Tras la caída de la isla de Guam en manos del ejército norteamericano, Shoichi Yokoi, un sargento del Ejército Imperial Japonés, decidió ocultarse en la selva para preservar su honor y no entregar las armas al enemigo. Allí pasó casi tres décadas en completa soledad hasta que fue encontrado en 1972 por unos cazadores. A su regreso a Japón, Yokoi fue recibido con todos los honores y se convirtió en un héroe nacional.
Fotografía de Soichi Yokoi con el uniforme de sargento del Ejercito Imperial Japonés.
"Lo invadió el pánico", recuerda su sobrino, Omi Hatashin. Y es que cuando Shoichi Yokoi, sargento del ejército imperial japonés, fue descubierto por un grupo de cazadores en la isla de Guam, un pequeño archipiélago del Pacífico, estaba convencido de que su vida corría peligro si caía en manos de los soldados norteamericanos. Atemorizado por la presencia de otros seres humanos después de más de casi treinta años de soledad, el soldado intentó incluso arrebatarles un fusil para defenderse, sin embargo su extrema debilidad se lo impidió y fue fácilmente reducido. Aquí se explica su sorprendente historia.
PROHIBIDO RENDIRSE
Nacido el 31 de marzo de 1915 en Aisai, una ciudad de la prefectura de Aichi, en Japón, Soichi tomó el apellido de su madre, Oshika, tras las separación de sus padres, y cuando su madre volvió a casarse, el joven adoptó el apellido de su padrastro: Yokoi. Tras graduarse en la escuela primaria, trabajó unos años como aprendiz en una sastrería hasta que en 1941 fue reclutado por el Ejército Imperial para el servicio activo. El primer destino del joven Yokoi fue la 29ª división de infantería acantonada en Manchukuo (Manchuria), un estado títere localizado al noreste de China y que comprendía parte de Mongolia Interior. En 1943, Yokoi fue trasladado al 38º regimiento destacado en las Islas Marianas, en el Pacífico.
El primer destino del joven Yokoi fue la 29ª división de infantería acantonada en Manchukuo (Manchuria), un estado títere localizado al noreste de China y que comprendía parte de Mongolia Interior.
El ejército estadounidense patrulla en busca de soldados japoneses escondidos en la selva.
Lo que Shoichi Yokoi no podía saber entonces era que su particular pesadilla estaba a punto de comenzar. De hecho lo hizo en el mes de julio de 1944, cuando el ejército estadounidense invadió la isla de Guam como parte de su ofensiva contra los japoneses en el Pacífico. Los combates fueron intensos y muy duros. Las tropas japonesas tenían a más de 22.000 hombres destacados en la isla, la mayoría de los cuales perdieron la vida durante los enfrentamientos. Pero no todos murieron o se rindieron. Con la guerra perdida, el código de honor japonés les impedía rendirse. Según el sobrino de Yokoi, su tío "temía que lo hicieran prisionero, lo que era la gran vergüenza para un soldado japonés y su familia en Japón", por lo que Yokoi y otros diez soldados más se escondieron en la selva huyendo de los estadounidenses. Algunos más seguían luchando como zan-ryu Nippon hei (rezagados) hasta que eran abatidos. Muchos de ellos desoyeron expresamente la orden del alto mando japonés de deponer las armas y a otros no les llegó tal orden porque la línea de mando se había roto.
LA SOLEDAD DE LA JUNGLA
Para no ser capturados durante su huida, los fugados, a medida que avanzaban por la selva, iban borrando su rastro. Su vida en la jungla era penosa y muy dura, por lo que muy pronto el grupo inicial se vio reducido a seis miembros que para sobrevivir se alimentaban de sapos venenosos, de anguilas de río y de ratas. Con el temor constante de ser de descubiertos, los fugitivos se fueron adentrando cada vez más en la espesura. Al final la mayoría prefirió volver y entregarse, pero dos hombres y el propio Yokoi decidieron seguir adelante y no deponer las armas. Con el paso de los meses, los tres soldados decidieron separarse por su propia seguridad, y Yokoi se instaló en solitario en una cueva cerca de las cascadas del río Talofofo, donde se construyó un refugio. Allí pasaría las siguientes décadas.
Con el paso de los meses, Yokoi y sus dos compañeros decidieron separarse por su propia seguridad, y Yokoi decidió instalarse en solitario en una cueva cerca de las cascadas del río Talofofo, donde se construyó un refugio.
