitidez:
por un lado está todo cuanto comportan los cromosomas XX (ovarios,
vagina, estrógenos, identidad de género femenina y conducta femenina);
por otro, todo cuanto comportan los cromosomas XY (testículos, pene,
testosterona, identidad de género masculina y conducta masculina). Pero
es posible ser XX y esencialmente masculino en cuanto a anatomía,
fisiología y psicología, de igual modo que es posible ser XY y
esencialmente femenina.
El desarrollo de los embriones y el sexo
Al inicio de su desarrollo todos los embriones tienen un par de
órganos primitivos, las protogónadas, que llegarán a ser gónadas
masculinas o femeninas entre las seis y las ocho semanas. La
diferenciación sexual suele ponerse en marcha por un gen del cromosoma
Y, el gen SRY, gracias al cual las protogónadas se transforman en
testículos. Estos segregan enseguida testosterona y otras
hormonas masculinas (llamadas andrógenos en su conjunto), y el feto
desarrolla una próstata, un escroto y un pene. En ausencia del gen SRY,
las protogónadas se convierten en ovarios que segregan estrógenos, y el
feto desarrolla una anatomía femenina (con útero, vagina y clítoris).
Pero el gen SRY no siempre actúa de forma previsible. A veces puede faltar o ser disfuncional, lo que se traduce en un embrión XY que no logra desarrollar una anatomía masculina y por ende se identifica como una niña al nacer. Otras veces el gen puede aparecer en el cromosoma X, con lo cual el embrión XX desarrollará una anatomía masculina y el sexo de asignación del individuo tras el parto será niño.
Pero el gen SRY no siempre actúa de forma previsible. A veces puede faltar o ser disfuncional, lo que se traduce en un embrión XY que no logra desarrollar una anatomía masculina y por ende se identifica como una niña al nacer. Otras veces el gen puede aparecer en el cromosoma X, con lo cual el embrión XX desarrollará una anatomía masculina y el sexo de asignación del individuo tras el parto será niño.
Existen otras variaciones genéticas no relacionadas con el gen SRY. Es el caso del síndrome de insensibilidad completa a los andrógenos (SICA), en el cual las células de un embrión XY responden mínimamente, o no responden en absoluto, a las señales de las hormonas masculinas. Aunque las protogónadas se convierten en testículos y el feto produce andrógenos, los genitales masculinos no se desarrollan. El recién nacido parece una niña, con clítoris y vagina, y en la mayoría de los casos crecerá sintiéndose niña.
¿Cuál es entonces el género y el sexo biológico de ese bebé? ¿La niña por la que ella misma se tiene? ¿O quizás esos cromosomas XY (por no hablar de los testículos ocultos en su abdomen) significan que «en realidad» es un niño?
Georgiann Davis, de 35 años, nació con SICA, pero ella no lo supo hasta que casualmente se topó con su historial médico, poco antes de cumplir los 20. Nadie le había comunicado nunca que sus cromosomas eran XY, ni siquiera cuando se lo detectaron a los 13 años y la operaron a los
17 para extirparle los testículos no descendidos. En lugar de explicarle el objeto de la intervención, sus padres acordaron que los médicos le hablarían de unos ovarios imaginarios en estado precanceroso que debían extirparse. Prefirieron ocultar a su hija la verdad, es decir, que era una persona intersexual, con una anatomía reproductiva y una genética que no encajaban en las definiciones estrictas de hombre y mujer.
«¿Acaso era tan horrendo tener un rasgo intersexual? –escribió Davis, hoy socióloga de la Universidad de Nevada en Las Vegas, en su libro Contesting Intersex: The Dubious Diagnosis–. Recuerdo haber pensado que debía de ser un monstruo de feria si ni mis propios padres habían sido capaces de contarme la verdad».
Una forma particular de intersexualidad
En una región aislada de la República Dominicana se ha registrado una forma particular de intersexualidad:
un grupo de niños del pueblo de Las Salinas a los que a veces la gente
se refiere con el despectivo nombre de «los güevedoce», que significa
«pene a los 12». Fue estudiado científicamente por primera vez en la
década de 1970 por Julianne Imperato-McGinley, endocrinóloga del Weill
Cornell Medical College de Nueva York. La investigadora sabía que por
norma general, alrededor de la octava semana de gestación una enzima de los embriones masculinos convierte la testosterona en la potente hormona DHT (la dihidrotestosterona). En presencia de DHT, una estructura embrionaria llamada tubérculo genital se transforma en pene; en su ausencia, el tubérculo se convierte en clítoris.
Los embriones de estos intersexuales dominicanos, demostró
Imperato-McGinley, carecen de la enzima que convierte la testosterona en
DHT, de modo que los bebés nacen con genitales de apariencia femenina y
son criados como niñas. Algunas se sienten niñas normales y corrientes;
otras tienen la impresión de ser diferentes, sin saber exactamente por
qué.
La segunda fase de la masculinización, que tiene lugar en la pubertad, no requiere DHT, sino únicamente un elevado nivel de testosterona, que estos niños dominicanos producen en cantidades normales. Como la mayoría de los chicos, experimentan un pico en la producción de esta hormona alrededor de los 12 años. Viven entonces los cambios que los transformarán en hombres (aunque por lo general serán infértiles): su voz se hace más grave, ganan musculatura y desarrollan vello facial y corporal. Y, en su caso, lo que hasta entonces parecía un clítoris empieza a convertirse en un pene.
Imperato-McGinley me contó que la primera vez que viajó a la República Dominicana, los jóvenes recién convertidos en hombres eran objeto de suspicacias y tenían que demostrar su virilidad con más ahínco que los demás. Hoy estos chicos suelen identificarse ya al nacer, porque los padres han aprendido a examinar con más detenimiento los genitales de sus recién nacidos. Aun así, en muchos casos se les sigue criando como niñas.
El sexo es una amalgama de elementos: cromosomas (X e Y),
anatomía (genitales externos y órganos sexuales internos), hormonas
(niveles de testosterona y de estrógenos), psicología (identidad de
género autodefinida) y cultura (comportamientos de género definidos
socialmente). Y a veces una persona que ha nacido con los
cromosomas y los genitales de un sexo cae en la cuenta de que es
transgénero, es decir, que posee en su interior una identidad de género
que se corresponde con el sexo opuesto, o con ninguno de los dos, o
incluso con ninguno en absoluto.
A veces una persona que ha nacido con los cromosomas y los genitales de un sexo cae en la cuenta de que es transgénero, es decir, que posee en su interior una identidad de género que se corresponde con el sexo opuesto, o con ninguno de los dos, o incluso con ninguno en absoluto.
