Pese a que muchas teorías los habían identificado con inmigrantes llegados de Oriente, el análisis del genoma de 86 individuos ha demostrado que, pese a su extraña lengua y avanzada cultura, los etruscos eran al fin y al cabo originarios de Italia. El estudio ha sido realizado por un equipo internacional perteneciente al prestigioso Instituto Max Plank de Jena (Alemania).
Al contrario que sus vecinos romanos que se incineraban, los etruscos eran enterrados en sarcófagos como este del Museo Arqueológico de Chiusi.
Ya desde época clásica los historiadores se preguntaron cual era el origen de los etruscos, un pueblo de la Toscana que hablaba una curiosa lengua totalmente diferente a la de sus vecinos y cuya cultura era mucho más refinada que la de los toscos romanos.
UN TEMA POLÉMICO
La corriente mayoritaria encabezada por Heródoto defendía que los etruscos procedían del área de Asia Menor o quizás del Egeo, y sostenía estas afirmaciones con las similitudes entre su cultura y la de los griegos. A esta tendencia se adscribieron en tiempos más recientes los lingüistas, quienes encontraron paralelismos entre su idioma no indoeuropeo y la lengua de la isla griega de Lemnos.
Las sepulturas etruscas se solían decorar con frescos para acompañar a los difuntos en la otra vida. Tumba de los Leopardos, Tarquinia.
Los bellos objetos que producían los etruscos como este anillo grabado con un Hércules yaciente eran muy superiores a los fabricados por el resto de itálicos.
Así, a fin de esclarecer este misterio de una vez por todas, la Universidad de Tübingen, con la colaboración del Instituto Max Planck y la Universidad de Florencia, reunió una importante colección de esqueletos etruscos a fin de obtener su ADN.
LO QUE NOS CUENTAN LOS HUESOS
Para el estudio se usaron los restos de un total de 86 individuos, divididos por radiocarbono entre una etapa primigenia (800-0 a.C) y otra romana (1-1000 d.C), de este a manera podrían comprobar a la vez los cambios que se habían producido a lo largo del tiempo.
La mayoría de individuos estudiados provienen de necrópolis y túmulos como este de Banditaccia.
IMPERIO Y MIGRACIONES
Otro aspecto que llamó la atención de los estudiosos fue que el genoma de estos primeros etruscos apenas se había conservado, con solo algunos ejemplos en las áreas más remotas de la Toscana actual. Por el contrario el ADN de la segunda fase mostraba una incorporación masiva de rasgos del Mediterráneo oriental durante el Imperio Romano, a los que posteriormente se les añadieron elementos germánicos y nórdicos a lo largo de la Edad Media.
Gracias a este estudio genético se ha resuelto la controversia sobre el orígen de los etruscos de manera definitiva.
De esta manera la identidad etrusca se fue diluyendo a partir de su integración en los dominios de Roma, cuya paz y seguridad impulsó la llegada de poblaciones foráneas con quienes se mezclaron los indígenas hasta producir los toscanos actuales. Curiosamente la misma dinámica ocurrió en Hispania, donde los indígenas recibieron la llegada de inmigrantes que alteraron fundamentalmente su código genético.
A la espera de nuevos estudios que confirmen si esta tendencia se repitió por todo el Imperio este trabajo constituye una prueba irrefutable en favor del origen autóctono, echando por tierra las teorías que veían en ellos invasores llegados de oriente a mediados del siglo XIII, identificados por muchos con los micénicos o los pueblos del mar.
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Según el genetista italiano Guido Barbujani, que ha dirigido un estudio que secunda la tesis de Dionisio de Halicarnaso
La civilización etrusca se desarrolló en Etruria, en el centro de Italia, entre los siglos VIII y I a.C. Este pueblo de orígenes misteriosos ha sido ensalzado por su avanzada cultura política y militar, por su destreza en el arte de la navegación, por sus óptimas tecnologías metalúrgicas, por su perfección en el cultivo de las letras, las ciencias de la naturaleza y la teología, y por su esmerado trabajo agrícola que les proporcionaba abundante riqueza. También fueron amantes del lujo y de los grandes banquetes, además de un pueblo intensamente religioso. Los etruscos creían, como los egipcios, que tras la muerte, el alma del difunto emprendía un viaje al Más Allá, al reino de los muertos. Entre los siglos III y I a.C., los etruscos, bajo el dominio de los romanos, fueron vistos por éstos y por los griegos como un pueblo decadente. La lengua etrusca desapareció, pero una parte de la población no se extinguió tan rápidamente. «No se había resuelto la cuestión sobre si los etruscos desaparecieron en los siglos sucesivos o si parte de su ADN había llegado hasta nosotros», explica a Historia National Geographic Guido Barbujani, genetista del Departamento de Biología y Evolución de la Universidad de Ferrara (Italia), que ha coordinado un estudio sobre el origen y la evolución de los etruscos a través de su ADN mitocondrial, publicado en la revista científica Plos One. «Los arqueólogos no pueden aclarar esta cuestión; nosotros lo hemos intentado», añade.
Durante más de 2.000 años ha habido un desacuerdo sobre el origen biológico de los etruscos, que se establecieron en el territorio que había ocupado anteriormente la cultura vilanoviana. ¿Procedían de Anatolia, como afirmó el historiador griego Heródoto, o eran descendientes de los vilanovianos, como sostenía Dionisio de Halicarnaso? Es decir, ¿eran inmigrantes o autóctonos? La idea que ha perseguido el estudio de Barbujani es la siguiente: en primer lugar extraer ADN válido de huesos pertenecientes a antiguos etruscos y compararlo con el ADN de individuos actuales que residen en la misma área geográfica. «Hemos obtenido el ADN de unos 40 individuos de las necrópolis de Adria, Volterra, Tarquinia, Magliano, Marsiliana, Casenovole y Capua. Hemos descartado las muestras de Adria y de Capua, porque eran colonias etruscas al norte y al sur, respectivamente, de la Etruria clásica», precisa Guido Barbujani. «Hemos comparado el ADN que se ha conservado de los antiguos etruscos con aquel perteneciente a habitantes de cuatro localidades toscanas: tres de ellas ricas en restos etruscos y la cuarta, Florencia, como representante de la población general», añade. Los investigadores han encontrado en Volterra, y sobre todo en el valle del Casentino, una alta probabilidad de que los habitantes actuales desciendan, al menos en parte, de antepasados etruscos. «La herencia biológica de los etruscos continúa presente, no en toda la Toscana, pero sí en algunas localidades», afirma Barbujani.
El segundo experimento ha consistido en comparar las muestras de estos individuos toscanos descendientes de etruscos con muestras modernas de individuos de la región de Anatolia, ocupada actualmente por la parte asiática de Turquía. «Hemos utilizado un método que nos ha permitido calcular cuánto tiempo hace que se produjo una migración entre ambos grupos», explica Barbujani. «Hemos obtenido fechas muy antiguas, de hace más de 5.000 años. Para que Heródoto tuviera razón deberíamos haber encontrado una fecha que se remontase aproximadamente a los 3.000 o 2.800 años, pero no ha sido así. Concluimos, por tanto, que entre Anatolia y la Toscana se han producido migraciones, pero éstas no originaron la civilización etrusca porque son muy anteriores», añade.
El estudio secunda, por tanto, la tesis de Dionisio de Halicarnaso. «Me parece que puedo afirmar que la población etrusca era autóctona, mientras que su civilización puede haber mantenido contactos con Oriente Próximo, pero no los hemos localizado en el ADN», corrobora Barbujani.
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