martes, 29 de marzo de 2022

Biodiversidad: Un catálogo de especies antes de su extinción

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., nuestro Blog, siempre se ha preocupado por el medio ambiente de la flora y la fauna de nuestra querida La Tierra, que lamentablemente por la voracidad del hombre, y sus acciones depredadoras  amenazan con la extinción de miles de especies; les entregamos información que gracias a la Revista National Geographic, que nos entrega un reportaje, preparado por su fotógrafo Joel Sartore, quien ha fotografiado miles de paisajes y especies, y ha elaborado un catálogo de las 70 especies que probablemente desaparecerán por la extinción debido a la pérdida de sus hábitats.

https://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/grandes-reportajes/photo-ark-nueva-arca-noe_10753
En una misión profundamente personal, Joel Sartore se ha propuesto fotografiar todos los animales que pueda... antes de que desaparezcan

Pingüino barbijo

Foto: Joel Sartore


13 de octubre de 2016, 12:49 | Actualizado a 



Durante muchos años el fotógrafo de National Geographic Joel Sartore trabajó lejos de casa, documentando la asombrosa fauna salvaje del Parque Nacional de Madidi, en Bolivia, escalando los tres picos más altos de Gran Bretaña o acercándose más de lo debido a los grizzlies de Alaska. Mientras tanto, su esposa, Kathy, se quedaba en Lincoln, Nebraska, al cuidado de los hijos.

Pero en 2005, en la víspera de Acción de Gracias, a Kathy le diagnosticaron un cáncer de mama. La enfermedad trajo consigo siete meses de quimioterapia, seis semanas de radioterapia y dos intervenciones quirúrgicas. Así las cosas, Sartore no tuvo opción: con tres niños de 12, 9 y 2 años, no podía emprender los largos viajes que son la base de su profesión. Hablando ahora de aquellos momentos, recuerda: «Tuve un año para pensar». Y pensó en John James Audubon, el ornitólogo. «Pintó varias aves hoy extinguidas –dice Sartore, quien tiene en casa láminas de los dibujos que Audubon hizo de la cotorra de Carolina y del picamaderos picomarfil–. Vislumbró, ya en el siglo XIX, que para algunas especies llegaba el fin.» Pensó en George Catlin, quien se dedicó a pintar a las tribus indias americanas «sabiendo que su modo de vida iba a sufrir profundos cambios» debido a la expansión territorial hacia el oeste. Pensó en Edward Curtis, quien «fotografió y filmó, con las primeras técnicas de audio y vídeo», culturas nativas amenazadas.

«Y luego pensé en mí mismo –dice–. Llevaba casi 20 años fotografiando la naturaleza y no había logrado hacer demasiada mella en la opinión pública.» Había tomado fotos que mostraban en una sola imagen las tribulaciones de una especie determinada –por ejemplo, un ratón viejo de campo de Alabama ante una promoción costera que amenazaba su hábitat–, pero se preguntaba si tendría más éxito adoptando un enfoque diferente, más simple. Con un retrato podría captar la morfología de un animal, sus rasgos, en mu­chos casos su mirada penetrante. ¿Serviría además para captar la atención del público?

Un día de verano de 2006 Sartore llamó a su amigo John Chapo, director ejecutivo del Zoo Infantil de Lincoln, para preguntarle si podría retratar algunos de sus animales. Aunque Kathy estuviese enferma, podía trabajar un poco cerca de casa, y el zoo estaba a un par de kilómetros. Chapo, algo escéptico, le contestó que adelante.
Al llegar, Sartore pidió dos cosas a Chapo y al conservador Randy Scheer: un fondo blanco y un animal capaz de posar inmóvil. «¿Qué tal una rata topo lampiña?», propuso Randy Scheer. Colocó al roedor calvo y dentón sobre una tabla de cortar de cocina y empezó a tomar fotos.
Puede parecer extraño que una criatura tan humilde pudiese servirle de inspiración para lo que acabaría convirtiéndose en la obra de su vida: fotografiar las especies cautivas y hacer que la gente se preocupe de su destino. Pero emprender una misión de alcance mundial a partir de un roedor minúsculo casa a la perfección con la filosofía de Sartore. «Lo que más me gusta es trabajar con bichos como este, a los que nadie presta la menor atención», dice.

