Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la epidemia de la Peste Negra que asoló a Europa en al Edad Media, se cree según un estudio que el origen fue en un pueblo
ruso, cerca del río Volga, de la bacteria que causó la segunda oleada de
peste que asoló Europa entre los siglos XIV y XVIII. Desde esta cepa
ancestral, la bacteria se fue diversificando y causó estragos durante
unos 500 años, mermando notablemente la población total del planeta.
Se asegura que la bacteria Yersinia pestis de la segunda pandemia de la Peste Negra vino desde Rusia:
NATIONAL GEOGRAPHIC.-narra : " La arqueóloga Maria Spyrou, especialista en
genética y una de las autoras del estudio, afirma que "estos hallazgos
indican una sola entrada de Yersinia pestis en Europa a través del Este" y que "esta bacteria parece ser la antepasada de todas las segundas cepas pandémicas de la peste que vinieron después de la primera". Todo indica, así, que la cepa precursora vino concretamente de Rusia, de un pueblo llamado Laishevo, situado en la región del Volga.
En esta población se estudió una muestra (LAAI009) de la que se realizó
una reconstrucción filogenética (relación de parentesco entre especies)
que reveló que LAAI009 es el ancestro de la cepa de peste negra que llegó a Europa en la ola inicial de la segunda pandemia de esta plaga..........."
En 1348, una enfermedad terrible y
desconocida se propagó por Europa, y en pocos años sembró la muerte y la
destrucción por todo el continente
Un nuevo estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ilustra como la Peste Negra afectó a las ciudades medievales en función de su posición dentro de la red de comunicaciones
Un estudio señala el origen en un pueblo ruso, cerca del río Volga, de la bacteria que causó la segunda oleada de peste que asoló Europa entre los siglos XIV y XVIII. Desde esta cepa ancestral, la bacteria se fue diversificando y causó estragos durante unos 500 años, mermando notablemente la población total del planeta.
Un médico trata a un enfermo de peste negra
Carme Mayans
Un grupo de investigadores del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana acaba de publicar en la revista Nature los resultados de un estudio sobre los orígenes de la cepa de Yersinia pestis causante de la segunda gran epidemia de peste negra que acabó en el siglo XIV con gran parte de la población europea (la primera tuvo lugar entre los años 541 y 750). De hecho, hace años que los investigadores se preguntan de dónde vino la cepa bacteriana causante de esa pandemia, que continuó con brotes devastadores que causaron millones de muertos hasta el siglo XIX.
Una única entrada
Para llevar a cabo el estudio, los científicos han analizado
34 antiguos genomas de la bacteria, extraídos de los dientes de 34
individuos distintos que murieron a causa de esta terrible enfermedad en
diez países diferentes (Francia, Inglaterra, Rusia...). La idea era
recrear una especie de "árbol genealógico" genético de la bacteria de la
peste entre los siglos XIV al XVIII, cuando tuvo lugar la segunda gran pandemia que asoló el continente europeo. La investigación ha revelado que la bacteria se diversificó en múltiples clados (agrupaciones que contienen un antepasado común y todos los descendientes, vivos y extintos, de ese antepasado) a lo largo de los años después de una sola introducción. Pero, según parece, todos estos clados tienen un punto de partida común.
La investigación ha revelado que la bacteria de la Yersinia pestis se diversificó a lo largo de los años después de una sola introducción en Europa
Hasta este momento los científicos pensaban que la epidemia podría haberse originado en la actual Uzbekistán
© EOSGIS
La arqueóloga Maria Spyrou, especialista en
genética y una de las autoras del estudio, afirma que "estos hallazgos
indican una sola entrada de Yersinia pestis en Europa a través del Este" y que "esta bacteria parece ser la antepasada de todas las segundas cepas pandémicas de la peste que vinieron después de la primera". Todo indica, así, que la cepa precursora vino concretamente de Rusia, de un pueblo llamado Laishevo, situado en la región del Volga.
