Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., el último rey de Babilonia, llamado: Nabónido, quien: Aupado al trono de Babilonia por una
conspiración, Nabónido ofendió al clero de Marduk al promover a Sin como
dios principal de la ciudad. Al final, cayó víctima de una conjura y
de la invasión del persa Ciro.
National Geographic.- narra : " El destino de Nabónido, el último rey de Babilonia, empezó a
fraguarse lejos de la gran capital mesopotámica, en Harrán, una ciudad
al norte de Siria. De allí procedían probablemente sus padres, sin
conexión con la realeza y seguramente de condición modesta. Sobre la
madre tenemos información muy precisa gracias a una autobiografía que se
le atribuye y que, según las fuentes, escribió cuando tenía 104 años.
Sabemos así que se llamaba Adad-guppi, nombre que sugiere que era de
origen arameo. Cuando Harrán fue destruida por el rey babilonio
Nabopolasar y sus aliados medos en el año 609 a.C., ella y su marido
marcharon a Babilonia, tal vez como cautivos. Una vez en la
capital entraron a formar parte del personal de la corte, aunque su
rango no era elevado. Adad-guppi explica asimismo que presentó a su hijo
Nabónido en la corte babilonia y que éste sirvió al rey Nabucodonosor,
aunque no sabemos qué cargó ocupó... "
Aupado al trono de Babilonia por una conspiración, Nabónido ofendió al clero de Marduk al promover a Sin como dios principal de la ciudad. Al final, cayó víctima de una conjura y de la invasión del persa Ciro.
Puerta de Ishtar
Era la principal puerta de entrada a Babilonia, erigida por Nabucodonosor II. Museo de Pérgamo, Berlín.
BPK / SCALA, FIRENZE
El dios de la luna
El dios Sin en una estela de piedra
caliza procedente de Tell Ashmar, en Siria. Período Neoasirio. Siglo
VIII a.C. Museo Arqueológico, Alepo.
DAGLI ORTI / ART ARCHIVE
La caída de Babilonia
Siguiendo el relato de la Biblia,
John Martin presentó la conquista de Babilonia por los persas de Ciro el
Grande en 539 a.C. como un episodio apocalíptico. Grabado sobre óleo de
1831. Tate Gallery, Londres.
EILEEN TWEEDY / ART ARCHIVE
Marduk, el dios de Babilonia
El dragón, símbolo del dios Marduk. Período Neoasirio. 800-600 a.C. Museo del Louvre, París.
BRIDGEMAN / INDEX
Agradecimiento a los dioses
En esta estela, Nabónido, vestido con
el traje tradicional de los reyes babilonios y portando un cetro
ceremonial, celebra el regreso de la abundancia tras una larga sequía.
Ante él, el creciente lunar, símbolo del dios Sin; el planeta Venus,
símbolo de la diosa Ishtar, y el disco solar, símbolo del dios Shamash.
Museo Británico, Londres.
BRITISH MUSEUM / SCALA, FIRENZE
Entrada al palacio real
Nabónido, tras acceder al trono,
quiso vincularse con los monarcas que le precedieron, como
Nabucodonosor, de cuyo palacio en Babilonia vemos la fachada restaurada.
C. SAPPA / DEA / AGE FOTOSTOCK
Adelina Millet Albà
Nabónido, el último rey de Babilonia
El destino de Nabónido, el último rey de Babilonia, empezó a
fraguarse lejos de la gran capital mesopotámica, en Harrán, una ciudad
al norte de Siria. De allí procedían probablemente sus padres, sin
conexión con la realeza y seguramente de condición modesta. Sobre la
madre tenemos información muy precisa gracias a una autobiografía que se
le atribuye y que, según las fuentes, escribió cuando tenía 104 años.
Sabemos así que se llamaba Adad-guppi, nombre que sugiere que era de
origen arameo. Cuando Harrán fue destruida por el rey babilonio
Nabopolasar y sus aliados medos en el año 609 a.C., ella y su marido
marcharon a Babilonia, tal vez como cautivos. Una vez en la
capital entraron a formar parte del personal de la corte, aunque su
rango no era elevado. Adad-guppi explica asimismo que presentó a su hijo
Nabónido en la corte babilonia y que éste sirvió al rey Nabucodonosor,
aunque no sabemos qué cargó ocupó.
Nabónido sin duda adquirió con el tiempo una
posición destacada en el palacio real. Y, de este modo, cuando ya era un
hombre de edad avanzada –como se deduce del hecho de que tenía un hijo
ya mayor, al que nombraría regente al conquistar el trono–, intervino
directamente en la crisis política que se abrió en Babilonia a partir de
la muerte de Nabucodonosor II, en el año 562 a.C.
