Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., nuestra pasión por el medio ambiente y los ecosistemas no tiene límites, justamente la Revista National Geographic, nos trae un reportaje de España, esta vez se llama: Un paseo por la naturaleza y la biodiversidad de Cantabria, a través de las imágenes del fotógrafo Roberto Gonzáles García.
National Geographic,: dice: "A orillas del océano Atlántico, bañada por las aguas del mar Cantábrico y delimitada por la cordillera del mismo nombre, encontramos la comunidad autónoma de Cantabria. Gracias a su particular localización geográfica, situada al norte de la península Ibérica, y su variada topografía, este territorio se establece como el marco perfecto para el desarrollo de una gran riqueza natural donde los hábitats y las especies que lo habitan terminan de dar forma a esa naturaleza que surge a caballo entre la regiones mediterráneas y atlánticas, y en los pequeños rincones de la región alpina..."
National Geographic; agrega : "La fabulosa biodiversidad de Cantabria .- Macizos montañosos, paisajes costeros, estuarios y cuencas fluviales salpicadas de mosaicos infinitos formados por robledales, hayedos, pastizales o brezales, conforman sus paisajes; rincones los cuales aún albergan tesoros naturales como salmones atlánticos, osos pardos, paíños europeos o desmanes ibéricos. Un patrimonio inspirador que merece ser disfrutado y conservado. “Tenemos la suerte de vivir en un lugar con una elevada riqueza natural. Mucha de ella a las puertas de nuestra casa y no somos conscientes de ello”, explicaba Rober en una entrevista para el Diario Montañés..."
También incluimos un reportaje del avance del desertificación en España-...
Los invito a leer este entretenido reportaje de la National Geographic....También incluimos un reportaje del avance del desertificación en España-...
http://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/grandes-reportajes/espana-desierto-que-avanza_11448
http://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/grandes-reportajes/paseo-por-naturaleza-y-biodiversidad-cantabria_12599
El Proyecto WildLight Cantabria nos transporta a la exuberante diversidad de los paisajes cántabros a través de las imágenes del fotógrafo Roberto González García
La mirada del jaspeado
Los anfibios son uno de los grupos de vertebrados más amenazados del planeta. Peligros como la destrucción y alteración de hábitat, la contaminación, los atropellos, enfermedades o el cambio climático ponen en jaque a más de un tercio de las especies representantes de este grupo animal. En España, la suerte que corren es similar. En esta imagen podemos observar a una hembra de tritón jaspeado. Las hembras de Triturus marmoratus acuden al inicio de la primavera a los diferentes puntos de agua, donde los machos se preparan para iniciar su cortejo nupcial exhibicionista.
Foto: Roberto González García
Picapinos
Los pájaros carpinteros, como este pico picapinos, son aves fascinantes. Es increíble hasta donde les ha llevado la evolución y como han desarrollado hasta el extremo su coexistencia con el bosque. Cantabria alberga seis de las siete especies que se pueden encontrar en España.
Foto: Roberto González García
Desperezarse tras una fría noche
Durante los últimos inviernos, la Reserva Ornitológica de las Marismas Blancas -en Astillero-ha proporcionado refugio al dormidero más importante de garcillas bueyeras del norte peninsular. Hasta 4.000 ejemplares caían del cielo cada atardecer invernal buscando refugio entre los carrizos de las marismas. Por las mañanas, casi con una sincronización perfecta, las garcillas iban levantando el vuelo desapareciendo en el horizonte en dirección a los pastizales y prados de siega de la campiña cantábrica.
Foto: Roberto González García
Bahía de garcillas
"Durante dos años he fotografiado los espectaculares bandos de garcillas bueyeras en la Bahía de Santander. Después de visitar este lugar innumerables veces, finalmente encontré la composición que quería junto a los astilleros y en un entorno altamente humanizado"
Foto: Roberto González García
El ciclo de la vida
España es uno de los países más forestales de Europa y, a su vez, uno de los más diversos en sus masas de árboles. Con cerca de 25.000 hectáreas en las que abundan los hayedos y robledales, y conformado en casi su totalidad por montes de utilidad pública, en el Parque Natural de Saja-Besaya encontramos una de las mejores representaciones de bosque caducifolio de la península Ibérica.