En una época en la que el transgenerismo está a la orden del día en nuestra sociedad y en los medios de comunicación –como el anuncio de Caitlyn Jenner, padrastro de la estrella de reality show Kim Kardashian, de que es una mujer trans–, los científicos están dando sus propios pasos de gigante, adoptando diversas perspectivas para comprender mejor el fenómeno.
Desde el punto de vista biológico, algunos científicos creen que el transgenerismo podría deberse al ritmo sincopado del desarrollo fetal. «La diferenciación sexual de los genitales se produce en los dos primeros meses de la gestación –escribe Dick Swaab, investigador del Instituto Neerlandés de Neurociencia, sito en Amsterdam–, mientras que la diferenciación sexual del cerebro no empieza hasta la segunda mitad del embarazo». Dentro del útero, los genitales y el cerebro están, pues, expuestos a diferentes entornos de «hormonas, nutrientes, medicamentos que la madre toma durante la gestación y otras sustancias químicas» que afectan a la diferenciación sexual con varias semanas de diferencia.
¿Cerebro masculino y cerebro femenino?
Esto no significa que exista un cerebro propiamente «masculino» y
otro «femenino», pero sí es verdad que ciertas características
cerebrales, como la densidad de la sustancia gris y el tamaño del
hipotálamo, tienden a mostrar diferencias entre un sexo y otro. Parece ser que el cerebro de las personas transgénero podría asemejarse más al del género con el que se autoidentifican más tarde que al del género que se les asigna al nacer.
En un estudio, por ejemplo, Swaab y su equipo descubrieron que en una
región determinada del cerebro las mujeres trans, al igual que las demás
mujeres, tienen menos células asociadas con la somatostatina (una hormona reguladora) que los hombres. En otro estudio, científicos
españoles realizaron escáneres cerebrales a hombres transexuales y
hallaron que su sustancia blanca no era ni típicamente masculina ni
típicamente femenina, sino algo intermedio.
Pero estos estudios son sesgados. A menudo se llevan a cabo con muestras reducidas, de apenas media docena de individuos trans, y a veces incluyen personas que ya han comenzado a hormonarse para hacer la transición al otro sexo, lo que significa que las diferencias cerebrales observables podrían ser la consecuencia, y no la causa, de la identidad transgenérica del sujeto.
Con todo, la investigación sobre el transgenerismo tiene en su haber un hallazgo que parece incontrovertido: la conexión entre la disconformidad de género y el trastorno del espectro autista (TEA). Según John Strang, neuropsicólogo infantil del Centro de Trastornos del Espectro Autista y del Programa de Desarrollo del Género y la Sexualidad, del Sistema Nacional de Salud Infantil, en Washington, D.C., los niños y adolescentes con TEA tienen una probabilidad siete veces mayor de mostrar disconformidad de género que los otros jóvenes de su edad. Y también se verifica lo contrario: la probabilidad de sufrir TEA es de seis a 15 veces superior entre los niños y adolescentes tratados en centros especializados en cuestiones relacionadas con el género. Emily Brooks, de 27 años, tiene autismo y se define como persona de género no binario, aunque conserva su nombre original.
Esbelta, con la mitad de la cabeza rapada y la otra mitad rubia con
mechas turquesas, acaba de conseguir en la City University de Nueva York
un máster sobre Estudios de la Discapacidad y su sueño es crear
espacios más seguros para quienes manifiestan disconformidad de género
(a los que define de una forma muy amplia) y autismo. Esas personas tienen que luchar simultáneamente contra el «capacitismo» y la «transfobia»,
me dijo mientras tomábamos un refresco en un bar de Manhattan. «Y no
puedes dar por hecho que en un entorno donde se respeta la identidad del
individuo vaya a respetarse también la discapacidad». En plena
conversación se acercó el camarero. «¿Os traigo algo más, chicas?». A
Brooks la irritó aquel apelativo, prueba de que su búsqueda de un
espacio seguro se complica no solo con el autismo, sino también con su
rechazo del binarismo de género.
Científicos españoles realizaron escáneres cerebrales a hombres transexuales y hallaron que su sustancia blanca no era ni típicamente masculina ni típicamente femenina, sino algo intermedio
La mayoría de la gente (podría decirse que más del 99 %) se define como hombre o mujer, posicionándose en uno u otro extremo del espectro de género. Formar
parte del sistema binario simplifica la vida cotidiana: comprar ropa,
practicar un deporte de equipo, solicitar el pasaporte.
Pero hoy la gente –sobre todo los jóvenes– se cuestiona no solo el género que se le asignó al nacer, sino el binarismo en sí mismo. «No me siento reflejada en lo que, según la gente, define a un chico o a una chica –declaró la cantante estadounidense Miley Cyrus a la revista Out en 2015, cuando tenía 22 años–, y he comprendido que no es que odie ser chica, sino que me encasillen».
Pero hoy la gente –sobre todo los jóvenes– se cuestiona no solo el género que se le asignó al nacer, sino el binarismo en sí mismo. «No me siento reflejada en lo que, según la gente, define a un chico o a una chica –declaró la cantante estadounidense Miley Cyrus a la revista Out en 2015, cuando tenía 22 años–, y he comprendido que no es que odie ser chica, sino que me encasillen».
Entender el género como una realidad no binaria
La generación de Cyrus tiene más probabilidades que sus padres de entender el género como una realidad no binaria. Una reciente encuesta realizada a un millar de personas de entre 18 y 34 años ha revelado que la
mitad de ellas piensa que «el género cubre un amplio espectro, y que
hay personas que no encajan en las categorías convencionales». Y
una buena parte de esa mitad se considera no binaria, según Human
Rights Campaign. En 2012 este grupo de presión estadounidense encuestó a
10.000 adolescentes lesbianas, gays, bisexuales y transgénero de entre
13 y 17 años y descubrió que el 6 % se clasificaba como «género fluido»,
«andrógino» o alguna otra identidad ajena a las casillas binarias.
Los jóvenes que intentan identificar el lugar que ocupan en el espectro de género suelen escoger el pronombre personal con el que les gusta que se refieran a ellos. Aunque no se sientan exactamente chico o chica, a veces siguen usando «él» o «ella». Muchos otros optan por el pronombre neutro si en su lengua ya existe (como they en inglés) o por otro de nuevo cuño, como zie en inglés, ille, iel y ol en francés, o «elle» en español.
