Tras diez años de sangriento conflicto, la ciudad de Troya cayó en manos de sus sitiadores griegos, los aqueos, merced a la estratagema de Odiseo: un gigantesco caballo de madera repleto de guerreros
La entrada del caballo de madera en la ciudad de Troya. Pintura al óleo de Giovanni Tiepolo, 1760, Galería Nacional, Londres.
Odiseo o Ulises (en griego clásico: Ὀδυσσεύς; en griego moderno: Οδυσσέας; Ulixes en latín) fue uno de los héroes legendarios de la mitología griega. Aparece como personaje de la Ilíada y es el protagonista y da nombre a la Odisea, ambas obras atribuidas a Homero. Aparecía también en varios de los poemas perdidos del llamado ciclo troyano y posteriormente en muchas otras obras. Era rey de Ítaca, una de las actuales islas Jónicas, situada frente a la costa occidental de Grecia. Hijo de Laertes y Anticlea, en la Odisea, o Sísifo y Anticlea, era esposo de Penélope, padre de Telémaco y hermano mayor de Ctímene, que sufrieron esperándolo durante veinte años: diez de ellos los había pasado luchando en la guerra de Troya y los otros diez intentando regresar a Ítaca lidiando con una serie de problemas y obstáculos que tuvo que afrontar.
Odiseo es caracterizado en los poemas homéricos por su brillantez, astucia y la versatilidad de su carácter. Siguiendo las reglas del estilo formulario, su nombre aparece frecuentemente acompañado de los epítetos "el astuto" (griego πολύμητις) o "de muchas mañas" (griego πολύτροπος, también traducido como "de muchos senderos, de multiforme ingenio").
https://es.wikipedia.org/wiki/Odiseo
Homero (en griego homérico, Ὅμηρος [Hómērŏs]; en griego moderno, Όμηρος [Hómirŏs]; en latín, Homerus; ca. siglo viii a. C.) es el nombre dado al aedo a quien tradicionalmente se atribuye la autoría de los principales poemas épicos griegos: la Ilíada y la Odisea. Desde el período helenístico se ha cuestionado que el autor de ambas obras fuera la misma persona; sin embargo, antes no solo no existían estas dudas, sino que la Ilíada y la Odisea eran considerados relatos históricos reales.
La Ilíada y la Odisea son el pilar sobre el que se apoya la épica grecolatina y, por ende, la literatura occidental.1
En la mitología griega Sinón (Σίνων) era un guerrero griego, primo de Odiseo, que, a través de engañosas razones, persuadió a los troyanos para que introdujeran el caballo de madera en la ciudadela de Troya.
Una vez que el caballo estuvo dentro de la ciudad, Sinón, durante la noche, abrió el vientre del caballo para permitir la salida de los hombres que se encontraban en su interior y encendió una antorcha como señal luminosa para los aqueos, que se acercaban en los barcos desde la isla de Ténedos.
Paris fue acogido en la corte real de Troya y tuvo la oportunidad de embarcarse hacia Grecia, donde su tía Hesíone vivía después de que Telamón la hubiera secuestrado tiempo atrás. El príncipe Paris se ofreció para acaudillar la expedición y decidió dirigir a Cástor y Pólux, que vivían en Lacedemonia. Su padre dio el visto bueno, a pesar de que Héleno ya había revelado que, si el viaje se llevaba a cabo, Troya pagaría las consecuencias.7
Después de estar en casa de Cástor y Pólux, Paris llegó a Esparta, donde reinaba Menelao y su esposa Helena, la mujer más preciosa del mundo que le había prometido antaño Afrodita. El príncipe troyano no tardó en enamorarla con la ayuda de la diosa8 y, aprovechando que Menelao estaba en Creta celebrando los funerales de su abuelo, Paris y Helena se fugaron a Troya. Algunas versiones dicen que la joven fue raptada y no se marchó por su propia voluntad y otras dicen que lo que se fugó con Paris fue una imagen fantasmagórica de ella, cumpliéndose así la venganza de Hera por no haber sido escogida como la diosa más bella.
En su viaje se llevaron un gran número de riquezas, pero no a la hija de 9 años de Helena: Hermíone.9 En su viaje, una tempestad provocada por la diosa Hera hizo que el barco fuera a parar a Sidón, ciudad que los troyanos saquearon.10 A su llegada a Troya, los ciudadanos no aceptaron a Helena, pues lo consideraban una ofensa hacia el rey Menelao, y quisieron devolverla. A pesar de ello, la decisión de la familia real troyana fue que Helena podía quedarse en Troya junto a Paris.11 La ninfa Enone, primer amor de Paris, y su padre, Cebrén, se marcharon despechados de la ciudad.