Foto: Roberto González García
Goteo
Algunas especies de aves, como esta aguja colipinta, recorren más 11.000 kilómetros en sus rutas migratorias, en concreto la subespecie que se reproduce en Alaska e inverna en Australia y Nueva Zelanda. Esta especie puede volar ininterrumpidamente durante más de una semana sin tan siquiera parar a alimentarse o descansar. Sin duda, cuando veas una aguja colipinta en los estuarios de Cantabria estarás contemplando un tesoro de la selección natural. Las marismas de Santoña, la bahía de Santander y Oyambre son algunos de los mejores sitios para observarlas.
Foto: Roberto González García
Explosión tras las lluvias
A pocos rincones de Cantabria les sienta mejor la lluvia y la nieve como al Parque Natural de los Collados del Asón. En la fotografía podemos observar la cascada Cailagua, nacimiento del río Asón, un lugar donde los valles fluviales están modelados por los glaciares y los procesos kársticos.
Foto: Roberto González García
Vida en la charca
Algunos bebederos, pilones y charcas , como esta situada en el Valle de Toranzo donde el ganado sacia la sed en verano, se llenan de vida gracias a las larvas de anfibios de diversas especies, como esta de tritón palmeado.
Foto: Roberto González García
Zugunruhe
Tras décadas de degradación de su hábitat, el salmón atlántico del río Pas está catalogado como especie en peligro crítico de extinción. Hoy todavía resiste, y aún existe una pequeña esperanza para que los salmones no desaparezcan de sus últimos refugios en la península Ibérica. Zugunruhe es el término con el que se conoce la inquietud migratoria de algunas especies, especialmente de aves y peces.
Foto: Roberto González García
Finales de verano
La avoceta común aparece muy esporádicamente por los estuarios de Cantabria, y menos aún en grandes bandadas. Ocasionalmente, como en esta imagen, pueden observarse a su paso por Cantabria durante el transcurso de sus desplazamientos migratorios, especialmente a finales de verano.
Foto: Roberto González García
Visión trasera
En esta fotografía tomada en la localidad de Astillero podemos observar a un chorlitejo chico, una de las pocas especies de limícolas que crían en Cantabria. Su hábitat natural de nidificación son las playas de guijarros, arenales secundarios y traseras de estuarios. Sin embargo estos lugares son prácticamente inexistentes en la actualidad en Cantabria, por lo que hoy en día usan los terrenos industriales abandonados o pendientes de construcción.
Foto: Roberto González García
La unión de tierra y mar
La desembocadura del río Pas, río salmonero por excelencia, da vida al Parque Natural de las Dunas de Liencres, un lugar donde gracias al papel de las mareas el paisaje cambia cada seis horas.
Foto: Roberto González García
Vida en la campiña
El conejo se encuentra prácticamente en toda la península Ibérica, así como en las islas Canarias y Baleares. Sin embargo, en Cantabria su población es muy escasa y su distribución está muy localizada. Algunos como el de la imagen, encuentra sus últimos refugios en la campiña atlántica costera, entre el mosaico de pastos, setos y linderos que salpican las costas del mar cantábrico.
Foto: Roberto González García
Sueño primaveral
De marzo a junio, en aquellos terrenos menos removidos como pastizales, prados de siega, claros en matorrales, bordes de bosques y pistas forestales, aparece esta joya botánica, la orquídea Orchis mascula.
