Chrüzboden es el nombre de una pradera alpina situada sobre la línea de árboles en el pico Haldenstein del macizo de Calanda, a unos 2.000 metros sobre el nivel del mar. Desde las alturas, la pendiente es tan vertiginosa como para dar la sensación de estar flotando en el aire, y más abajo, los coches y las casas de la localidad de Chur parecen de juguete.
La carretera que lleva hasta Chrüzboden es sinuosa y está llena de baches. En algunos puntos incluso demasiado estrecha como para que pasen dos coches. Sin embargo, transitarla ya es parte de la rutina del profesor asistente de ecología vegetal de ETH Zurich, Jake Alexander, quien durante los últimos 15 años ha estado realizando experimentos para comprender mejor los cambios provocados por el cambio climático en la flora alpina.
De hecho, investigaciones anteriores ya han demostrado que, de media, las regiones montañosas se están calentando el doble de rápido que el resto del mundo. Esto propicia que ciertas especies extiendan su hábitat a elevaciones o latitudes más altas, como en el Ártico. Sin embargo, los estudios previos de Alexander han demostrado que, a menudo , las plantas alpinas parecen no verse afectadas por el calentamiento global en sí mismo, más pueden tener dificultades para hacer frente a la competencia de las nuevas especies que migran a la montaña.
Una guerra por el espacio
Puede sonar irónico al tratarse las plantas de seres incapaces de desplazarse, al menos en el sentido en que lo hacen los animales; sin embargo, si vemos esta pugna por el espacio como una guerra entre especies vegetales, advertiremos como los movimientos estratégicos se producen generación tras generación.
Estas comunidades de plantas alpinas han evolucionado durante siglos, tiempo suficiente para que surgieran innumerables interacciones entre individuos y especies, incluso con microorganismos como las bacterias del suelo y los hongos. Y pese a que con los niveles actuales de calentamiento, a las nuevas especies les puede resultar difícil afianzarse, al menos al principio, a medida que el clima se vuelve más cálido las plantas que avanzan desde la base del macizo obtendrán una ventaja competitiva, pudiendo provocar un cambio tanto en la composición como en la miríada de interacciones de la comunidad vegetal original. Este es precisamente el fenómeno que los investigadores ya han observado en una de sus estaciones de investigación a 1.400 metros de altitud.
La lucha por los recursos
"Queremos descubrir cuan resistentes son las comunidades de plantas de hoy en día contra los recién llegados. También queremos averiguar si las especies de elevaciones más bajas ya pueden establecerse más arriba en la montaña y, si no, qué las detiene", explica Alexander.
En una de las estaciones del equipo, situada a 1.400 metros de altura en un claro conocido como Nesselboden, la temperatura es notablemente más elevada que a 600 metros por encima. La temperatura promedio cambia aproximadamente 0,5 ºC por cada 100 metros de elevación, por lo que un simple cálculo sugiere que el aire que nos rodea ahora es 3 grados más cálido. Este es, pues, el clima al que se enfrentarán las plantas alpinas en el futuro.
Aquí las cosas se ven bastante diferentes en uno de los otros parches de suelo de un metro cuadrado estudiados por el equipo de Alexander. Como parte de un experimento anterior, hace algunos años, los investigadores trasplantaron el suelo y su comunidad de plantas desde los 2.000 metros a este enclave, situado a 1.400.
FOTO: PETER RUEEGG / ETH ZÚRICHEl parche está dominado por alchemilla, más comúnmente conocida como manto de dama. "Esta especie claramente no tiene problemas con el nuevo clima. Pero algunas de las otras plantas alpinas que se trasplantaron al mismo tiempo ya han perdido la batalla por los recursos contra competidores que están mejor adaptados a las temperaturas cálidas", explica el investigador. "Suponiendo que el clima continúe calentando y secando elevaciones cada vez más altas, esta es la situación a la que tendrán que enfrentarse en el futuro las plantas de allí arriba", añade.
Sea como fuere, Alexander y su equipo tienen la intención de estudiar estas parcelas en el claro de Nesselboden durante al menos diez años más para verificar si sus predicciones sobre cómo cambiarán las comunidades de plantas son precisas.
Su investigación finalmente revelará exactamente cómo evolucionará la flora en Calanda. Pero ciertamente parece que el cambio es inevitable, y que pronto habrá muchos más parches de flores blancas, violetas y amarillas en las praderas alpinas de hoy.
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