Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., tal vez uno de los más grandes pintores del expresionismo fue el pintor noruego Edvard Munch, un artista atormentado por las depresiones por la muerte temprana de su madre y su hermana Sophie a causa de la tuberculosis, estos tristes acontecimientos definieron su obra y la convirtieron en una expresión de dolor y en una experiencia de la muerte, la soledad y la angustia, e inevitablemente la vejez, temas que se convertirían en recurrentes en su obra, así lo define la Revista National Geographic.
NATIONAL GEOGRAPHIC .- Su obra maestra es : El Grito, que lo hizo en cuatro versiones, así lo narra :".......... y en otoño de 1893 pintó en Niza la que tal vez se haya convertido en su obra más icónica, El grito, cuyo protagonista está inspirado en una momia peruana que el artista vio una vez en París –Munch realizó cuatro versiones de El grito:
el original de 1893, expuesto en la Galería Nacional de Oslo; una
segunda versión en el Museo Munch de Oslo que fue robada en 2004 y
recuperada en 2006; una tercera que pertenece a la misma institución, y
una cuarta en una colección privada–. En el cuadro de Munch
aparece Ekebergskrenten (la cuesta de Ekeberg), en Oslo, un lugar que
está muy lejos de la ciudad francesa desde la cual pintó el cuadro........"
Cuadro El grito de Edvard Munch
Existen cuatro versiones originales de esta pintura. La más famosa,
terminada en 1893, se encuentra en la Galería Nacional de Oslo, Noruega.
Las otras dos versiones se encuentran en el Museo Munch de la misma
ciudad; y la cuarta, que fue recientemente vendida en subasta a un
precio récord, pertenece a una colección privada.
El grito es el título de una serie de cuadros del pintor noruego Edvard Munch, cuyo título original en noruego es Skrim (Scream en inglés).
https://www.culturagenial.com/es/cuadro-el-grito-de-edvard-munch/CULTURA GENIAL.
El Grito y sus versiones : De izquierda a derecha: 1) 1983, óleo y temple sobre cartón; 2) 1895,
pastel sobre cartón; 3) 1910, temple sobre tabla; 4) 1983, crayón sobre
cartón.
CULTURA GENIAL.
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/02/120225_cultura_munch_grito_tsb
Bajo un cielo como un remolino, y de color rojo sangre, una figura solitaria en un puente sujeta firmemente su cabeza en las manos y grita en señal de desespero.
Es un retrato caótico y atormentado de la ansiedad y la desesperanza y, definitivamente, no una imagen que uno espera encontrarse en tazas, calendarios y afiches en hogares alrededor del mundo.
Y sin embargo El grito, la forma profundamente personal con que Edvard Munch canalizó su propia psiquis atormentada, se ha convertido en una de las imágenes más conocidas del arte moderno, sin mencionar que también ha sido el blanco de varios robos de alto perfil.
Se espera que en mayo, cuando se subaste en Nueva York una de las cuatro versiones que Munch hizo de El grito, la obra recaude unos US$80 millones, lo que la convertiría en una de las piezas de arte más costosas del mundo.
Pero si bien la fama de El grito es innegable, su ubicuidad y su popularidad son, al menos a grandes rasgos, más difíciles de explicar.
Desconsuelo y angustia
Después de todo, un icono de la miseria y la desesperación rara vez se usa como decoración en una sala común y corriente.
No obstante, dado que tantas producciones han asegurado que de pronto sólo la Mona Lisa sea más reconocida a primera vista, es difícil evitar la conclusión que millones de personas se sienten atraídas por descubrir la angustia representada en El grito.
Por supuesto, no sólo el arte visual es capaz de producir representaciones inmensamente populares del abatimiento.
Directores como Ken Loach y David Cronenberg nunca podrían haber consumado sus largas carreras si las audiencias sólo se interesaran en historias optimistas y rechazaran las deprimentes.
Tampoco habrían resistido tanto tiempo grandes obras de la literatura como Hamlet, de Shakespeare, o Jude the Obscure, de Thomas Hardy.