Foto: Roberto González García
Acicalándose a refugio
En esta fotografía tomada en la bahía de Santander, un correlimos común acicala su plumaje a la espera de la bajamar para alimentarse en los limos. Más de cuatro mil correlimos como este invernan en los humedales y costas de Cantabria. De hecho el Parque Natural de las Marismas de Santoña y la Bahía de Santander están entre los diez humedales más importantes para la invernada de esta especie en España. La transformación y destrucción sus hábitats, como los páramos y llanuras intermareales que utilizan para alimentarse y refugiarse, son algunas de las principales amenazas para la especie.
Foto: Roberto González García
Descansando a refugio
Algunas zonas de interés para la especie, como la bahía de Santander, han perdido ya más de la mitad de su superficie original y la mitad de sus márgenes naturales. Debido al relleno de playas o la construcción de diques, tan sólo el 15% de sus costas son más o menos naturales. Estos correlimos nos recuerdan que los retazos de vida salvaje que quedan hoy son vestigios del excepcional ecosistema que formaba antaño esta gran bahía. Esperemos que nuestras costas sigan ofreciendo protección a este pequeño ave limícola, que con menos de 60 gramos de peso es capaz de recorrer más de 3.000 kilómetros para refugiarse en nuestras costas. Medio Ambiente
Foto: Roberto González García
Manto otoñal
En esta fotografía podemos observar uno de los infinitos rincones de Campoo, antaño morada de urogallos, engalanado con los colores del otoño antes de la llegada de las nieves.
Foto: Roberto González García
Un pulpo forestal
La naturaleza nunca deja de sorprendernos y recordarnos las grandes interrelaciones que se dan en su seno. Un caso curioso es el de este hongo australiano llamado Clathrus archeri. ¿Qué relación puede haber entre una frondosa ladera situada en el Parque Natural de Saja-Besaya y las ovejas australianas? Presente en algunos lugares puntuales de los bosques caducifolios de Cantabria, y procedente de Oceanía, Clathrus archeri llegó a Europa en 1914 adherido a la lana de las ovejas australianas.
Foto: Roberto González García
Héctor Rodríguez
24 de abril de 2018
Un paseo por la naturaleza y la biodiversidad de Cantabria
“El objetivo de este proyecto es transmitir un mensaje a través de la imagen. Pretende que la fotografía no quede relegada para el recuerdo en un disco duro, si no que sirva para transmitir un mensaje sobre la necesidad de conservar nuestros entornos naturales”. Roberto García González trabaja en la organización para la conservación de la naturaleza SEO BirdLife, y puede decirse que su suerte ha sido lograr hacer de sus tres grandes pasiones: el amor por la naturaleza; la fotografía y como todo cántabro, un gran afecto por su tierra, su modo de vida.
A orillas del océano Atlántico, bañada por las aguas del mar Cantábrico y delimitada por la cordillera del mismo nombre, encontramos la comunidad autónoma de Cantabria. Gracias a su particular localización geográfica, situada al norte de la península Ibérica, y su variada topografía, este territorio se establece como el marco perfecto para el desarrollo de una gran riqueza natural donde los hábitats y las especies que lo habitan terminan de dar forma a esa naturaleza que surge a caballo entre la regiones mediterráneas y atlánticas, y en los pequeños rincones de la región alpina.
La fabulosa biodiversidad de Cantabria
Macizos montañosos, paisajes costeros, estuarios y cuencas fluviales salpicadas de mosaicos infinitos formados por robledales, hayedos, pastizales o brezales, conforman sus paisajes; rincones los cuales aún albergan tesoros naturales como salmones atlánticos, osos pardos, paíños europeos o desmanes ibéricos. Un patrimonio inspirador que merece ser disfrutado y conservado. “Tenemos la suerte de vivir en un lugar con una elevada riqueza natural. Mucha de ella a las puertas de nuestra casa y no somos conscientes de ello”, explicaba Rober en una entrevista para el Diario Montañés.