Charlie Spiegel, un californiano de 17 años, probó a usar el pronombre neutro durante una temporada, pero ahora prefiere «él». Al nacer le asignaron sexo femenino, me contó, pero cuando llegó a la pubertad empezó a incomodarlo que lo tratasen de chica. Se suponía que la etiqueta de «chica» le encajaba, pero no era así. Un día, a los 14 años, entró por casualidad en la biblioteca del instituto y cogió un ejemplar de I am J, una novela de Cris Beam sobre un chico transgénero. «Esto me suena», pensó a medida que leía. La revelación fue tan terrorífica como aclaratoria.
Charlie, hoy integrante de Gender Spectrum (un colectivo estadounidense de apoyo y defensa de adolescentes transgénero y no binarios), tardó un tiempo en dar con una identidad de género que se adecuara a su sentimiento. Vivió un proceso de prueba y error parecido al que describen otros adolescentes que se cuestionan su género. Primero exploró la identidad de «lesbiana marimacho», luego la de «género fluido» y por fin se asentó en su identidad actual: «chico trans no binario». Quizá parezca un oxímoron –en teoría «chico» y «no binario» serían mutuamente excluyentes–, pero Charlie se siente a gusto con esa combinación. Cuando hablamos, le faltaban unos meses para ir a la universidad y estaba preparándose para empezar su tratamiento de testosterona.
Los jóvenes que intentan identificar el lugar que ocupan en el espectro de género suelen escoger el pronombre personal con el que les gusta que se refieran a ellos. Aunque no se sientan exactamente chico o chica, a veces siguen usando «él» o «ella». Muchos otros optan por el pronombre neutro si en su lengua ya existe (como they en inglés) o por otro de nuevo cuño, como zie en inglés, ille, iel y ol en francés, o «elle» en español.
Charlie Spiegel, un californiano de 17 años, probó a usar el pronombre neutro durante una temporada, pero ahora prefiere «él». Al nacer le asignaron sexo femenino, me contó, pero cuando llegó a la pubertad empezó a incomodarlo que lo tratasen de chica. Se suponía que la etiqueta de «chica» le encajaba, pero no era así. Un día, a los 14 años, entró por casualidad en la biblioteca del instituto y cogió un ejemplar de I am J, una novela de Cris Beam sobre un chico transgénero. «Esto me suena», pensó a medida que leía. La revelación fue tan terrorífica como aclaratoria.
Charlie, hoy integrante de Gender Spectrum (un colectivo estadounidense de apoyo y defensa de adolescentes transgénero y no binarios), tardó un tiempo en dar con una identidad de género que se adecuara a su sentimiento. Vivió un proceso de prueba y error parecido al que describen otros adolescentes que se cuestionan su género. Primero exploró la identidad de «lesbiana marimacho», luego la de «género fluido» y por fin se asentó en su identidad actual: «chico trans no binario». Quizá parezca un oxímoron –en teoría «chico» y «no binario» serían mutuamente excluyentes–, pero Charlie se siente a gusto con esa combinación. Cuando hablamos, le faltaban unos meses para ir a la universidad y estaba preparándose para empezar su tratamiento de testosterona.
Que cada vez sean más los jóvenes que se declaran no binarios se debe en parte al hecho de que esa nueva opción les permite «poner nombre a su propia experiencia»,
me dijo el terapeuta Jean Malpas cuando lo conocí en las oficinas de
Manhattan del Instituto Ackerman para la Familia, desde donde dirige el
Proyecto Género y Familia.
Pero a medida que más niños y niñas rechazan el binarismo –o, como prefiere decir Malpas, abrazan la «expansividad de género»–, los padres se enfrentan a nuevos desafíos. Recordemos a E, por ejemplo, quien en el mes de mayo, cuando nos conocimos, seguía utilizando pronombres femeninos mientras buscaba con afán el punto exacto que ocupa en el espectro de género. Su madre, Jane, también luchaba para que E saliese bien parada de aquella experiencia de no ser ni típicamente femenina ni típicamente masculina.
Aquella noche su clase de oratoria había actuado en Nueva York y se disponía a viajar a California para participar en un concurso nacional. Jane me mostró el correo electrónico que había enviado al entrenador para ponerlo en antecedentes. Como llevaba el pelo cortísimo y una vestimenta muy andrógina, había escrito Jane, E podía ser tomada por un chico. Le pregunté en qué punto del espectro de género colocaría ella a su hija. «Me parece que desea ocupar un espacio neutro», me respondió.
Pero a medida que más niños y niñas rechazan el binarismo –o, como prefiere decir Malpas, abrazan la «expansividad de género»–, los padres se enfrentan a nuevos desafíos. Recordemos a E, por ejemplo, quien en el mes de mayo, cuando nos conocimos, seguía utilizando pronombres femeninos mientras buscaba con afán el punto exacto que ocupa en el espectro de género. Su madre, Jane, también luchaba para que E saliese bien parada de aquella experiencia de no ser ni típicamente femenina ni típicamente masculina.
Aquella noche su clase de oratoria había actuado en Nueva York y se disponía a viajar a California para participar en un concurso nacional. Jane me mostró el correo electrónico que había enviado al entrenador para ponerlo en antecedentes. Como llevaba el pelo cortísimo y una vestimenta muy andrógina, había escrito Jane, E podía ser tomada por un chico. Le pregunté en qué punto del espectro de género colocaría ella a su hija. «Me parece que desea ocupar un espacio neutro», me respondió.
El peso de la biología
Difícil tarea para un adolescente encontrar un «espacio neutro»: tarde o temprano la biología se empeña en hacerse notar.
A veces puede frenarse provisionalmente con fármacos que bloquean la
aparición de caracteres sexuales secundarios en la pubertad, lo cual
aporta un margen de tiempo a aquellos niños y niñas que se cuestionan su
género. Cuando un adolescente llega a los 16 años y decide que
realmente no es trans, los efectos de la supresión puberal son en
principio reversibles: deja de tomar los bloqueadores hormonales y
retoma su desarrollo según el sexo con el que nació.
Pero para quienes a los 16 años sí desean emprender la transición, el hecho de haber tomado bloqueadores puede ser una ventaja: se les puede pautar un tratamiento hormonal para el proceso de transición y hacer que vivan su pubertad de acuerdo con el género deseado sin haber desarrollado caracteres sexuales secundarios, como las mamas, el vello corporal o una voz grave, cuya reversión puede ser complicada.