En esta población se estudió una muestra (LAAI009) de la que se realizó
una reconstrucción filogenética (relación de parentesco entre especies)
que reveló que LAAI009 es el ancestro de la cepa de peste negra que llegó a Europa en la ola inicial de la segunda pandemia de esta plaga.
Múltiples variantes
Así, una vez la cepa rusa fue la que prevaleció en las primeras etapas de la segunda pandemia de peste, ésta se ramificó en muchas variantes que actuaron durante los siglos siguientes. La bacteria pudo sobrevivir en huéspedes como las ratas y evolucionó en diversas cepas que fueron las causantes de las epidemias que se irían sucediendo a lo largo del tiempo. De todos modos, según los expertos, aún no se han hallado descendientes modernos de este linaje de la Yersinia pestis,
lo que sugiere que muy probablemente acabaron extinguiéndose. Los
resultados de este estudio, aunque no son definitivos sobre el inicio de
la segunda oleada de peste que arrasó Europa, sí arrojan luz
sobre los orígenes genéticos más antiguos conocidos de una de las
epidemias más mortíferas que han asolado a la humanidad.
La expansión de una epidemia: la Peste Negra en la Edad Media
Un nuevo estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ilustra como la Peste Negra afectó a las ciudades medievales en función de su posición dentro de la red de comunicaciones
El triunfo de la muerte
ORONOZ / ALBUM
06 de marzo de 2017, 13:28
La comunicación entre núcleos de población es un elemento clave para la expansión de una enfermedad. De este modo se antoja que aquellos mejor conectados entre si, ya sea por razones comerciales, turísticas o de otra índole son los más expuestos a sufrir más consecuencias de la propagación masiva de una enfermedad, es decir de una epidemia.
Esta es una de las principales conclusiones del estudio elaborado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuyos resultados, basados en las pautas de expansión de la Peste Bubónica a mediados del siglo XIV, han sido publicados en la revista Scientific Reports.
A partir de los datos obtenidos de 2.084 puntos de conexión, -tanto
comerciales como de peregrinación- , entre más de 1.300 asentamientos
medievales de Europa, Asia y Norte de África, los investigadores pudieron determinar empíricamente el efecto de la conectividad y centralidad de esas ciudades en la tasa de mortalidad de la enfermedad provocada por una variante de la bacteria Yersinia pestis. De este modo, los científicos han podido simular matemáticamente la frecuencia con que la enfermedad llegaba a las ciudades en consecuencia de su disposición dentro de la red.
“Hemos descubierto que las ciudades con una posición más central
dentro de la red y las más conectadas eran más vulnerables a las enfermedades
y sufrieron la plaga con mayor severidad. Además, también eran más
propensas a que los brotes se repitiesen por causas externas”, explica
el investigador del CSIC José María Gómez, de la Estación Experimental de Zonas Áridas.
Asímismo, el análisis señala que las ciudades situadas en regiones con mayor densidad de población dentro de la red se vieron más afectadas por la enfermedad que aquellas que se encontraban en zonas menos pobladas.
La Peste Negra que arrasó Europa
La pandemia conocida como Peste Negra arrasó
Europa entre 1346 y 1353. Ocho aciagos años en los que la población
europea se vio diezmada en proporciones de entre el 30% y el 50%.
La expansión de esta enfermedad ha estado históricamente asociada a
las rutas comerciales. Originada en Asia Central, la enfermedad viajó
hasta Occidente a través de la Ruta de la Seda y en 1343 llegó a la antigua ciudad de Caffa (actual Feodosia),
en la península de Crimea. Desde ahí se propagó por Europa a través de
las principales rutas comerciales llegando a casi todas las poblaciones.
