El sistema nervioso entérico, encargado de controlar el sistema digestivo, esconde multitud de secretos sorprendentes. Este "segundo cerebro" existe, según un nuevo estudio que aporta nuevas pistas sobre cómo tratar el síndrome del intestino irritable y otros trastornos digestivos.
Redacción
"La mayoría de las personas ni siquiera saben que tienen esto en sus entrañas", cuenta Brian Gulbransen, doctor del Departamento de Fisiología de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Michigan -MSU-y autor principal de un nuevo estudio que bajo el título Circuit-specific enteric glia regulate intestinal motor neurocircuits, se publica en la revista PNAS.
A lo que Gulbransen se refiere es al sistema nervioso entérico, -SNE- una subdivisión de sistema nervioso encargado de controlar directamente nuestro sistema digestivo. El SNE es un sistema local, organizado y con capacidad de operar de manera autónoma compuesto por una red de unos 100 millones de neuronas.
Pero más allá de todo eso, el sistema nervioso entérico es notablemente independiente: los intestinos podrían realizar muchas de sus tareas habituales incluso si de alguna manera se desconectaran del sistema nervioso central. Y la cantidad de células especializadas del sistema nervioso -a saber, neuronas y células de glía- que viven en el intestino de una persona, es aproximadamente equivalente a la cantidad que podemos encontrar en el cerebro de un gato. "Es, como suele afirmarse, un segundo cerebro en nuestro intestino", afirma el investigador. " Una extensa red de neuronas y células de glía que recubre nuestro sistema digestivo".
Un cerebro en las entrañas
Las neuronas son las células más conocidas del sistema nervioso. Y lo son por ser las encargadas de conducir las señales eléctricas dentro del mismo. Las glías, por su parte, no son eléctricamente activas, lo que ha hecho que para los investigadores resulte mucho más difícil descifrar cuál es su función. Así, una de las principales teorías postula que las células gliales brindan un apoyo pasivo a las neuronas.
Y en este sentido, lo que Gulbransen y su equipo ahora han demostrado, es que las células gliales desempeñan un papel mucho más activo en el sistema nervioso entérico de lo que se pensaba. Así, en su investigación revelan que la glía actúa de una manera muy precisa para influir en las señales transportadas por los circuitos neuronales; un descubrimiento que podría allanar el camino para el desarrollo de nuevos tratamientos para enfermedades intestinales que afectan a un buen porcentaje de la población
Red de células gliales
En esta micrografía se ve una red de células gliales. Las células, los orbes oscuros envueltos en gris, se han coloreado en base a su respuesta a diferentes señales químicas.
"Si pensamos en este segundo cerebro como en un ordenador, la glía serían los chips que trabajan en la periferia", metaforiza Gulbransen. “Son una parte activa de la red de señalización, pero no funcionan como las neuronas, si no que actúan modulando o modificando la señal", añade. Adoptando otra metáfora más musical, las llevarían las notas tocadas por una guitarra eléctrica, y la glía actuaría como los pedales y amplificadores que modulan el tono y el volumen de dichas notas".
Las neuronas llevarían las notas tocadas por una guitarra eléctrica, y la glía actuaría como los pedales y amplificadores que modulan el tono y el volumen de dichas notas
Independientemente de la analogía, la glía funciona de un modo integral para asegurarse de que las cosas funcionen sin problemas y su actividad resulta más importante de lo que los científicos entendían con anterioridad. "Este trabajo nos otorga una imagen más completa, aunque más compleja, de cómo funciona el sistema nervioso entérico, y esto también crea nuevas oportunidades para tratar potencialmente los trastornos intestinales", continua Gulbransen. "Solo se trata de un paso más en el camino, pero ahora podemos comenzar a preguntarnos si hay una manera de apuntar a un tipo específico o conjunto de células de glía para cambiar su función de alguna manera; las compañías farmacéuticas ya están interesadas en ello", añade.
Nuevos tratamientos para viejas patologías
Pese a lo novedoso de la investigación, el trabajo del equipo de la MSU sabe a dónde ha de dirigirse, y a principios de este año el equipo de Gulbransen defiende que desentrañar el papel de la glía en el sistema digestivo podría conducir hacia nuevas formas de tratar algunas enfermedades, por ejemplo, el síndrome del intestino irritable, una condición dolorosa que actualmente no tiene cura y afecta a entre el 10% al 15% de los estadounidenses.
La glía también podría estar involucrada de la misma manera en otras diversas afecciones de salud, incluidos los varios trastornos de la motilidad intestinal, como son el estreñimiento, y un afección poco común conocida como pseudo-obstrucción intestinal crónica. "En este momento, no hay una causa conocida para esta enfermedad. Las personas desarrollan lo que parece una obstrucción en el intestino, solo que no hay obstrucción física ", explica el investigador. “Solo hay una sección de su intestino que deja de funcionar.
Aunque el investigador enfatiza que la ciencia aún no está en el punto de brindar tratamientos para estos problemas, defiende que ahora está mejor equipada para investigarlos y comprenderlos, y confía en que la MSU será una figura central en el desarrollo de esa comprensión.
"Tenemos uno de los mejores grupos de investigación intestinal del mundo; un enorme y diverso equipo de personas trabajando en todas las áreas principales en este área del conocimiento", concluye, dando a entender que están decididos y preparados para abordar el reto.
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