Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la insanía política del gobierno de Siria, enfrascado en una guerra fratricida, y acosado por los fuerzas terroristas del Estado Islámico(EI), se ha convertido en campo de batallas de las superpotencias, que bombardean ciudades sirias enteras matando a civiles sin piedad.
Recordando a Siria de los tiempos de Roma, hubo una reina en la ciudad de Palmira, llamada: Zenobia, que se convirtió en una poderosa gobernante y reina y puso en jaque a las fuerzas romanas, proclamándose independiente del poder romano.
Palmira, una rica ciudad siria estuvo a punto de
erigirse en capital de un gran Estado oriental de la mano de su culta y
valerosa reina Zenobia, pero el emperador Aureliano la conquistó y la
sometió de nuevo a Roma.
National Geographic.- narra : "Dicen que era una belleza de piel morena y ojos
penetrantes y una inteligencia fina y cultivada, capaz de entenderse con
los filósofos en griego, con los juristas en latín y con los
antiguos sacerdotes en sirio y egipcio. Se jactaba de proceder de la
estirpe de los reyes helenísticos de Egipto y su familia había obtenido
la ciudadanía romana hacía una generación. Tenía como consejero a un
eminente filósofo y literato griego, Casio Longino. Y estaba dotada de una astucia política y capacidad de persuasión excepcionales. Así era Zenobia de Palmira, la reina que puso en jaque durante largo tiempo la soberanía de Roma sobre Oriente......"
La última mirada de Zenobia sobre Palmira, de Herbert Gustave Schmalz. El original se exhibe en la Art Gallery of South Australia, en Adelaida.
WIKIPEDIA.
La última mirada de Zenobia sobre Palmira, de Herbert Gustave Schmalz. El original se exhibe en la Art Gallery of South Australia, en Adelaida.
Zenobia | ||
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Reina de Palmira y Egipto | ||
La última mirada de Zenobia sobre Palmira, de Herbert Gustave Schmalz. El original se exhibe en la Art Gallery of South Australia, en Adelaida.
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Información personal | ||
Nombre secular | Septimia Bathzabbai Zainib | |
Reinado | 267-272 | |
Nacimiento | 240 Palmira, Siria | |
Fallecimiento | después de 274 Roma | |
Predecesor | Septimio Odenato | |
Familia | ||
Padre | Zabaii ben Selim o Julio Aurelio Zenobio | |
Consorte | Septimio Odenato | |
Descendencia | Vabalato | |
Septimia Bathzabbai Zainib (en griego antiguo, Ζηνοβία / Zēnobía; en arameo, בת זבי / Bat-Zabbai; en latín, Julia Aurelia Zenobia), más conocida como Zenobia (240-274), fue la segunda mujer del príncipe Septimio Odenato (castellanización del nombre Odenat) de Palmira, dependiente del Imperio romano, y reina del Imperio de Palmira entre 267 y 272, tras el asesinato de su marido en 267, cuando tomó el poder en nombre de su joven hijo heredero.
Aprovechando las disputas en el interior del imperio romano por el liderazgo del mismo, el reino de Palmira se sublevó e intentó crear su propio imperio con la intención de dominar a los dos que le flanqueaban, el romano y el sasánida. También tenían el incentivo de aprovechar el vacío de poder que el Imperio sasánida aún no había alcanzado a llenar. Las campañas militares de Zenobia le permitieron crear un imperio que abarcaba toda el Asia Menor e incluso logró tomar Egipto con sus tropas en el año 269, ya que allí se había levantado un posible candidato al trono romano. Zenobia logró deponer al pretendiente y reclamó la corona del imperio para su hijo.
Gobernó Egipto hasta el año 272, cuando fue derrotada y enviada como rehén a Roma por el emperador Aureliano. A partir de este momento, el destino de Zenobia parece confuso. Existen múltiples teorías desde que una enfermedad acabó con la vida de Zenobia, hasta que fue una huelga de hambre o una ejecución por decapitación la causa de su muerte.1 La versión más optimista y aceptada cuenta que Aureliano quedó tan impresionado por Zenobia que la liberó, otorgándole una villa en Tibur (actual Tívoli, Italia) donde se convirtió en una filósofa destacada de la alta sociedad, viviendo como una matrona romana más.
https://es.wikipedia.org/wiki/ZenobiaWIKIPEDIA.