El canon completo de la música popular estaría perdido sin la desolación y la angustia, un hecho que es descrito por el narrador de Nick Hornby en su novela High Fidelity:
"A las personas les preocupa ver niños jugando con armas y adolescentes viendo videos violentos...nadie se preocupa porque los niños escuchen miles -literalmente miles- de canciones sobre corazones rotos y rechazo y dolor y miseria y pérdida".
Y como una buena canción de pop, El grito es brillante, intenso y se le reconoce fácilmente.
Catarsis
De acuerdo con David Jackson, profesor de historias de arte rusas y escandinavas en la Universidad de Leeds, en Inglaterra, estas cualidades les permiten a personas con poco conocimiento del arte expresionista relacionarse con lo que fue, cuando se reveló por primera vez, una obra vanguardista.
"Es bastante catártica", dice. "Todos se sienten identificados. Todos nos hemos sentido solos y desesperados en algún momento de nuestras vidas".
"Creo que esta obsesión por observar cosas que nos molesten es una parte fundamental de la condición humana. Si usted va a algunas librerías encontrará todos estos libros en venta sobre niños abusados. Todo el mito y la industria alrededor de Vincent van Gogh están basados en lo mismo".
De pronto por esta razón, la influencia de El grito en el arte moderno ha sido considerable, como se puede notar en la serie de papas que gritan de Francis Bacon, el Guernica de Picasso y, por supuesto, las estampaciones de seda del trabajo de Munch, por Andy Warhol.
La cultura popular ha abrazado esta iconografía, desde la máscara en las películas Scream, de Wes Craven, hasta los villanos alienígenas The Silence, en Doctor Who -basados en la obra de Munch-.
El propio Munch fue el primero que produjo esta imagen en grandes cantidades. Creó cuatro versiones -dos pinturas y dos con una técnica de pastel- entre 1893 y 1910, además de una litografía.
Pero no todos en el mundo del arte están felices con su ubicuidad.
"Infantil"
Rachel Campbell-Johnston, crítico de arte en el periódico The Times, no es muy aficionada.
La popularidad de El grito, cree, proviene de una tendencia que entiende formas de arte descritas de antemano con adjetivos como "tenso", "oscuro" y "perturbador" como superiores a aquellas que son ligeras y alegres.
De hecho, ella hace una analogía con un adolescente que escucha música alterada y depresiva en su habitación antes de aprender, a medida que crece, a apreciar un compositor como Bob Dylan, que maneja emociones más sutiles y complejas.
"El Grito es casi infantil en su franqueza", dice. "Lo que uno recibe de ese cuadro no es algo que se vuelva más profundo con el tiempo".
"Es llamativo para un gusto inmaduro. A medida que uno crece, uno quiere algo diferente: un arte que transforma el día a día y no el que va a los extremos de las emociones humanas".
Lo que no está en duda es que las emociones expresadas por Munch en su serie de El grito son totalmente auténticas. Atormentado por pensamientos sobre el suicidio y agobiado por una tragedia familiar, el desespero reflejado en la obra de arte es el desespero propio del artista.
Para Sue Prideaux, autora de una biografía de Munch, es imposible ignorar el contexto más amplio de la imagen: una sensación extendida de desasosiego durante el final del siglo XIX, cuando las obras de Darwin y Nietzsche carcomieron viejas costumbres y tipos de fe.
Fue la habilidad de Munch para combinar lo puramente personal con lo universal lo que hace que su obra más famosa haya perdurado, dice.
"Los sentimientos expresados en la obra fueron extremadamente subjetivos de parte de Munch", asegura.
"Pero como ese cráneo tiene esencialmente las características de cualquiera, todos podemos proyectar nuestros sentimientos en él".
Sin embargo, hay evidencia que sugiere que el vínculo extendido hacia el arte que transmite sentimientos de desespero y horror es más que simplemente una preferencia estética.
El sicólogo Eugene McSorley, de la universidad de Reading, en Reino Unido, ha realizado estudios que rastrean los movimientos de los ojos de las personas cuando se les muestran imágenes desagradables, como víctimas de hambrunas, personas con heridas de bala, cadáveres.
"Parece muy difícil que las personas repriman o ignoren estas imágenes", dice McSorley. "Les parece muy difícil no mover sus ojos hacia ellas".
