Una fuente valiosísima de información para conocer mejor la historia son, sin duda, los esqueletos. A través de ellos podemos conocer datos de una época como la esperanza de vida, el clima, la dieta, las condiciones de trabajo o los movimientos migratorios de las poblaciones que habitaron la Tierra en tiempos remotos.
El estudio de los esqueletos de época bajomedieval enterrados en varios cementerios de Cambridge ha puesto de manifiesto que sus habitantes corrían un alto riesgo de sufrir accidentes e incidentes violentos
¿cómo es posible saber tantas cosas acerca de épocas de las que no tenemos documentos, o incluso no se había inventado la escritura? Entre otras aproximaciones, los esqueletos son una gran fuente de información acerca de la gente que vivió hace muchos siglos: los huesos nos pueden ayudar a conocer detalles como la dieta o la esperanza de vida de las distintas clases sociales, el clima o las enfermedades y las condiciones de trabajo de la población, entre otras cosas.
Pero obtener estos datos dista de ser fácil: para que sean fiables hay que disponer de muestras abundantes y relevantes, compararlas entre los distintos lugares y épocas, y realizar estudios interdisciplinarios que, a partir de toda la información disponible, permitan construir un relato coherente. Aun así, examinando una muestra significativa de esqueletos se pueden saber ya muchas cosas.
LO QUE NOS DICEN LOS ESQUELETOS
Los datos más inmediatos que se pueden extraer de un esqueleto de forma directa son el sexo del individuo y la altura. El sexo solo puede ser definido a partir de la pubertad, cuando los huesos evolucionan de manera diferente en hombres y mujeres; y hay dos partes del cuerpo de las cuales se puede deducir: la zona pélvica, más ancha en las mujeres; y el cráneo, que en los hombres generalmente presenta formas más marcadas en ciertos puntos como el mentón y la órbita de los ojos. En cuanto a la altura, se puede determinar incluso si faltan partes del esqueleto midiendo los huesos de las extremidades y aplicando unas fórmulas que permiten calcular las medidas totales de forma muy precisa.
Examinando un esqueleto se puede saber el sexo, la altura, la edad e incluso la etnia a la que pertenecía un individuo
La edad en el momento de la muerte, en cambio, es el factor con más margen de error. Se puede determinar de forma muy precisa si el individuo murió durante la infancia o la adolescencia, puesto que los huesos se desarrollan a un ritmo establecido; en el caso de los niños, además, se suele tener como elemento adicional la dentadura, que puede revelar la edad a partir de la presencia de dientes de leche u observando cuáles son las piezas que se han desarrollado totalmente. Por el contrario, determinar la edad de los adultos es más complicado ya que el esqueleto ha dejado de crecer. Generalmente se establece a partir del estado de aquellos huesos que sufren un desgaste similar en la mayoría de las personas independientemente de las actividades que realicen, como las articulaciones: mientras que en los adultos jóvenes el hueso presenta unas protuberancias onduladas, a medida que la edad es más avanzada la superficie se vuelve más lisa.
Los esqueletos permiten, además, tener una idea general de los grupos de población que habitaban un lugar en un determinado periodo. El elemento más relevante para esto es el cráneo, que a partir de ciertas características como el hueso nasal permite hacer una aproximación de la etnia del individuo. El cambio generalizado en dichas características en esqueletos de distintos periodos es una señal de movimientos migratorios masivos, generalmente atribuibles a una expansión armada, como puede ser el caso del Imperio Mongol.
DETECTIVES DEL PASADO
El estudio detallado de los esqueletos puede revelar además un montón de información sobre los hábitos de las poblaciones y sobre el mundo en el que vivían. Los datos directos que se pueden extraer tienen que ver con la dieta y las enfermedades.
Muchas enfermedades dejan rastros sobre el esqueleto que son fácilmente identificables, especialmente en el caso de aquellas que históricamente han estado muy extendidas. Uno de los ejemplos más habituales es la artritis reumatoide, que provoca deformidades muy características en las articulaciones. Otra de las enfermedades más habituales, la tuberculosis, provoca a largo plazo deformidades en la columna vertebral, cuando las bacterias causantes infectan el esqueleto a través del torrente sanguíneo.
EL PAPIRO EBERS
Datado en el octavo año de reinado de Amenhotep I (alrededor del 1517 a.C.), es considerado la fuente primaria más completa sobre la medicina del antiguo Egipto y uno de los documentos médicos más antiguos que existen.
Algunas de estas dolencias nos pueden dar también información sobre los hábitos de vida de los individuos. Por ejemplo: la gota, fácilmente identificable por la inflamación del dedo gordo del pie, suele ser consecuencia de una dieta rica en determinados tipos de alimentos, como las carnes rojas y el marisco. Puesto que dichos caprichos, históricamente, solo estaban al alcance de los más ricos, encontrarlos en un esqueleto indica posiblemente que se trataba de un individuo de alto estatus social y muy probablemente un hombre, ya que esta dolencia tiende a desarrollarse sobre todo en el sexo masculino.
Cuando una muestra significativa de individuos presenta una alta incidencia de determinadas enfermedades, se pueden obtener también indicios sobre el modo de vida de una sociedad e incluso sobre el clima de la época: dos ejemplos claros son nuevamente la tuberculosis, que se desarrolla prevalentemente en ambientes fríos y húmedos; y la gota, que si está muy difundida es indicativa de que se trataba probablemente de una sociedad cazadora.
Pero la mayor fuente de información en estos casos procede de las fracturas de los huesos: no solo son marcas de trabajos pesados o de heridas intencionales, sino que observando la frecuencia con que aparecen fracturas curadas en los esqueletos se puede deducir de forma aproximada la mortandad a causa de ellas o de las infecciones resultantes. Incluso, si se encuentran dichas señales en esqueletos infantiles de forma generalizada, es una pista de que los niños empezaban a trabajar muy jóvenes.
Todas estas informaciones, sin embargo, no son concluyentes por sí mismas, ya que en la medida de lo posible tienen que apoyarse con registros históricos, análisis de ADN o datos resultantes del examen arqueológico de otros elementos, como los restos de comida. Pero resulta especialmente valiosa en el caso de poblaciones de las que no se tienen registros históricos, generalmente porque no conocían la escritura. En ese caso, los esqueletos son lo más cercano a unos testigos que pueden tener los arqueólogos, sobre quienes recae la tarea de hacer de detectives del pasado.
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