jueves, 22 de octubre de 2020

NATIONAL GEOGRAPHIC : TRADICIÓN HISTÓRICA .- El Palio de Siena, mucho más que una carrera de caballos

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic,  nos alcanza un reportaje sobre la suspensión de la fiesta hípica de Italia, conocida como el Palio de Siena, para este año 2020.- La pandemia de COVID-19 obligó a cancelar, por primera vez en décadas, muchas de las celebraciones populares que tienen lugar en Italia. Una de las más famosas es el Palio de Siena, una carrera de caballos que tiene detrás una larga historia de asociación ciudadana, conservación del patrimonio y fuertes lazos de amistad y rivalidad.
NATIONAL GEOGRAPHIC.- narra : "...No es exagerado decir que el 2 de julio y el 16 de agosto son los días más esperados del año en Siena, salvo por aquellos -mayoritariamente de orígenes no sieneses, o críticos con el evento por razones de bienestar animal- que contemplan el fervor de sus conciudadanos con una mezcla de estupor, incredulidad y algo de miedo. Las celebraciones empiezan con solemnidad religiosa a primera hora de la mañana con una eucaristía a cargo del arzobispo de Siena, tras la cual se realiza la última prueba para comprobar el buen estado físico del caballo y del fantino, que si no se demuestra competente puede todavía ser sustituido. A primera hora de la tarde tiene lugar la bendición de los caballos y los fantini en la capilla de cada contrada participante, tras lo cual jinete y montura parten hacia la carrera con el augurio: “Ve y regresa como vencedor...........”

La pandemia de COVID-19 obligó a cancelar, por primera vez en décadas, muchas de las celebraciones populares que tienen lugar en Italia. Una de las más famosas es el Palio de Siena, una carrera de caballos que tiene detrás una larga historia de asociación ciudadana, conservación del patrimonio y fuertes lazos de amistad y rivalidad.

Abel de Medici

11 de octubre de 2020 · 20:20 Actualizado a


Foto: iStock / mrohana

En una calle poco transitada del centro histórico de Siena, una torre de época medieval acoge un trozo de historia viva donde se custodia el espíritu de esta localidad toscana. Es el museo de la Contrada della Civetta (que toma su nombre de la lechuza, su animal totémico), una de las diecisiete que existen en la ciudad y que participan en el Palio, la carrera de caballos que se celebra dos veces cada verano y que en 2020, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, ha debido ser anulada a causa de la pandemia de COVID-19.

Ha sido un verdadero jarro de agua fría para los sieneses, para quienes el Palio no es solo una fiesta popular sino un verdadero eje vertebrador de su vida ciudadana, una seña de identidad irrenunciable en un país donde el orgullo de pertenecer a una ciudad se expresa a través de sus manifestaciones populares, que van estrechamente ligadas a su historia. El Palio de Siena, el calcio fiorentino de Florencia o la Regata Histórica de Venecia son algunos ejemplos de estos eventos que definen el carácter de cada lugar tanto como sus edificios y que se han transmitido a lo largo de siglos.

El Palio de Siena es mucho más que una carrera de caballos: para los sieneses, es una seña de identidad irrenunciable.

El Palio de Siena es mucho más que una carrera de caballos, especialmente para los habitantes de la ciudad. Sus orígenes se remontan hasta el año 1200 d.C., pero fue durante el Renacimiento cuando se convirtió en una fiesta popular y el evento más importante de la ciudad. Entre bambalinas se mueve un complejo mundo gestionado por las contradas, agrupaciones sociales que participan en la organización del Palio y administran el patrimonio histórico a él ligado. Como describe el veterano contradaiolo (miembro de la contrada) encargado de realizar las visitas guiadas al museo: “El Palio no es una fiesta turística, no es un espectáculo de recreación histórica: es formar parte de la historia de esta ciudad”.

Dime en qué contrada estás y te diré quién eres

El origen de las contradas se remonta a la Edad Media, hasta el siglo IX como mínimo. Después de la caída del Imperio Romano de Occidente, Siena se encerró dentro de sus murallas y, al igual que en la mayoría de Italia, la ciudad y sus dominios se convirtieron en un mundo en miniatura. En un principio las contradas eran grupos de ciudadanos que vivían en una zona de la ciudad, bajo la protección de una determinada familia noble, y que tenían su propia organización política y vida social al margen del resto de sus conciudadanos. A día de hoy, siguen siendo reconocidas como organismos territoriales con personalidad jurídica propia, competencias administrativas, derecho a poseer inmuebles y regular hasta cierto punto las normas sociales de sus miembros.