"Se podría especular que esto nos da una ventaja evolutiva para detectar cosas que nos van a herir o matar. O se podría argumentar que estas emociones básicas son más fáciles de reconocer que otras que son más complejas".
Tal conclusión es combustible para los críticos que se lamentan de la falta de sutileza de El grito, así como para aficionados que celebran su universalidad catártica.
Más allá del bando en el que usted caiga, es irrefutable que ese llanto de la figura esquelética continúa vigente en la imaginación popular.
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https://www.nationalgeographic.com.es/historia/edvard-munch-artista-desesperado_15022
Atormentado por las depresiones y refugiado en el alcohol, Edvard Munch escogió los caminos más oscuros de la vida para hacer de ellos el centro de su arte y poder pintar el lado más recóndito y afligido del alma humana.
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Josep Gavaldà
· Lectura: 6 min
Considerado uno de los precursores del expresionismo, el pintor
noruego Edvard Munch, nacido el 12 de diciembre de 1863 en Løten,
Noruega, fue rápidamente reconocido como un innovador en Alemania y en
Europa Central, y aunque sus obras más importantes las realizó
en la década de 1890, ha sido su obra posterior la que más ha llamado la
atención y en la que numerosos artistas se han inspirado.
La victoria de la pintura sobre el miedo
Sobre Munch han surgido muchos estereotipos, y aunque la mayoría son ciertos,
lo que realmente define la grandeza de su obra fue el coraje del pintor
a la hora de vencer sus miedos y poder legar a la historia del arte una
extensa y valiosísima obra. Al final de su vida, el artista
noruego escribió: "En mi arte he intentado explicarme la vida y su
sentido, también he pretendido ayudar a los demás a entender su propia
vida".
La infancia de Munch estuvo marcada por dos muertes
prematuras: la de su madre y la de su hermana Sophie a causa de la
tuberculosis. Estos tristes acontecimientos definirían su obra y
la convertirían en una expresión de dolor y en una experiencia de la
muerte, la soledad, la angustia e, inevitablemente, la vejez, temas que
se convertirían en recurrentes en su obra. Pinturas como La niña enferma, Muerte en la habitación y Madre muerta con niña son repeticiones obsesivas que demuestran el fuerte impacto que tuvieron las pérdidas de su madre y su hermana en el artista.
Las muertes de su madre y de su hermana marcaron a Munch de tal manera que el dolor y la terrible experiencia de la muerte se convertirían en temas recurrentes en su obra.
El grito fue pintado en 1893 y probablemente sea el
cuadro más famoso del pintor noruego. Actualmente se encuentra expuesto
en la Galería Nacional de Oslo.
Foto: CordonPress
En 1892, Munch se trasladó a vivir a Berlín, y en otoño de 1893 pintó en Niza la que tal vez se haya convertido en su obra más icónica, El grito, cuyo protagonista está inspirado en una momia peruana que el artista vio una vez en París –Munch realizó cuatro versiones de El grito: el original de 1893, expuesto en la Galería Nacional de Oslo; una segunda versión en el Museo Munch de Oslo que fue robada en 2004 y recuperada en 2006; una tercera que pertenece a la misma institución, y una cuarta en una colección privada–. En el cuadro de Munch aparece Ekebergskrenten (la cuesta de Ekeberg), en Oslo, un lugar que está muy lejos de la ciudad francesa desde la cual pintó el cuadro.
La más que probable bipolaridad de Munch –que lo condujo hasta un psiquiátrico–, su desmedida pasión por las mujeres, sus relaciones tormentosas y el afán obsesivo-psicótico por autorretratarse ha hecho que muchos autores lo comparen con Vincent Van Gogh. Los aproximadamente cincuenta autorretratos que pintó a lo largo de su vida parecen obedecer a la necesidad de tener constancia de su propia existencia viendo constantemente su imagen plasmada en una tela o en una fotografía.