La Sociedad de Endocrinología de Estados Unidos recomienda tratar con bloqueadores a los adolescentes diagnosticados de disforia de género. Aun así, los efectos a largo plazo de dichos fármacos sobre el desarrollo psicológico, el crecimiento cerebral y la densidad ósea se desconocen, razón por la cual también se oyen voces vehementes en contra de su utilización en adolescentes físicamente sanos.
En España, la legislación estatal no autoriza su uso, y el tratamiento hormonal no puede iniciarse hasta la mayoría de edad. Sin embargo, algunas comunidades autónomas han aprobado leyes que permiten el acceso a los bloqueadores y al tratamiento hormonal a menores trans.
Aún más controvertida es la cuestión sobre si se está animando a demasiados menores a llevar a cabo esta transición social a una edad excesivamente temprana.
Según Eric Vilain, genetista y pediatra al frente del Centro para la Biología Basada en el Género de la UCLA, los niños verbalizan muchos deseos y fantasías fugaces. ¿Y si afirmar «me gustaría ser niña» es un deseo tan efímero como querer ser astronauta o pájaro? Cuando lo entrevisté por teléfono la pasada primavera me explicó que la mayoría de los estudios sobre niñas y niños pequeños que manifiestan incomodidad con el género asignado al nacer sugieren que tienen más probabilidades de terminar siendo cisgénero (es decir, que están de acuerdo con el género asignado en el nacimiento) que transgénero. Y que en proporción a la población general, son más quienes al final se identificarán como homosexuales o bisexuales.
Pero para quienes a los 16 años sí desean emprender la transición, el hecho de haber tomado bloqueadores puede ser una ventaja: se les puede pautar un tratamiento hormonal para el proceso de transición y hacer que vivan su pubertad de acuerdo con el género deseado sin haber desarrollado caracteres sexuales secundarios, como las mamas, el vello corporal o una voz grave, cuya reversión puede ser complicada.
La Sociedad de Endocrinología de Estados Unidos recomienda tratar con bloqueadores a los adolescentes diagnosticados de disforia de género. Aun así, los efectos a largo plazo de dichos fármacos sobre el desarrollo psicológico, el crecimiento cerebral y la densidad ósea se desconocen, razón por la cual también se oyen voces vehementes en contra de su utilización en adolescentes físicamente sanos.
En España, la legislación estatal no autoriza su uso, y el tratamiento hormonal no puede iniciarse hasta la mayoría de edad. Sin embargo, algunas comunidades autónomas han aprobado leyes que permiten el acceso a los bloqueadores y al tratamiento hormonal a menores trans.
Aún más controvertida es la cuestión sobre si se está animando a demasiados menores a llevar a cabo esta transición social a una edad excesivamente temprana.
Según Eric Vilain, genetista y pediatra al frente del Centro para la Biología Basada en el Género de la UCLA, los niños verbalizan muchos deseos y fantasías fugaces. ¿Y si afirmar «me gustaría ser niña» es un deseo tan efímero como querer ser astronauta o pájaro? Cuando lo entrevisté por teléfono la pasada primavera me explicó que la mayoría de los estudios sobre niñas y niños pequeños que manifiestan incomodidad con el género asignado al nacer sugieren que tienen más probabilidades de terminar siendo cisgénero (es decir, que están de acuerdo con el género asignado en el nacimiento) que transgénero. Y que en proporción a la población general, son más quienes al final se identificarán como homosexuales o bisexuales.
«Si un niño hace cosas consideradas femeninas –llevar el pelo largo, probarse los zapatos de su madre, ponerse vestido o jugar con muñecas–, entonces se dice a sí mismo: “Si hago cosas de niña, es que debo de ser una niña”», apunta Vilain. Pero esas preferencias componen una expresión de género, no una identidad de género. Según el pediatra, en esos casos lo mejor es que los padres mantengan la prudencia y recuerden al niño que puede hacer todo lo que hacen las niñas, sin que eso signifique que él sea una niña.
Jean Malpas explica que los terapeutas del Proyecto Género y Familia «buscan tres cosas en los niños y las niñas que expresan el deseo de pertenecer a otro género»: que ese deseo sea «persistente, coherente e insistente». Y muchos pequeños que llegan a su consulta cumplen esos criterios, asegura, algunos incluso a edades tan tempranas como los cinco años. «Llevan sintiéndose así mucho tiempo y lo tienen claro».
Este ha sido sin duda el caso de la hija de la escritora de Seattle Marlo Mack (pseudónimo que usa en sus podcasts y sus blogs para proteger la identidad de la pequeña). Marlo dio a luz a un varón, pero ya a los tres años él insistía en que era una niña. Algo fue mal en tu barriga, decía a su madre, y le pedía que la dejase volver a entrar para corregir el error.
No es solo una cuestión de Barbies
Tal y como le habría aconsejado Vilain, Marlo intentó hacerle comprender que un niño puede comportarse de diversas maneras. «Le
repetía por activa y por pasiva que podía seguir siendo un chico y
jugar con todas las Barbies que quisiese y vestirse como le diese la
gana: vestidos, faldas y todas las lentejuelas del mundo –relata Mack en
su podcast How to be a Girl («Cómo ser una niña»)–. Pero su respuesta
era categórica: No, que de ninguna manera. Que ella era una niña».
Por fin, tras un año de sufrimiento para ambos, Marlo dejó a su hijo de cuatro años elegir un nombre de niña, usar pronombres femeninos e ir al colegio vestida de niña. Casi al momento se levantó aquella nube de tristeza. En un podcast emitido dos años más tarde, Marlo contaba que su hija transexual, por entonces de seis años, «está absolutamente feliz de ser niña».
Vilain se distancia de algunos activistas trans al afirmar que no siempre que oímos la frase «me gustaría ser niña» de labios de un pequeño hay que fomentar ese deseo. Pero insiste en la necesidad de ir más allá de los estereotipos de género. Tras nuestra conversación telefónica, quiso enviarme un correo electrónico con una precisión: «Defiendo una amplia variedad de expresiones de género, desde hombres que se dejan melena, disfrutan del ballet y la ópera, llevan vestido o se sienten atraídos por hombres sin que nada de ello los “convierta en chicas”, hasta chicas que se afeitan la cabeza, llevan pantalones, juegan al fútbol o aman a otras mujeres sin que nada de ello las “convierta en chicos”».
Y aquí es donde las cosas se complican en el mundo del género. Personas tan jóvenes como la hija de Marlo Mack en Seattle, o Charlie Spiegel en California, o E en Nueva York deben tomar decisiones de orden biológico que repercutirán en su salud y su felicidad durante los 50 años siguientes. Decisiones irreversibles que deberán coexistir en un mundo donde las normas de género son, eminentemente, fluctuantes.