Rutas comerciales y de peregrinación fueron las principales vías de dispersión
“Es una pandemia que tuvo lugar en un momento de la historia donde las comunicaciones eran frecuentes,
lo que permite el análisis de redes, pero no tan intensa como en la
actualidad, lo que permite desvelar los patrones con más claridad. Esta
ventaja tiene asociada, sin embargo, la desventaja de no disponer de
fuentes rigurosas sobre mortalidad”, añade el investigador del CSIC Miguel Verdú, del Centro de Investigaciones sobre Desertificación, centro mixto del CSIC y la Universidad de Valencia.
El estudio también señala como factor de dispersión las rutas de
peregrinación. Del total de las 1311 ciudades incluidas en la red, 403
estaban conectadas por este tipo de itinerarios. “Sin duda las rutas de peregrinación también contribuyeron a expandir la enfermedad, aunque nuestros análisis sugieren que fueron menos importantes que las rutas comerciales”, añade Gómez.
Reflejo en la actualidad
Según sus autores, este estudio proporciona un método sencillo para
identificar los lugares de riesgo en las redes epidémicas. Concentrar
los esfuerzos en aquellos nodos más vulnerables podría ahorrar tiempo y
recursos, así como mejorar la gestión del control de plagas mortales.
Concentrar esfuerzos en los nodos más vulnerables podría mejorar el control de plagas mortales
“Vivimos en una época en que las redes de transporte y la
vulnerabilidad de los nodos pueden determinarse de forma más exacta, por
lo que resulta vital comprobar si el patrón encontrado en este estudio para las redes medievales es extrapolable a la actualidad”, concluye Verdú.
La peste negra, la epidemia más mortífera
En 1348, una enfermedad terrible y desconocida se propagó por Europa, y en pocos años sembró la muerte y la destrucción por todo el continente.
La procedencia de la epidemia
La peste, según el autor árabe Ibn
al-Wardi, pudo tener origen en el «País de la Oscuridad», el kanato de
la Horda de Oro, en territorio del actual Uzbekistán. Desde los puertos a
las zonas interiores, la terrible plaga procedente de Asia se extendió por toda Europa en poco tiempo, ayudada por las pésimas condiciones higiénicas, la mala alimentación y los elementales conocimientos médicos.
© EOSGIS
La peste en Europa oriental
La ciudad de Praga
(de la que aquí vemos el puente de Carlos) era la capital del reino de
Bohemia, donde se cree que llegó el contagio a través de Baviera.
RAINER MIRAU / AGE FOTOSTOCK
Relajación de costumbres
La muerte de los cónyuges y los
padres que procuraban el sustento, así como la voluntad de disfrutar de
la vida mientras se pudiera, extendían las relaciones extraconyugales y
la prostitución, incluso entre el clero. En la imagen, burdel medieval,
en una miniatura fechada en torno al año 1450.
AKG / ALBUM
El triunfo de la muerte
Este óleo de Pieter Brueghel el Viejo
es testimonio de la honda huella que epidemias y guerras dejaron en la
conciencia de los europeos. Hacia 1562. Museo del Prado.
ORONOZ / ALBUM
Por las vías de comercio
La estrecha red comercial que unía el
Báltico y el mar del Norte llevó la peste a bordo de los barcos hasta
ciudades como Brujas.
GUNTER KIRSCH / AGE FOTOSTOCK
Del placer terrenal a la condenación eterna
En vísperas de la epidemia, se pintó
en el Camposanto de Pisa un fresco sobre el Juicio Final cuyas
dramáticas imágenes cobraron una relevancia imprevista al término de
pocos años.
ERICH LESSING / ALBUM
Las ratas devoran a un difunto
Le miroir historial, siglo XV. museo condé, chantilly. Foto: Bridgeman
El triunfo de la muerte
La peste acaba con una víctima. Códice Stiny. Biblioteca Universitaria, Praga.