A finales del siglo XIX, el alemán Heinrich Schliemann desenterró en la colina de Hissarlik, en la costa noroccidental de Anatolia, los vestigios de una antigua ciudad que rápidamente identificó con Troya o Ilión, el escenario de la guerra que relató Homero en su Ilíada. Como luego certificarían sus sucesores sobre el terreno, lo que en realidad escondía Hissarlik no era una, sino hasta nueve Troyas, una sobre otra.
Los arqueólogos encontraron en Troya VI (1700- 1250 a.C.) la más firme candidata a ser la ciudad homérica. Su estratégica posición a la entrada del Bósforo, en la órbita del Imperio hitita, le procuraba un control total sobre el tráfico marítimo, lo que a ojos de los griegos micénicos –la potencia rival y vecina– era tan buen motivo para ir a la guerra como la belleza de Helena, esposa de rey espartano Menelao, cuyo rapto por el troyano Paris fue, según el mito, la causa de la contienda.
Estratos de la antigua Troya. La ciudad sufrió a lo largo de milenios diversas destrucciones, pero siempre fue reconstruida y estuvo habitada hasta época romana. En la imagen, vista de las ruinas de Troya
Vista aérea de las ruinas de Troya. La ciudad destruida en la Ilíada se correspondería con la fase VI de ocupación.
Paradójicamente, aunque el sombrío presagio de su final recorre todo el poema, la Ilíada no narra la destrucción de Troya, y, por su parte, la Odisea tan sólo nos cuenta el final de la guerra como una acción del pasado. El hecho es que los dos poemas de Homero se limitaban a contar dos episodios del ciclo mítico de Troya –el de la cólera de Aquiles y el del azaroso regreso de Odiseo (o Ulises) a Ítaca–, mientras que el resto de episodios que completaban la leyenda circuló en composiciones que sólo se han conservado de forma fragmentaria, como la Iliupersis o Caída de Ilión, que narraba con detalle los últimos momentos de la ciudadela. Por ello, los episodios clave de los últimos días de Troya nos han llegado a través de poemas compuestos siglos más tarde, como la Eneida de Virgilio o las Posthoméricas de Quinto de Esmirna, que daba comienzo justo en el punto en que Homero ponía fin a la Ilíada: los funerales de Héctor, hijo de Príamo y heredero del trono de Ilión.
AQUILES CONTRA TODOS
Tras la muerte de Héctor, la ciudad quedaba abocada a la ruina. Pero los troyanos aún tenían depositadas sus esperanzas de victoria en la llegada de tropas auxiliares, capaces de hacer frente a los griegos. Los primeros refuerzos en acudir fueron las amazonas de la reina Pentesilea, quienes nada pudieron hacer ante el empuje de Aquiles, rey de los mirmidones. Con todo, la tradición nos ha hecho llegar un famoso episodio derivado de este encuentro: cuando Aquiles y la reina quedaron frente a frente, comenzó un duelo entre los dos que se saldó con la muerte de Pentesilea a manos del héroe griego, quien se enamoró de ella en el mismo instante en que la atravesaba con su lanza.
Aquiles se enfrenta a Memnón en esta ánfora ática del 490 a.C. Museo Británico, Londres.
EL ARMA SECRETA DE LOS GRIEGOS
Tras diez años de duro combate, había caído el mejor de los aqueos y las murallas de Troya aún coronaban intactas el paso de los Dardanelos. El desánimo cobró fuerza en el corazón de los griegos y, al final, aceptando el fracaso, el rey Agamenón ordenó el regreso. Sin embargo, la astucia de Odiseo dio un vuelco a los acontecimientos. Tomando la iniciativa de las operaciones, el rey de Ítaca urdió la estratagema militar más célebre de la historia: los griegos construirían un gran caballo de madera en cuyo interior se escondería un puñado de guerreros; una vez dentro de las murallas abrirían las puertas de Troya al resto del ejército, que se mantendría oculto en la vecina isla de Ténedos.
Se trataba de una acción que no admitía ningún margen de error y que se debía ejecutar en un solo intento. Dada la orden, los griegos reunieron toda la madera que pudieron encontrar y con ella construyeron el gigantesco caballo; luego, al amparo de la noche, lo arrastraron hasta el lugar donde hasta ese momento se había alzado su campamento y lo dejaron allí. Todos, a excepción de un tal Sinón, embarcaron en las naves y partieron. Cuando a la mañana siguiente la guardia troyana oteó el horizonte y sólo halló tiendas derruidas, huesos de animales y hogueras apagadas, pero ni rastro de los sitiadores. Parecía como si los griegos hubieran desistido en su empeño y, tras levantar el cerco, hubieran abandonado Troya dejando atrás un misterioso caballo de madera.
