Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos entrega un amplio reportaje turístico de la Isla de Bali, perteneciente a Indonesia, que se ha convertido en una perla del turismo por su belleza, llenas de cultivos de arroz, templos de la religión hinduista y de gente amable que hace feliz al turista que la visita.
National Geographic.- narra : "Pocas islas condensan espiritualidad y hedonismo como Bali,
santuario hindú dentro del archipiélago indonesio, el país musulmán más
poblado del orbe. Sea por sus playas ornadas con pagodas o por la sutil
sofisticación de su danza, Bali lleva más de un siglo atrayendo a los
viajeros.
El frenesí de Kuta suele ser el punto de inicio de
un itinerario que, partiendo de las playas del vértice sur de la isla,
se adentra en el interior hacia Ubud, epicentro
cultural de Bali, para explorar sus terrazas de arroz y teatros de
marionetas, y pone rumbo hacia las playas del norte antes de concluir en
los magistrales templos de Besakih y el venerado volcán Agung...."https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/bali-isla-mas-bella_7541
Templos asomados al mar y volcanes rodeados por arrozales configuran el paisaje de esta isla de Indonesia
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/indonesia-isla-bali_9911/1
Si viajas a este exótico destino encontrarás una isla color verde esmeralda, salpicada de templos y valles
El templo del lago
El templo de Ulun Danu, que parece
flotar en las aguas del lago Bratan, en el cráter de un volcán a 1.200
metros de altitud, es uno de los más bellos de la isla.
Foto: Gary P Hayes
Una protección frente al mar
Tanah Lot es uno de los siete templos
que jalonan la costa de Bali y la preservan de las potencias turbadoras
del reino de Swah, que los isleños ubican en el mar.
Foto: Julien Garcia / Age Fotostock
El Palacio de Klungkung
El suicidio ritual de la corte de
Klungkung en 1908 ante las tropas holandesas supuso el fin del último
reino balinés. En el pabellón Kertha Gosa se impartía la justicia.
Foto: Miralex / Getty Images
Un paraíso agrícola
Los arrozales con sus bancales
ribeteados de palmeras asombraron a los conquistadores holandeses y
siguen ofreciendo magníficos escenarios para pasear.
Foto: Travel Pix Collection / AWL Images
Un baño en la fuente sagrada
Los templos del agua también sirven
para gestionar el sistema de riego de los campos. Pura Tirta Empul
cuenta con una fuente sagrada y piscina para el ritual de limpieza.
Foto: Xpacifica / Age Fotostock
Monte Agung
El mayor volcán de Bali es también su
montaña más sagrada. Las lluvias que caen en su ladera occidental
resultan esenciales para la fertilidad de la isla.
Foto: Michele Falzone / AWL Images
La isla de las ofrendas
Los balineses honran con flores y
comida a sus deidades, sea en los centenares de templos que posee la
isla –como este del lago Bratan– o bien en los altares domésticos.
Foto: Rueangrit Srisuk / Shutterstock
01 de agosto de 2016 · 12:11
Pocas islas condensan espiritualidad y hedonismo como Bali,
santuario hindú dentro del archipiélago indonesio, el país musulmán más
poblado del orbe. Sea por sus playas ornadas con pagodas o por la sutil
sofisticación de su danza, Bali lleva más de un siglo atrayendo a los
viajeros.
El frenesí de Kuta suele ser el punto de inicio de
un itinerario que, partiendo de las playas del vértice sur de la isla,
se adentra en el interior hacia Ubud, epicentro
cultural de Bali, para explorar sus terrazas de arroz y teatros de
marionetas, y pone rumbo hacia las playas del norte antes de concluir en
los magistrales templos de Besakih y el venerado volcán Agung.
Una vez en el aeropuerto de Denpasar, nada impide al visitante moverse ágilmente por toda la isla, que con 145 kilómetros de longitud es más grande que Cantabria. La pista se encuentra muy próxima a Kuta, playa donde en 1936 los norteamericanos Bob y Luise Koke acondicionaron bungalows para los primeros viajeros que arribaban en transatlántico. Hoy, Kuta es meca del turismo joven, y sus laberínticas callejuelas son un caleidoscopio de cafés, hostales y bares que ofrecen desayunos de tocino y huevo a legiones de mochileros australianos, entre tiendas de artesanía. Aunque sobreexplotada, la interminable playa es el lugar ideal para una sesión de masajes o para una primera lección de surf. Quienes tienen mayor aprecio por la tranquilidad y el estilo, pueden hallar refugio en los vecinos barrios de Legian y Seminyak, concebidos para un perfil de viajero más contemplativo.