WERNER FORMAN / SCALA
12 de julio de 2017, 14:42
La peste negra, la epidemia más mortífera
A mediados del siglo XIV, entre 1346 y 1347, estalló la mayor epidemia de peste de la historia de Europa, tan sólo comparable con la que asoló el continente en tiempos del emperador Justiniano (siglos VI-VII). Desde
entonces la peste negra se convirtió en una inseparable compañera de
viaje de la población europea, hasta su último brote a principios del
siglo XVIII. Sin embargo, el mal jamás se volvió a manifestar
con la virulencia de 1346-1353, cuando impregnó la conciencia y la
conducta de las gentes, lo que no es de extrañar. Por entonces había
otras enfermedades endémicas que azotaban constantemente a la población,
como la disentería, la gripe, el sarampión y la lepra, la más temida.
Pero la peste tuvo un impacto pavoroso: por un lado, era
un huésped inesperado, desconocido y fatal, del cual se ignoraba tanto
su origen como su terapia; por otro lado, afectaba a todos, sin
distinguir apenas entre pobres y ricos. Quizá por esto último,
porque afectaba a los mendigos, pero no se detenía ante los reyes, tuvo
tanto eco en las fuentes escritas, en las que encontramos descripciones
tan exageradas como apocalípticas.
Sobre el origen de las enfermedades contagiosas circulaban en la Edad Media explicaciones muy diversas. Algunas, heredadas de la medicina clásica griega, atribuían
el mal a los miasmas, es decir, a la corrupción del aire provocada por
la emanación de materia orgánica en descomposición, la cual se transmitía al cuerpo humano a través de la respiración o por contacto con la piel. Hubo quienes imaginaron que la peste podía tener un origen astrológico
–ya fuese la conjunción de determinados planetas, los eclipses o bien
el paso de cometas– o bien geológico, como producto de erupciones
volcánicas y movimientos sísmicos que liberaban gases y efluvios
tóxicos.
Todos estos hechos se consideraban fenómenos sobrenaturales achacables a la cólera divina por los pecados de la humanidad.
De las ratas al hombre
Únicamente en el siglo XIX se superó la idea de un origen sobrenatural de la peste. El
temor a un posible contagio a escala planetaria de la epidemia, que
entonces se había extendido por amplias regiones de Asia, dio un fuerte
impulso a la investigación científica, y fue así como los
bacteriólogos Kitasato y Yersin, de forma independiente pero casi al
unísono, descubrieron que el origen de la peste era la bacteria yersinia
pestis, que afectaba a las ratas negras y a otros roedores y se
transmitía a través de los parásitos que vivían en esos animales, en
especial las pulgas (chenopsylla cheopis), las cuales inoculaban el bacilo a los humanos con su picadura. La
peste era, pues, una zoonosis, una enfermedad que pasa de los animales a
los seres humanos. El contagio era fácil porque ratas y humanos estaban
presentes en graneros, molinos y casas –lugares en donde se
almacenaba o se transformaba el grano del que se alimentan estos
roedores–, circulaban por los mismos caminos y se trasladaban con los
mismos medios, como los barcos.
La bacteria rondaba los hogares durante un período de entre
16 y 23 días antes de que se manifestaran los primeros síntomas de la
enfermedad. Transcurrían entre tres y cinco días más hasta que
se produjeran las primeras muertes, y tal vez una semana más hasta que
la población no adquiría conciencia plena del problema en toda su
dimensión. La enfermedad se manifestaba en las ingles, axilas o
cuello, con la inflamación de alguno de los nódulos del sistema
linfático acompañada de supuraciones y fiebres altas que
provocaban en los enfermos escalofríos, rampas y delirio; el ganglio
linfático inflamado recibía el nombre de bubón o carbunco, de donde
proviene el término «peste bubónica».
La forma de la enfermedad más corriente era la peste bubónica primaria, pero había otras variantes: la peste septicémica, en la cual el contagio pasaba a la sangre, lo que se manifestaba en forma de visibles manchas oscuras en la piel –de ahí el nombre de «muerte negra» que recibió la epidemia–, y la peste neumónica, que afectaba el aparato respiratorio y provocaba una tos expectorante que podía dar lugar al contagio a través del aire. La peste septicémica y la neumónica no dejaban supervivientes.