"La sociedad tiene que entender que la naturaleza es la única salida digna para la sociedad que queremos construir”
Sin embargo, como ocurre en otros lugares de Europa, el imparable desarrollo económico y social ha venido deteriorando la armonía con nombre propio de la naturaleza cántabra. En la actualidad, la cada vez más patente desconexión con el mundo natural, incluso en un territorio cuya sociedad aún mantiene cierto arraigo con el entorno rural, está generando nuevos conflictos que, cada día más, dificultan la conservación de la naturaleza, arrinconando y relegando inexorablemente su dimensión más salvaje al olvido.
"El principal reto al que se enfrenta la naturaleza de Cantabria no se ciñe a un lugar concreto, una especie concreta o a una presión puntual sobre la naturaleza. Es mucho más amplio y sobrepasa los límites de nuestra propia comunidad: la sociedad tiene que entender que la naturaleza es la única salida digna para la sociedad que queremos construir”, añade el conservacionista.
Tanto es así que de la mano del también fotógrafo nace WildLight Cantabria: un proyecto que pretende, a través de imágenes únicas e inspiradoras, despertar la admiración hacia la naturaleza de Cantabria y promover la conservación su vida salvaje. Según Rober, “la imagen tiene mucha más fuerza que las palabras y en el mundo actual tiene un papel fundamental en los mensajes, en la transmisión de valores, o en inspirar y promover una serie de actitudes hacia las cosas. Nuestra sociedad se ha desconectado del mundo natural. Es un proceso que ya han sufrido otros países, y debemos de ser conscientes de ello. Necesitamos que la sociedad mire a la naturaleza con conocimiento, y saber que estamos en un momento en el que es necesario pararse a reflexionar sobre la importancia de conservar una tierra más salvaje". Sus imágenes son, como dice el propio autor, su manera poner otro grano de arena.
Para conocer un poco más sobre proyecto o seguir su evolución puedes hacerlo a través de Facebook, Twitter e Instagram.
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España: el desierto que avanza
Más de una cuarta parte de nuestro país está amenazada por la desertificación. La mala planificación urbanística, los incendios forestales y ciertas prácticas agrícolas aceleran la erosión del suelo
Timanfaya, Lanzarote
En la isla canaria de Lanzarote se encuentra este espectacular paisaje volcánico surgido tras las violentas erupciones acaecidas durante los siglos XVIII y XIX. Timanfaya, parque nacional desde 1974, es un territorio formado por ríos de lava solidificados, coladas y cráteres. Aquí la precipitación anual no sobrepasa los 200 milímetros y suele caer de forma torrencial. La temperatura media anual es alta, de unos 20 ºC, aunque hay una variación térmica entre el día y la noche que puede superar los 9 ºC.
Foto: Andoni Canela
Desierto de Tabernas
El desierto de Tabernas es, junto con las Bardenas Reales y los Monegros, nuestro tercer desierto natural. Se extiende sobre una superficie de 11.625 hectáreas y a una altitud de entre 260 y 1.000 metros sobre el nivel del mar. Arcillas, margas, conglomerados, arenas y limos conforman este paraje, uno de los más desérticos de Europa. Las lluvias son inferiores a los 250 milímetros anuales. La temperatura media anual es de 18 ºC. Un paraje extraño que ha sido escenario de muchos rodajes cinematográficos.
Foto: Andoni Canela
Bardenas reales
Situadas en el sudeste de Navarra, las Bardenas Reales constituyen uno de los tres desiertos cuasi naturales existentes en nuestro país. En este paraje, que se encuentra entre 280 y 659 metros sobre el nivel del mar, la precipitación media anual oscila entre los 410 y 550 litros por metro cuadrado. Ver la escasa vegetación cubierta de escarcha es una imagen insólita que a veces ofrece este desierto, donde hiela de 40 a 65 días al año. Las temperaturas mínimas se sitúan alrededor de los 5 ºC y las máximas alcanzan los 44 ºC.
