La pieza en cuestión es la parte superior de una masa de arcilla que fue aplicada sobre una cuerda cuando todavía estaba húmeda. Antes de que se secara fue marcada con dos sellos diferentes: la firma del propietario de los contenidos y la de una autoridad administrativa o una segunda parte del intercambio (como podría ser un comprador o vendedor). Todos los detalles de esta investigación acaban a de ser publicados en la revista Levant, la revista del Consejo de Investigación Británica en el Levante.
SELLADO CON BARRO
El fragmento se encontró en el curso de unas excavaciones realizadas en el lugar por la Universidad Hebrea de Jerusalén entre 2004 y 2007, y por el contexto arqueológico en el que fue hallado se fechó entre los años 5200 y 4000 a.C. El estudio petrográfico reveló el interesante dato de que la arcilla no era de procedencia local, ya que su alto contenido en yeso y la presencia de basalto indicaban que provenía de una zona situada a 10 kilómetros.
El sello mide 9x18 milímetros y tiene tres caras: una en contacto con la cuerda y dos estampadas con impresiones hechas por un sello de piedra. Una de ellas es de forma oval, con un dibujo que recuerda a una espiga o espina de pez, mientras que el otro es una caja rectangular dividida por celdas diagonales. Curiosamente en el yacimiento se ha encontrado un sello de piedra caliza con un diseño muy parecido al de la primera marca, por lo que quizás esta sería hecha por un mercader local.
Recipiente cerrado con una bulla de arcilla.
Dibujo del fragmento de sello, donde se aprecia la impresión dejada por la cuerda en la cara D.
Estas bullae o sellos de arcilla se usaban para evitar que un recipiente o puerta se pudiera abrir sin que el propietario se enterase, al impedir que se pudieran desatar las cuerdas que los cerraban sin romper el sello. Al mismo tiempo, servían como evidencias administrativas, pues llevaban las firmas estampadas del propietario, un burócrata o las partes involucradas en un contrato, así que se podían usar también como referencia para comprobar a quien pertenecían los contenidos o para autentificar un sello de cara a futuras transacciones o pleitos legales.
Al ser una medida muy anterior a la escritura los sellos no llevaban todavía ninguna inscripción, sino que, por contra, mostraban siempre una forma geométrica o una representación estilizada de animales o plantas. Las bullae impresas no son nada habituales en esta zona pues, aunque se han encontrado 150 sin marcar, la estudiada es la única de su tipo perteneciente a la Edad del Cobre.
UN NEXO COMERCIAL
Tel Tsaf era en la época un importante centro productor de grano. En sus ruinas se han encontrado unos enormes silos que podían llegar a albergar 80 toneladas de cereales, una cantidad muy superior a la necesaria para alimentar a la población.
Almacenes y silos de Tel Tsaf, en uno de ellos se encontró la bulla.
A esto se le añade la presencia en el yacimiento de productos de importación tales como metales y cerámica extranjera, que según los investigadores se adquirían mediante el intercambio de los excedentes de grano con el exterior a cambio de productos que no se podían conseguir localmente.
Según el responsable de las excavaciones, Yosef Garfinkel, la bulla se encontró en uno de estos graneros en vez de tirada en un vertedero, lo que demuestra que tras romperse durante la apertura de un contenedor se conservó uno de sus fragmentos para servir de referencia de los dos sellos estampados.
Respecto a su uso hay dos posibles interpretaciones. La primera es que se usó para cerrar uno de los silos, cuyos cereales pertenecerían al propietario del sello de piedra encontrado, por lo que la segunda impresión sería hecha bien por el comprador o destinatario de los contenidos, bien por algún burócrata encargado de certificar que las cantidades y el tipo de grano se correspondieran con lo declarado a la administración. Vinculados con este proceso, en el yacimiento se han encontrado numerosos fragmentos de cerámica recortados, que según Yosef se usaban a modo de contadores para registrar las cantidades de grano almacenadas en cada silo, saco o tinaja.
El sello de piedra caliza tiene una impresión prácticamente idéntica a la de la bulla, evidencia quizás de que ambos objetos pertenecían a la misma persona.
Foto: Vladimir Nichen, Yosef Garfinkel.
La segunda opción, reforzada por el hecho de que la arcilla provenga del exterior, es que la bulla fue creada en uno de los numerosos pueblos vecinos para cerrar una compra hecha por el propietario del sello de piedra. Tras romper la bulla y vender los productos, uno de los fragmentos fue guardado en el almacén para conservar la firma del vendedor de estas importaciones.
Así pues este sello es un buen testimonio de las redes comerciales que vinculaban a las comunidades levantinas durante la Edad del Cobre y, a la vez, constituye una precoz muestra de burocracia y control de la propiedad dos milenios antes de la invención de la escritura.
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