Se calcula que en el planeta existen entre dos y ocho millones de especies animales. Muchas de ellas (entre 1.600 y tres millones) podrían extinguirse antes de que acabe este siglo como consecuencia de la pérdida de hábitat, el cambio climático y el comercio de fauna salvaje. «La gente cree que sus nietos ya no verán algunos animales –dice Jenny Gray, directora ejecutiva de los Zoos Victoria de Australia–, cuando la realidad es que están desapareciendo ya.»
Los zoos son la última esperanza de muchos animales abocados a la extinción, pero apenas acogen una mínima parte de las especies del mundo. Así y todo, Sartore calcula que fotografiar la mayoría de las especies en cautividad le llevará 25 años, si no más.

Se calcula que en el planeta existen entre dos y ocho millones de especies animales. Muchas de ellas podrían extinguirse antes de que acabe este siglo como consecuencia de la pérdida de hábitat.


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Fotografías

En los últimos diez años ha fotografiado más de 5.600 animales para el proyecto personal que llama Photo Ark («Arca Fotográfica»). Ha retratado animales pequeños (una rana punta de flecha verdinegra o una mosca de Mydas), grandes (un oso polar o un reno norteamericano de montaña), animales marinos (un pez cara de zorro o un calamar hawaiano) y aves (un faisán de Edwards o un turpial de Montserrat). Y mu­cho más. Dice que no parará hasta que se muera.


Sandra Sneckenberger, bióloga del Servicio de Pesca y Vida Salvaje de Estados Unidos, ha visto de primera mano el efecto que las fotos de Sartore puede tener sobre los demás. Hace unos años la población de chingolos saltamontes de Florida –un ave que, admite Sneckenberger, de lejos parece «marrón y aburrida»– había caído en picado hasta unas 150 parejas que resistían en solo dos localizaciones. Cuando la imagen tomada por Sartore divulgó su situación desesperada, la financiación federal que recibía el Servicio para trabajar por su conservación pasó de 20.000 dólares a más de un millón.

Retratos de animales condenados a desaparecer

Sartore ha retratado animales que podemos salvar, pero también otros que están condenados a muerte. El verano pasado, en el zoo Dvůr Králové de la República Checa, fotografió un rinoceronte blanco norteño, uno de los cinco ejemplares que quedan en el mundo. Una semana después aquella hembra de 31 años sucumbía a una ruptura quística. En otoño de 2015 murió otro rinoceronte blanco norteño; hoy solo sobreviven un macho y dos hembras. «¿Que si me parece triste la desaparición de los rinocerontes? Triste se queda corto. Es trágica», dice Sartore.


La mayoría de los animales del Photo Ark, proyecto apoyado por National Geographic Society, nunca habían sido fotografiados con tanto detalle, haciendo que sus rasgos, su pelaje o su plumaje se aprecie con tanta claridad. Si desaparecen, las fotos servirán para recordarlos. El objetivo de Sartore «no es solamente componer una necrológica gigantesca de lo que hemos echado a perder –afirma–. El objetivo es ver estos animales tal y como eran cuando vivían».


Hoy millones de personas ya han visto todas estas criaturas. Se han encontrado con su mirada en Instagram, en esta revista, en documentales, y también proyectadas en algunos de los monumentos más importantes del mundo: el Empire State Building, la sede de la ONU y, recientemente, la basílica de San Pedro.

Hay tantas maneras de fotografiar un animal como animales hay en el mundo, pero Sartore trabaja dentro de unos parámetros básicos. Toma todos los retratos sobre un fondo negro o blanco. «Es un método de igualación muy democrático –declara–. El oso polar no es más importante que el ratón, ni el tigre que el escarabajo tigre.»