Foto: Andoni Canela
Cabo de Gata
En el cabo de Gata, el lugar más seco de la Europa continental, las precipitaciones no alcanzan los 150 milímetros al año. Por su proximidad al mar, las temperaturas son suaves: oscilan entre los 12 y 22 ºC. De origen volcánico, el cabo de Gata se formó hace entre 12 y 8 millones de años aproximadamente. En este paisaje abundan las bombas y coladas volcánicas, y también las rocas sedimentarias. El suelo está sometido a un proceso de erosión continuo y a una insolación elevadísima. Pura aridez.
Foto: Andoni Canela
La fuerza de la erosión
La erosión ha configurado el paisaje de las Bardenas reales de Navarra, uno de los tres desiertos cuasi naturales de España.
Foto: Andoni Canela
Un paisaje esculpido por la mano del hombre
Las Médulas, en León, constituyen un paisaje esculpido por la mano del hombre. Fue la explotación minera de la época romana la que originó que se pusieran al descubierto sus arenas rojizas, antaño cubiertas de árboles.
Foto: Andoni Canela
Monegros
En el valle central del Ebro se encuentra la comarca de los Monegros. Antaño cubierta de pinares y carrascales, una brutal tala iniciada en tiempos de la Armada Invencible contribuyó a convertir este paraje en una inmensa estepa subdesértica atravesada por la sierra de Alcubierre. Las temperaturas son aquí extremas, con mínimas de –10 ºC y máximas de más de 40 ºC. Es un paisaje constituido por yesos y calizas que alberga un importante sistema endorreico generador de lagunas y salares.
Foto: Andoni Canela
Bardenas Reales
El cerro testigo llamado cabezo de Castildetierra es uno de los elementos más característicos de las Bardenas Reales. El territorio es aquí un inmenso malpaís, una vasta zona de badlands o cárcavas. O lo que es lo mismo: un territorio constituido por materiales blandos, abarrancado por la acción del agua. Ésta cae en pequeñas cantidades pero de forma torrencial sobre una superficie carente de cubierta vegetal, lo que causa que en las pendientes se excaven surcos más o menos profundos.
Foto: Andoni Canela
España: el desierto que avanza
Las zonas terrestres amenazadas por el riesgo de desertificación constituyen el 40 % de la superficie de la Tierra. «Y en esas áreas afectadas por déficits hídricos habita el 37 % de la población mundial», puntualiza José Luis Rubio, presidente de la Sociedad Europea de Conservación de Suelos y exdirector del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE), un organismo del CSIC, la Universidad de Valencia y la Generalitat Valenciana.
Aquella situación terrible provocó que la ONU convocara en 1977 la primera Convención sobre Desertificación en Nairobi, en la que participaron representantes de más de 90 países. Del encuentro surgió lo que se denominó el Plan de Acción para Combatir la Desertificación, el cual, lamentablemente, no aportó grandes resultados.
Años más tarde, en 1994, París fue el escenario de la firma del Convenio de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CLD), que fue ratificado por 70 países, entre ellos España, y que entró en vigor en 1996. Uno de los anexos del acuerdo hace referencia a la delicada situación de la cuenca mediterránea. El Convenio incluye el compromiso de que todos los países signatarios afectados elaboren y ejecuten su propio plan nacional, una responsabilidad del Ministerio de Medio Ambiente.
En paralelo a las indispensables decisiones de orden legislativo, «otro aspecto esencial para enfrentarnos a esta situación es el aporte de conocimiento e innovación para plantear actuaciones eficaces de respuesta mediante la investigación científica y el desarrollo tecnológico», añade el ingeniero agrónomo. Capacidad humana, científica y técnica no nos falta, opina. Y es que, aparte del centro en el que trabaja José Luis Rubio, el CIDE, en nuestro país hay otros organismos dedicados por completo al estudio y la observación de los efectos de la desertificación: el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura -CEBAS-, en Murcia; la Estación Experimental de Zonas Áridas -EEZA-, en Almería; la Estación Experimental del Zaidín -EEZ-, en Granada; el Instituto de Ciencias de la Tierra «Jaume Almera» -IJA-, en Barcelona, o el Instituto Pirenaico de Ecología -IPE-, con sedes en Huesca y Zaragoza.