Un soldado japonés se rinde a los estadounidenses durante la invasión de la isla de Guam.
Con el paso del tiempo, su ropa de militar fue desintegrándose poco a poco, por lo que se valió de plantas y de cualquier otro recurso de la naturaleza que tuviese a su alcance para confeccionarse ropa nueva, incluso sandalias, y fabricar diversos utensilios para su supervivencia, como cantimploras, mochilas y otros objetos para protegerse de los elementos. De hecho, llegó a construir un telar con el que tejió su propia ropa con fibras de coco. Su alimentación consistía en frutas silvestres, ranas, ratas, caracoles, y anguilas y camarones que pescaba con trampas que él mismo fabricó. Incluso enfermó de tifus y de malaria, pero logró sobrevivir. A pesar de estar solo, Yokoi visitaba ocasionalmente a sus otros dos compañeros, que se habían establecido en otra parte de la isla. Pero un día del año 1964 los halló muertos a causa de las inundaciones que habían asolado la isla aquel año y a la falta de alimento. Ahora sí que definitivamente Yokoi estaba complemente solo.
MUERTE ANTES QUE DESHONOR
Yokoi vivió de este modo hasta el 24 de enero de 1972. Aquella noche, se disponía ir a pescar como hacía siempre y a comprobar las trampas que había puesto cuando fue sorprendido por dos cazadores. Por entonces Yokoi tenía 57 años y estaba muy débil tanto física como emocionalmente. Asustado, pidió clemencia a aquellos hombres pensando que se trataba de soldados enemigos. Tal era su desesperación que llegó a pedirles que lo mataran allí mismo antes de ser capturado y perder su honor. Poco a poco logró tranquilizarse y se fue dando cuenta de que aquellos cazadores no eran hostiles y que lo que en realidad estaban haciendo era rescatarle. Fueron los propios cazadores quienes le explicaron que la guerra hacía mucho tiempo que había terminado, y que Japón la había perdido.
El 24 de enero de 1972, Yokoi fue sorprendido por dos cazadores. Asustado, pidió clemencia a aquellas personas pensando que eran soldados enemigos. Tal era su desesperación que llegó a pedir que lo mataran antes de ser capturado y perder su honor.
Un grupo de prisioneros japoneses son trasladados a Hawáii.
Aquel mismo año, Shoichi Yokoi fue repatriado. Durante el vuelo de regreso, no pudo evitar romper a llorar cuando sobrevoló el emblema de Japón: el monte Fuji. En su país fue recibido por mas de cinco mil personas y sus primeras palabras fueron: "Es vergonzoso, pero he vuelto". Con el tiempo esta frase se convertiría en un dicho popular en todo Japón. En entrevistas posteriores, Yokoi explicó cómo logró sobrevivir en condiciones tan terribles durante tanto tiempo: "Seguí viviendo por el bien del emperador y creyendo en el emperador y en el espíritu japonés". Asimismo, admitió sentirse "extraño" por haber vuelto y por convertirse en una persona célebre de la noche a la mañana. A partir de entonces, su recién adquirida fama lo llevó a la radio y a la televisión (incluso fue comentarista en este medio), y también se rodó un documental sobre sus veintiocho años de vida en las selvas de Guam que se estrenó en el año 1977.
REGRESO A GUAM
La reaparición de Yokoi convenció al gobierno japonés de llevar a cabo una misión de búsqueda de soldados que pudieran permanecer aún perdidos en las islas del Pacífico, aunque realmente no lograron encontrar a casi ninguno (los únicos a los que pudieron localizar fueron al teniente Hiroo Onoda y al soldado Teruo Nakamura en 1974). Por su parte, Yokoi volvió a casarse y a rehacer su vida, pero sus allegados aseguraban que siempre se sintió un forastero en aquel mundo que para él resultaba tan tecnológico y moderno. Aquella sensación lo llevaría en varias ocasiones a viajar al lugar donde pasó tantos años de su vida: Guam. Allí pudo comprobar que gozaba de cierta fama y emocionado se enteró de que el museo local le había dedicado una pequeña sección donde exponía algunas de las herramientas que él había fabricado con sus manos. Shoichi Yokoi murió el 22 de septiembre de 1997 de un ataque al corazón. El "Robinson Crusoe" japonés se convirtió en un símbolo nacional y en un ejemplo de la fortaleza y la perseverancia que el ser humano es capaz de desarrollar para lograr sobrevivir en las condiciones más adversas.
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