«Supongo que la gente diría que soy “cuestionante de género” –me dijo E en nuestra segunda entrevista, el pasado mes de junio–. ¿Existe esa expresión? Seguro que sí». Pero ese «cuestionamiento» no podía durar eternamente, lo sabía bien, y ya estaba inclinándose hacia «chico trans». En septiembre E había dado un paso más en esa dirección y pedía a los demás –también a mí– que usásemos el pronombre neutro para referirnos a su persona. Si al final optaba por adoptar una identidad masculina, creía que no le bastaría con vivir como un hombre, cambiar de nombre (Hue encabezaba la lista de posibilidades) y de pronombre (quedarse con el neutro o pasarse a «él»).
Implicaría masculinizarse también en el plano físico, lo que significaría tomar testosterona. Era todo un poco demasiado, me confesó E. Se acercaba su decimoquinto cumpleaños y decidió darse un año de prórroga para decidir.
Por fin, tras un año de sufrimiento para ambos, Marlo dejó a su hijo de cuatro años elegir un nombre de niña, usar pronombres femeninos e ir al colegio vestida de niña. Casi al momento se levantó aquella nube de tristeza. En un podcast emitido dos años más tarde, Marlo contaba que su hija transexual, por entonces de seis años, «está absolutamente feliz de ser niña».
Vilain se distancia de algunos activistas trans al afirmar que no siempre que oímos la frase «me gustaría ser niña» de labios de un pequeño hay que fomentar ese deseo. Pero insiste en la necesidad de ir más allá de los estereotipos de género. Tras nuestra conversación telefónica, quiso enviarme un correo electrónico con una precisión: «Defiendo una amplia variedad de expresiones de género, desde hombres que se dejan melena, disfrutan del ballet y la ópera, llevan vestido o se sienten atraídos por hombres sin que nada de ello los “convierta en chicas”, hasta chicas que se afeitan la cabeza, llevan pantalones, juegan al fútbol o aman a otras mujeres sin que nada de ello las “convierta en chicos”».
Y aquí es donde las cosas se complican en el mundo del género. Personas tan jóvenes como la hija de Marlo Mack en Seattle, o Charlie Spiegel en California, o E en Nueva York deben tomar decisiones de orden biológico que repercutirán en su salud y su felicidad durante los 50 años siguientes. Decisiones irreversibles que deberán coexistir en un mundo donde las normas de género son, eminentemente, fluctuantes.
«Supongo que la gente diría que soy “cuestionante de género” –me dijo E en nuestra segunda entrevista, el pasado mes de junio–. ¿Existe esa expresión? Seguro que sí». Pero ese «cuestionamiento» no podía durar eternamente, lo sabía bien, y ya estaba inclinándose hacia «chico trans». En septiembre E había dado un paso más en esa dirección y pedía a los demás –también a mí– que usásemos el pronombre neutro para referirnos a su persona. Si al final optaba por adoptar una identidad masculina, creía que no le bastaría con vivir como un hombre, cambiar de nombre (Hue encabezaba la lista de posibilidades) y de pronombre (quedarse con el neutro o pasarse a «él»).
Implicaría masculinizarse también en el plano físico, lo que significaría tomar testosterona. Era todo un poco demasiado, me confesó E. Se acercaba su decimoquinto cumpleaños y decidió darse un año de prórroga para decidir.
Las reflexiones de E sobre el lugar que ocupa en el espectro de género son posibles porque E es una persona del siglo XXI, y conceptos como transgénero y disconformidad de género están a la orden del día. Pero sus opciones siguen estando limitadas por el hecho de haber nacido en una cultura occidental, donde el género sigue siendo para la inmensa mayoría de la gente una cuestión de binarismo sexual.
Las cosas podrían ser distintas si E viviese en un entorno donde
existiesen los roles formales de hombre, mujer y algo intermedio, un rol equivalente a un tercer género.
Y esos lugares existen: en el sur de Asia (don-de el tercer género se denomina hijra), Nigeria (yan daudu), México (muxe), Samoa (fa’afafine), Thailandia (kathoey), Tonga (fakaleiti) e incluso Estados Unidos, donde un tercer género está culturalmente admitido en Hawai (mahu) y en algunos pueblos nativos americanos (dos espíritus). El grado de aceptación varía de un país a otro, pero normalmente la categoría incluye a individuos que anatómicamente son varones, exhiben conductas femeninas y sienten atracción sexual hacia hombres y casi nunca hacia otros individuos del tercer género. Más raramente, como los burrnesha de Albania o los fa’afatama de Samoa, son anatómicamente mujeres que viven como hombres.
El verano pasado conocí a una docena de fa’afafine cuando viajé a Samoa invitada por el profesor de psicología Paul Vasey, un convencido de que la cultura samoana es la que mejor acepta del planeta el tercer género.
Vasey, profesor y catedrático de investigación en psicología de la Universidad de Lethbridge, en Alberta, Canadá, viaja a Samoa tan a menudo que tiene allí casa, coche y amistades. Una de las cosas que más le intriga de los individuos del tercer género es la posibilidad de que arrojen luz sobre la «paradoja evolutiva» que constituye la atracción homosexual masculina. Dado que los fa’afafine casi nunca tienen hijos, ¿cómo es que logran transmitir los genes asociados a ese rasgo?
La condición de fa’afafine es recurrente en el seno de las mismas familias, como ser gay, sostiene Vasey (de sus estudios se desprende que las cifras son parecidas a las de la homosexualidad masculina en muchos países occidentales, en torno al 3 % de la población). El investigador me presentó a Jossie, de 29 años, una maestra alta y delgada (cada fa’afafine decide si quiere utilizar el pronombre masculino o femenino) que vive en un pueblo a una hora de la capital, Apia. En su caso, ser fa’afafine también es un rasgo de familia. En la conversación salieron a colación varios parientes: el tío materno Andrew, enfermera retirada que se hace llamar Angie; la prima Trisha Tuiloma, que además es la ayudante de investigación de Vasey, y el hijo de cinco años de una de las hermanas de Trisha.
«En este pueblo no gusta del todo el estilo fa’afa», dijo Angie. Cuando tenía veintitantos años, pensaba que «operarse para ser mujer» era una buena idea. Pero ahora, ya cumplidos los 57, se declara feliz sin necesidad de cirugías. Ya no se siente discriminada. Los feligreses de su parroquia tal vez critiquen la forma de vestir y de actuar de ella y de Jossie, pero «la familia nos comprende».