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/palmira_7117/1
Esta rica ciudad siria estuvo a punto de erigirse en capital de un gran Estado oriental de la mano de su culta y valerosa reina Zenobia, pero el emperador Aureliano la conquistó y la sometió de nuevo a Roma
La ciudad de la caravanas
Floreciente bajo dominio romano
gracias al comercio caravanero con Oriente, Palmira entró en decadencia
tras la derrota de Zenobia en 272. En la imagen aparece el arco
monumental que daba acceso a la ciudad.
Hans P. Szyska / FOTOTECA 9X12
La ambición de una reina
«Alcanzamos entonces el colmo de la
vergüenza: una extranjera llamada Zenobia se puso el manto imperial y
reinó largo tiempo», escribió un cronista romano. Imagen de un
tetradracma con la efigie de Zenobia.
BRIDGEMAN
La rendición de Zenobia
Zenobia ante Aureliano Giovanni Battista Tiepolo. 1717. Museo del Prado, Madrid.
ORONOZ / ALBUM
Las tumbas de Palmira
El valle de las tumbas es una de las
necrópolis de Palmira. Está formada por tumbas-torre y por hipogeos
excavados en la roca, auténticos mausoleos que podían acoger a cientos
de difuntos. Los interiores estaban decorados con pinturas, relieves y
estatuas de los muertos. La de la imagen, llamada tumba de los Tres
Hermanos, cuenta con más de cuatrocientos enterramientos y su decoración
recrea escenas de la Ilíada.
TARGA / AGE FOTOSTOCK
La ciudad del desierto
En esta vista aérea de Palmira se
aprecia un tramo de la vía columnada que atravesaba la ciudad,
flanqueada por diversos edificios oficiales. Se aprecian los restos del
treatro y el tetrapilon, y, al fondo, el valle de las Tumbas.
Ed Kash / NGS
Ardashir recibe la realeza de Ahura Mazda
El nacimiento del Imperio sasánida,
en el año 226, fue seguido por agresivas campañas de conquista en Siria
por parte de sus dos primeros reyes, Ardashir y Sapor. Varias ciudades
sirias fueron destruidas y otras reforzaron sus defensas, como Apamea o
Bostra. Odenato de Palmira, el esposo de Zenobia, encabezó la respuesta
militar contra los persas, primero en nombre de Roma, y luego con la
pretensión de crear un imperio propio.
Ivan Vdovin / AGE FOTOSTOCK
Palmira, la capital de la reina Zenobia
Dicen que era una belleza de piel morena y ojos penetrantes y una inteligencia fina y cultivada, capaz de entenderse con los filósofos en griego, con los juristas en latín y con los antiguos sacerdotes en sirio y egipcio. Se jactaba de proceder de la estirpe de los reyes helenísticos de Egipto y su familia había obtenido la ciudadanía romana hacía una generación. Tenía como consejero a un eminente filósofo y literato griego, Casio Longino. Y estaba dotada de una astucia política y capacidad de persuasión excepcionales. Así era Zenobia de Palmira, la reina que puso en jaque durante largo tiempo la soberanía de Roma sobre Oriente.
La ciudad de Zenobia, en el centro de la actual Siria, se alzaba en una encrucijada entre Occidente y Oriente, entre el mundo mediterráneo regido por Roma y
los grandes imperios asiáticos. Incorporada a Roma a mediados del siglo
I d.C., Palmira se convirtió en una floreciente ciudad enriquecida
enormemente gracias al comercio que discurría por el Próximo Oriente. La
«perla del desierto», como se la conocía, era punto neurálgico y parada obligada en la ruta de las caravanas que atravesaba los yermos de aquellos parajes.
Surgida en torno a un oasis, la ciudad disponía de magníficas
construcciones, como el templo de Bel o el teatro, muchas de las cuales
han sobrevivido al naufragio de los siglos. La propia Zenobia
era un producto de la mezcla cultural que caracterizaba la región. Su
padre fue un gobernador romano de la ciudad, Julio Aurelio Zenobio, y
ella misma se casó con Odenato, un árabe romanizado que también llegó a
ser gobernador del lugar.
