Este constructor valenciano se convirtió en un hombre hecho a sí mismo que decidió buscar fortuna en Estados Unidos. Su gran talento, la ambición y el trabajo hicieron de sus obras un éxito que más de un siglo después todavía son admiradas por todo aquel que visita la ciudad de los rascacielos.
A pesar de haber nacido en una ciudad costera del Mediterráneo como Valencia, las huellas de uno de los arquitectos más internacionales de España están presentes sobre todo en multitud de edificios urbanos a lo largo y ancho del territorio estadounidense. La Universidad de Harvard, Berkeley o Yale, el Museo Metropolitano de Nueva York o el Museo Nacional de Washington, el puente de Queensboro, el Oyster Bar de la Grand Central Station neoyorquina o la Estación Fantasma de City Hall del metro de Manhattan son solo algunos de los centenares de ejemplos más célebres que lo atestiguan. A su muerte, el periódico The New York Times lo bautizó como «El arquitecto de Nueva York».
Tras pasar su primera juventud en su ciudad natal, Guastavino se trasladó a Barcelona para estudiar en la Escuela de Maestros de Obras, donde comenzó su formación como arquitecto. Fue en la misma Ciudad Condal donde realizó las primeras obras con las que consiguió labrarse un nombre entre los arquitectos del momento: la fábrica textil Batlló y el Teatro La Massa (Vilassar de Dalt). Cuando la primera fue inaugurada, el joven arquitecto todavía era un estudiante, pero su genio ya había sido revelado. Uno de los líderes del modernismo catalán imperante en la época, Domènech i Montaner, le describió como un artista de dotes excepcionales.
La realización de las bóvedas de la Biblioteca Pública de Boston fue el primer encargo que recibió Guastavino a su llegada a Estados Unidos. Este primer éxito profesional lanzó su nombre a la fama.
LA BÓVEDA TABICADA
La mayor aportación técnica de Rafael Guastavino a la construcción fue la llamada bóveda tabicada, también conocida como Volta catalana, una técnica que fue aplicada en los dos únicos edificios que dejó en España. Su uso estaba ampliamente extendido por todo el Mediterráneo debido a la influencia árabe y consistía en cubrir el techo con ladrillos colocados por su parte plana y unidos por la parte más estrecha mediante cemento. La gran ventaja de este sistema era que reducía costes -pues se sostenía por sí mismo, con lo cual no necesitaba andamios- y además era resistente al fuego. Su gran logro fue conseguir hacerlas realidad en grandes dimensiones utilizando una variante del cemento todavía más ligera e igualmente ignífuga.
La gran ventaja del nuevo sistema era que reducía costes y era ignífugo
Su genio era tan indiscutible como su ambición. Con una incipiente pero respetada trayectoria a sus espaldas, Guastavino emprendió una nueva vida al otro lado del Atlántico. Para reunir el dinero necesario para el viaje creó un fraude piramidal tras el que, ya con el capital suficiente en el bolsillo, huyó hacia Estados Unidos sin mirar atrás y sin poder, debido a esta estafa, poder volver a su país natal. Llegó a Nueva York en 1881 y se abría ante él el país de las nuevas oportunidades.
Una de las estaciones fantasma del metro de Nueva York, la de City Hall, en Manhattan -sobre estas líneas-, fue diseñada por Rafael Guastavino.
La ciudad se encontraba en pleno esplendor constructivo, aunque se había instalado entre los constructores cierto miedo debido a los recientes incendios que habían asolado enormes áreas de ciudades, como ocurrió en Chicago en 1871 o en Boston en 1872. El predominio de los edificios de madera fue una de las razones por las que el fuego se extendió a gran velocidad. Y fue justamente por esta razón que la técnica que importó Guastavino encajó a la perfección en la sociedad americana. De entrada no despertó una gran confianza, pues era muy innovadora y parecía que las bóvedas podían caerse en cualquier momento, pero pronto llegó uno de los primeros encargos: la Biblioteca Pública de Boston.
El estudio de arquitectos que se encargaba de su construcción le pidió al arquitecto valenciano que diseñase las bóvedas del edificio y la realización de esta obra, que todavía puede verse en la ciudad americana, catapultó el nombre de Guastavino a la fama.
Con el primer éxito profesional a sus espaldas el valenciano creó su propia compañía: Guastavino Fireproof Construction Company, cuyas oficinas proliferaron por todo el país. Durante los 60 años que la empresa estuvo en activo -cerró en 1962- se construyeron bajo su sello un total de 1.000 edificios.
Durante los 60 años que la empresa estuvo en activo -cerró en 1962- se construyeron bajo su sello un total de 1.000 edificios
El Oyster Bar Restaurant es un local mítico que se encuentra dentro de la Grand Central Terminal de Nueva York cuyas bóvedas son obra de Guastavino. Las demandas ciudadanas consiguieron salvar la estación de su demolición.
PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO EN PELIGRO
El talento de este arquitecto es muy apreciado en Nueva York, donde se cuentan por decenas los edificios que llevan su marca. Los neoyorquinos redescubrieron su legado gracias a los movimientos sociales que defendían la conservación de los edificios históricos de la ciudad durante la década de 1970, subrayando la importancia de estas construcciones para formación de una determinada idiosincrasia urbana.
Uno de los símbolos fue la salvación de la Grand Central Station, cuyas bóvedas había construido Guastavino, que iba a ser demolida para construir un edificio de 59 plantas sobre ella. Jackeline Kennedy lideró la campaña para evitar la demolición, tras la que se creó una conciencia colectiva para la conservación del patrimonio arquitectónico contemporáneo de Nueva York, del que Rafael Guastavino es uno de los máximos exponentes.
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