Asimismo, Munch tuvo una visión contradictoria del sexo femenino porque consideraba que las mujeres le distraían de la misión que tenía que llevar a cabo como artista. Pero en el camino del pintor se cruzó una rica heredera llamada Tulla Larsen. Tulla se obsesionó tanto por el artista noruego que no le importó que éste fuera un alcohólico crónico, sufriera graves depresiones ni que estuviera arruinado; Tulla quería casarse con él como fuera e incluso se ofreció a ayudarle económicamente. En un principio, Munch se dejó querer, pero poco a poco se fue apartando de ella y tanto llegó a agobiarle su compañía que llegó al extremo de querer ingresar voluntariamente en un sanatorio para librarse de ella. Resentida por la actitud de Munch, Tulla se inventó una enfermedad para obligar al artista a sentirse culpable. Y lo consiguió, de tal manera que Munch acabó pidiéndole por carta que se casara con él. Al final, Munch se arrepintió, pero cuando quiso echarse atrás, Tulla lo denunció aportando la carta como prueba. Según la ley sueca, las promesas de matrimonio debían cumplirse y aunque Munch se negó a pasar por el altar, al final se vio obligado a hipotecar su casa y empeñar todos su cuadros para poder pagar los costes del juicio. Finalmente, la relación se acabó el día en que tras una violenta pelea entre ambos, Munch recibió un balazo que le destrozó un dedo de la mano izquierda. A día de hoy aún se desconoce quien efectuó el disparo, pero el despreció que sentía Munch por Tulla quedó reflejado en el cuadro La muerte de Marat, donde aparece una figura con sus rasgos.
Foto: CordonPress
Bajo el dominio nazi en Alemania, las obras de Munch fueron retiradas de los museos al considerarse "degeneradas", por plasmar la muerte o tocar temas que eran considerados polémicos por el régimen. Con la invasión nazi de Noruega la cosa empeoró, ya que se retiraron todas sus obras de los museos porque se creía que escandalizaban a los visitantes. Al ver que los invasores nazis lo consideraban un demente, Munch no quiso tener ningún tipo de relación con ellos.
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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
ayabaca@gmail.com
ayabaca@hotmail.com
ayabaca@yahoo.com
El Grito y sus versiones
Durante su estancia en París en 1885, Munch entró en contacto los movimientos pictóricos más avanzados de la época liderados por artistas como Paul Gauguin y Toulouse Lautrec. El conocimiento de otros artistas condujo a Munch no sólo a concebir el arte de una manera distinta, sino a empezar a delimitar los rasgos que marcarían su obra futura: expresiones esquemáticas y el uso simbólico de los colores. Pero, por otra parte, la vida bohemia de París sumió a Munch en el alcoholismo y en una neurótica desesperación por el amor de una mujer, Emilie Thaulow.En 1892, Munch se trasladó a vivir a Berlín, y en otoño de 1893 pintó en Niza la que tal vez se haya convertido en su obra más icónica, El grito, cuyo protagonista está inspirado en una momia peruana que el artista vio una vez en París –Munch realizó cuatro versiones de El grito: el original de 1893, expuesto en la Galería Nacional de Oslo; una segunda versión en el Museo Munch de Oslo que fue robada en 2004 y recuperada en 2006; una tercera que pertenece a la misma institución, y una cuarta en una colección privada–. En el cuadro de Munch aparece Ekebergskrenten (la cuesta de Ekeberg), en Oslo, un lugar que está muy lejos de la ciudad francesa desde la cual pintó el cuadro.
La obra más icónica del artista noruego, de la cual existen cuatro versiones, está inspirada en una momia peruana que estuvo expuesta en París.
Munch y Van Gogh: caminos paralelos
La tradicional visión que tiene el espectador de El grito ha sido desmontada por el Museo Británico, ya que, según la institución, en la escena en realidad no hay nadie gritando. Para apoyar su teoría han mostrado una litografía en blanco y negro, del mismo autor, donde puede leerse: "Sentí un gran grito en toda la naturaleza". Según Giulia Bartrum, restauradora del Museo Británico, la imagen deja claro que el protagonista de la obra es una persona que está escuchando un grito y no una persona que está gritando. En el cuadro se reflejan los sentimientos del pintor cuando, a orillas de un fiordo noruego, contempló la naturaleza teñirse de rojo fuego, y, sin saber si escuchó o no un estruendo, ese hecho le hizo estremecerse.La más que probable bipolaridad de Munch –que lo condujo hasta un psiquiátrico–, su desmedida pasión por las mujeres, sus relaciones tormentosas y el afán obsesivo-psicótico por autorretratarse ha hecho que muchos autores lo comparen con Vincent Van Gogh. Los aproximadamente cincuenta autorretratos que pintó a lo largo de su vida parecen obedecer a la necesidad de tener constancia de su propia existencia viendo constantemente su imagen plasmada en una tela o en una fotografía.