La forma de la enfermedad más corriente era la peste bubónica primaria, pero había otras variantes: la peste septicémica, en la cual el contagio pasaba a la sangre, lo que se manifestaba en forma de visibles manchas oscuras en la piel –de ahí el nombre de «muerte negra» que recibió la epidemia–, y la peste neumónica, que afectaba el aparato respiratorio y provocaba una tos expectorante que podía dar lugar al contagio a través del aire. La peste septicémica y la neumónica no dejaban supervivientes.
Origen y propagación
La peste negra de mediados del siglo XIV se extendió
rápidamente por las regiones de la cuenca mediterránea y el resto de
Europa en pocos años. El punto de partida se situó en la ciudad
comercial de Caffa (actual Feodosia), en la península de Crimea, a
orillas del mar Negro. En 1346, Caffa estaba asediada por el ejército
mongol, en cuyas filas se manifestó la enfermedad. Se dijo que fueron
los mongoles quienes extendieron el contagio a los sitiados arrojando
sus muertos mediante catapultas al interior de los muros, pero es más
probable que la bacteria penetrara a través de ratas infectadas con las
pulgas a cuestas. En todo caso, cuando tuvieron conocimiento de
la epidemia, los mercaderes genoveses que mantenían allí una colonia
comercial huyeron despavoridos, llevando consigo los bacilos hacia los
puntos de destino, en Italia, desde donde se difundió por el resto del continente.
Una de las grandes cuestiones que se plantean es la velocidad de propagación de la peste negra. Algunos
historiadores proponen que la modalidad mayoritaria fue la peste
neumónica o pulmonar, y que su transmisión a través del aire hizo que el
contagio fuera muy rápido. Sin embargo, cuando se afectaban
los pulmones y la sangre la muerte se producía de forma segura y en un
plazo de horas, de un día como máximo, y a menudo antes de que se
desarrollara la tos expectorante, que era el vehículo de transmisión. Por
tanto, dada la rápida muerte de los portadores de la enfermedad, el
contagio por esta vía sólo podía producirse en un tiempo muy breve, y su
expansión sería más lenta.
La transmisión se produjo a través de barcos y personas que transportaban los fatídicos agentes, las ratas y las pulgas infectadas, entre las mercancías o en sus propios cuerpos
Los indicios sugieren que la plaga fue, ante todo, de peste bubónica
primaria. La transmisión se produjo a través de barcos y personas que
transportaban los fatídicos agentes, las ratas y las pulgas infectadas,
entre las mercancías o en sus propios cuerpos, y de este modo propagaban
la peste, sin darse cuenta, allí donde llegaban. Las grandes
ciudades comerciales eran los principales focos de recepción. Desde
ellas, la plaga se transmitía a los burgos y las villas cercanas, que, a
su vez, irradiaban el mal hacia otros núcleos de población
próximos y hacia el campo circundante. Al mismo tiempo, desde las
grandes ciudades la epidemia se proyectaba hacia otros centros
mercantiles y manufactureros situados a gran distancia en lo que se
conoce como «saltos metastásicos», por los que la peste se propagaba a
través de las rutas marítimas, fluviales y terrestres del comercio
internacional, así como por los caminos de peregrinación.
Estas ciudades, a su vez, se convertían en nuevos epicentros de propagación a escala regional e internacional. La propagación por vía marítima podía alcanzar unos 40 kilómetros diarios, mientras que por vía terrestre oscilaba entre 0,5 y 2 kilómetros, con tendencia a aminorar la marcha en estaciones más frías o latitudes con temperaturas e índices de humedad más bajos. Ello explica que muy pocas regiones se libraran de la plaga; tal vez, sólo Islandia y Finlandia.