Y esos lugares existen: en el sur de Asia (don-de el tercer género se denomina hijra), Nigeria (yan daudu), México (muxe), Samoa (fa’afafine), Thailandia (kathoey), Tonga (fakaleiti) e incluso Estados Unidos, donde un tercer género está culturalmente admitido en Hawai (mahu) y en algunos pueblos nativos americanos (dos espíritus). El grado de aceptación varía de un país a otro, pero normalmente la categoría incluye a individuos que anatómicamente son varones, exhiben conductas femeninas y sienten atracción sexual hacia hombres y casi nunca hacia otros individuos del tercer género. Más raramente, como los burrnesha de Albania o los fa’afatama de Samoa, son anatómicamente mujeres que viven como hombres.
El verano pasado conocí a una docena de fa’afafine cuando viajé a Samoa invitada por el profesor de psicología Paul Vasey, un convencido de que la cultura samoana es la que mejor acepta del planeta el tercer género.
Vasey, profesor y catedrático de investigación en psicología de la Universidad de Lethbridge, en Alberta, Canadá, viaja a Samoa tan a menudo que tiene allí casa, coche y amistades. Una de las cosas que más le intriga de los individuos del tercer género es la posibilidad de que arrojen luz sobre la «paradoja evolutiva» que constituye la atracción homosexual masculina. Dado que los fa’afafine casi nunca tienen hijos, ¿cómo es que logran transmitir los genes asociados a ese rasgo?
La condición de fa’afafine es recurrente en el seno de las mismas familias, como ser gay, sostiene Vasey (de sus estudios se desprende que las cifras son parecidas a las de la homosexualidad masculina en muchos países occidentales, en torno al 3 % de la población). El investigador me presentó a Jossie, de 29 años, una maestra alta y delgada (cada fa’afafine decide si quiere utilizar el pronombre masculino o femenino) que vive en un pueblo a una hora de la capital, Apia. En su caso, ser fa’afafine también es un rasgo de familia. En la conversación salieron a colación varios parientes: el tío materno Andrew, enfermera retirada que se hace llamar Angie; la prima Trisha Tuiloma, que además es la ayudante de investigación de Vasey, y el hijo de cinco años de una de las hermanas de Trisha.
«En este pueblo no gusta del todo el estilo fa’afa», dijo Angie. Cuando tenía veintitantos años, pensaba que «operarse para ser mujer» era una buena idea. Pero ahora, ya cumplidos los 57, se declara feliz sin necesidad de cirugías. Ya no se siente discriminada. Los feligreses de su parroquia tal vez critiquen la forma de vestir y de actuar de ella y de Jossie, pero «la familia nos comprende».
Hipótesis evolutivas sobre la homosexualidad
Actualmente Vasey está investigando dos hipótesis que podrían explicar la paradoja evolutiva de la homosexualidad masculina.
La primera, la hipótesis del gen sexualmente antagonista, postula que los genes responsables de la atracción sexual hacia los hombres pueden tener efectos distintos en función del sexo de la persona que los posee: acarrean un coste reproductivo en el caso de los varones, pero son una ventaja para las mujeres porque conllevan un beneficio reproductivo, ya que las que los poseen deberían ser más fértiles.
Vasey y su equipo han descubierto que las madres y abuelas maternas de los fa’afafine tienen más hijos que las madres y abuelas de los hombres heterosexuales samoanos. Pero no han hallado pruebas comparables en las abuelas paternas, ni entre las tías maternas de los fa’afafine, lo que más se acercaría a la demostración casi definitiva.
La segunda hipótesis es la de la selección de parentesco: el tiempo y el dinero que los hombres homosexuales invierten en el cuidado de los hijos de sus hermanas eleva las probabilidades de que estos transmitan parte de su ADN a la siguiente generación. De hecho, varios de los fa’afafine que me presentó Vasey se habían hecho cargo de algunos sobrinos. Trisha Tuiloma, que hoy tiene 42 años, gasta el dinero que gana como asistente de Vasey en comida, colegio, caprichos y hasta electricidad para sus ocho sobrinos y sobrinas.
La primera, la hipótesis del gen sexualmente antagonista, postula que los genes responsables de la atracción sexual hacia los hombres pueden tener efectos distintos en función del sexo de la persona que los posee: acarrean un coste reproductivo en el caso de los varones, pero son una ventaja para las mujeres porque conllevan un beneficio reproductivo, ya que las que los poseen deberían ser más fértiles.
Vasey y su equipo han descubierto que las madres y abuelas maternas de los fa’afafine tienen más hijos que las madres y abuelas de los hombres heterosexuales samoanos. Pero no han hallado pruebas comparables en las abuelas paternas, ni entre las tías maternas de los fa’afafine, lo que más se acercaría a la demostración casi definitiva.
La segunda hipótesis es la de la selección de parentesco: el tiempo y el dinero que los hombres homosexuales invierten en el cuidado de los hijos de sus hermanas eleva las probabilidades de que estos transmitan parte de su ADN a la siguiente generación. De hecho, varios de los fa’afafine que me presentó Vasey se habían hecho cargo de algunos sobrinos. Trisha Tuiloma, que hoy tiene 42 años, gasta el dinero que gana como asistente de Vasey en comida, colegio, caprichos y hasta electricidad para sus ocho sobrinos y sobrinas.
Y en sus investigaciones, Vasey ha descubierto que los fa’afafine tienen más tendencia a ofrecer dinero, tiempo y apoyo emocional a sus sobrinos –sobre todo a las hijas más pequeñas de sus hermanas– que los heterosexuales samoanos, ya sean hombres o mujeres. Me quedó claro otro aspecto de la identidad de género cuando conocí a la pareja sentimental de Vasey, Alatina Ioelu, un fa’afafine que conoció hace 13 años. Cuando Ioelu llegó a mi hotel, empecé a comprender lo que significa ser fa’afafine. Alto, de hombros anchos y rostro franco, vestía del mismo estilo que Vasey, con bermudas y camiseta, y era mucho más masculino que los fa’afafine que había conocido hasta entonces. ¿Qué significa para una persona que tiene aspecto de hombre pertenecer a un tercer género que implica acentuar la feminidad?
Mientras charlábamos los tres durante la cena, fui comprendiendo que la identidad fa’afafine de Ioelu revela hasta qué punto el género está ligado a la cultura. Vasey y Ioelu planean casarse y retirarse en Canadá algún día. (Vasey tiene 50 años; Ioelu, 38). «Allí nos ven como una pareja homosexual normal y corriente», dice Vasey.