Una vez en el aeropuerto de Denpasar, nada impide al visitante moverse ágilmente por toda la isla, que con 145 kilómetros de longitud es más grande que Cantabria. La pista se encuentra muy próxima a Kuta, playa donde en 1936 los norteamericanos Bob y Luise Koke acondicionaron bungalows para los primeros viajeros que arribaban en transatlántico. Hoy, Kuta es meca del turismo joven, y sus laberínticas callejuelas son un caleidoscopio de cafés, hostales y bares que ofrecen desayunos de tocino y huevo a legiones de mochileros australianos, entre tiendas de artesanía. Aunque sobreexplotada, la interminable playa es el lugar ideal para una sesión de masajes o para una primera lección de surf. Quienes tienen mayor aprecio por la tranquilidad y el estilo, pueden hallar refugio en los vecinos barrios de Legian y Seminyak, concebidos para un perfil de viajero más contemplativo.
El sublime templo de Tanah Lot se encuentra una hora hacia el norte por la costa occidental. Encumbrado en un peñón vapuleado por las olas, los peregrinos han accedido a él durante siglos aprovechando la marea baja.
Fue erigido en el siglo XVI por Nirartha, el místico que introdujo los
aspectos más complejos de la religión balinesa y responsable de los
templos marítimos que, cada uno a vista del siguiente, forman una cadena
en la costa suroccidental de la isla. Estas pagodas recortadas
por el atardecer son, en realidad, un tributo para apaciguar a las
bestias del inframundo que, según la cosmogonía local, habitan los
océanos. Los balineses, de hecho, se acercan a las costas con
cautela solo para procurarse ingresos del turismo, y han hecho del
interior su morada predilecta. Es sensato visitar Tanah Lot de mañana
para escapar de la afluencia de turistas en busca de la foto de rigor
con el templo bajo la luz crepuscular.
Playas vírgenes
Quienes se aventuren por la costa oeste encontrarán playas vírgenes
punteadas por más templos, pero rastrear la vibrante tradición artística
balinesa exige retomar el rumbo norte hacia Ubud, epicentro cultural de
la isla. Esta difusa localidad rodeada de colinas y terrazas de arroz
es el sitio más auténtico donde apreciar las exquisitas actuaciones de
teatro, marionetas y danza balinesa. Fue el avance del islam
sobre el resto del archipiélago y en especial sobre la vecina Java lo
que desencadenó un éxodo de músicos, bailarines y actores de la corte de
la dinastía hindú Mahapajit hacia Bali. Allí, produjeron un
resurgimiento exponencial de las artes. Los destellos de ese legado
reverberan aún hoy en los delicados movimientos de las bailarinas de
legong, danza orgánica y sinuosa que celebra la quintaesencia de la
feminidad al son del gamelán, un ensamble musical de gongs, flautas de
bambú y xilófonos. No menos emblemáticos son los teatros de sombras
proyectadas por marionetas, conocidos como wayang kulit.
La confianza con que la esencia de Bali se exhibe en Ubud le debe
mucho a la afluencia de artistas occidentales, como el pintor alemán
Walter Spies, que en los años 30 del pasado siglo hizo de la isla su
atelier y dio a conocer al mundo el arte balinés contemporáneo, el cual
por otra parte ayudó a estructurar. Eso explica la miríada de galerías
de arte que salpican el verde entramado del pueblo.
El arte de las terrazas de arroz, que urden el interior de la isla, alcanza su clímax visual en Jatiluwih.
A este sitio, listado como Paisaje Cultural Patrimonio por la Unesco,
se accede por carreteras menores tras una hora y media en dirección
norte. Se cree que el subak, sistema de irrigación cooperativa,
llegó a Bali en el siglo VIII. Su intrincado puzle de andenes parece
hacer germinar la brisa de montaña que difumina las palmeras cocoteras y
matas de plátano intercaladas en la métrica del paisaje. Compartir el
silencio con los devotos campesinos del interior es una experiencia que
equilibra perfectamente el bullicio de las playas del sur dejadas a
espaldas. El arroz es un producto tan vital para Bali y para Indonesia
que incluso justifica la existencia de Dewi Sri, una diosa específica
para el grano dador de vida.
Al cruzar el macizo volcánico que conforma el centro de la isla, la
carretera deja atrás los arrozales y escala hacia tierras más altas
dotadas de aldeas que poco han cambiado en décadas. Es menester
detenerse en el lago Bratan, donde el templo hindú-budista de Ulun Danu, del siglo XVII,
hechiza con el reflejo de su pagoda de once estratos, la cifra máxima
permitida en un templo balinés. Parece natural que los peregrinos se
congreguen a su sombra para orar por la abundancia del vital elemento.