Todos ellos, junto con otros centros y departamentos de universidades de todo el país, gestionan la Red de Estaciones Experimentales de Seguimiento y Evaluación de la Erosión y la Desertificación -RESEL-. «Pero, sorprendentemente, se está haciendo muy poco para gestionar el futuro que se nos viene encima», afirma.
La desertificación es consecuencia de múltiples factores que tienen su origen en la interacción de los procesos naturales con los usos del territorio. «En el caso de España, a la fragilidad natural de nuestro suelo ocasionada por las características climáticas, topográficas y edáficas, se suma la presión de la actividad humana, que se remonta a miles de años atrás», explica Rubio.
Las vías de comunicación que cortan las vías de drenaje agravan la aridización de nuestro territorio. Y la urbanización mal planificada a menudo origina un sellado del suelo, o soil sealing, que afecta a la capacidad natural de infiltración y de amortiguación de escorrentías e inundaciones», prosigue. Por si la suma de todos esos factores fuera poco, ahora el calentamiento global empeora el escenario general. «El cambio climático agravará la ya de por sí importante aridificación de nuestro territorio, lo que puede conllevar, entre otras cosas, un incremento de los procesos erosivos, una mayor frecuencia y extensión de los incendios forestales, un aumento de la evapotranspiración y el consecuente incremento de la salinización del suelo. Todo ello, lógicamente, afectará negativamente a la biodiversidad», destaca el investigador.
El suelo, al que tantas veces ignoramos, es un depósito natural de grandes cantidades de carbono orgánico. «Se estima que hay 55 billones de toneladas de carbono orgánico en los suelos terrestres», apunta Rubio. Para hacernos una idea de la medida que eso supone, las emisiones de carbono a la atmósfera como consecuencia del uso de combustibles fósiles son de cinco a seis billones de toneladas anuales. Bajo nuestros pies se encuentra el gran emisor y sumidero de uno de los gases más relevantes en el proceso del calentamiento global. Bien conservado, el suelo regula y amortigua el ciclo del carbono, pero si se degrada, advierte Rubio, «se propicia la emisión a la atmósfera de cantidades que, mundialmente, equivalen a un tercio de las emisiones de CO2 de origen antrópico».
NATIONAL GEOGRAPHIC
Eva van den Berg
3 de mayo de 2017
España: el desierto que avanza
Las zonas terrestres amenazadas por el riesgo de desertificación constituyen el 40 % de la superficie de la Tierra. «Y en esas áreas afectadas por déficits hídricos habita el 37 % de la población mundial», puntualiza José Luis Rubio, presidente de la Sociedad Europea de Conservación de Suelos y exdirector del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE), un organismo del CSIC, la Universidad de Valencia y la Generalitat Valenciana.
Las zonas terrestres amenazadas por el riesgo de desertificación constituyen el 40 % de la superficie de la Tierra.Aunque el término «desertificación» fue acuñado en 1949 por el científico francés André Aubreville, no fue hasta los años sesenta y principios de los setenta cuando el tema captó la atención internacional, a consecuencia del prolongado período de sequía grave que devastó la zona del Sahel. «La sequía afectó unos 500 millones de hectáreas. Murieron entre 100.000 y 200.000 personas, y al menos 10 millones de cabezas de ganado», relata Rubio.
Aquella situación terrible provocó que la ONU convocara en 1977 la primera Convención sobre Desertificación en Nairobi, en la que participaron representantes de más de 90 países. Del encuentro surgió lo que se denominó el Plan de Acción para Combatir la Desertificación, el cual, lamentablemente, no aportó grandes resultados.
