Hola amigos:A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., las antiguas civilizaciones, tenían pasión por el uso de los perfumes, tal como sucede hoy; sin embargo algunas culturas como la egipcia, era su pasión secreta el uso de los perfumes.
Justamente un grupo de arqueólogos, de la Universidad de Hawái, en
colaboración con reputados perfumistas, han logrado recrear dos de las
fragancias más famosas del antiguo Egipto.
NATIONAL GEOGRAPHIC. narra : " De todos modos, evidentemente no es seguro que Cleopatra usara esta fragancia, ya que, según la perfumista estadounidense Mandy Aftel, la reina poseía su propia fábrica de perfumes, donde se crearon fragancias exclusivas para ella, por
lo que no es probable que usase un perfume que podríamos considerar
estándar. De la pasión de la soberana por los perfumes exclusivos es un
claro ejemplo la leyenda que dice que antes de acudir a la entrevista
con Marco Antonio en Tarso hizo rociar las velas de su barco con tanto
perfume que el general romano supo, antes de verlo, que el navío real
estaba acercándose a puerto....."
NEFERTUM .- Señor de los Perfumes
Su nombre significaba simplemente “El Loto”, aunque para otros sería
“Perfección Absoluta”. También era considerado "Señor de los Perfumes" y
como tal aparece en los Textos de las Pirámides (sec. 266), y en el Libro de los Muertos como "la flor de loto que está en la nariz de Ra". Fue llamado a menudo "el joven Atum".
https://es.wikipedia.org/wiki/NefertumWIKIPEDIA.
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/los-perfumes-pasion-secreta-de-los-egipcios_9388/1
En el antiguo Egipto se empleaban sofisticados perfumes para el cuidado personal y en rituales religiosos y funerarios
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/reproducen-perfume-que-uso-cleopatra_14686Arqueólogos de la Universidad de Hawái, en colaboración con reputados perfumistas, han logrado recrear dos de las fragancias más famosas del antiguo Egipto
Julio César conoció a Cleopatra cuando, persiguiendo a su rival Pompeyo, llegó a Egipto.
Robert Littman y Jay Silverstein, arqueólogos de la Universidad de Hawái, se propusieron un reto sorprendente: recuperar el aroma los perfumes usados por los antiguos egipcios. Un tipo de perfume que pudo haber llevado la legendaria Cleopatra y que tal vez contribuyó a que tanto Julio César como Marco Antonio cayeran rendidos ante sus encantos. Para lograr la recreación de estos aromas, los investigadores, que durante años han excavado en la antigua ciudad egipcia de Thmuis, la actual Tell el-Timai, situada en el delta del Nilo –un asentamiento que vivió su auge durante el período ptolemaico–, han tomado muestras de las vasijas que un día los contuvieron, según explicaron en un comunicado de prensa reciente.
La ciudad de los perfume
En Thmuis –sede de dos de los perfumes más famosos del mundo antiguo,
el mendesio y el metopion–, se excavó en 2012 la casa de un comerciante
de perfumes y ungüentos. La vivienda incluía un espacio donde al
parecer se realizaba el proceso de fabricación de estos productos, y fue allí donde se descubrieron algunas ánforas y botellas de vidrio con residuos. El análisis químico de estos restos reveló algunos de los ingredientes que se emplearon para elaborar estas dos esencias, que los especialistas en perfumes egipcios, Dora Glodsmith y Sean Coughlin, ayudaron a recrear siguiendo las fórmulas conservadas en antiguos textos.
La base de ambos aromas es la mirra, una resina que se extrae de un árbol espinoso originario del cuerno de África y de la península arábiga. Los
especialistas añadieron ingredientes como el cardamomo, el aceite de
oliva y la canela. El resultado fue un perfume mucho más espeso y
pegajoso que los actuales, con un aroma fuerte, picante y ligeramente almizclado, cuya duración era mayor que la de las fragancias modernas, más volátiles.
La base de los antiguos perfumes egipcios es la mirra, a la que los especialistas actuales han añadido cardamomo, aceite de oliva y canela
Fragancias exclusivas
De todos modos, evidentemente no es seguro que Cleopatra usara esta fragancia, ya que, según la perfumista estadounidense Mandy Aftel, la reina poseía su propia fábrica de perfumes, donde se crearon fragancias exclusivas para ella, por
lo que no es probable que usase un perfume que podríamos considerar
estándar. De la pasión de la soberana por los perfumes exclusivos es un
claro ejemplo la leyenda que dice que antes de acudir a la entrevista
con Marco Antonio en Tarso hizo rociar las velas de su barco con tanto
perfume que el general romano supo, antes de verlo, que el navío real
estaba acercándose a puerto.
