A lo largo de sus casi 1.500 años de historia, el ajedrez ha dado lugar a una gran variedad de juegos y modos de jugar: desde un simple pasatiempo hasta un deporte intelectual con grandes sumas de dinero en juego.
“Un día, un embajador del rey de Hind llegó a la corte persa de Cosroes, y después de un intercambio de cortesías, sacó ricos regalos de su soberano y entre ellos había un tablero elaborado con piezas de ébano y marfil curiosamente talladas. Luego lanzó un desafío: 'Oh gran rey, llama a tus sabios y haz que resuelvan los misterios de este juego. Si tienen éxito, mi amo el rey de Hind te pagará tributo como señor supremo, pero si fallan será una prueba de que los persas tienen un intelecto inferior y exigiremos tributo a Irán'”.
Este fragmento del poema épico persa Shahnameh (“Libro de los reyes”) es la primera mención conocida del origen del ajedrez. Según su autor, el poeta Fedrousí, el juego se había originado en el siglo VI a raíz de una disputa por el trono de Hind (India) entre los hermanos Gav y Talhand: el segundo había muerto en batalla y su madre, disgustada, recriminó a Gav que hubiera matado a su hermano. Este negó haberlo hecho y, para probar su inocencia, recreó la batalla usando piezas de marfil que representaban las cuatro unidades de combate del ejército: la infantería, la caballería, los elefantes y los carros.
UNA GRAN FAMILIA
Fuera cierta o no la leyenda que narra Fedrousí, sí se sabe que el ajedrez tiene su origen en el juego que describe: el chaturanga, cuyo nombre significa “cuatro divisiones” en referencia a las cuatro piezas que simbolizan las unidades del ejército indio. Estas son las más antiguas del juego y corresponden a los actuales peones (para la infantería), caballos (caballería), alfiles (elefantes) y torres (carros) de la versión moderna del juego.
El chaturanga, antecesor del ajedrez, se jugaba con cinco tipos de piezas: un rey, un elefante, un caballero y un carro en la fila trasera, y cuatro infantes en la fila delantera. Existían dos variantes del juego, una para cuatro jugadores y una para dos; en esta última, cada jugador contaba con un rey, un general, ocho infantes, dos elefantes, dos caballos y dos carros, siguiendo el esquema actual del ajedrez.
Pero lo cierto es que el ajedrez es solo el integrante más internacional de una vasta familia de juegos similares entre los que se incluyen el shogi japonés, el xiangqi chino o el makruk tailandés. Para que un juego sea considerado parte de la “familia del ajedrez” tiene que cumplir dos requisitos: que no haya factores de azar involucrados (por ejemplo dados, como en algunos juegos similares) y que la victoria dependa de la captura de una única pieza, el rey.
Existen más de doscientos tipos de piezas de ajedrez. Las piezas reflejan la tradición militar de cada lugar.
Su popularidad explica la gran diversidad de piezas y reglas: existen más de doscientos tipos de piezas de ajedrez, que el historiador David Parlett -especializado en historia de los juegos- recopiló en su libro The Oxford History of Board Games. En la versión internacional del juego, solo seis son consideradas “ortodoxas” o estándar: el peón, la torre, el alfil, el caballo, la reina o dama y el rey. Los juegos emparentados tienen sus propias piezas que reflejan la tradición militar de cada lugar: así, por ejemplo, el xiangqi tiene cañones y el shogi, lanceros.
Una de las variantes más llamativas del juego es el ajedrez humano, en el que las personas -a veces ataviadas con ropas de época- actúan como piezas.
PASATIEMPO INTERNACIONAL
La razón de esta gran diversidad se puede atribuir en parte a las grandes rutas comerciales euroasiáticas (principalmente la Ruta de la Seda) y en parte a los imperios musulmanes de la Edad Media. Los árabes adoptaron muchas costumbres persas, entre ellas este juego que se había vuelto popular en la corte del Imperio Sasánida, y lo extendieron por Europa y por Asia. Del persa procede también la expresión shah mat, “el rey está acabado”: lo que conocemos como checkmate o jaque mate.
El ajedrez era ya un pasatiempo internacional a mediados de la Edad Media. La Ruta de la Seda y los imperios musulmanes llevaron el juego desde Persia hacia toda Europa y Asia.
Los registros históricos y hallazgos arqueológicos demuestran que el ajedrez era ya un pasatiempo internacional a mediados de la Edad Media. Era el juego favorito de monarcas tan conocidos como Alfonso el Sabio, Iván el Terrible o el califa Harún al-Rashid, quien regaló un juego de marfil al emperador Carlomagno. También de esa época procede una magnífica colección de 78 piezas vikingas fabricadas con colmillos de morsa.
Piezas de ajedrez de la Isla de Lewis (Escandinavia), elaboradas con dientes de morsa y ballena, mitad del siglo XII. Este es uno de los pocos conjuntos completos de piezas de ajedrez medievales.