Los seis años siguientes fueron para Babilonia un período convulso, en el que se sucedieron hasta tres reyes, dos de los cuales fueron asesinados. El último acto de la crisis se inició con el ascenso al trono en 556 a.C. de Labashi-Marduk, hijo del rey Neriglisar. Seguramente el nuevo monarca era aún un niño, por lo que nada pudo hacer frente a una conspiración de palacio que apenas dos meses después lo derrocó y acabó con su vida. Según el historiador Beroso, «la debilidad del rey se hizo aparente de muchas maneras» y fueron sus «amigos» quienes lo asesinaron.
Rey a su pesar
Tras la muerte de Labashi-Marduk, Nabónido fue aclamado como nuevo
soberano, quizá sin que él mismo lo buscara. Al menos eso declara en la
crónica que encargó en su decimotercer año de reinado: «En mi mente no
estaba la idea de ser rey». Sin duda, Nabónido debió de formar parte de
la conjura, pero no parece que fuera el líder. Tal vez lo aupó al trono su propio hijo, Belshazzar
(conocido también como Baltasar). Así se explicaría que justo después
de la proclamación de su padre, Belshazzar ascendiera a un lugar
preeminente en la corte y se convirtiera en regente del reino durante el
largo período de tiempo en que Nabónido estuvo ausente de la capital.
En cualquier caso, en los inicios de su reinado Nabónido actuó como si quisiera hacerse perdonar la manera en que había llegado al trono. Se esforzó en comportarse como sus predecesores y quiso mostrarse como un rey piadoso y respetuoso con las tradiciones religiosas babilonias. Un ejemplo de este empeño fue la restauración del Ebabbar, el principal templo de la ciudad de Sippar, 60 kilómetros al norte de Babilonia. En tan sólo dos años se excavó el terreno hasta llegar a los cimientos más antiguos del templo y se procedió a la reconstrucción, de manera que en su tercer año de reinado Nabónido pudo dedicar el Ebabbar y presentar una tiara a Shamash, el dios del sol, «según las antiguas costumbres». Durante los trabajos de excavación de los cimientos del templo se descubrió una estatua del rey Sargón de Acad (2333-2278 a.C.), una antigüedad ya en esa época. Nabónido hizo colocar esta estatua en el Ebabbar y ordenó que se le rindiera culto como si fuera la imagen de un dios. Aprovechando seguramente este hallazgo, Nabónido hizo colocar también en el Ebabbar una estatua suya, no para ser adorada sino como un elemento votivo. Este hecho podría interpretarse, una vez más, como ejemplo de la voluntad de Nabónido de relacionar su propia persona con ilustres gobernantes del pasado.
En los momentos iniciales de su reinado, Nabónido también dedicó especial atención al mantenimiento del culto a las principales divinidades de Babilonia, sobre todo a Marduk, el dios patrono de la ciudad. En Sippar restableció las ofrendas en el templo de Marduk y su paredra (esposa) Sarpanitu, e hizo lo propio en Uruk. Una inscripción nos informa de que el monarca restauró también el templo de Ishtar de Acad, en la ciudad de Agadé.
El rey en un oasis de Arabia
En el cuarto año de su reinado, Nabónido tomó una sorprendente
decisión: abandonó la capital, Babilonia, dejando a su hijo Belshazzar a
cargo del reino, y se estableció en el oasis de Teima, en el desierto de Arabia.
Ordenó rodear esta ciudad de una muralla y se hizo construir un
palacio. El traslado tal vez estuvo relacionado con la amenaza creciente
que ejercía sobre Babilonia el emergente Imperio persa, dirigido desde
559 a.C. por un belicoso monarca, Ciro II. Temiendo que los persas
ocuparan Siria y cortaran las rutas comerciales de Babilonia hacia el
norte, Nabónido tal vez quería explorar un acceso alternativo al mar a
través del norte de Arabia, una zona económicamente muy próspera en esa
época.
Tras diez años en Teima, Nabónido regresó a Babilonia, quizá porque su presencia en la capital era necesaria para hacer frente a la amenaza de Ciro, o bien porque decidió asumir directamente el poder ante las discrepancias que tal vez surgieron con su hijo Belshazzar. Cabe señalar igualmente que en esos años se había producido en Babilonia una hambruna.
