Las momias de antiguos faraones egipcios, sobre todo de las dinastías XVIII y XIX, se exponen en una sala especialmente acondicionada para su óptima conservación en el Museo Egipcio de El Cairo.
CRONOLOGÍA
Males de la Realeza
1479-1458 a.C.
1390-1353 a.C.
1353-1336 a.C.
Hacia 1334-1324 a.C.
1279-1213 a.C.
1149-1146 a.C.
En el mundo antiguo, Egipto gozaba de una envidiable reputación como verdadero país de Jauja, donde el complaciente Nilo regaba con anual generosidad los terrenos que luego los campesinos trabajaban con escaso esfuerzo y mucho beneficio. Por desgracia, ésta no es una imagen que se corresponda con la realidad porque, como en todo el mundo antiguo, la vida en Egipto era sufrir el acoso constante de la Naturaleza y de las muchas enfermedades que la medicina no podía diagnosticar y mucho menos sanar. Una vida dura que dejó su marca en los cuerpos de los habitantes de las Dos Tierras y que hoy podemos estudiar gracias a sus momias; en especial, las de los faraones del Reino Nuevo, que se han conservado prácticamente todas. Conocer sus enfermedades nos proporciona una imagen algo más clara de cómo fue su vida.
El egiptólogo Zahi Hawass observa la momia de Tutankhamón antes de someterla a una tomografía axial computerizada (TAC).
Las momias reales egipcias fueron sometidas a un primer estudio en 1912, pero no se las radiografió hasta la década de 1960. En 1976, a causa de su deterioro, la momia de Ramsés II fue llevada a París para ser analizada por un centenar de especialistas. Décadas después, en 2005, la famosa momia de Tutankhamón fue sometida a una detallada tomografía axial computerizada (TAC), una técnica de estudio no invasiva que se aplicó a todas las momias reales de ese período. De algunas de ellas –las relacionadas con la familia de Tutankhamón y unas pocas más– se obtuvieron también muestras cuyos restos de ADN se pudieron leer mediante las últimas técnicas. El resultado es que poco a poco vamos conociendo más sobre los problemas de salud que afligieron a los monarcas del valle del Nilo.
LOS TEMIBLES PARÁSITOS
Muchas dolencias no eran exclusivas de la realeza, como los problemas de oftalmia generados por el ardiente sol y el constante polvo en suspensión del ambiente. Este problema ocular se intentaba solventar maquillándose los ojos. Otras enfermedades eran de tipo parasitario, siendo la principal la esquistosomiasis, producida por un pequeño gusano que vive en aguas estancadas. La agricultura en Egipto se basaba en dejar que la crecida llenara los estanques que se creaban en la llanura inundable, lo cual generaba el ambiente perfecto para que se desarrollaran las diminutas larvas del gusano que la provoca.
UN PAPIRO MÉDICO
El Papiro Edwin Smith (abajo) es el texto médico más antiguo que se conserva. Escrito en hierático, contiene observaciones, diagnósticos y tratamientos. Academia de Medicina, Nueva York.
Foto: science source / album.
Cuando una persona atraviesa esas aguas, las larvas se introducen en su cuerpo y acaban llegando hasta el recto o la vejiga, donde crecen y se reproducen, causando pequeñas hemorragias al excretar, las cuales terminan provocando anemia en las personas infectadas. Si en 1950 más de la mitad de la población egipcia estaba infectada de esquistosomiasis, podemos imaginar cuál era el porcentaje hace 3.500 años. Por ello, se puede dar por seguro que también afectó a los faraones, aunque por el momento no haya sido posible detectar la enfermedad en momias reales. Es cierto que los faraones no pisaban el agua estancada a diario, pues eran transportados casi siempre en sus palanquines; pero sabemos que desde época predinástica celebraban ceremonias en las que era imprescindible que lo hicieran.
LA OMNIPRESENTE MALARIA
Otra enfermedad parasitaria que atacó sin piedad a los egipcios fue la malaria (conocida también como paludismo), transmitida por las hembras del mosquito anófeles. Los síntomas son variados, pero los principales son una fiebre muy alta y escalofríos recurrentes en ciclos de tres o cuatro días; de ahí el nombre de fiebres tercianas o cuartanas con que era conocida en España. Sin un tratamiento adecuado, la infección puede terminar produciendo insuficiencia renal, coma y la muerte.