Estas ciudades, a su vez, se convertían en nuevos epicentros de propagación a escala regional e internacional. La propagación por vía marítima podía alcanzar unos 40 kilómetros diarios, mientras que por vía terrestre oscilaba entre 0,5 y 2 kilómetros, con tendencia a aminorar la marcha en estaciones más frías o latitudes con temperaturas e índices de humedad más bajos. Ello explica que muy pocas regiones se libraran de la plaga; tal vez, sólo Islandia y Finlandia.
A pesar de que muchos contemporáneos huían al campo cuando se
detectaba la peste en las ciudades (lo mejor, se decía, era huir pronto y
volver tarde), en cierto modo las ciudades eran más seguras, dado que
el contagio era más lento porque las pulgas tenían más víctimas a las
que atacar. En efecto, se ha constatado que la progresión de las
enfermedades infecciosas es más lenta cuanto mayor es la densidad de
población, y que la fuga contribuía a propagar el mal sin apenas dejar
zonas a salvo; y el campo no escapó de las garras de la
epidemia. En cuanto al número de muertes causadas por la peste negra,
los estudios recientes arrojan cifras espeluznantes. El índice
de mortalidad pudo alcanzar el 60 por ciento en el conjunto de Europa,
ya como consecuencia directa de la infección, ya por los efectos
indirectos de la desorganización social provocada por la
enfermedad, desde las muertes por hambre hasta el fallecimiento de niños
y ancianos por abandono o falta de cuidados.
Las cifras de la peste negra
La península Ibérica, por ejemplo, pudo haber pasado de seis
millones de habitantes a dos o bien dos y medio, con lo que habría
perecido entre el 60 y el 65 por ciento de la población. Se ha
calculado que ésta fue la mortalidad en Navarra, mientras que en
Cataluña se situó entre el 50 y el 70 por ciento. Más allá de los
Pirineos, los datos abundan en la idea de una catástrofe demográfica. En
Perpiñán fallecieron del 58 al 68 por ciento de notarios y
jurisperitos; tasas parecidas afectaron al clero de Inglaterra. La Toscana, una región italiana caracterizada por su dinamismo económico, perdió entre el 50 y el 60 por ciento de la población:
Siena y San Gimignano, alrededor del 60 por ciento; Prato y Bolonia
algo menos, sobre el 45 por ciento, y Florencia vio como de sus 92.000
habitantes quedaban poco más de 37.000. En términos absolutos, los 80 millones de europeos quedaron reducidos a tan sólo 30 entre 1347 y 1353.
El temor a una epidemia planetaria dio un fuerte impulso a la investigación científica
Los brotes posteriores de la epidemia cortaron de raíz la
recuperación demográfica de Europa, que no se consolidó hasta casi una
centuria más tarde, a mediados del siglo XV. Para entonces eran
perceptibles los efectos indirectos de aquella catástrofe. Durante los
decenios que siguieron a la gran epidemia de 1347-1353 se produjo un
notorio incremento de los salarios, a causa de la escasez de
trabajadores. Hubo, también, una fuerte emigración del campo a las ciudades, que recuperaron su dinamismo.
En el campo, un parte de los campesinos pobres pudieron acceder a
tierras abandonadas, por lo que creció el número de campesinos con
propiedades medianas, lo que dio un nuevo impulso a la economía rural.
Así, algunos autores sostienen que la mortandad provocada por la peste
pudo haber acelerado el arranque del Renacimiento y el inicio de la
«modernización» de Europa.
PARA SABER MÁS
La Peste Negra (1346-1353). La historia completa. Ole Benedictow. Akal, Madrid, 2011.
Historia de las epidemias en España y sus colonias (1348-1919). José Luis Betrán. La Esfera de los Libros, Madrid, 2006.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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Gracias por tan buen compartir Querido Chemita! Felicidades y bendiciones ! Excelente aporte. Feliz miércoles .
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