En el año 2019, durante unas excavaciones en la localidad de Great Whelnetham, en el condado de Suffolk, los arqueólogos hicieron el misterioso y fascinante descubrimiento de cincuenta y dos esqueletos, diecisiete de los cuales habían sido extrañamente decapitados.
Cuando un ciudadano moría en la antigua Roma, el familiar más cercano debía recoger su último aliento con un beso y cerrar sus ojos. Los demás, rotos de dolor, debían llamarlo por su nombre varias veces para comprobar que realmente estaba muerto. Después, el cuerpo era depositado en el suelo donde se lavaba y ungía con sustancias aromáticas. Luego se exponía durante varios días sobre el lecho fúnebre para que todos sus allegados pudieran despedirlo. Era el principio de los rituales funerarios que acompañarían al difunto hasta su lugar de inhumación o incineración (ambos ritos se usaron en Roma) fuera de las murallas de la ciudad, adonde era trasladado en procesión. De hecho, los últimos kilómetros de vía que llevaban a Roma estaban jalonados por lápidas funerarias o pequeños monumentos que honraban la memoria de los difuntos.
UN HALLAZGO SORPRENDENTE
Pero lo que tradicionalmente los estudiosos conocían sobre los ritos y costumbres funerarias de los romanos iba a cambiar en 2019 cuando el arqueólogo Andrew Peachey, de la empresa Archeological Solutions, realizó un descubrimiento sorprendente en el transcurso de una excavación arqueológica en la localidad de Great Whelnetham, en el condado de Suffolk, en Inglaterra: los restos de cincuenta y dos esqueletos del siglo IV (un período en el que la presencia romana en Britania empezaba a disminuir), diecisiete de los cuales habían sido decapitados posmortem (en 2010, en York, la antigua Eboracum, aparecieron también los restos de unos romanos decapitados, pero en este caso al parecer fue perimortem). "No esperábamos encontrar tantos y tan bien conservados", explica un sorprendido Peachey. Y lo más excepcional del hallazgo radica en que a algunos de los difuntos los enterraron con la cabeza colocada entre las piernas.
UN ESQUELETO CON LA CABEZA DEPOSITADA ENTRE SUS PIERNAS.
Lo más excepcional de hallazgo de Great Whelnetham radica en que a algunos de los difuntos les enterraron con la cabeza colocada entre las piernas.
Desde 1964, los arqueólogos sabían que en la zona existía un gran asentamiento romano fundado en el siglo I d.C. De hecho, el condado de Suffolk se hallaba bajo el control de la tribu de los icenos cuando los romanos invadieron Britania en el siglo I, y hasta principios del siglo V d.C. fue un área intensamente poblada. Pero dado las características arenosas del terreno, lo esperable era que cualquier resto óseo hubiera desaparecido con el paso de los siglos. Así que la sorpresa fue mayúscula cuando durante las excavaciones empezaron a salir a la luz los restos de hombres, mujeres y niños que muy posiblemente habían habitado en aquel lugar. Peachey, responsable de las excavaciones, no ha podido explicar el motivo de esas decapitaciones, aunque sí se ha atrevido a sugerir una teoría: "Este parece ser un rito fúnebre realizado con precisión que podría estar asociado con un grupo en particular dentro de la población local".
UN ENTIERRO POCO HABITUAL
Según los investigadores, no es extraño encontrar en los cementerios romanos algunos enterramientos poco habituales, pero el caso de Suffolk es realmente curioso. De los cincuenta y dos esqueletos, tan solo diecisiete fueron enterrados en posición "supina", es decir acostados boca arriba. El resto fueron enterrados boca abajo, en una posición agachada o de espaldas, con la cabeza entre las piernas o los pies. Otro hecho curioso es que cuatro de las cabezas estaban colocadas junto a cuerpos que no eran los suyos. "A excepción de tres o cuatro cementerios en todo el país, es muy raro hallar una proporción tan alta de enterramientos atípicos en una necrópolis romana. En este caso podríamos considerar este tipo de enterramientos normales entre esa comunidad", según Peachey.
LOS ARQUEÓLOGOS EXCAVAN EN GREAT WHELNETHAM, EN EL CONDADO DE SUFFOLK.
Otro hecho curioso es que cuatro de las cabezas estaban colocadas junto a cuerpos que no eran los suyos.
Peachey destaca asimismo el hecho de que los fallecidos no habían sido ejecutados. Los investigadores, así, piensan que tras la muerte sus cabezas fueron separadas con cuidado del cuerpo, cortadas desde delante, justo detrás de la mandíbula, más como si se tratase de una operación quirúrgica que no una simple ejecución en la que se cortaba la cabeza de manera violenta. Una posible explicación, según el arqueólogo, es que esta fuera una práctica funeraria llegada desde otro lugar y que fuera traída por "mano de obra o incluso esclavos de una finca situada en otro territorio del Imperio romano". Para salir de dudas, el estudio de las proteínas y de los isótopos de los huesos podría aclarar la procedencia de estas personas. En todo caso, Peachey ha planteado la hipótesis de que ese singular ritual formara parte de un culto muy específico en el que se veneraba la cabeza humana como parte del alma. De hecho, el sistema de creencias de algunas tribus celtas prerromanas relacionaba las decapitaciones con la liberación del espíritu.
PERSISTE EL MISTERIO
Lo que sí se sabe de estas personas es que la mayoría vivieron hasta una edad bastante avanzada para la época, aunque también había un niño de corta edad y dos un poco más mayores, de unos nueve o diez años. Los torsos de estos esqueletos estaban bastante desarrollados, lo que sugiere que muy posiblemente realizasen duras tareas agrícolas: "Estaban bien nutridos y varios tenían brazos y cuerpos muy robustos, acordes con una población agrícola trabajadora", comenta Peachey. Sin embargo, el análisis de la dentadura de alguno de los esqueletos reveló que la dieta de estos individuos era alta en azúcares naturales y carbohidratos, y que la higiene bucal no era la adecuada: a la mayoría de los esqueletos les faltaban piezas dentales y sufrían abscesos. Aparte de estos problemas dentales, algunos padecieron tuberculosis, algo que era muy común en las comunidades agrícolas de la época. El equipo de arqueólogos también descubrió una gran zanja repleta de diversos elementos de la vida cotidiana como platos de color rojo brillante importados de la Galia, vasos de colores decorados con ciervos y dos elaborados peines, aunque en ninguna de las tumbas se descubrió un ajuar funerario que indicara la posición social del difunto.
UNO DE LOS ESQUELETOS DECAPITADOS DE GREAT WHELNETHAM.
Tras la excavación, los huesos fueron trasladados al museo de Suffolk para continuar con su estudio. "La siguiente parte es dar vida a su historia para conocer más sobre el devenir histórico de la aldea y de Suffolk en general", ha concluido Peachey.
NATIONAL GEOGRAPHIC
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