Grabado de Joseph Denis Odevaere sobre la entrada del caballo en Troya, la trampa griega es arrastrada por los troyanos dentro de su ciudad entre las danzas y alegría de la población. 1818, colección privada.
La muerte de un sacerdote. El troyano Laocoonte y sus hijos mueren por haberse opuesto a la entrada del caballo de madera en su ciudad. Escultura del siglo I d.C. Museo Pío Clementino, Roma.
El arma de la destrucción. Ésta es la primera representación conocida del caballo de Troya, con su mortal cargamento de guerreros griegos. Siglo VII a.C. Museo Arqueológico, Mikonos.
El plan podía haber fracasado, pues, en un momento dado, Helena, también recelosa, imitó ante el caballo la voz de las esposas de los guerreros griegos; sin embargo, el astuto Odiseo intuyó el engaño y contuvo a sus compañeros para que no se delataran. También la voluntad de los dioses se puso de su parte cuando la princesa troyana Casandra, condenada a profetizar el futuro y no ser creída, gritó en vano que se trataba de una emboscada y que la ciudad sería tomada esa misma noche. Así pues, con la engañosa ofrenda dentro de sus muros, los troyanos festejaron bajo las estrellas su falsa victoria; cuando ya todos dormían, los aqueos descendieron del caballo y, tomando los puestos de guardia, franquearon las puertas de Troya al resto del ejército.
LA ÚLTIMA TRETA
Esa noche, Ilión fue tomada a sangre y fuego, y los troyanos sufrieron un funesto destino: el viejo rey Príamo vistió su armadura y fue masacrado junto al resto de los defensores. Las mujeres fueron esclavizadas y asignadas a los mejores guerreros griegos. Tan sólo Eneas pudo huir de la muerte y escapar hacia un esperanzador futuro: con su anciano padre Anquises a hombros y su hijo Ascanio de la mano, dejó atrás la ciudad incendiada y puso rumbo a las costas de Italia para fundar una nueva Troya en lo que más tarde sería Roma. Por su lado, Paris, arrastrándose entre terribles dolores por el veneno de una flecha, acudió hasta su antiguo amor, la ninfa Enone, a quien había abandonado por Helena, para suplicarle el antídoto que sólo ella poseía, pero ésta se lo negó. En cuanto a Helena, al ver que Menelao, su antiguo esposo, se abalanzaba con su espada sobre ella, se desató el vestido y sellaron la reconciliación en ese instante.
Muerte de Príamo a manos de Neoptóleomo, hijo de Aquiles. Óleo de Pierre-Narcisse Guerin, 1817, Museo de Bellas Artes, Angers.
Muchos son los personajes que hacen de esta guerra el más fascinante de los mitos, pero el gran protagonista de la noche en que Troya fue conquistada es un personaje silencioso. Se ha intentado explicar la figura del caballo como la trasposición poética de los barcos sobre los que llegaron los conquistadores griegos. También se ha pensado que la ciudad habría sido tomada gracias a que un traidor habría dibujado en una puerta un caballo para señalar al enemigo el camino de entrada; incluso podría tratarse de la representación figurada de un terremoto, ya que el dios Poseidón, el «Sacudidor de la Tierra», tenía al caballo como animal sagrado.
A estas hipótesis se ha venido a sumar en los últimos tiempos la teoría de que tras el enigma se encuentra una máquina de asedio como la que se muestra en un bajorrelieve asirio del palacio noroccidental de Assurnasirpal II (883-859 a.C.) en su capital, Nimrud. Bien es cierto que este testimonio del «caballo asirio» es muy posterior a la fecha en que Troya VI fue destruida, pero existen pruebas documentales en los archivos de Hattusa, la capital del Imperio hitita, que indican que ingenios de este tipo estaban en uso ya en el siglo XVIII a.C.
La suerte de los vencidos. Cassandra se agarra al altar de Atenea implorando su protección antes de ser violada por Áyax Oileo, quien sería castigado por los dioses en el viaje de regreso a Grecia.
Eneas escapa con su padre Anquises a cuestas. Óleo sobre tela de Luca Giordano, 1700, Museo del Prado, Madrid.
En definitiva, la historia del caballo de Troya puede ser racionalizada como un instrumento de asedio de apariencia equina con espacio para proteger a los guerreros que lo manejaban. Sea como fuere, tres mil años después de que el viejo mito de Troya encontrara en los versos de Homero su máxima expresión artística, el mayor reto de la arqueología sigue siendo descubrir la historia de unos hombres dispuestos a defender desesperadamente una ciudad que arde en llamas.
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