De todos modos, aunque Cleopatra no llegase a usar esos
perfumes, lo que sí es muy probable es que las clases altas del antiguo
Egipto utilizasen fragancias con un aroma muy similar al que los
especialistas actuales han obtenido. Lo que tal vez no fuera valioso para una reina sí lo es, y mucho, para la arqueología.
La recreación de estos perfumes se ha incluido en la exposición
organizada por National Geographic Society en su museo de Washington
D.C. titulada Reinas de Egipto.
Los perfumes, pasión secreta de los egipcios
En el antiguo Egipto se empleaban sofisticados perfumes para el cuidado personal y en rituales religiosos y funerarios
Invitadas a una fiesta
Tres mujeres en un banquete, con conos de perfume sobres sus pelucas.
Tumba de Nakht, en Tebas.
Dinastía XVIII.
WERNER FORMAN / GTRES
El dios de los perfumes
«Eres el guardián y protector de
quienes hacen perfumes y aceites, protector y dios del loto sagrado.
Osiris es el cuerpo de las plantas, Nefertum es el alma […] El perfume
divino pertenece a Nefertum, que viva para siempre».
Estatuilla de
Nefertum. Siglo VII-IV a.C.
Museo del Louvre, París.
BRIDGEMAN / ACI
La esencia más preciada
Prensado de lirios por torsión para recoger su jugo en un recipiente. Siglo IV a.C.
Museo del Louvre. París.
BRIDGEMAN / ACI
14 de julio de 2015, 06:00
Los perfumes, pasión secreta de los egipcios
Cuando prosperes y fundes tu familia, ama mucho a tu esposa, aliméntala, vístela, úntale el cuerpo con ungüentos...».
Esta recomendación que un padre hacía a su hijo en las Enseñanzas de Ptahhotep, una colección de proverbios morales de la dinastía V (hacia 2400 a.C.), muestra la importancia que tuvieron los perfumes en la vida de los egipcios desde los períodos más antiguos de su historia.
En efecto, los perfumes eran un elemento básico en el cuidado personal de hombres y mujeres. Como en la actualidad, se guardaban en frascos especiales, de los que se han encontrado muchos ejemplares en numerosas tumbas del Imperio Nuevo y que se elaboraban con diversos materiales: fino alabastro, fayenza –una especie de loza azulada brillante– o vidrio decorado con líneas de colores sobre un fondo preferentemente azul oscuro, para evitar que el efecto de la luz pudiera alterar los aceites aromáticos que contenían.
Los perfumes eran un indicador de prestancia y de estatus social. Los invitados a un lujoso banquete se aplicaban un aceite o un ungüento oloroso sobre la peluca, como muestran numerosas pinturas de tumbas. Pero también se les atribuían propiedades higiénicas, como una forma de disipar los malos olores, e incluso curativas. Se creía que determinadas fragancias servían para purificar el aire y alejar todo tipo de enfermedades.
Esta recomendación que un padre hacía a su hijo en las Enseñanzas de Ptahhotep, una colección de proverbios morales de la dinastía V (hacia 2400 a.C.), muestra la importancia que tuvieron los perfumes en la vida de los egipcios desde los períodos más antiguos de su historia.
En efecto, los perfumes eran un elemento básico en el cuidado personal de hombres y mujeres. Como en la actualidad, se guardaban en frascos especiales, de los que se han encontrado muchos ejemplares en numerosas tumbas del Imperio Nuevo y que se elaboraban con diversos materiales: fino alabastro, fayenza –una especie de loza azulada brillante– o vidrio decorado con líneas de colores sobre un fondo preferentemente azul oscuro, para evitar que el efecto de la luz pudiera alterar los aceites aromáticos que contenían.
Los perfumes eran un indicador de prestancia y de estatus social. Los invitados a un lujoso banquete se aplicaban un aceite o un ungüento oloroso sobre la peluca, como muestran numerosas pinturas de tumbas. Pero también se les atribuían propiedades higiénicas, como una forma de disipar los malos olores, e incluso curativas. Se creía que determinadas fragancias servían para purificar el aire y alejar todo tipo de enfermedades.
El aroma de los dioses
Por otra parte, en Egipto los perfumes estaban muy relacionados con
la práctica religiosa. En las ceremonias que se llevaban a cabo en los
templos se empleaban toda clase de ungüentos y fumigaciones, elaborados
con resinas o con preparados compuestos –como el kyphi o kapet,
un tipo de incienso que incluía pasas entre otros ingredientes–, que
eran sinónimo de pureza y tenían un significado simbólico en la
liturgia. En el Papiro Harris se dice: «He plantado para ti un
rico tributo de mirra, para ir por el templo con la fragancia del Punt
[país del Cuerno de África de donde procedía la mirra] para tu augusta
nariz por la mañana temprano».
El historiador Plutarco cuenta que se quemaba incienso por la mañana, mirra al mediodía y kyphi por la tarde. Los sacerdotes también ungían las estatuas de los dioses con diversos ungüentos y perfumes.
