Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la investigación sobre los dinosaurios continúa con avances asombrosos, que nos detallan como vivieron estos gigantes sobre la superficie de la Tierra.
El dinosaurio Tyrannosaurus rex, se acaba de descubrir que:" Unas hendiduras halladas en la cabeza y
mandíbulas del Tyrannosaurus rex, antes creídas anclajes musculares,
podrían haber desarrollado una función termoreguladora..."
NATIONAL GEOGRAPHIC.- narra : " Durante más de un siglo, los paleontólogos pensaron que estos agujeros ayudaron a sostener los músculos de la mandíbula de
especies como el T. rex, ya que en los dinosaurios y sus parientes
vivos, las aves, las depresiones se encuentran justo en frente de las
principales aberturas de los músculos de la mandíbula. En cambio, cuando
los investigadores estudiaron la anatomía de los caimanes y pájaros
modernos, algunos de los parientes vivos más cercanos a los dinosaurios
no aviares, vieron que estos animales tendían a llenar la región con
grasa y vasos sanguíneos. Al igual que el intercambiador de calor en una
unidad de aire acondicionado, la estructura podría haber permitido que
la sangre irradie o absorba el calor del ambiente...."
https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/actualidad/asi-se-convirtio-el-tyrannosaurus-rex-en-el-rey-de-los-dinosaurios-del-cretacico_10213
Los restos fosilizados de una nueva especie de dinosaurio revelan cómo el Tyrannosaurus rex y sus parientes más cercanos se convirtieron en los mayores depredadores del Cretácico
https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/como-controlaba-trex-temperatura-su-cabeza_14673Unas hendiduras halladas en la cabeza y mandíbulas del Tyrannosaurus rex, antes creídas anclajes musculares, podrían haber desarrollado una función termoreguladora
Calavera de T.rex
Foto: iStock
Redacción
La termoregulación - es decir, la regulación de la
temperatura corporal- es una de las funciones más importantes en los
seres vivos. En gran medida, el modo y la eficiencia con que estos
intercambian calor con el ambiente -ya sea ganándolo o perdiéndolo- determina algunas de las adaptaciones evolutivas fisiológicas y anatómicas más importantes de algunas especies. También su comportamiento.
Como ejemplo, en el primer caso encontramos al antílope saiga, cuyo gran hocico le sirve, además de como sistema de filtrado
-una adaptación al clima polvoriento y seco en el que habita- de
sistema de intercambio de calor. Por otro lado, es bien sabido que
muchas son las especies de reptiles que han de exponer sus cuerpos al
sol hasta alcanzar una temperatura que les permita activar su
metabolismo.
Así, en el mundo animal encontramos especies que necesitan
mantenerse calientes, o bien necesitan deshacerse del exceso de calor de
alguna manera. A este segundo respecto, los animales grandes,
como los elefantes o los rinocerontes han desarrollado diversas
estrategias; se trata de un problema, por lo general de animales de gran
tamaño. En el pasado, probablemente otras especies como el Tyrannosaurus rex
se enfrentaron al mismo problema, y parece que ahora los científicos
han encontrado la explicación a como estos gigantes del Cretácico
mantenían constante la temperatura de algunas partes de su cuerpo como
la cabeza: desarrollando un auténtico sistema de aire acondicionado en sus testas.
El dilema de todos los días: cómo mantener la cabeza fría
Casey Holliday, del departamento de patología y ciencias anatómicas de la Universidad de Missouri y sus colegas, explican el mecanismo en el artículo titulado The
Frontoparietal Fossa and Dorsotemporal Fenestra of Archosaurs and Their
Significance for Interpretations of Vascular and Muscular Anatomy in
Dinosaurs publicado esta semana en la revista especializada The Anatomical Record.
Estas estructuras pueden haber sido útiles para absorber desprender calor
Así, el cuidadoso estudio anatómico llevado a cabo por el equipo de
Holliday, reveló unos grandes agujeros en la parte superior de los
cráneos de estos dinosaurios carnívoros que los científicos nombraron
como fenestra dorsotemporal. Posteriormente, una mirada en profundidad pareció mostrar que
dichas cavidades probablemente contenían tejido rico en grasa y vasos
sanguíneos. Estas estructuras pueden haber sido útiles para desprender
calor al ambiente cuando los dinosaurios estaban demasiado calientes y
absorberlo calor cuando se enfriaban.