En otras palabras, la clasificación de género de Ioelu cambiará como por arte de magia de fa’afafine a gay, con solo cruzar una frontera.
Culturas
Antropología
Género
Grandes reportajes
Hucha británica de 1913
Banderín por el voto femenino hecho por las sufragistas estadounidenses en 1910-1920
Estatuilla en cerámica de una sufragista de comienzos del siglo XX
"La mujer debe votar". Cartel francés llamando a la mujer a luchar por sus derechos, 1925-1930.
Insignia de la WSPU
Sufragistas estadounidenses a bordo de un remolcador durante una de sus campañas
1902. Las mujeres de Australia logran el derecho al voto. Este país y su vecina Nueva Zelanda eran dominios de la Corona británica, pero gozaban de una gran autonomía política que favoreció la adopción de esta medida.
1906. El día 1 de junio, Finlandia se convierte en el primer país del mundo que permite a las mujeres ser elegidas al Parlamento, gracias a una ley que consagra el sufragio universal tanto masculino como femenino.
1917. Tras la Revolución de Febrero en Rusia y la caída del zar, el jefe del gobierno provisional, príncipe Lvov, concede el sufragio femenino después de que 40.000 mujeres se manifiesten en las calles de San Petersburgo, la capital del país.
1918. Las mujeres del Reino Unido pueden votar por primera vez. El sufragio se limita a las mayores de 30 años, que deben satisfacer determinados requisitos de propiedad. Diez años más tarde, en 1928, el sufragio femenino se extiende a todas las mujeres mayores de 21 años, en pie de igualdad con los hombres.
1919. Entre el fin del Imperio ruso y la conquista bolchevique de este territorio, Azerbaiyán deviene el primer país de mayoría islámica que se convierte en una república parlamentaria y que concede el voto a la mujer.
1920. En agosto es ratificada la Decimonovena Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, que consagra el sufragio femenino. Hasta ese momento las mujeres podían votar en aquellos Estados que así lo permitían; el primero en autorizar el voto femenino había sido Wyoming, en 1869.
1929. Ecuador se convierte en el primer país de América Latina que pone en práctica el sufragio femenino en unas elecciones.
1931 En España, las Cortes aprueban la nueva Constitución de la República el 9 de diciembre de 1931, que reconoce el derecho de voto a la mujer. En los debates sobre esta cuestión desempeñan un papel destacado las diputadas Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken; paradójicamente, las mujeres podían ser elegidas aunque no pudieran votar. Las españolas no ejercerán este derecho hasta el 19 de noviembre de 1933, cuando se celebren las siguientes elecciones generales. Después de los comicios de 1936 las mujeres ya no podrán volver a votar libremente hasta 1977, una vez finalizado el régimen franquista.
1934 En el marco de la progresiva occidentalización y transformación del país, la República de Turquía, dirigida por Mustafá Kemal, reconoce el sufragio femenino en las elecciones nacionales, aunque las mujeres ya podían votar en los comicios locales desde 1930.
1946 Francia, recién liberada de la ocupación hitleriana, concede el derecho de voto a la mujer, que había sido rechazado por el Parlamento en 1919 y 1922. El sufragio constituye un reconocimiento implícito al papel de la mujer en la Resistencia.
1947 La Constitución de la India, que acaba de adquirir la independencia respecto de Gran Bretaña, establece el sufragio femenino. En las dos décadas siguientes, los países de África y Asia que se emancipen de la tutela colonial reconocerán el derecho a voto de la mujer.
1971 Las mujeres de Suiza obtienen el derecho a votar en las elecciones federales; entre 1959 y 1991 habían visto reconocido su derecho en las elecciones de los diferentes cantones.
1984 El principado de Liechtenstein se convierte en el último país europeo que aprueba el sufragio femenino, que se ejercerá en las elecciones generales de 1986.
2015 Por primera vez desde la fundación del reino en 1932, las mujeres de Arabia Saudita pueden participar y ser candidatas en unas elecciones.
Antropología
Género
Grandes reportajes
Fechas clave en la historia para conseguir el voto femenino
Hace casi 125 años comenzó un proceso que más de un siglo después no ha terminado, pues algunos países todavía limitan este derecho
El primer voto. Litografía publicada en "The Sphere" el 21 de diciembre de 1918
Las elecciones de 1918 en Gran Bretaña
Se celebraron el 14 de diciembre, un mes después de que Alemania firmara el armisticio y cesaran los combates en Europa.
En ellas pudieron votar por primera vez las mujeres, aunque sólo las
mayores de 30 años, mientras que el voto masculino se amplió a los
mayores de 21 años.
Foto: Bridgeman / Aci
Hucha británica de 1913
Se activaba mediante un mecanismo: al
caer la moneda se abría la caja y aparecía una joven con una pancarta y
un collar en pro del voto femenino. Diez años más tarde del primer voto
de una mujer, en 1928, el sufragio femenino se extiende a todas las
mujeres mayores de 21 años, en pie de igualdad con los hombres.
Foto: Mary Evans / Scala, Firenze
Banderín por el voto femenino hecho por las sufragistas estadounidenses en 1910-1920
En agosto de 1920 fue ratificada la Decimonovena Enmienda a la Constitución de Estados Unidos,
que consagra el sufragio femenino. Hasta ese momento las mujeres podían
votar en aquellos Estados que así lo permitían; el primero en autorizar
el voto femenino había sido Wyoming, en 1869.
Foto: Bridgeman / Aci
Estatuilla en cerámica de una sufragista de comienzos del siglo XX
Las mujeres de Australia lograron el derecho al voto en el año 1902. Este país y su vecina Nueva Zelanda eran dominios de la Corona británica, pero gozaban de una gran autonomía política que favoreció la adopción de esta medida.
Foto: Age fotostock
"La mujer debe votar". Cartel francés llamando a la mujer a luchar por sus derechos, 1925-1930.
En 1946 Francia,
recién liberada de la ocupación hitleriana, concedió el derecho de voto
a la mujer, que había sido rechazado por el Parlamento en 1919 y 1922.
El sufragio constituyó un reconocimiento implícito al papel de la mujer
en la Resistencia.
Foto: Bridgeman / Aci
Insignia de la WSPU
Esta famosa insignia fue diseñada por
Sylvia Pankhurst. En ella vemos como una doncella sale de la cárcel
vestida de blanco (símbolo de pureza), con los grilletes rotos a sus
pies.