Resulta interesante constatar como la evolución de las piezas refleja el clima de cada momento y lugar: tenemos un ejemplo de ello a finales del siglo XV, cuando el ajedrez se volvió especialmente popular en Europa. En aquel entonces varias piezas se transformaron considerablemente para adaptarlo a la naturaleza de las cortes europeas: el consejero, una pieza introducida por los persas, se transformó en reina; y el alfil y la torre tomaron diversas apariencias dependiendo del país hasta que se aceptaron como internacionales sus formas actuales.
DEL PLACER A LA POLÍTICA
Hasta el siglo XV el ajedrez había sido básicamente un pasatiempo para las clases altas; además, los juegos tendían a ser muy largos puesto que la reina y el alfil poseían movimientos limitados a pocos cuadros. El cambio de estas piezas convirtió el ajedrez en algo mucho más complejo y estratégico, una auténtica competición intelectual. Empezaron a organizarse torneos y en 1834 se disputó el primer campeonato internacional conocido entre el británico Alexander McDonnel y el francés Louis-Charles de la Bourdonnais, que se erigió en el primer campeón del mundo de ajedrez, aunque fuera todavía un título no oficial.
Le sucedió el británico Howard Staunton, que tuvo un papel muy importante a la hora de estandarizar las piezas y reglas del juego y promocionar el ajedrez a nivel internacional. Staunton tomó la decisión de adoptar el diseño registrado una década antes por un diseñador llamado Nathaniel Cooke, con las figuras que hoy representan las distintas piezas. Todo ello ayudó a homogeneizar el juego y a dar un carácter oficial los campeonatos y federaciones de ajedrez en la segunda mitad del siglo XIX.
El ajedrez posiblemente sea el juego de mesa cuyas piezas presentan más variedad artística. Las hay en todo tipo de formas y materiales, desde las más simples hasta verdaderas obras de arte, como este juego de porcelana danesa.
La llegada de las dos guerras mundiales y posteriormente de la Guerra Fría dio otra vuelta de tuerca al juego y lo convirtió no solo en un deporte intelectual, sino en una batalla política. Las décadas de los años 50 y 60 vieron un dominio absoluto de los jugadores de la URSS: entre 1951 y 1969, todos los campeones mundiales fueron ciudadanos soviéticos y se llegaron a organizar dos torneos cuyo nombre era “La Unión Soviética contra el resto del mundo”, en las que esta se enfrentó a un equipo de jugadores internacionales y ganó en ambas ocasiones. A pesar de este clima, el ajedrez no fue incluido en los Juegos Olímpicos hasta 2000 e incluso entonces se limitó a un juego de exhibición.
HOMBRES, MUJERES Y MÁQUINAS
Desde su introducción en Europa, el ajedrez siguió caminos distintos para hombres y mujeres, a veces incluso en la modalidad de juego: había clubes y torneos separados para cada sexo, incluso con reglas diferentes; y el juego por correspondencia se hizo especialmente popular entre las damas de la aristocracia y la alta burguesía. Una de ellas, que firmaba con el simple seudónimo de “Una Dama”, publicó en 1860 El ABC del ajedrez, un manual que popularizó mucho este juego entre las mujeres. La Unión Soviética, que dominó el ajedrez competitivo durante décadas, promocionó una profesionalización de las jugadoras que pronto se extendió al resto del mundo.
Sin embargo, una tercera inteligencia estaba a punto de entrar en juego: la artificial. El primer programa de ajedrez capaz de ejecutar una partida en condiciones fue el MacHack VI, desarrollado en 1967 por un estudiante del Instituto de Tecnología de Massachusetts; aunque sus primeros resultados fueron más bien malos, un empate y cuatro derrotas. Pero apenas veinte años después, los programas ya estaban lo bastante desarrollados como para derrotar a la mayoría de jugadores profesionales.
En 1997 un programa de ordenador, Deep Blue, ganó un torneo de ajedrez contra el campeón mundial Garri Kaspárov.
El año 1996 marcó un antes y un después en la historia del ajedrez cuando uno de estos programas, Deep Blue, ganó un juego contra el campeón mundial Garri Kaspárov, aunque el ruso terminó venciendo el torneo con tres victorias, dos empates y una derrota. Pero un año después, Deep Blue se tomó su “revancha” -si eso fuera posible para un programa- y ganó el torneo con dos victorias, una derrota y tres empates.
En el juego final Kaspárov se rindió, para después descubrir que habría podido llevar la partida a un empate: atendiendo al relato del poeta Fedrousí en el Shahnameh habría debido pagarle tributo, pero para su fortuna era la propia compañía creadora de Deep Blue, IBM, quien ponía el dinero del premio.
Curiosidades de la historia
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