SARCÓFAGO DE YUYA
La momia de Yuya, bisabuelo de Tutankhamón, se encontró en el interior de este ataúd cubierto de oro en su tumba del Valle de los Reyes. Museo Egipcio, El Cairo.
PRÓTESIS PARA UNA MUJER
En el pie de una momia perteneciente a la hija de un sacerdote se halló esta prótesis para sustituir un dedo gordo amputado. Hacia 950-710 a.C. Museo Egipcio, El Cairo.
EL POBLADO DE LOS ARTESANOS EN DEIR EL-MEDINA
En la orilla occidental de Luxor, vivieron los constructores de las tumbas reales. Los muros de las sepulturas de estos artesanos recrean accidentes, dislocaciones, roturas de huesos... Y también muestran la presencia de algún médico.
Los faraones también sufrieron enfermedades contagiosas de tipo vírico o bacteriano, cuyos síntomas físicos podemos encontrar en algunas de sus momias. La primera de ellas fue la peste, una terrible enfermedad que devastó Europa en la Edad Media y que transmiten las pulgas que transportan los roedores, en especial la rata negra, que pululaba a sus anchas por las poblaciones europeas debido a las inexistentes condiciones de higiene pública. Condiciones semejantes se daban en los poblados egipcios, donde no había alcantarillas y las basuras se acumulaban en las calles a la espera de que la inundación anual se las llevara o las enterrara bajo el limo.
PESTE, VIRUELA, POLIO...
La existencia de epidemias de peste en Egipto se conoce gracias a documentos históricos, no porque se haya detectado en ninguna momia. Bajo el reinado de Akhenatón, un ejército egipcio fue derrotado por las tropas del rey hitita Shupiluliuma, y, según las fuentes, «cuando los prisioneros de guerra que habían sido capturados fueron conducidos a Hatti, una epidemia de peste se declaró entre los prisioneros de guerra, y comenzaron a morir. Cuando los prisioneros de guerra fueron llevados a Hatti, los prisioneros de guerra trajeron la peste a Hatti. A partir de este día, la gente muere en Hatti».
Por su parte, una carta del rey babilonio Burnaburiash cuenta que una esposa asiática de Amenhotep III había muerto «durante la peste», y el edicto de restauración de Tutankhamón habla de que «cuando su Majestad apareció en calidad de rey [...] el país atravesaba la enfermedad», en lo que puede tratarse de otra referencia a la plaga que barrió Egipto durante el reinado de Akhenatón y cuyos estragos son visibles en los enterramientos del cementerio sur de Amarna; la elevada proporción de fallecidos jóvenes sugiere la acción de una epidemia. Esto podría explicar perfectamente las muchas muertes acaecidas entre la familia real amárnica, incluido el faraón.
PILAR DE AKHENATÓN
Este busto procede de un pilar que representaba al faraón en el templo de Karnak. En él se aprecian las estilizadas facciones que han hecho pensar a los especialistas que Akhenatón sufría el síndrome de Marfan.
Foto: Scala, Firenze.
Igual de temible que la peste fue durante siglos la viruela, cuyas pústulas dejaban marcado de por vida el cuerpo y el rostro de los afortunados que conseguían sobrevivir a esta peligrosa enfermedad vírica. Uno de los afectados fue Ramsés V, el rostro, el cuello y el pecho de cuya momia parecen mostrar las inconfundibles marcas de la enfermedad. Resulta imposible decir si su fallecimiento con poco más de treinta años está relacionado con la viruela, aunque lo que sí es indudable es que su momia muestra un crecimiento anormal del escroto que parece señalar la existencia de una hernia inguinal.
EL VALLE DEL NILO.
En esta imagen se ve la línea que separa la verde tierra fértil (el color de la regeneración, vinculado al dios Osiris) de la tierra ocre del desierto egipcio, vinculada a Seth, el temido dios del caos.
VÍCTIMA DE LA POLIO
En esta estela, el funcionario Roma se apoya en un bastón porque su pierna derecha está atrofiada: es más corta y más delgada que la izquierda, se cree que a causa de la polio. Gliptoteca Ny Carlsberg, Copenhague.