Foto: Scala, Firenze
Sufragistas estadounidenses a bordo de un remolcador durante una de sus campañas
Conscientes de la necesidad de
organizarse para ejercer presión y ganar apoyos, en 1897 diferentes
organizaciones sufragistas constituyeron la Unión Nacional de Sociedades
por el Sufragio Femenino (NUWSS en inglés) en Gran Bretaña, de la mano
de Millicent Fawcett. Llevaban a cabo acciones y campañas para
influenciar en la opinión pública y conseguir la mayor cantidad de apoyo
posibile.
Foto: Bridgeman / Aci
Redacción
Fechas clave en la historia para conseguir el voto femenino
1893. El 19 de septiembre de este año, Nueva Zelanda concede el derecho de voto a las mujeres mayores de 21 años, aunque hasta 1916 no obtendrán el derecho a ser elegidas.1902. Las mujeres de Australia logran el derecho al voto. Este país y su vecina Nueva Zelanda eran dominios de la Corona británica, pero gozaban de una gran autonomía política que favoreció la adopción de esta medida.
1906. El día 1 de junio, Finlandia se convierte en el primer país del mundo que permite a las mujeres ser elegidas al Parlamento, gracias a una ley que consagra el sufragio universal tanto masculino como femenino.
1917. Tras la Revolución de Febrero en Rusia y la caída del zar, el jefe del gobierno provisional, príncipe Lvov, concede el sufragio femenino después de que 40.000 mujeres se manifiesten en las calles de San Petersburgo, la capital del país.
1918. Las mujeres del Reino Unido pueden votar por primera vez. El sufragio se limita a las mayores de 30 años, que deben satisfacer determinados requisitos de propiedad. Diez años más tarde, en 1928, el sufragio femenino se extiende a todas las mujeres mayores de 21 años, en pie de igualdad con los hombres.
1919. Entre el fin del Imperio ruso y la conquista bolchevique de este territorio, Azerbaiyán deviene el primer país de mayoría islámica que se convierte en una república parlamentaria y que concede el voto a la mujer.
1920. En agosto es ratificada la Decimonovena Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, que consagra el sufragio femenino. Hasta ese momento las mujeres podían votar en aquellos Estados que así lo permitían; el primero en autorizar el voto femenino había sido Wyoming, en 1869.
1929. Ecuador se convierte en el primer país de América Latina que pone en práctica el sufragio femenino en unas elecciones.
1931 En España, las Cortes aprueban la nueva Constitución de la República el 9 de diciembre de 1931, que reconoce el derecho de voto a la mujer. En los debates sobre esta cuestión desempeñan un papel destacado las diputadas Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken; paradójicamente, las mujeres podían ser elegidas aunque no pudieran votar. Las españolas no ejercerán este derecho hasta el 19 de noviembre de 1933, cuando se celebren las siguientes elecciones generales. Después de los comicios de 1936 las mujeres ya no podrán volver a votar libremente hasta 1977, una vez finalizado el régimen franquista.
1934 En el marco de la progresiva occidentalización y transformación del país, la República de Turquía, dirigida por Mustafá Kemal, reconoce el sufragio femenino en las elecciones nacionales, aunque las mujeres ya podían votar en los comicios locales desde 1930.
1946 Francia, recién liberada de la ocupación hitleriana, concede el derecho de voto a la mujer, que había sido rechazado por el Parlamento en 1919 y 1922. El sufragio constituye un reconocimiento implícito al papel de la mujer en la Resistencia.
1947 La Constitución de la India, que acaba de adquirir la independencia respecto de Gran Bretaña, establece el sufragio femenino. En las dos décadas siguientes, los países de África y Asia que se emancipen de la tutela colonial reconocerán el derecho a voto de la mujer.
1971 Las mujeres de Suiza obtienen el derecho a votar en las elecciones federales; entre 1959 y 1991 habían visto reconocido su derecho en las elecciones de los diferentes cantones.
1984 El principado de Liechtenstein se convierte en el último país europeo que aprueba el sufragio femenino, que se ejercerá en las elecciones generales de 1986.
2015 Por primera vez desde la fundación del reino en 1932, las mujeres de Arabia Saudita pueden participar y ser candidatas en unas elecciones.
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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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Mil gracias querido Chema.. besazoooooo para tí!!!
ResponderEliminarWooow..
ResponderEliminarMil Gracias por Etiquetarme. ❤️
Lo Agradezco te envío un Saludo y un Fuerte Abrazo..
Hasta Perú.
Soy una mujer
ResponderEliminarque se cae y se levanta
Que no le tema a nada
Que ama , rie y llora
que lucha y no se esconde
Ni se Rinde.. Jamás.
Muchas Gracias..............
ResponderEliminarGraciasss..
ResponderEliminarBendiciones.
ResponderEliminarGracias Guillermo !!
ResponderEliminarGracias Guillermo !!!!!!!!!!
ResponderEliminarFelicidades ..siga asi q nadie le quite sus valires
ResponderEliminar1
Felicidades y bendiciones a todas Las Mujeres del Mundo 8 de Marzo.
ResponderEliminarGracias por sus bello aporte Poeta .
HISTORIA DEL DÍA DE LA MUJER
ResponderEliminarEl Día Internacional de la Mujer es una fecha que se celebra en muchos países del mundo. Cuando las mujeres de todos los continentes, a menudo separadas por fronteras nacionales y diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, económicas y políticas, se unen para celebrar su día, pueden contemplar una tradición de no menos de noventa años de lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo.
Gracias Martha M Córdova Ch, por su amplio comentario sobre lo que significa la MUJER, y celebrando un día en su honor, todas ustedes las mujeres son divinas, yo particularmente amo a todas las mujeres del mundo, y mi blog: A Vuelo de un Quinde; siempre se les recuerda con gratitud y amor, en las diferentes fechas de homenajes, abrazos para usted, Chema.
ResponderEliminarExcelente huella literaria! Felicidades y bendiciones Poeta
ResponderEliminarGuillermo Gonzalo Sánchez Achutegui!
Agradecemos su valiosa presencia y bello compartir,en esta su Casa en este nuevo mes de Marzo 2021.
Felicidades y bendiciones Poeta
ResponderEliminarGuillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
Hermosas y sentidas letras que nos deleitan con su lectura. Gracias por su grata presencia y bello compartir en esta su Casa en este mes de marzo de 2021.
Cómo siempre la mujer es una luchadora en todos los ámbitos de la vida. Roguemos a Dios por que siempre seamos así.
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