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Esqueleto del niño neandertal recuperado en la cueva de El Sidrón
El protagonista de este estudio tenía 7,7 años en el momento de su muerte, pesaba 26 kilos y medía 111 centímetros. Del individuo, identificado como El Sidrón J1, se han recuperado 138 piezas, 30 de ellas dientes -algunos de ellos de leche- y parte del esqueleto, incluidos algunos fragmentos del cráneo.
Foto: Grupo de Paleoantropología MNCN-CSIC
Interior de la cueva de El Sidrón, Asturias
Ubicada en Piloña, Asturias, y descubierta en 1994, la cueva de El Sidrón ha proporcionado la mejor colección de neandertales que existe en la Península Ibérica.
Foto: Grupo de Paleoantropología MNCN-CSIC
El investigador Antonio Rosas, junto al esqueleto del niño neandertal
En estudios previos ha trabajado un equipo multidisciplinar dirigido por el paleoantropólogo Antonio Rosas -Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC-, por el genetista Carles Lalueza-Fox -Instituto de Biología Evolutiva, mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra- y por el arqueólogo Marco de la Rasilla de la Universidad de Oviedo.
Foto: Andrés Díaz / Comunicación CSIC.
Antonio Rosas, en la cueva de El Sidrón
Hasta el momento en la cueva del Sindrón ubicada en Asturias, el equipo ha recuperado los restos de 13 neandertales de todas las edades. El grupo lo componían siete adultos -cuatro mujeres y tres hombres- tres adolescentes y tres niños más pequeños.
Foto: Joan Costa / Comunicación CSIC
El ritmo de crecimiento era muy similar entre neandertales y sapiens, sin embargo han observado diferencias en el desarrollo del cerebro y la columna vertebral de ambas especies
¿Cómo crecían los neandertales? ¿Se desarrolló el hombre moderno de la misma manera que lo hacía un Homo neanderthalensis? ¿Cómo afecta el tamaño del cerebro al desarrollo del cuerpo? Un trabajo dirigido por el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas -CSIC- Antonio Rosas ha estudiado los restos fósiles del esqueleto de un niño neandertal para establecer si existen diferencias en el crecimiento de neandertales y sapiens. Según los resultados del artículo que publica Science, ambas especies regulaban su crecimiento de forma distinta para adaptar su consumo de energía a sus características físicas.
“Conocer las diferencias y similitudes en los patrones de crecimiento entre los neandertales y los seres humanos modernos nos ayuda a definir mejor nuestra propia historia. Los humanos modernos y los neandertales surgieron de un ancestro común reciente, y esto se manifiesta en un ritmo general de crecimiento similar”, señala Rosas, del Museo Nacional de Ciencias Naturales. “Aplicando los métodos pediátricos de evaluación del crecimiento, este niño neandertal no se diferencia de un niño actual”, comenta el también científico del CSIC Luis Ríos. El patrón de maduración vertebral y el crecimiento del cerebro, así como las restricciones de energía durante el desarrollo, podría haber marcado la forma anatómica de los neandertales.
Ambas especies regulaban su crecimiento de forma distinta para adaptar su consumo de energía a sus características físicas
Los neandertales tenían mayor capacidad craneal que los humanos actuales. Así, los adultos de esta especie tenían un volumen endocraneal de 1.520 centímetros cúbicos, mientras que el del hombre moderno adulto es de 1.195 centímetros cúbicos. El niño neandertal estudiado había alcanzado 1.330 centímetros cúbicos en el momento de su muerte, es decir, un 87,5% del total antes de los ocho años. A esa edad, un niño actual ya ha terminado de desarrollar toda su capacidad craneal.
“Desarrollar un cerebro grande tiene un gasto energético importante, por lo que dificulta el crecimiento de otras partes del cuerpo. En los sapiens, el desarrollo del cerebro durante la niñez tiene un alto coste energético, por lo que el desarrollo del resto del cuerpo se ralentiza”, aclara Rosas.
Neandertales y sapiens
El coste energético del crecimiento del cerebro moderno es inusualmente alto, especialmente durante los periodos de lactancia y durante la infancia, por lo que parece requerir una desaceleración del crecimiento del cuerpo. El crecimiento y desarrollo de este neandertal juvenil se ajusta a las características típicas de la ontogenia humana, donde hay un crecimiento anatómico lento entre el destete y la pubertad que podría compensar el gran coste energético que supone desarrollar un cerebro tan grande.
Ambas especies regulaban su crecimiento de forma distinta para adaptar su consumo de energía a sus características físicas
De hecho, el esqueleto y la dentición de este neandertal presentan una fisiología similar a la de un niño sapiens de la misma edad, salvo la zona del tórax, que es la correspondiente a un niño de entre cinco y seis años, es decir, que está menos desarrollado. “El crecimiento de nuestro niño neandertal no se había completado; probablemente por ahorro energético”, aclara el investigador del CSIC Antonio Rosas.
El único aspecto divergente en el crecimiento de ambas especies es el momento de maduración de la columna vertebral. En todos los homínidos, las articulaciones cartilaginosas de las vértebras torácicas medias y el atlas son los últimos en fundirse, pero en este neandertal la fusión se produce alrededor de dos años más tarde que en los humanos modernos.
“El retraso de esta fusión en la columna vertebral podría reflejar que los neandertales tenían un desacoplamiento de ciertos aspectos en la transición de la infancia a la fase juvenil. Aunque las implicaciones son desconocidas, este rasgo podría estar relacionado con la característica forma expandida del torso neandertal o con el crecimiento más lento del cerebro”, destaca Rosas.
El niño neandertal
El protagonista de este estudio tenía 7,7 años en el momento de su muerte, pesaba 26 kilos y medía 111 centímetros. Aunque los análisis genéticos no consiguieron confirmar su sexo, sus dientes caninos y la robustez de sus huesos mostraron que se trata de un varón. Del individuo, identificado como El Sidrón J1, se han recuperado 138 piezas, 30 de ellas dientes (algunos de ellos de leche), y parte del esqueleto, incluidos algunos fragmentos del cráneo.
Los investigadores han conseguido averiguar que nuestro protagonista era diestro y realizaba ya tareas de adulto, como el uso de la boca como una tercera mano para manejar pieles y fibras vegetales. Además, saben que el niño de esta investigación tenía un hermano pequeño en el grupo y conocen también quién era su madre. Tambien que el joven neandertal tuvo una hipoplasia del esmalte cuando tenía dos o tres años. La hipoplasia -manchas blancas en los dientes, especialmente visibles en los incisivos superiores-, se produce cuando los dientes tienen menos cantidad de esmalte de lo normal, y la causa suele ser la malnutrición o alguna enfermedad.
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NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui Ciencia
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