Asimismo, Munch tuvo una visión contradictoria del sexo femenino porque consideraba que las mujeres le distraían de la misión que tenía que llevar a cabo como artista. Pero en el camino del pintor se cruzó una rica heredera llamada Tulla Larsen. Tulla se obsesionó tanto por el artista noruego que no le importó que éste fuera un alcohólico crónico, sufriera graves depresiones ni que estuviera arruinado; Tulla quería casarse con él como fuera e incluso se ofreció a ayudarle económicamente. En un principio, Munch se dejó querer, pero poco a poco se fue apartando de ella y tanto llegó a agobiarle su compañía que llegó al extremo de querer ingresar voluntariamente en un sanatorio para librarse de ella. Resentida por la actitud de Munch, Tulla se inventó una enfermedad para obligar al artista a sentirse culpable. Y lo consiguió, de tal manera que Munch acabó pidiéndole por carta que se casara con él. Al final, Munch se arrepintió, pero cuando quiso echarse atrás, Tulla lo denunció aportando la carta como prueba. Según la ley sueca, las promesas de matrimonio debían cumplirse y aunque Munch se negó a pasar por el altar, al final se vio obligado a hipotecar su casa y empeñar todos su cuadros para poder pagar los costes del juicio. Finalmente, la relación se acabó el día en que tras una violenta pelea entre ambos, Munch recibió un balazo que le destrozó un dedo de la mano izquierda. A día de hoy aún se desconoce quien efectuó el disparo, pero el despreció que sentía Munch por Tulla quedó reflejado en el cuadro La muerte de Marat, donde aparece una figura con sus rasgos.
La tormentosa relación de Munch con una mujer llamada Tulla Larsen acabó tras una violenta pelea en la que el artista resultó con un dedo destrozado a consecuencia de un disparo de bala.Autorretrato de Edvard Munch realizado en 1895.
Foto: CordonPress
Un "demente" denostado por el nazismo
Tras la ruptura amorosa, Munch pintó Los hijos del Dr. Linde, considerada una obra maestra del arte moderno, Autorretrato con vino y Hombres bañándose. En 1909 regresó a Noruega, donde el industrial noruego Rasmus Meyer le compró una gran cantidad de cuadros de su colección. Tras publicar en 1918 un folleto llamado Friso de la vida, en el que incluyó sus obras maestras, Munch decidió retirarse por un tiempo debido a una afección ocular que le dificultaba poder pintar.Bajo el dominio nazi en Alemania, las obras de Munch fueron retiradas de los museos al considerarse "degeneradas", por plasmar la muerte o tocar temas que eran considerados polémicos por el régimen. Con la invasión nazi de Noruega la cosa empeoró, ya que se retiraron todas sus obras de los museos porque se creía que escandalizaban a los visitantes. Al ver que los invasores nazis lo consideraban un demente, Munch no quiso tener ningún tipo de relación con ellos.
La obra de Munch fue descalificada por el gobierno nacionalsocialista alemán y tildaron al artista de "demente", por lo que el pintor noruego obvió cualquier relación con los nazis.La salud de Munch fue siempre muy frágil y, tal como llegó a contar el propio artista, "cuando nací se apresuraron a bautizarme, pues creían que moriría". El creador de El grito murió a causa de una neumonía, en silencio y en soledad, un 23 de enero de 1944 a los 80 años de edad dejando escritas estas palabras: "Enfermedad, locura y muerte fueron los tres ángeles que velaron mi cuna".
Para saber más
Museo Munch de OsloVisit Oslo
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
ayabaca@gmail.com
ayabaca@hotmail.com
ayabaca@yahoo.com
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