Años más tarde, en 1994, París fue el escenario de la firma del Convenio de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CLD), que fue ratificado por 70 países, entre ellos España, y que entró en vigor en 1996. Uno de los anexos del acuerdo hace referencia a la delicada situación de la cuenca mediterránea. El Convenio incluye el compromiso de que todos los países signatarios afectados elaboren y ejecuten su propio plan nacional, una responsabilidad del Ministerio de Medio Ambiente.
En paralelo a las indispensables decisiones de orden legislativo, «otro aspecto esencial para enfrentarnos a esta situación es el aporte de conocimiento e innovación para plantear actuaciones eficaces de respuesta mediante la investigación científica y el desarrollo tecnológico», añade el ingeniero agrónomo. Capacidad humana, científica y técnica no nos falta, opina. Y es que, aparte del centro en el que trabaja José Luis Rubio, el CIDE, en nuestro país hay otros organismos dedicados por completo al estudio y la observación de los efectos de la desertificación: el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura -CEBAS-, en Murcia; la Estación Experimental de Zonas Áridas -EEZA-, en Almería; la Estación Experimental del Zaidín -EEZ-, en Granada; el Instituto de Ciencias de la Tierra «Jaume Almera» -IJA-, en Barcelona, o el Instituto Pirenaico de Ecología -IPE-, con sedes en Huesca y Zaragoza.
Todos ellos, junto con otros centros y departamentos de universidades de todo el país, gestionan la Red de Estaciones Experimentales de Seguimiento y Evaluación de la Erosión y la Desertificación -RESEL-. «Pero, sorprendentemente, se está haciendo muy poco para gestionar el futuro que se nos viene encima», afirma.
La desertificación es consecuencia de múltiples factores que tienen su origen en la interacción de los procesos naturales con los usos del territorio. «En el caso de España, a la fragilidad natural de nuestro suelo ocasionada por las características climáticas, topográficas y edáficas, se suma la presión de la actividad humana, que se remonta a miles de años atrás», explica Rubio.
La desertificación es consecuencia de múltiples factores que tienen su origen en la interacción de los procesos naturales con los usos del territorio.En concreto en la España mediterránea, que junto con las islas Canarias es la zona con mayor riesgo de desertificación del país, convergen varios factores que han provocado una acelerada degradación del suelo. «Las malas prácticas agrícolas han generado erosión, contaminación, pérdida de materia orgánica y salinización del suelo. Los incendios forestales causan erosión y pérdida de sustrato orgánico.
Las vías de comunicación que cortan las vías de drenaje agravan la aridización de nuestro territorio. Y la urbanización mal planificada a menudo origina un sellado del suelo, o soil sealing, que afecta a la capacidad natural de infiltración y de amortiguación de escorrentías e inundaciones», prosigue. Por si la suma de todos esos factores fuera poco, ahora el calentamiento global empeora el escenario general. «El cambio climático agravará la ya de por sí importante aridificación de nuestro territorio, lo que puede conllevar, entre otras cosas, un incremento de los procesos erosivos, una mayor frecuencia y extensión de los incendios forestales, un aumento de la evapotranspiración y el consecuente incremento de la salinización del suelo. Todo ello, lógicamente, afectará negativamente a la biodiversidad», destaca el investigador.
El suelo, al que tantas veces ignoramos, es un depósito natural de grandes cantidades de carbono orgánico. «Se estima que hay 55 billones de toneladas de carbono orgánico en los suelos terrestres», apunta Rubio. Para hacernos una idea de la medida que eso supone, las emisiones de carbono a la atmósfera como consecuencia del uso de combustibles fósiles son de cinco a seis billones de toneladas anuales. Bajo nuestros pies se encuentra el gran emisor y sumidero de uno de los gases más relevantes en el proceso del calentamiento global. Bien conservado, el suelo regula y amortigua el ciclo del carbono, pero si se degrada, advierte Rubio, «se propicia la emisión a la atmósfera de cantidades que, mundialmente, equivalen a un tercio de las emisiones de CO2 de origen antrópico».
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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