Muy pronto, Odenato y Zenobia se vieron directamente implicados en la defensa del Imperio en la frontera oriental. La persistente amenaza de los bárbaros junto al Éufrates hizo que en el año 260 el emperador Valeriano
marchara en persona a la cabeza de un ejército contra los persas de
Sapor I. Fue una expedición catastrófica. Derrotado estrepitosamente, el
mismo Valeriano fue capturado, torturado y humillado. Durante muchos
años los persas exhibieron como trofeo la piel del emperador –el primero
en ser capturado por los bárbaros– y pudieron hacerse con el control de amplias zonas de Oriente y de ciudades estratégicas como Edesa.
El sueño de un imperio oriental
Dos veces quebró Odenato las fuerzas de Sapor, que tuvieron que retirarse para escapar de las acometidas del valiente árabe
La reacción contra los persas estuvo encabezada por Odenato de Palmira,
quien emprendió una exitosa campaña de venganza con el beneplácito del
nuevo emperador de Roma, Galieno. Hasta dos veces quebró Odenato las
fuerzas de Sapor, que tuvieron que adentrarse en territorio persa para
escapar de las acometidas del valiente árabe. Al principio Odenato
afirmó que actuaba en nombre de Roma, pero muy pronto quedó claro que tenía una ambición personal: establecerse como «monarca de todo el Oriente»
y reinar desde su fastuosa capital. La opulenta Palmira tal vez estaba
llamada a convertirse en una capital de un nuevo imperio, en una Roma
del desierto.
Pero las ambiciones de Odenato se vieron frustradas por una intriga
palaciega en 267. Al regreso de una campaña contra los godos en
Capadocia, su orgulloso sobrino Meonio, para vengarse de un castigo, lo asesinó en su palacio junto a su hijo,
fruto de un matrimonio anterior a Zenobia. Ella había tenido otro niño
de Odenato, de nombre Vabalato, pero solo contaba con un año de edad,
por lo que se declaró regente. A su mando quedaban Palmira y los
territorios recién conquistados en Oriente, desde el Éufrates hasta
Bitinia.
Tras ejecutar rápidamente a Meonio, Zenobia se apresuró a terminar
con la ficción de la aparente sumisión de Palmira y sus dominios al
emperador de Roma, Galieno. Poco a poco, en una inteligente política y
al parecer aconsejada por el filósofo y sofista griego Longino, Zenobia fue dejando claro que su reino era totalmente independiente del Imperio. De este modo, a la vez que seguía manteniendo a raya a los persas,
agregó a varios Estados vecinos, entre ellos a los árabes. Se atrevió
incluso a conquistar Egipto, la provincia más rica de las sometidas a
Roma, alegando que era heredera de la antigua dinastía de los Ptolomeos;
continuadora, pues, de Cleopatra, una reina con la que a menudo fue
comparada.
El implacable Aureliano
Zenobia supo aprovechar el momento de debilidad que atravesaba el Imperio romano, sometido a fuertes tensiones territoriales, desde la lejana Hispania hasta el Éufrates. La orgullosa reina se permitió despreciar a Galieno y a sus generales,
cuyos ejércitos rechazó con contundencia. Y el siguiente emperador
romano, Claudio II Gótico, empeñado en una guerra sin cuartel contra los
godos y los alamanes que presionaban las fronteras septentrionales del
Imperio, no tuvo más remedio que reconocer la soberanía de Zenobia de Palmira. Sin
embargo, ésta pronto debería hacer frente a un adversario más temible
que los anteriores: Aureliano, un curtido general al que sus legiones
del alto Danubio proclamaron emperador en el año 270.
Lucio Domicio Aureliano era un personaje totalmente opuesto a la reina de Palmira por origen, formación y aspiraciones. A la inteligencia cultivada de la oriental Zenobia contraponía Aureliano una astucia innata y una rígida disciplina militar,
forjada en las frías fronteras del Danubio y del Ilírico. Su fiereza en
primera línea de combate era proverbial: se dice que en una sola
jornada mató a cuarenta bárbaros y que en una campaña se cobró
personalmente la vida de mil, hazaña que dio lugar a una canción entre
sus legiones: «A mil, a mil, a mil ha matado» (mille, mille, mille occidit!).