Para los amantes de los viajes tranquilos
El tope norte de este itinerario es Lovina, una encantadora localidad costera de casas bajas, idónea para los amantes del viaje slow. La agenda del viajero que llega a estas latitudes oscila entre el avistamiento matutino de delfines, el submarinismo en la barrera de coral –que
mantiene el oleaje al mínimo– y observar los praos, las canoas
tradicionales, partiendo al atardecer para la pesca nocturna en la aldea
de Anturan. Todo eso puede hacerse alojándose en hoteles que, como
muchos de Ubud y su entorno, ofrecen clases de yoga, taichí y los más
variados masajes.
Lovina puede servir de base para explorar playas y enclaves de buceo
más agrestes como Pemuteran, en el extremo noroeste, o para rastrear los
vestigios del poder colonial en la vecina Singaraja. Esta ciudad fue
sede administrativa local de las Indias Orientales Holandesas hasta la
independencia, en 1949, y conserva ejemplos de edificios coloniales en
estilo art déco.
El primer holandés, Cornelius de Houtman, había llegado a la isla en
1597, dándole a los Países Bajos pleno control del comercio de especias
en la zona. En 1908, el país europeo selló su dominio cuando la corte del último reino de Bali marchó empuñando sus kris (dagas ceremoniales) contra las modernas armas de los neerlandeses, en un suicidio ritual colectivo conocido como puputan.
La matanza se publicó en los periódicos y Holanda recibió críticas muy
severas. Para lavar su imagen, en las décadas siguientes respetó los
cultivos tradicionales, no permitió que se establecieran compañías
extranjeras y restringió la entrada de misioneros. Todo eso contribuyó a
preservar la singularidad balinesa.
Besakih, un complejo de templos conocidos colectivamente como el Templo Madre, es el más sagrado de los santuarios de Bali, sacralidad reforzada por su emplazamiento en las faldas del venerado Gunung Agung, volcán de 3.031 metros, techo de la isla y punto cardinal de la brújula espiritual balinesa.
La pagoda más imponente ostenta seis niveles tendidos con el mismo
ritmo ascendente de las terrazas de arroz, como peldaños hacia los
dioses. Durante los casi setenta festivales que se realizan al año,
cientos de peregrinos acuden con sus udeng, pañuelos atados en la
cabeza. Provistos de parasoles dorados y máscaras de dragones acompañan a
bailarinas empolvadas para honrar el principio balinés de Tri Hita
Kirana. El equilibrio entre el hombre, los dioses y sus congéneres se
celebra cantando y dejando ofrendas de pétalos, arroz y mango sobre
hojas de plátanos. Es entonces cuando la esencia, la sensualidad y la
exuberancia de Bali se prenden en la piel y el alma del viajero.
Bali, la isla más bella
Templos asomados al mar y volcanes rodeados por arrozales configuran el paisaje de esta isla de Indonesia
Gunung Agung
El cono del volcán más sagrado de Bali emerge entre nubes, sobre los campos de arroz próximos a la población de Ubud.
DAVID NOTON PHOTOGRAPHY / ACI
Arrozales
Además de predominar en el paisaje de la isla, el arroz constituye también el principal elemento de la gastronomía balinesa.
TIM MANNAKEE / FOTOTECA 9 X 12
Besakih
Es el principal centro hinduista de
la isla. Fundado a finales del siglo VIII, sobrevivió a un terremoto en
1917 y a la erupción del Gunung Agung en 1963.
McPHOTO / AGE FOTOSTOCK
Lago Bratan
El templo Pura Ulun Danu Bratan,
dedicado a la diosa que habita este lago del centro de la isla, se erige
sobre un islote rodeado de conos volcánicos.
MICHELE FALZONE / AWL IMAGES
Arte basado en la belleza
En Bali existe la obligación
colectiva de crear cosas bellas. Ello se refleja en su arte –los títeres
y el teatro con representaciones basadas en el Ramayana y el
Mahabharata– y también en las ceremonias religiosas y en la artesanía,
donde tiene un papel predominante el tejido de ikats, que a menudo utiliza hilos de oro.
GTRES
Tanah Lot
Es uno de los templos más venerados y visitados por su singular ubicación sobre un promontorio donde coinciden la tierra (tanah) y el mar (lot).
REINHARD DIRSCHERL / AGE FOTOSTOCK
Bucear en la costa sur
En las playas del sur las
posibilidades de practicar deportes acuáticos son numerosas. Con sus
rugientes olas, esta costa es la preferida de los surfistas. Los
aficionados al submarinismo hallarán en Padangbai y Candidasa una buena
oferta de empresas que realizan salidas a los arrecifes más próximos.