A los animales grandes los fotografía en sus recintos, donde o bien cuelga un telón negro gigante que hace de fondo o bien pinta un muro. A los pequeños los coloca en una caja acolchada, con un orificio lateral por el cual introduce el objetivo. «Algunos se quedan dormidos o se po­nen a comer –cuenta–. Y a muchos no les gusta nada.» Nunca prolonga las sesiones, que como mucho duran unos pocos minutos.

La tarea de manipular a los animales compete únicamente al personal de los zoos. Si en algún momento «el animal da señales de estrés –explica el fotógrafo–, la sesión concluye en el acto. Su seguridad y comodidad es primordial». Ningún animal ha sufrido nunca el menor daño.
Algo que no puede decir el propio Sartore. «En una ocasión una grulla intentó picarme los ojos –recuerda–. Fue espantoso.» Un mandril, un primate bastante corpulento, le propinó un puñetazo en plena cara. Un cálao cabeciblanco («el pájaro más malvado y mal nacido que me he encontrado jamás») le arreó un picotazo que lo dejó sangrando. «Pero en cierto modo me lo busqué yo mismo, ¿verdad?», concluye.

Joel y Kathy Sartore están sentados a la mesa de la cocina de su casa de Lincoln, a media luz. Él regresó anoche de Madagascar (en 2007 retomó sus viajes) y quiere que su mujer le ayude a elegir las fotos de lémures y patos buceadores que va a colgar en Instagram. «Lo que atrae a la gente es el elemento humano», dice Kathy, que muchas veces le hace de editora gráfica.
Joel Sartore se crió cerca de Lincoln, en Ralston, Nebraska. Sus padres amaban la naturaleza. El padre lo llevaba a recoger setas en primavera, a pescar en verano y a cazar en otoño; la madre, que falleció el verano pasado, le regaló un especial sobre pájaros cuando tenía unos ocho años, un libro que quizá le cambió la vida. Hacia el final, en un capítulo sobre extinciones, había una foto de Martha, la última paloma migratoria del mundo. Él recuerda volver a aquella página una y otra vez: «Me asombraba que de una población de miles de millones de individuos solo quedase uno».

Joel y Kathy se conocieron cuando estudiaban en la Universidad de Nebraska, en un local llamado el Zoo Bar. «Quedábamos para pescar y cazar ranas», recuerda Kathy. Tiene su explicación, aclara Sartore: «Eran ranas toro, que en Lincoln son una especie invasora».


Kathy sufrió una recaída del cáncer en 2012; se sometió a una mastectomía doble. Ese mismo año a su hijo Cole, de 18 años, le diagnosticaron un linfoma. Ambos superaron sus enfermedades, pero no sin consecuencias. «Ahora lo relativizamos todo mucho más», dice Sartore.


El proyecto Photo Ark también lo ha cambiado a él: «Me ha hecho consciente de mi propia mortalidad. Sé cuánto tiempo me llevará completarlo». Si no consigue fotografiar las miles de especies que le quedan, lo relevará Cole. «Quiero que las fotos sigan cumpliendo su misión mucho después de mi muerte», dice Sartore.



Pingüino barbijo

Foto: Joel Sartore


Puercoespín arborícola

Foto: Joel Sartore


Rana dorada de Panamá

Foto: Joel Sartore



Rinoceronte blanco norteño

Foto: Joel Sartore


Cercopiteco de cola roja de de Schmidt

Foto: Joel Sartore



Gato de las arenas

Foto: Joel Sartore


Cocodrilo filipino

Foto: Joel Sartore



Cetonia polifemo de la subespecie "confluens"

Foto: Joel Sartore



Erizo de vientre blanco

Foto: Joel Sartore


Mantis gigante de Taiwan

Foto: Joel Sartore



Lirón asiático de jardín

Foto: Joel Sartore



Pez payaso de cola amarilla

Foto: Joel Sartore



Rata cambalachera de garganta blanca

Foto: Joel Sartore



Panda gigante

Foto: Joel Sartore



Flamenco del Caribe

Foto: Joel Sartore



Pangolín arborícola africano

Foto: Joel Sartore



Mandril

Foto: Joel Sartore


Mandril en Las Aguilas en el Parque de la selva ( Mandrill at Las Aguilas Jungle Park)


