Algunas teorías defienden que la Luna pudo haber sido muy activa magnéticamente al principio de su historia, un misterio que ha confundido a los científicos desde que el programa Apolo de la NASA trajera las primeras muestras de nuestro satélite en 1969.
El primer geólogo en la Luna
El astronauta Harrison Schmitt de la misión Apolo 17 recolecta muestras en la superficie de la Luna.
31 de enero de 2022, 11:05 | Actualizado a
Las rocas que regresaron a la Tierra durante el programa Apolo de la NASA han proporcionado volúmenes de información sobre la historia de la Luna. Sin embargo, también han sido la fuente de un misterio hasta ahora sin resolver.
Hoy en día nuestra Luna es poco más de una roca inerte; carece de atmósfera, de agua y también de campo magnético. No obstante, lo que el análisis de las rocas recogidas en las distintas misiones del programa Apolo parecían indicar era que estas se habrían formado en presencia de un campo magnético que incluso podría haber llegado a rivalizar con el de la propia Tierra. ¿Cómo podía ser esto posible, sobre todo cuando la Luna apenas posee algo más de 1% de la masa de nuestro planeta?
"Todo lo que sabemos hasta ahora sobre cómo los núcleos planetarios generan sus campos magnéticos nos dice que un cuerpo del tamaño de la Luna no debería ser capaz de generar un campo magnético tan fuerte como el de la Tierra", cuenta Alexander Evans, profesor asistente de y Ciencias de la Tierra, Ambientales y Planetarias de la Universidad de Brown.
Evans es autor, junto con la profesora de la Universidad de ciencias geológicas y experta en paleomagnetismo de la universidad Standford, Sonia Tikoo, de un novedoso estudio que bajo el título An episodic high-intensity lunar core dynamo, se publica esta semana en la revista Nature Astronomy, y en el que defienden que las formaciones rocosas gigantes que se hundieron a través del manto de la Luna cuando esta se encontraba aún en sus primeros estadios de formación podrían haber sido los responsables del tipo de convección interior que genera los fuertes campos magnéticos característicos de los planetas rocosos. Según los investigadores, estos procesos podrían haber producido campos magnéticos intermitentes y de alta intensidad durante los primeros mil millones de años de la historia de la Luna.
Roca lunar extraída durante la misión Apolo14
Una dinamo planetaria
Los cuerpos planetarios producen campos magnéticos a través de lo que se conoce como dínamo de núcleo, un proceso en el que el calor que se disipa lentamente desde el interior de un planeta somete a movimientos de convección a los metales fundidos en su núcleo. Esta agitación constante de material eléctricamente conductor es lo que produce, por ejemplo, el campo magnético de la Tierra, el cual nos protege de la radiación solar.
Sin embargo, la Luna carece en la actualidad de un campo magnético, y los modelos sugieren que su núcleo, por pequeño, probablemente careció de la fuerza convectiva necesaria para generar un campo magnético fuerte y continuo. “Para que un núcleo tenga una fuerte agitación convectiva, necesita disipar una gran cantidad de calor”, explica Evans. “Pero este nuevo estudio muestra que las grandes rocas que se hundieron al principio de su historia podrían haber proporcionado impulsos convectivos intermitentes que generaron un campo magnético”.
Una teoría alternativa para el magnetismo lunar
Se cree que a comienzos de su formación, la Luna estuvo cubierta por un océano de roca fundida. A medida que este vasto océano de magma comenzó a enfriarse y solidificarse, los minerales más densos se hundieron hasta el fondo, mientras que los más livianos formaron la corteza.
Hipotético magnetismo lunar pasado
Si la Luna hubiera poseído un campo magnético en el pasado, este habría protegido al satélite del viento solar
Entre ambos extremos, el magma líquido restante era rico en titanio y en elementos que producían calor como el torio, el uranio y el potasio, por lo que tardó un poco más en solidificarse. Pero una vez solidificado y cristalizado este magma más tardío (y pesado) rico en titanio comenzó a hundirse.
Así, cuando cada una de estas masas de roca llegó al núcleo de la Luna, que se encontraba mucho más caliente, produjeron un desajuste de temperatura suficiente como para reiniciar nuevas oleadas de convección susceptibles de reactivar un campo magnético lunar tan fuerte o incluso más que el de la Tierra. “Podría haber habido hasta 100 de estos eventos de hundimiento durante los primeros mil millones de años de existencia de la Luna” explica Evans, “y cada uno podría haber producido un fuerte campo magnético que duró aproximadamente un siglo”, concluye.
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