Asimismo, en los rituales funerarios se usaban determinados perfumes que proporcionaban «olor de divinidad» al difunto. Las momias se ungían con perfume para conferirles vida y hacerlas agradables a los dioses. Un pasaje de los Textos de las pirámides dice: «Oh Rey, he venido y te traigo el Ojo de Horus que está en su recipiente y su perfume está sobre ti, oh Rey. El perfume está sobre ti, el perfume del Ojo de Horus está sobre ti, oh Rey, y tendrás un alma a través de él…».
La calidad de los perfumes que se elaboraban en Egipto dio al País del Nilo gran fama en todo el Mediterráneo.
Como afirma Plinio: «De todos los países, Egipto es el más apto para producir perfumes». Para su elaboración, los egipcios aprovechaban la rica flora de las riberas del Nilo, pese a que el filósofo griego Teofrasto aseguraba que en Egipto las flores no tienen olor; quizás esta impresión se explica, como decía Plinio el Viejo, porque el aire del País del Nilo está cargado de humedad procedente del río, lo que hace que sus flores sean poco aromáticas. Los egipcios, sin embargo, apreciaban la fragancia de las plantas de su entorno. En un poema del Papiro Harris leemos: «Soy tuya como este trozo de tierra que he plantado con flores y hierbas aromáticas. Es agradable su riachuelo que remueves con la mano y se refresca con el aire del norte».
El historiador Plutarco cuenta que se quemaba incienso por la mañana, mirra al mediodía y kyphi por la tarde. Los sacerdotes también ungían las estatuas de los dioses con diversos ungüentos y perfumes.
Asimismo, en los rituales funerarios se usaban determinados perfumes que proporcionaban «olor de divinidad» al difunto. Las momias se ungían con perfume para conferirles vida y hacerlas agradables a los dioses. Un pasaje de los Textos de las pirámides dice: «Oh Rey, he venido y te traigo el Ojo de Horus que está en su recipiente y su perfume está sobre ti, oh Rey. El perfume está sobre ti, el perfume del Ojo de Horus está sobre ti, oh Rey, y tendrás un alma a través de él…».
La calidad de los perfumes que se elaboraban en Egipto dio al País del Nilo gran fama en todo el Mediterráneo.
Como afirma Plinio: «De todos los países, Egipto es el más apto para producir perfumes». Para su elaboración, los egipcios aprovechaban la rica flora de las riberas del Nilo, pese a que el filósofo griego Teofrasto aseguraba que en Egipto las flores no tienen olor; quizás esta impresión se explica, como decía Plinio el Viejo, porque el aire del País del Nilo está cargado de humedad procedente del río, lo que hace que sus flores sean poco aromáticas. Los egipcios, sin embargo, apreciaban la fragancia de las plantas de su entorno. En un poema del Papiro Harris leemos: «Soy tuya como este trozo de tierra que he plantado con flores y hierbas aromáticas. Es agradable su riachuelo que remueves con la mano y se refresca con el aire del norte».
Flores, plantas y especias
Los egipcios utilizaban flores autóctonas como el lirio, el iris, el
mirto, el loto blanco, el loto azul y flores de distintas variedades de
acacia, además de plantas aromáticas como la menta, la mejorana, el
eneldo y juncos olorosos. También se usaban las flores de alheña, la
raíz de la espina de camello (un tipo de acacia) y los dedales del fruto
del balanito, que eran muy aromáticos.
Sin embargo, algunas sustancias se obtenían a través de expediciones a tierras lejanas, el canje en mercados extranjeros o el pago de tributos de territorios vasallos. Se importaban plantas como el jazmín de la India, que tiene una flor blanca y muy olorosa; especias como la canela y el azafrán, y un gran número de sustancias resinosas. Estas últimas formaban un capítulo muy amplio, en el que se incluyen el incienso, la mirra, el bálsamo, las resinas de coníferas como algunos pinos y el terebinto. Muchas son de difícil identificación en los textos antiguos, y aunque los egipcios las diferenciaban bien, a veces las agrupaban bajo el término genérico de «incienso», como sinónimo de sustancia resinosa olorosa que emana su perfume cuando se quema.
Para extraer las esencias, los egipcios maceraban las partes de la planta en un aceite vegetal, como el balanos que obtenían del fruto del balanito, o el aceite baq, que extraían de la nuez ben, el fruto del árbol moringa, que crece en Egipto aún hoy. El baq tenía la ventaja de ser inodoro, no se ponía rancio y fijaba y conservaba bien los aromas.
