Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., En 1707, en plena Guerra de Sucesión, un flota de 21 buques
comandada por el Almirante Shovell, que había participado en el sitio de
Tolón y regresaba a Gran Bretaña, sufrió las consecuencias de las
dificultades que entonces entrañaba establecer con precisión la posición
en el mar. El almirante, convencido de que ya se encontraba en el Canal
de la Mancha, pero en realidad desviado de su rumbo por las tormentas,
estrelló cuatro de sus navíos contra las Islas Sorlingas, perdiendo más
de 1.400 vidas, en uno de los peores desastres navales de la historia.
La tecnología disponible entonces permitía conocer la latitud
observando los astros, pero no así la longitud. En la “navegación por
estima” la longitud se estimaba a partir de la dirección y la velocidad,
medidas respectivamente con una brújula y una corredera. En viajes
largos, los errores se podían acumular con desastrosas consecuencias.
Al
igual que Shovell, en la ciencia en Galicia hemos estado navegando por
estima, de tal suerte que, tras muchos años de travesía, no podemos
estar seguros de dónde nos encontramos realmente. Con frecuencia se
escucha decir, en contraposición a la docencia, que la medida de la
calidad en investigación es una tarea prácticamente resuelta. Pero los
indicadores disponibles se emplean a menudo tan mal que nuestra ciencia
vive en lo que podríamos llamar “la ilusión de la longitud”. ¿Cuál es su
origen? A principios de los años 90 en España se publicaban tan pocos
artículos científicos que entonces era esencial promover que los
investigadores publicasen. Y éstos pusieron tal denuedo que, veinte años
después, habíamos conseguido ser la novena potencia mundial en número
de publicaciones. Desgraciadamente, cantidad no equivale a calidad: si
medimos el impacto de nuestra ciencia usando el número de citas por
documento publicado, entonces caemos al 16º lugar mundial.
Casi
nada se ha hecho por remediar esta situación: aun reconociendo tímidos e
incipientes intentos por valorar la calidad, la evaluación del
desempeño de nuestros científicos sigue siendo una cuestión de kilos. En
las convocatorias de la Xunta o los planes de promoción de las
universidades, prácticamente todos los méritos se miden al peso y sin
atender a las enormes diferencias en las reglas y hábitos propios de
cada disciplina. Esto contrasta con lo que ocurre en otros sistemas
científicos más avanzados, donde para la selección y promoción de los
investigadores se examinan unos pocos méritos, los más relevantes.
La Fundación Barrié ha tenido el acierto de elaborar un informe sobre la “Ciencia en Galicia” (http://www.fundacionbarrie.org/es/documentacion/cat_view/51-informes-de-ciencia/52-informes-completos)
que da un decisivo paso para disipar la ilusión de la longitud,
reconociendo que cualquier clasificación de investigadores en diferentes
áreas no tiene sentido si no se normalizan con relación a sus homólogos
internacionales, igual que es absurdo hacer un ránking deportivo de
máximos anotadores sin distinguir entre jugadores de fútbol o
baloncesto.
Si Shovell hubiese tenido un GPS, no hubiese
destrozado su flota contra las Sorlingas; ahora que somos conscientes de
nuestra posición, sería imperdonable que nuestra ciencia siguiese
navegando sin un rumbo claro.
Sobre el autor:
Fernando Pérez González
Catedrático Depto. Teoría de la Señal y Comunicaciones, Universidad de Vigo
Director General Gradiant, Centro Tecnolóxico de Telecomunicacións de Galicia
Miembro del panel de expertos de la publicación ‘La ciencia en Galicia’ de la Fundación Barrié
EFE
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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