No se trata de un caso único, porque en la estela del funcionario Roma, de la dinastía XVIII, el difunto aparece con exactamente la misma deformidad, que también hallamos en la momia de Tutankhamón. Sí, el rey adolescente, de corto reinado y fabuloso ajuar funerario, tenía el pie derecho plano y el izquierdo equinovaro. No se trata de una deformidad tan acusada como en el caso de Siptah, pero no cabe duda de que esto le impidió caminar con normalidad. Resulta muy interesante que los dos pies de una momia con las siglas KV21a –quien, según el ADN, sería Ankhesenamón, la madre de los dos fetos momificados hallados en la tumba de Tutankhamón– presenten una deformación similar. Sabemos por los textos que Ankhesenamón era hija de Akhenatón y Nefertiti y medio hermana de su esposo Tutankhamón, hijo de Akhenatón y de una madre diferente, por lo que tal vez estos pies deformados sean un rasgo genético de la familia real amárnica.
DENTADURAS EN MAL ESTADO
Un detalle que todas las momias reales comparten entre sí, y con las de todos sus súbditos, es el mal estado de su dentadura. Al contrario de lo que sucede en la actualidad, no se trata de caries causadas por el exceso de azúcares en la dieta –un producto como la miel era un monopolio real y, por su precio, reservado a unos pocos–, sino por la técnica de molido de uno de sus alimentos principales, el pan. Las piedras de molino que utilizaban para moler el grano se deshacían ligeramente al ir creando la harina, y dejaban en ella trazas microscópicas que con el paso de los años acababan desgastando los dientes de todos, desde el faraón hasta el más humilde de los campesinos. La única gran diferencia entre las dentaduras de la familia real y las de sus súbditos la encontramos en la ausencia de líneas Harris entre los soberanos; se trata de las pequeñas marcas lineales en los dientes que indican cuándo dejan de crecer a causa de una crisis de subsistencia. La inmensa mayoría de los egipcios vivían con frecuencia al borde del hambre, algo que nunca experimentaron los miembros de la realeza.
EL TRABAJO EN UNA PANADERÍA
Las impurezas que llevaba la harina con la que se elaboraba el pan afectaban a la dentadura de los egipcios de todas las clases sociales. Maqueta funeraria de panadería. Museo Egipcio, Turín.
Foto: Scala, Firenze.
Relatos como El cuento de Sinuhe o textos sapienciales como Las enseñanzas de Ptahotep describen bien los achaques de la edad en el ser humano. Podemos comprobar esos estragos en la momia de uno de los faraones más conocidos: Ramsés II, que gobernó nada menos que 66 años. Su longevidad le pasó una tremenda factura, como se descubrió al estudiar su momia con detalle. Tenía dientes completamente desgastados con exposición de la pulpa dentaria, además de varios abscesos, lo que debió de causarle un dolor insoportable. Por si esto fuera poco, mostraba en las piernas una terrible artritis anquilosante que, además de dolorosa, debió de impedirle caminar con normalidad. Sin duda, los últimos años de Ramsés II en el trono fueron un sufrimiento constante y quizás eso le ayudó a entender mejor a sus súbditos, sometidos a diario al desgaste provocado por la lucha contra los elementos naturales, la deficiente alimentación y las pesadas labores que debían desempeñar para sobrevivir. Algo que también podemos descubrir al estudiar sus momias; pues, al fin y al cabo, la muerte acaba igualándonos a todos.
Escena de banquete en la tumba de Nebamón. Los egipcios ricos podían disfrutar de lujosos festines, con música y todo tipo de exquisiteces. Museo Británico, Londres.
Estela del escultor Bak y su esposa Tahere. La prominente barriga de Bak es símbolo de su estatus social.
Momia de la reina Hatshepsut, Museo Egipcio de el Cairo.
Momia de Amenhotep III, Museo Egipcio de El Cairo.
Otra momia real que ha atraído el interés de los investigadores es la de Amenhotep III. En realidad, algunos expertos dudan de que la momia que tradicionalmente se ha atribuido a este faraón sea realmente suya. Fue hallada junto a otras muchas en la tumba de Amehotep II, que siglos después se utilizó para esconder y preservar las momias de otros soberanos. Debido a estas vicisitudes, la momia se encuentra en un estado lamentable, con la espalda y las costillas rotas. Aun así, el análisis ha constatado la existencia de varios dientes podridos y la ausencia de numerosas piezas dentarias. El monarca debió de sufrir muchísimo, y ello tal vez acabara causándole una muerte dolorosa y agónica.
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