En cualquier caso, fue a su regreso de Teima cuando el monarca decidió llevar a la práctica un proyecto que sin duda acariciaba desde hacía años y que tendría consecuencias dramáticas para el Imperio babilónico: el de promover a lo más alto del panteón al dios lunar Sin, una divinidad que había caído en el olvido en la ciudad, pero a la que el monarca se sentía muy ligado seguramente por el ejemplo de su madre, gran devota de Sin.
Nabónido tomó una sorprendente decisión: abandonó la capital, Babilonia, dejando a su hijo Belshazzar a cargo del reino
Nabónido ordenó convertir varios templos en santuarios dedicados a Sin.
La decisión se dio a conocer en todos los rincones del Imperio mediante
la erección de estelas en las que se explicaba el lugar de privilegio
que a partir de entonces ocuparía el dios lunar, y se argüía que la
medida del rey le había sido inspirada directamente por el dios mediante
una señal o signo; era, decía, la «obra de Sin» (epišti Sîn en acadio).
Nabónido dedicó una especial atención a los templos de Sin en Harrán y
en Ur, y en esta última ciudad consagró incluso a su hija,
En-nigaldi-Nanna, como gran sacerdotisa del dios, emulando a Sargón de
Acad, que había hecho lo propio con su hija Enheduanna. Los trabajos de
reconstrucción fueron conmemorados en la autobiografía de la madre de
Nabónido, en la que ésta vinculaba directamente el poder del monarca con
la protección del dios: «Sin, el rey de los dioses, me miró. Él llamó a
Nabónido, mi único hijo, mi vástago, a la realeza. Él personalmente le entregó la realeza de Sumer y Acad, desde la frontera de Egipto y el mar superior, hasta el mar inferior, toda la tierra».
La venganza de Marduk
La nueva política religiosa de Nabónido provocó el rechazo de la
clase sacerdotal de Babilonia. Ya su marcha al oasis de Teima fue vista
como una traición a la ciudad y a sus tradiciones. La ausencia del rey
supuso, por ejemplo, que se cancelasen las ceremonias del festival del
Año Nuevo, que el monarca debía presidir. Entre ellas estaba la
introducción de la estatua de Marduk en su templo, que indicaba el
inicio del año, por lo que su suspensión perturbaba el ciclo de cultos
en la ciudad. Al regreso de Nabónido a Babilonia la situación se agravó,
pues el rey ordenó que hasta el templo de Marduk fuera consagrado a
Sin. Los sacerdotes de aquel dios y de otras divinidades cuyos templos
habían sido usurpados para el nuevo culto lunar se convirtieron en
enemigos acérrimos del rey, al que acusaron de comportamiento impío; su
dios Marduk los vengaría, aseguraban.
Esa venganza llegó en el decimoséptimo año del reinado de Nabónido. El rey persa Ciro entró en los dominios de Nabónido en 539 a.C., procedente de los montes Zagros, y derrotó a los babilonios en una sangrienta batalla en la confluencia de los ríos Diyala y Tigris, cerca de Opis. Tras saquear esta ciudad y masacrar a sus habitantes, Ciro se dirigió a Sippar. Entretanto, se desarrolló en Babilonia una conspiración contra Nabónido, que fue hecho prisionero. La ciudad se rindió al general persa Gobryas y poco después Ciro hizo su entrada triunfal en ella. No se sabe a ciencia cierta cuál fue el destino de Nabónido: según una fuente, se le envió al exilio en una remota provincia del Imperio persa, mientras que el historiador griego Jenofonte asegura que el último rey de Babilonia fue asesinado.
Esa venganza llegó en el decimoséptimo año del reinado de Nabónido. El rey persa Ciro entró en los dominios de Nabónido en 539 a.C., procedente de los montes Zagros, y derrotó a los babilonios en una sangrienta batalla en la confluencia de los ríos Diyala y Tigris, cerca de Opis. Tras saquear esta ciudad y masacrar a sus habitantes, Ciro se dirigió a Sippar. Entretanto, se desarrolló en Babilonia una conspiración contra Nabónido, que fue hecho prisionero. La ciudad se rindió al general persa Gobryas y poco después Ciro hizo su entrada triunfal en ella. No se sabe a ciencia cierta cuál fue el destino de Nabónido: según una fuente, se le envió al exilio en una remota provincia del Imperio persa, mientras que el historiador griego Jenofonte asegura que el último rey de Babilonia fue asesinado.
Para saber más
Breve historia de Babilonia. Juan Luis Montero Fenollós.Nowtilus, Madrid, 2012.
El profeta. Sholem Asch. La Llave, Vitoria, 2001.
El profeta. Sholem Asch. La Llave, Vitoria, 2001.
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