"Descubrimos que los dinosaurios terópodos grandes, e incluso algunos de los pequeños como el Velociraptor,
tenían este tipo de hendiduras probablemente dotadas de vasos
sanguíneos y que eran útiles para la regulación térmica", explica
Holliday en declaraciones a National Geographic.
Durante más de un siglo, los paleontólogos pensaron que estos agujeros ayudaron a sostener los músculos de la mandíbula de
especies como el T. rex, ya que en los dinosaurios y sus parientes
vivos, las aves, las depresiones se encuentran justo en frente de las
principales aberturas de los músculos de la mandíbula. En cambio, cuando
los investigadores estudiaron la anatomía de los caimanes y pájaros
modernos, algunos de los parientes vivos más cercanos a los dinosaurios
no aviares, vieron que estos animales tendían a llenar la región con
grasa y vasos sanguíneos. Al igual que el intercambiador de calor en una
unidad de aire acondicionado, la estructura podría haber permitido que
la sangre irradie o absorba el calor del ambiente.
"Este nuevo estudio sugiere una forma alternativa en que los
terópodos pueden haber estado regulando su temperatura cerebral y
ocular" afirma Holliday, que también señala que algunos dinosaurios con
cuernos, como Triceratops y Chasmosaurus, revelan estructuras similares
en los techos de sus cráneos.
Así se convirtió el Tyrannosaurus rex en el rey de los dinosaurios del Cretácico
Los restos fosilizados de una nueva especie de dinosaurio revelan cómo el Tyrannosaurus rex y sus parientes más cercanos se convirtieron en los mayores depredadores del Cretácico.
Recreación de Timurlengia euotica en su hábitat
Acompañado de dos reptiles voladores de la especie Azhdarcho longicollis, la ilustración recrea la vida del nuevo tiranosaurio descubierto, Timurlengia euotica, en su ambiente hace 90 millones de años.
Original painting by Todd Marshall
Reconstrucción de un esqueleto de Timurlengia euotica
Los huesos marcados en rojo
corresponden a los restos fosilizados encontrados en el desierto de
Kyzylkum, Uzbekistan. Las piezas en blanco corresponden a otros huesos
aún por encontrar; pertenecen a otras especies de tiranosaurio
relacionadas.
Proceedings of the National Academy of Sciences
Hans Sues
Hans Sues, presidente del departamento de paleobiología de Museo Nacional de Historia Natural Smithsonian, sostiene en su mano derecha el molde de un diente de Tiranosaurio rex. En comparación, podemos apreciar en su mano izquierda uno de los dientes pertenecientes al nuevo fósil encontrado de Timurlengia euotica encontrado en el desierto de Kyzylkum, Uzbekistan
James Di Loreto, Smithsonian
Cráneo T.rex
Cráneo perteneciente a un Tyrannosaurus rex adulto.
AMNH
Héctor Rodríguez
Así se convirtió el Tyrannosaurus rex en el rey de los dinosaurios del Cretácico
En la historia evolutiva de la familia de los tiranosaurios –Tyrannosauridae- podemos encontrar una diversa variedad de especies y tamaños; desde el pequeño ejemplar conocido como tiranosaurio pigmeo - Nanuqsaurus hoglundi-
de apenas medio metro y que habitó las zonas más meridionales de
Norteamérica durante el Cretácico, hasta uno de los animales más
mortíferos que haya pisado la Tierra. El superdepredador por
antonomasia, auténtico rey de esta época geológica, y quién sabe si, de
no haberse producido la extinción masiva del límite Cretácico/Paleógeno, el de todas las demás. Hablamos del Tyrannosaurus rex.
Debido al insuficiente registro fósil, los paleontólogos creyeron durante mucho tiempo que la evolución esta familia de dinosaurios se produjo de forma gradual en el transcurso de unos 70 millones de años. Sin embargo, el reciente descubrimiento de nuevos fósiles revela que gran parte de esta
transición hacia los temibles monstruos en los que se convirtieron se
produjo concretamente al final de este periodo y de una manera más
dinámica de lo que apuntaban las primeras hipótesis.