AGE FOTOSTOCK
Candidasa
Este enclave del sur es una buena base para practicar deportes acuáticos y saborear la gastronomía balinesa.
ROBERT HARDING IMAGES / MASTERFILE
Entre arrozales y santuarios
1 Tanah Lot. Templo emplazado sobre un islote en la costa sur, a poca distancia de la capital, Denpasar.
2 Ubud. Esta población rodeada de arrozales tiene una amplia oferta de representaciones de teatro, danza y títeres.
3 Candidasa. Es un enclave ineludible por sus playas de arena blanca y numerosas actividades acuáticas.
4 Besakih. Conjunto hinduista de 23 templos, situado en la ladera del volcán Gunung Agung.
5 Gunung Agung. La silueta del volcán sagrado se avista desde diversos puntos de la isla. Una ruta sube a la cumbre.
6 Lago Bratan. Esta laguna ocupa un gran cráter rodeado de conos volcánicos. El templo Ulun Danu se erige sobre un islote.
Mapa: BLAUSET
30 de noviembre de 2016 · 12:42
Bali, la isla más bella
Bali, la joya de Indonesia, es una isla por partida doble. En primer lugar, porque su territorio está rodeado de océano por todas partes, encajonado entre Java y Lombok, en el archipiélago de la Sonda. Y después, porque en un «bosque» de 13.000 ínsulas donde la religión mayoritaria es el islam, su fe principal es el hinduismo.
Con su forma de pez panzudo, como los que los buceadores pueden admirar en sus arrecifes coralinos, Bali tiene la extensión de Cantabria y menos de cuatro millones de habitantes.
Es decir, que moverse por la isla es sencillo y cualquier
desplazamiento de un extremo a otro se completa en apenas tres horas por
sus razonablemente buenas carreteras. De ahí que sea recomendable
apenas aterrizar en Denpasar, la capital, lanzarse a recorrer esta perla
volcánica.
En cuanto salga de la ciudad, el visitante comprobará que Bali es un enorme jardín cultivado donde los campos de arroz, ubicuos, refulgen como esmeraldas.
Las ordenadas cuadrículas aprovechan cualquier resquicio de tierra
para, escoltados por elegantes palmeras cocoteras, convertirse en
granero y postal de una isla ensimismada en su interior. Los extranjeros
llegan a menudo a ella seducidos por la costa. Los balineses, en
cambio, se acercan al mar solo acuciados por la necesidad y siempre con
reticencia.
Espíritus benéficos y malignos
Tanah Lot es un templo situado a una veintena de kilómetros de Denpasar, en la costa sudoeste. En balinés, literalmente, significa «Tierra en el mar»
y es precisamente eso, un islote rocoso situado a pocos metros de la
orilla que queda accesible a los peregrinos durante la marea baja.
Pagodas verticales de tejado de paja sobresalen sobre una vegetación
lujuriosa que ocupa casi todo el terreno disponible. Este templo es uno
de los siete que, a manera de cinturón, rodean la isla, pues los balineses creen a pies juntillas en la Tri-loka
(«tres mundos», en sánscrito) hinduista. Es decir, que los seres
benéficos están en las alturas (volcanes) y los maléficos, en el mar.
Tanah Lot es, pues, un antídoto contra las serpientes y dragones que
acechan desde las aguas.
En menos de una hora de carretera aparece Ubud, localidad considerada
el corazón cultural de la isla. Allí se ha desplegado una agradable
industria turística, muy respetuosa con la vida local, con un entramado
de alojamientos encantadores, restaurantes, bares musicales y centros
artísticos. Es el lugar idóneo desde el que emprender excursiones de un
día a lugares sagrados como Tirta Empul –donde los fieles se purifican
en piscinas– o Goa Gajah, la cueva que el gigante Kebo Iwa creó rascando la roca con una uña
y a la que se accede metiéndose, literalmente, por la boca de un
demonio. Este entramado de piedra y vegetación solo se rompe para que el
volcán Gunung Agung dibuje su perfecta silueta allá donde se mire.
Teatro y marionetas en Ubud
Ubud es una ciudad pequeña y muy dispersa. Su
intrincado trazado da para tropezarse con el templo privado de la
familia real, con galerías de arte que entroncan con la tradición legada
por creadores como Walter Spies o Miguel Covarrubias a principios del
siglo XX, o para, sencillamente, dejarse seducir por alguna de las
muchas representaciones de teatro, danza o títeres que se celebran cada
noche en todos los barrios. No hay que dejar de visitar el santuario sagrado del Bosque de los Monos
donde, en un entorno selvático, se camina por senderos repletos de
estatuas forradas de musgo y se tiene contacto –mejor a una distancia
prudente– con los macacos que son objeto de veneración.