El museo de la Contrada della Civetta se ubica en la torre que en época medieval había sido el castillo de los Ugurgeri, la familia que dio origen a la contrada y que esta consiguió recomprar junto con la pequeña capilla anexa. La conservación de su patrimonio histórico es una de las misiones principales de estas organizaciones, que guardan con orgullo los trofeos, vestidos y demás piezas que forman parte de su historia. La adquisición de la capilla, después de largas negociaciones con la Archidiócesis de Siena, tuvo un significado muy especial ya que es allí donde se celebran algunas de las ceremonias más importantes, como la consagración de los nuevos miembros y la bendición de los caballos antes del Palio.

“Quien entra en una contrada sabe que asume un compromiso para toda la vida. Esto es algo serio, no es como entrar en un equipo de fútbol”.

Las ceremonias reflejan cuán importante es la carga identitaria de estas organizaciones, vertebradas por fuertes lazos de grupo. “Quien entra en una contrada sabe que asume un compromiso para toda la vida. Esto es algo serio, no es como entrar en un equipo de fútbol”, recalca el guía del museo. Con el éxodo de muchos sieneses a la periferia de la ciudad o incluso a otras poblaciones, hoy en día la pertenencia a una contrada, que tradicionalmente venía determinada por ius soli -es decir, de la zona de la ciudad donde se naciera-, depende sobre todo de los lazos familiares o de amistad. Los hijos de los miembros empiezan a participar en las actividades desde los cinco o los seis años, por lo que la contrada forma parte indisolube de la identidad personal: en el caso de que los padres pertenezcan a contradas distintas, la diplomacia impone que el primogénito entre en la del padre y el segundogénito en la de la madre.

Las alianzas y rivalidades entre ellas adquieren una importancia que va más allá del deporte y afecta a las relaciones personales: un contradaiolo lleva su contrada grabada a fuego en el corazón y, aunque puede nacer la amistad e incluso el amor entre miembros de facciones adversarias, por regla general el antagonismo es tan fuerte que la relación con los rivales se limita a la cordialidad indispensable y se evita hablar del Palio, si es que eso es posible en Siena. Por el contrario, las alianzas que se establecen entre ellas adquieren una expresión casi principesca en el intercambio de regalos, apoyo mutuo en los órganos municipales y, por supuesto, estrategia conjunta de cara al gran día de la carrera.

Formar parte de una contrada abarca un amplio abanico de actividades para todos los perfiles: desde representantes, contables o gestores culturales hasta los miembros del séquito o alfieri, que realizan extraordinarias piruetas con las banderas de su contrada.                          Foto: iStock / riccardofe.

El Palio dura todo el año

Aunque la carrera ocupa solo cuatro días de julio y otros tantos en agosto, existe una máxima que nadie discute en Siena (al menos, nadie que quiera ser aceptado como un verdadero miembro de la ciudad): “El Palio dura todo el año”. Cuidar las relaciones con las contradas aliadas, vigilar los movimientos de los adversarios, buscar al jinete más adecuado y un largo etcétera son un trabajo constante de cara al gran día. Cada contrada tiene su prior, elegido anualmente, que se encarga de representarla excepto en los días del Palio, durante los cuales la responsabilidad recae sobre un capitán que tiene poder de decisión absoluto sobre todo cuanto concierne a la competición.

Para ganar el Palio hace falta no solo habilidad, sino también suerte. Los caballos no son propiedad de la contrada, sino que son proporcionados por el ayuntamiento de Siena y se sortean entre los participantes. También por sorteo se obtiene el derecho a participar, ya que solo diez contradas de diecisiete participan en cada carrera: las siete que quedan excluidas tienen derecho automáticamente a una plaza para el año siguiente, mientras que las tres restantes son elegidas nuevamente por sorteo. Este factor de azar tiene una gran influencia sobre la carrera propiamente dicha, ya que pueden dar como compañeros de carrera a las contradas amigas o a los rivales más acérrimos; y este es uno de los factores cruciales del Palio: las carreras en las que participan contradas enfrentadas tienen la emoción asegurada. De ahí que las alianzas jueguen un papel tan importante y, tras salir los resultados, los aliados deban reunirse para elaborar estrategias contra los adversarios comunes.

A pesar de su popularidad, el Palio no es amado por todos los sieneses. Las críticas se centran a menudo en el trato dado a los caballos: en las últimas dos décadas han muerto ocho de ellos debido a caídas o heridas recibidas durante la carrera.                                                                  Foto: ZUMAPRESS.com / Cordon Press.