Las claves sobre la vida de Timurlengia euotica permiten a los científicos comprender mejor la evolución de otros dinosaurios emparentados con el Tyrannosaurus
Hasta el momento, se sabía muy poco sobre cómo, hace 70 millones de
años, los tiranosaurios se convirtieron en los gigantes e inteligentes
depredadores que dominaron el paisaje del Cretácico. Ahora, los restos encontrados de Timurlengia euotica
-nombre con que ha sido bautizada esta nueva especie- datados en unos
90 millones de años, vienen a llenar un vacío de 20 millones de años en
el registro fósil del T.rex.
Hans Sues, director del departamento de paleobiología del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian y
su colega Alexander Averianov de la Academia Rusa de las Ciencias
encontraron los fósiles entre 1997 y 2006, durante una expedición
co-liderada por ambos en el desierto de Kyzylkum, Uzbekistán.
"Asia Central fue el lugar donde muchos de los grupos familiares de dinosaurios del Cretácico tenían sus raíces", comenta Sues, y afirma que "los
descubrimientos del desierto de Kyzylkum de Uzbekistán nos ayudan ahora
a trazar la historia temprana de estos animales, de los cuales, muchos,
florecieron más tarde en nuestra propia casa, América del Norte."
Sues y el equipo de paleontólogos dirigido por Steve Brusatte de la Universidad de Edimburgo estudiaron los fósiles
recogidos en la expedición descubriendo que se trataba de una especie
desconocida hasta el momento. Y aunque sin duda pertenece al linaje de
los tiranosaurios, desafortunadamente no se trata del antepasado directo
del T.rex.
Las claves sobre la vida de Timurlengia euotica permiten a
los científicos llenar los vacíos de conocimiento existentes hasta el
momento y comprender mejor la evolución de otros dinosaurios emparentados con el Tyrannosaurus.
Por lo que sabemos, Timurlengia tenía el tamaño de
un caballo, pudo llegar a pesar más de 300 kilogramos y estaba dotado de
patas muy largas que indican que probablemente fuera un poderoso
corredor. Según la descripción de Hans Sues: "Timurlengia
era un ágil cazador perseguidor de figura esbelta y atlética, además de
poseer unos dientes como cuchillas, adecuados para rebanar la carne".
Posiblemente, las presas sobre las que depredaba fueran varias de las
tempranas especies de herbívoros con pico de pato con las que compartía
su mundo.
"Los tiranosaurios tuvieron que ser más inteligentes antes de poder ser más grandes”
Respecto al cráneo, las calaveras fósiles encontradas confirman que
proporcionalmente poseía un tamaño menor al del T.rex. Sin embargo,
mediante técnicas de tomografía digital el equipo Brusatte reconstruyó
el cerebro de estos dinosaurios con el fin de recabar algunas
impresiones sobre su funcionamiento y desarrollo, revelando que antes
de que se produjera una evolución en tamaño de la especie, estos
tiranosaúridos ya habían desarrollado agudos sentidos y perfeccionado en
gran medida sus capacidades cognitivas.
Un ejemplo de estas habilidades era la capacidad de escuchar sonidos de baja frecuencia. Esto supuso una importante ventaja evolutiva en la carrera por alcanzar la cima de la cadena alimentaria durante el Cretácico. Y es que según Brusatte: “solo
después de que estos ancestrales tiranosaurios desarrollaran su cerebro
y los potentes sentidos de los que estaban dotados, se pudo producir un
incremento en su tamaño. Los tiranosaurios tuvieron que ser más
inteligentes antes de poder ser más grandes”.
Con todo esto, la imagen que se tiene de los antepasados del T. rex se asemeja en gran medida a Timurlengia euotica; un depredador del tamaño de un caballo con un gran cerebro y un oído tan agudo que dejaría en vergüenza a la especie humana.
Los primeros tiranosaúridos aparecieron durante el periodo Jurásico,
hace unos 170 millones de años, siendo tan solo un poco más grandes que
el ser humano. Unos 100 millones de años más tarde habían evolucionado
hasta convertirse en el T.rex que podía llegar a pesar hasta 7
toneladas. Los restos de esta nueva especie encontrada unos 80 millones
de años después de que el tiranosaurio apareciera por primera vez en el
registro fósil indican que el desarrollo de su gran tamaño se
produjo solamente al final de la larga historia evolutiva de la especie y
gracias a previo desarrollo de su cerebro.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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