En los alrededores de la ciudad de Ubud se contempla el ritmo pausado
de la vida balinesa, todavía muy ligada a los ciclos agrícolas, ya sean
del arroz, de las frutas y verduras, o del café y el cacao. Es todo un
espectáculo ver a los isleños presentar sus modestas ofrendas de coco, flores, galletas y caramelos sostenidas por una bandeja creada a partir de hoja de bananero.
Las depositan frente a dioses y templos, pero también sobre las
matrículas de coches y motos para pedir protección, o en la entrada de
los comercios para tener un día fructuoso. Las ofrendas que se dejan en
el suelo tienen por objetivo apaciguar a los seres maligno.
Pese al terror al mar que tienen los balineses, el viajero llega a la isla para disfrutar de esas playas que parecen existir solo en los anuncios publicitarios,
pero que en los litorales septentrional y oriental son reales. Arenales
como nieve rozados por olas de azul vidrio puro. Las barcas con
balancines nos hablan de pesca en aguas cercanas. Y los ojos pintados en
sus proas, de la protección contra las serpientes marinas que acobardan
a los isleños.
Delfines y barracudas
Los balineses han debido acercarse al agua porque los extranjeros así lo quieren. En Lovina ofrecen navegaciones al amanecer para tener un emocionante contacto visual con rebaños de juguetones delfines. En las playas de Kuta proporcionan oportunidades de surfear las olas y de sumergirse a la búsqueda de peces irreales en los arrecifes de Padangbai.
En el placentero frente marítimo de Sanur, donde la brisa refresca las
veladas, las canoas pesqueras descargan sus capturas en parrillas de
carbón para que los viajeros degusten barracudas, bonitos, langostas,
peces loro, gambas, tiburones o calamares.
No se ha inventado mejor forma de hacer la digestión tras esos
manjares que pasear por el rompiente, contemplando cómo los balineses
–que prefieren estar siempre cerca de la orilla– se entregan al cultivo
de algas en retículas ordenadas como tableros de ajedrez, una industria
pujante en la isla para abastecer las mesas niponas y la industria
cosmética europea.
Tras el paréntesis playero, es ineludible rendir homenaje al volcán dador de vida y centro del universo espiritual de los balineses: el Gunung Agung.
Este cono de 3.142 metros de altitud se puede escalar –hay que llevar
guía; la ruta dura 6 horas de subida y 5 de bajada–, pero resulta más
descansado contemplarlo desde el conjunto de templos de Pura Besakih,
situado dos mil metros más abajo, en su ladera sur. Los balineses lo
citan simplemente como el Templo Madre. Se trata, siendo exactos, de un
complejo de 23 santuarios dedicados a la ofrenda y la oración.
El lugar es hermoso hasta el delirio, con pagodas de seis alturas,
perfectos tejadillos de paja, escalinatas pobladas por esculturas de
seres fantásticos, ofrendas de palma y pétalos, las campanillas que
suenan movidas por el viento…
Este ambiente de recogimiento también se percibe en el templo Ulun Danu, dentro del vecino cráter del Bratan,
unos kilómetros al oeste. Sus pagodas reflejándose en el centro de un
lago rodeado de conos volcánicos es, para los balineses, una manera de
reconocer la morada de los dioses y el fuego, que al principio es
destructor pero que luego deviene en suelo fértil y provoca la aparición
de este territorio esmeralda que es la isla de Bali.
PARA SABER MÁS
Documentación: Pasaporte y visado.
Idioma: bahasa indonesia.
Moneda: rupia.
Salud: Es aconsejable vacunarse contra la hepatitis
A, la hepatitis B y el tétanos; llevar crema antimosquitos y beber agua
embotellada.
Horario: 6 horas más que en España.
Cómo llegar: Desde España hay que realizar
normalmente 2 escalas hasta llegar al aeropuerto de Bali Ngurah Rai: la
primera en una ciudad europea o árabe; la segunda en Yakarta, la capital
de Indonesia, ubicada en la isla de Java.
Cómo moverse: El transporte público alcanza toda la
isla. Además de autobuses, hay bemos, camionetas o furgonetas que
realizan rutas cortas; los dokar son carretas de caballos. Alquilar un
coche con conductor no es caro y es muy práctico. Para alquilar un coche
o una moto es necesario el permiso de conducir internacional. Se
conduce por la izquierda.
Embajada de Indonesia en Madrid: c/ Agastia, 65. Tel: 914 130 294.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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