Era sólo cuestión de tiempo que Aureliano dirigiera su atención al creciente poder del imperio palmireno de Zenobia
En los cuatro años escasos que duró el reinado de Aureliano, este
duro militar no sólo culminó la guerra gótica de su antecesor con una
victoria contra los alamanes y repelió la invasión bárbara del norte de
Italia, sino que restauró el dominio de Roma sobre las díscolas provincias de la Galia, Britania e Hispania, que aún se hallaban bajo el mando del usurpador Tétrico. También recuperó
el orgullo y la disciplina de las legiones romanas, imponiendo un
severo código de conducta que prohibía el juego, la bebida y
las artes de adivinación. Sus castigos eran tremendos y se jactaba de
ser más temido por sus propios soldados que por sus enemigos. Era sólo
cuestión de tiempo que Aureliano dirigiera su atención al creciente
poder del imperio palmireno de Zenobia.
El emperador y sus legiones del Ilírico, de probado valor, marcharon sin dilación a restaurar el poder de Roma en Oriente.
El propio Aureliano se encargó en persona del sometimiento de la altiva
reina de Palmira. Zenobia fue poco a poco despojada de sus posesiones
territoriales y perdió sus aliados a medida que avanzaban las legiones
romanas. El último recurso de la reina fue encerrarse tras los muros de su espléndida capital y confiar en que sus arqueros y su caballería personales pudieran repeler a las legiones septentrionales.
No fue una campaña fácil para Aureliano, que tuvo que atravesar el
desierto sirio hostigado por la táctica de guerrilla de los árabes de
Zenobia. El romano no subestimaba a su enemigo, pese al desprecio de sus compatriotas por un ejército mandado por una mujer. Cuando
al fin llegó ante los muros de Palmira, y tras ver rechazados sus
ofrecimientos de una salida negociada, montó las máquinas de asediar y
se dispuso para el largo sitio. Zenobia esperaba que los romanos desesperasen pronto por el hambre y las durezas del clima desértico,
pero Aureliano organizó adecuadamente el abastecimiento de sus tropas, a
la vez que privaba a Palmira de cualquier suministro o ayuda exterior.
El emperador recibió también el refuerzo de su general de confianza, Probo, una vez concluida la sangrienta reconquista de Egipto –en la que se destruyó una parte de la célebre biblioteca de Alejandría–.
La muerte de Sapor, que conmovió todo el Oriente, le permitió
concentrarse plenamente en el sitio. Desesperada, la reina de Palmira
intentó huir con sus veloces dromedarios hacia Persia, pero fue
capturada cuando ya había alcanzado el Éufrates. La ciudad tardó poco en
rendirse a los romanos, poniendo todos sus tesoros a sus pies.
Exhibida como botín de guerra
Cuando fue capturada Zenobia culpó de su política antirromana a su consejero Longino, que fue ejecutado inmediatamente
El duelo entre Zenobia de Palmira y el emperador Aureliano se saldó
así con una escena final inesperada: una huida y un tesoro. Las crónicas
relatan la escena de la rendición de la reina. Zenobia se postró ante
su conquistador, y cuando éste le reprochó haberse sublevado
contra Roma, ella repuso hábilmente que los emperadores anteriores
habían sido indignos de su obediencia y, a la vez, culpó de su
política antirromana a su consejero Longino, que fue ejecutado
inmediatamente. Finalmente, parece que Zenobia fue llevada por Aureliano
a Roma para celebrar allí un fastuoso triunfo, en el que la reina
desfiló prisionera junto con el usurpador occidental Tétrico. Así restauraba Roma su soberanía perdida.
El destino posterior de Zenobia está menos claro. Hay quien dice que murió poco después de su llegada a Roma, bien por enfermedad o por decapitación. Otros refieren que Aureliano, impresionado por su belleza, la perdonó y le concedió un dorado exilio en una villa en Tívoli,
donde vivió en el lujo el resto de sus días como una filósofa de la
alta sociedad romana. Alguna inscripción siglos más tarde apunta a que
su descendencia siguió contándose entre las familias nobles romanas.
Comoquiera que fuese, la bella e inteligente Zenobia cautivaría la
imaginación de historiadores, artistas y lectores que no se cansarían de
evocar a aquella reina oriental que desafió a Roma.
Para saber más
Decadencia y caída del Imperio romano. Edward Gibbon. Atalanta, Gerona, 2011.
El imperio grecorromano. Paul Veyne. Akal, Madrid, 2009.
La prisionera de Roma. José Luis Corral. Planeta, Barcelona, 2011.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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