Sin embargo, algunas sustancias se obtenían a través de expediciones a tierras lejanas, el canje en mercados extranjeros o el pago de tributos de territorios vasallos. Se importaban plantas como el jazmín de la India, que tiene una flor blanca y muy olorosa; especias como la canela y el azafrán, y un gran número de sustancias resinosas. Estas últimas formaban un capítulo muy amplio, en el que se incluyen el incienso, la mirra, el bálsamo, las resinas de coníferas como algunos pinos y el terebinto. Muchas son de difícil identificación en los textos antiguos, y aunque los egipcios las diferenciaban bien, a veces las agrupaban bajo el término genérico de «incienso», como sinónimo de sustancia resinosa olorosa que emana su perfume cuando se quema.
Para extraer las esencias, los egipcios maceraban las partes de la planta en un aceite vegetal, como el balanos que obtenían del fruto del balanito, o el aceite baq, que extraían de la nuez ben, el fruto del árbol moringa, que crece en Egipto aún hoy. El baq tenía la ventaja de ser inodoro, no se ponía rancio y fijaba y conservaba bien los aromas.
Técnicas muy elaboradas
Además de aceites vegetales, los egipcios empleaban otras materias
para macerar las plantas, como la grasa animal, de buey o de pato. Era
una técnica parecida a la del enfleurage actual, que consiste en
alternar capas de grasa y capas de flores y dejarlas en maceración hasta
obtener la grasa impregnada de la esencia. Para lograr la persistencia
del aroma y retrasar la
evaporación se añadía un fijador, como la espata de palmera datilera, mencionada por Dioscórides.
Mediante estas técnicas los egipcios elaboraron perfumes característicos, que les procuraron renombre dentro y fuera de sus fronteras. Los autores de la Antigüedad nos revelan las recetas de composición de muchos de ellos. Plinio, por ejemplo, escribía: «Muy sutil es el perfume de henna [alheña], que lleva henna, omphacium [aceite de aceitunas que no han madurado], cardamomo, lirio amarillo, aspálato, abrótano; algunos perfumistas le añaden juncia, mirra y pánace». Dioscórides explica cómo se elaboraba el llamado metopion, que contenía resina de gálbano, además de almendras amargas, omphacium, cardamomo, junco oloroso, cálamo aromático, miel, vino, mirra, carpobálsamo y resina. Sin embargo, el más famoso de todos era el perfume de lirio, el sousinon o lirinon.
Otros tipos de perfumes célebres eran el mendesio, muy especiado, fabricado en la ciudad de Mendes en el delta del Nilo: «Se prepara con aceite de balanito, mirra, casia y resina –decía Dioscórides–. Algunos añaden, inútilmente, después de pesar estos productos, un poco de cinamomo, pues las cosas que no son cocidas juntamente no dan de sí su virtud».
No sabemos si en Egipto existió la profesión de perfumista, pero lo que sí está claro a partir de la información que proporcionan los textos, la iconografía y los restos encontrados en recipientes es que sí hubo quien pensó cuál debía ser la fragancia adecuada para cada ocasión y calculó la proporción óptima de elementos para conseguirla.
evaporación se añadía un fijador, como la espata de palmera datilera, mencionada por Dioscórides.
Mediante estas técnicas los egipcios elaboraron perfumes característicos, que les procuraron renombre dentro y fuera de sus fronteras. Los autores de la Antigüedad nos revelan las recetas de composición de muchos de ellos. Plinio, por ejemplo, escribía: «Muy sutil es el perfume de henna [alheña], que lleva henna, omphacium [aceite de aceitunas que no han madurado], cardamomo, lirio amarillo, aspálato, abrótano; algunos perfumistas le añaden juncia, mirra y pánace». Dioscórides explica cómo se elaboraba el llamado metopion, que contenía resina de gálbano, además de almendras amargas, omphacium, cardamomo, junco oloroso, cálamo aromático, miel, vino, mirra, carpobálsamo y resina. Sin embargo, el más famoso de todos era el perfume de lirio, el sousinon o lirinon.
Otros tipos de perfumes célebres eran el mendesio, muy especiado, fabricado en la ciudad de Mendes en el delta del Nilo: «Se prepara con aceite de balanito, mirra, casia y resina –decía Dioscórides–. Algunos añaden, inútilmente, después de pesar estos productos, un poco de cinamomo, pues las cosas que no son cocidas juntamente no dan de sí su virtud».
No sabemos si en Egipto existió la profesión de perfumista, pero lo que sí está claro a partir de la información que proporcionan los textos, la iconografía y los restos encontrados en recipientes es que sí hubo quien pensó cuál debía ser la fragancia adecuada para cada ocasión y calculó la proporción óptima de elementos para conseguirla.
Para saber más
Vida cotidiana de los egipcios. Franco Cimmino. Edaf, Madrid, 2002.
El libro de las fragancias perdidas. M. J. Rose. Plaza & Janés, Barcelona, 2013.
El libro de las fragancias perdidas. M. J. Rose. Plaza & Janés, Barcelona, 2013.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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