En el siglo XVIII, un médico rural inglés creó un método para prevenir la viruela que permitió salvar millones de vidas
La casa de Edward Jenner
La casa natal de Edward Jenner en Berkeley, hoy día es un museo. Jenner vivió y ejerció la medicina en esta localidad.
Edward Jenner
Reconocido como el padre de la inmunología, de Edward Jenner se dice que ha sido el hombre que, con su trabajo, ha salvado más vidas en la historia de la humanidad; y es cierto.
Mary Wortley Montagu
Retrato datado aproximadamente del año 1716 realizado por Charles Jervas. En el apreciamos a Mary Wortley Montagu, aristócrata, escritora y viajera.
La inyección que cambió el mundo
Edward Jenner realizando su primera vacunación en James Phipps, un niño de 8 años. 14 de mayo de 1796.
Haciendo pedagogía
En este cuadro al óleo de datado sobre el año 1910, Edward Jenner aconseja a un granjero sobre la vacunación de su familia.
La vacunación de un niño
El médico Jean Louis Alibert vacuna a un niño siguiendo los pasos de Edward Jenner. Óleo por Constant Desbordes. 1820.
Los primeros antivacunas
En esta caricatura, el satírico artista británico James Gillray capturó esta escena en un hospital inglés mostrando como a varios pacientes les crecían en algunas partes del cuerpo las vacas de las que se extraía la cepa del virus debilitado. La caricatura se inspiró en la controversia sobre la inoculación contra la temida enfermedad, la viruela. Los oponentes a la vacunación habían descrito casos de vacunados que desarrollaban características bovinas y esto fue recogido y con exageración por el artista.
Un pinchazo a tiempo
Con posteriores versiones de la vacuna de Jenner, en 1979 se erradicó la viruela en todo el mundo.
Para los investigadores, las vacunas tienen el mismo nivel que el agua potable, la higiene o la nutrición en la lista de necesidades sanitarias.
Una gran victoria para la medicina
Los directores del Programa de Erradicación Mundial de la Viruela anuncian en 1980 el éxito de la campaña.
El inventor de la vacuna
Medalla conmemorativa con retrato del médico Edward Jenner.
Hoy en día resulta difícil comprender el azote que significaban las epidemias. La muerte se extendía en oleadas, como un incendio en una pradera reseca, pero nadie sabía cómo o por qué. Una de las más temibles de esas plagas era la viruela, y por eso la vacuna que Edward Jenner desarrolló contra ella a finales del siglo XVIII supuso un indiscutible punto de inflexión en la historia humana.
Hoy en día resulta difícil comprender el azote que significaban las epidemias
UN MÉDICO FILÁNTROPO
El 14 de mayo de 1796, Jenner dio el paso decisivo: extrajo pus de las ampollas de viruela bovina de Sarah Nelme, una campesina, y se lo inoculó a un niño llamado James Phipps, el hijo de su jardinero. Éste, al cabo de una semana, cayó levemente enfermo durante un par de días, pero luego se recuperó. Seis semanas después, Jenner le infectó deliberadamente con viruela humana, sin que se produjera efecto visible alguno. Luego repitió estos experimentos –que hoy en día le llevarían directamente a la cárcel por imprudencia temeraria– con otras 22 personas, ninguna de las cuales sufrió enfermedades graves ni murió. La eficacia de la vacunación, como empezó a denominarse su método, quedó demostrada.
ESTALLA LA POLÉMICA
El descubrimiento de Jenner fue recibido con entusiasmo, pero también halló una dura oposición tanto científica como ideológica. Obispos reaccionarios y filósofos ilustrados como Kant se opusieron a la vacunación. Surgieron imitadores que desconocían los detalles del nuevo método, de tal manera que en vez de curar la enfermedad la provocaban. Jenner esperaba que pasaran siete días desde que aparecían las pústulas de viruela bovina para tomar sus muestras, con lo que la enfermedad resultaba menos virulenta. De esta forma abrió, sin darse cuenta, la puerta al desarrollo de otras vacunas contra enfermedades humanas sin un equivalente animal relativamente benigno, usando microorganismos atenuados o debilitados de algún modo. El propio Jenner no pudo dar ese paso porque durante su vida no se habían descubierto aún los gérmenes patógenos. Por eso algunas de sus conjeturas demostraron ser incorrectas, pero lo que importa es que su método funcionaba.
El descubrimiento de Jenner fue recibido con entusiasmo, pero también halló una dura oposición tanto científica como ideológica
Poco a poco, la nueva práctica se fue imponiendo en toda Europa. En 1803 se creó en Gran Bretaña una Real Sociedad Jenneriana, para ofrecer de manera gratuita la vacunación contra una enfermedad que seguía matando a unos 80.000 británicos cada año. En 1800, la vacunación llegó a España y tres años después el Gobierno organizó una «Expedición filantrópica» dirigida por el doctor Balmis, que durante tres años llevó la vacuna a todo el imperio español de América, las Filipinas, y después a Macao, China e incluso a la isla de Santa Helena, colonia británica. El propio Jenner escribió sobre esta expedición: «No puedo imaginar que los anales de la historia nos proporcionen un ejemplo de filantropía tan noble y tan amplio como éste». En 1806, Napoleón ordenó la vacunación de todo su ejército.
LA HERENCIA DE JENNER
Edward Jenner recibió títulos y honores por doquier. El Parlamento le recompensó con 10.000 libras, una suma colosal, y en 1806 le entregaron 20.000 adicionales, pero siempre fue un hombre modesto. Regresó a su pueblo natal, Berkeley, y ayudó a sus vecinos en sus problemas de salud. Su esposa y uno de sus hijos fallecieron de tuberculosis. El propio Jenner sufrió una apoplejía que le dejó paralizado el 25 de enero de 1823, falleciendo al día siguiente, con 73 años. Ese mismo año había finalizado un estudio sobre la migración de los pájaros.
En 1840, el Gobierno británico prohibió la técnica de variolización y promulgó leyes para que toda la población fuese vacunada gratis. Sin embargo, aún no se comprendía la causa de la enfermedad. Para eso fue preciso esperar al descubrimiento de los gérmenes, gracias a Robert Koch y Louis Pasteur. Únicamente entonces fue posible crear vacunas contra enfermedades como la diarrea crónica intestinal grave (1879), el ántrax (1881), la rabia (1882), el tétanos (1890), la difteria (1890) o la peste (1897). El último caso conocido de viruela tuvo lugar en Somalia en 1977. Todo ello es el legado de un modesto médico rural inglés llamado Edward Jenner.
PARA SABER MÁS
Jenner: el vencedor de la viruela. Juan José Fernández y Teijeiro. Nivola, Madrid, 2012.
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