Pitón verde arborícola

Foto: Joel Sartore


Rana deslizadora sudamericana

Foto: Joel Sartore


Macaco de cola de león

Joel Sartore



Caracola del lodo

Foto: Joel Sartore



Fénec

Foto: Joel Sartore




Gallito de las rocas guayanés

Foto: Joel Sartore



Puercoespín norteamericano

Foto: Joel Sartore



Pinzones australianos

Fotos: Joel Sartore



Varano de MacRae

Foto: Joel Sartore


Babosa de mar gigante

Foto: Joel Sartore


Rata topo lampiña

Foto: Joel Sartore


Orangután de Sumatra

Foto: Joel Sartore



Gacela dama

Foto: Joel Sartore



Galápago de caparazón blando de Shanghai

Foto: Joel Sartore



Musaraña elefante de Peters

Foto: Joel Sartore



Langur de Cat Ba

Joel Sartore



Lémur de cola anillada

Foto: Joel Sartore



Cebra de Grevy

Foto: Joel Sartore


Mono araña de cabeza parda

Foto: Joel Sartore



Tapir malayo

Foto: Joel Sartore



Bilbi mayor

Foto: Joel Sartore



Lémur rufo rojo

Foto: Joel Sartore



Cercopiteco de Diana

Foto: Joel Sartore



Serpiente ratera rinoceronte

Foto: Joel Sartore



Ardilla roja de la subespecie "exalbidus"

Foto: Joel Sartore



Orangután

Foto: Joel Sartore



Ibis tornasolado

Foto: Joel Sartore



Camaleón pantera

Foto: Joel Sartore



Langur de Delacour

Foto: Joel Sartore



Loris perezoso pigmeo

Foto: Joel Sartore


Ostrero pío americano

Foto: Joel Sartore



Búho nival

Foto: Joel Sartore



Rana cornuda de América del Sur

Foto: Joel Sartore



Carraca de raquetas

Foto: Joel Sartore




Paloma de Nicobar

Foto: Joel Sartore



Guacamayo jacinto

Foto: Joel Sartore



Camarón escarlata

Foto: Joel Sartore



Loro cacique

Foto: Joel Sartore



Ciervo volante gigante

Foto: Joel Sartore


Ciervo volante gigante



Tarántula de Paraguaná

Foto: Joel Sartore



Escolopendra poliforma de Arizona

Foto: Joel Sartore



Milpiés de bandas amarillas

Foto: Joel Sartore



Escorpión de cola delgada

Foto: Joel Sartore



Termita norteamericana

Foto: Joel Sartore



Dúcula cerirrubra

Foto: Joel Sartore



Mariposa emperador de manchas azules

Fotos: Joel Sartore



Rana deslizadora china

Foto: Joel Sartore



Perca de Virginia

Foto: Joel Sartore



Mariposa de la pasionaria de la subespecie incarnata

Foto: Joel Sartore



Pez león

Foto: Joel Sartore



Lobo del Himalaya

Foto: Joel Sartore



Cría de pantera nebulosa

Tras una sesión de fotos en el Zoo de Columbus, Ohio, una cría de pantera nebulosa juega con Sartore. Estos felinos de la selva tropical de Asia son muy buscados por los furtivos, ávidos de sus pieles moteadas.

Foto: Grahm S. Jones, Zoo y Acuario de Columbus



La pantera nebulosa, leopardo nebuloso, pantera del himalaya o leopardo longibando (Neofelis nebulosa), es un precioso felino que sólo comparte género con la pantera nebulosa de Borneo (Neofelis diardi), que hasta el 2006 se pensaba que era subespecie de la nebulosa.



NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

1 comentario:

  1. Si es verdad gracias a usted, yo personalmente me entero de muchas cosas tan importantes, usted con ese gran corazón, que lo caracteriza, siempre esta presente con sus buenas acciones compartiendo,
    GRACIAS CHEMITA. 🙏🙏♥️👍👍

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