Por el contrario, los jinetes o fantini son profesionales contratados por los órganos de gobierno de cada contrada. Un fantino es un especialista en este tipo de carreras, ya que se trata de una actividad peligrosa: los caballos se montan a pelo y está permitido golpear a los adversarios con el nerbo, una vara hecha con el miembro viril de un ternero, que también sirve para fustigar al caballo. Este es uno de los motivos por los que el Palio es muy criticado por las asociaciones animalistas debido al estrés que sufren los caballos, algunos de los cuales han muerto a causa de accidentes sufridos durante la carrera. En cambio, para la contrada que los contrata los fantini son estrellas del deporte, aunque siempre hay que tenerles un ojo puesto encima por si acaso algún adversario poco honesto intentara sobornarles. En el museo de la Contrada della Civetta, el casco de un jinete ganador refleja cuán real es el peligro: aunque es una pieza de hierro, luce como medalla de guerra una honda cicatriz hecha por el fantino de la Contrada del Leocorno (el unicornio), histórico rival de la Civetta desde 1960.

Cuenta atrás para el Palio

Del 29 de junio al 2 de julio y del 13 al 16 de agosto se celebran los “cuatro días del Palio”, con una agenda de actividades y ritos reglamentados para cada jornada. Originalmente se celebraba solo el de julio: el de agosto fue introducido en 1701 a propuesta de la Contrada dell'Oca (de la Oca), vencedora de ese año, que propuso jugarse de nuevo la victoria en una carrera excepcional que pagó de su propio bolsillo: el gesto de soberbia le salió mal ya que en esa revancha ganó -irónicamente- la Contrada della Chiocciola (del Caracol). A partir de 1774, la celebración de este segundo Palio se convirtió en fija.

La Piazza del Campo, la plaza principal de Siena, es el escenario del Palio desde principios del siglo XVII, ya que antes la carrera se desarrollaba en una de las calles principales de la ciudad. Foto: iStock /occhetto.

La primera jornada se destina a la selección de los caballos: algunos son veteranos del Palio y entran directamente, mientras que las nuevas monturas deben pasar un control veterinario y una carrera de prueba. A mediodía se celebra en la Piazza del Campo -donde tendrá lugar la carrera- el sorteo de los caballos, que los miembros de la contrada luego conducen a su sede. Durante esa noche y las dos siguientes, los fantini duermen al lado de sus monturas en un establo preparado aposta en la sede de la contrada.

Las pruebas continúan durante el segundo día, que se cierra con la bendición del drappellone o palio, el tejido de seda bordada del que toma el nombre la fiesta; y durante el tercero, al final del cual se celebra la cena de la contrada con su fantino como invitado de honor. Al caer la noche, los capitanes de las contradas amigas se reúnen para ultimar las estrategias para la carrera y de nuevo se pone en valor la importancia de tales vínculos, ya que el objetivo no siempre es ganar: si uno de los aliados ha tenido la suerte de conseguir un caballo mejor en el sorteo, el otro puede asumir el rol de obstaculizar a los adversarios para facilitarle la victoria; un favor que más adelante habrá ocasión de pagar.

El gran día del Palio

No es exagerado decir que el 2 de julio y el 16 de agosto son los días más esperados del año en Siena, salvo por aquellos -mayoritariamente de orígenes no sieneses, o críticos con el evento por razones de bienestar animal- que contemplan el fervor de sus conciudadanos con una mezcla de estupor, incredulidad y algo de miedo. Las celebraciones empiezan con solemnidad religiosa a primera hora de la mañana con una eucaristía a cargo del arzobispo de Siena, tras la cual se realiza la última prueba para comprobar el buen estado físico del caballo y del fantino, que si no se demuestra competente puede todavía ser sustituido. A primera hora de la tarde tiene lugar la bendición de los caballos y los fantini en la capilla de cada contrada participante, tras lo cual jinete y montura parten hacia la carrera con el augurio: “Ve y regresa como vencedor”.

En la Piazza del Campo, el drappellone es izado en el palco de los jueces de la carrera mientras los jinetes se preparan para los que pueden ser sus instantes de gloria. Toda la tensión acumulada en un año de rivalidades se libera en menos de cinco minutos: gana el caballo que completa primero tres vueltas a la plaza, con o sin fantino; si este es derribado en el último momento pero su montura atraviesa la línea de meta, la victoria sigue siendo válida.

La celebración no se hace esperar y justo después de la victoria, los miembros de la contrada vencedora se abalanzan a reclamar su trofeo: el drappellone es llevado en procesión hasta la colegiata de Santa Maria in Provenzano o la catedral de Santa Maria Assunta, las dos manifestaciones de la Virgen a las que están dedicadas respectivamente el Palio de julio y el de agosto; y después pasará a engrosar la colección de trofeos en el museo de la contrada correspondiente.

El triunfo dará inicio a una semana de cenas y celebraciones, públicas y privadas, en el territorio de la contrada vencedora. Es justo y debido festejar la victoria, pero no hay tiempo para dormirse en los laureles y pronto tocará empezar a prepararse para la próxima contienda: es bien sabido que el Palio dura todo el año.

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