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viernes, 1 de junio de 2018

HISTORIA: NORTEAMÉRICA .- ESPAÑA.- NATIONAL GEOGRAPHIC .- CONQUISTA ESPAÑOLA .- Hernando de Soto, descubridor de Norteamérica

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., el español Hernando de Soto, fue quien descubrió gran parte de lo que se llama Los Estados Unidos de América, este conquistador  español; desembarcó en la Bahía de Espíritu Santo (Tampa).
En 1539 partía desde Cuba al frente de una flota de nueve navíos, con 650 hombres y 237 caballos a bordo. La expedición desembarcó en Florida, en la bahía de Tampa o Espíritu Santo.
La expedición desembarcó en Florida, en la bahía de Tampa o Espíritu Santo. Dejando los barcos anclados y un retén de soldados para cubrir la retaguardia y poder mantener la comunicación con Cuba, Soto se adentró en una región insalubre, plagada de pantanos, con un calor húmedo insoportable y habitada por nativos hostiles que tenían muy mal recuerdo del paso de la hueste de Narváez.
"Con la llegada de la primavera la expedición continuó hacia el noroeste hasta encontrar, el 8 de mayo de 1541, un inmenso río que los nativos llamaban Meatt-Massipí (Misisipi) y que los españoles bautizaron como río Grande o del Espíritu Santo. Soto y sus hombres cruzaron el Misisipi en un punto próximo a la actual Memphis (como en la imagen). Hicieron cuatro piraguas y cada una transportó 60 hombres y cinco o seis caballos."

http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/hernando-soto-descubridor-norteamerica_12286
Tras desembarcar en Tampa en 1539, el explorador español vagó durante tres años por Norteamérica y murió antes de encontrar las inmensas riquezas con las que había soñado

Desembarco de Soto en la bahía de Espíritu Santo (Tampa), en 1539. Ilustración del American Aboriginal Portfolio, publicado en 1853.
Hernando de Soto quedó fascinado por las historias que se contaban de la Florida y logró de Carlos V una licencia para explorar esas tierras. Ansioso por superar las conquistas de Cortés y de Pizarro, Soto se ofreció a costear una expedición al interior de la Florida.
Foto: Newberry Library / Age fotostock

Hernando de Soto. Grabado coloreado
En 1539 partía desde Cuba al frente de una flota de nueve navíos, con 650 hombres y 237 caballos a bordo. La expedición desembarcó en Florida, en la bahía de Tampa o Espíritu Santo.
Foto: Prisma / Album
 
Descubridor de Norteamérica
La expedición de Soto fue un rotundo fracaso. Los españoles no hallaron las ciudades esplendorosas con las que soñaban ni un lugar donde asentarse, pero iluminaron una enorme porción de la geografía norteamericana. Recorrieron Florida, Georgia, Alabama, Arkansas y Luisiana. Llegaron a los montes Apalaches y cruzaron el río Misisipi, por el que salieron de nuevo al mar.
Foto: Alamy / Aci

Colgante de un pueblo del Misisipi. Museo estatal, Tenessee
Hombres del cielo
En casqui, un "cacique de paz" dijo a los españoles que "hacía mucho tiempo que tenía noticia de nosotros y que sabía que éramos hombres del cielo y que no nos podían hacer mal sus flechas, y por eso no querían guerra ninguna con nosotros, sino servirnos" (Biedma).
Foto: Uig / Album

El sinuoso Misisipi
Con la llegada de la primavera la expedición continuó hacia el noroeste hasta encontrar, el 8 de mayo de 1541, un inmenso río que los nativos llamaban Meatt-Massipí (Misisipi) y que los españoles bautizaron como río Grande o del Espíritu Santo. Soto y sus hombres cruzaron el Misisipi en un punto próximo a la actual Memphis (como en la imagen). Hicieron cuatro piraguas y cada una transportó 60 hombres y cinco o seis caballos.
Foto: Cameron Davidson / Getty images

El Misisipi, la tumba de Soto
Hernando de Soto murió de fiebre tifoidea el 21 de mayo de 1542. Fue enterrado en una hoya de terreno cerca del río Misisipi, pero sus compañeros, temiendo que los indios pudieran profanar la tumba, lo desenterraron, lo introdujeron en el hueco de un tronco con lastre y lo arrojaron al río, como muestra este grabado de John Sartain.
Foto: Granger / Age fotostock
José María González Ochoa
31 de mayo de 2018
 
Hernando de Soto, descubridor de Norteamérica
Desde el viaje de Solís y Pinzón (1508-1509) por el golfo de México, los españoles supieron con seguridad que al norte de las Antillas existían extensas regiones a las que pronto rodearon de un halo de misterio y fantasía, dotándolas de un atractivo irresistible. Desde ese momento, varias fueron las expediciones que se adentraron por el sur del subcontinente norteamericano.
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En 1513, Juan Ponce de León alcanzó las costas de la Florida, bautizándola así por hallarlas el día de la Pascua Florida. En 1521 organizó una expedición más ambiciosa en la que perdió la vida. Las navegaciones de Álvarez de Pineda (1521), Esteban Gómez (1524-1525) y Vázquez de Ayllón (1526) proporcionaron los contornos bien definidos de la costa sur norteamericana, al tiempo que se difundían historias sobre las fabulosas riquezas que poseerían los indios de esas regiones. En 1528, Pánfilo de Narváez encabezó una expedición de colonización a Florida que terminó con la muerte de casi todos sus miembros, unos 250 hombres. Dos supervivientes de esta empresa, el franciscano Marcos Niza y Vaca de Castro, expandieron entre autoridades y aventureros la idea de que en la Florida había un nuevo El Dorado.
De vuelta a España, fascinado por las historias que se contaban de la Florida, logró de Carlos V una licencia para explorar esas tierras
Uno de estos exploradores fue Hernando de Soto. Este extremeño había amasado una gran fortuna desde 1514 en Centroamérica y en la conquista del reino inca del Perú junto a Francisco Pizarro en 1532. De vuelta a España, fascinado por las historias que se contaban de la Florida, logró de Carlos V una licencia para explorar esas tierras. Ansioso por superar las conquistas de Cortés y de Pizarro, Soto se ofreció a costear una expedición al interior de la Florida a cambio de que la Corona obtuviese el 50 por ciento de los beneficios y a él se le nombrara adelantado de las tierras por descubrir y gobernador de Cuba. El acuerdo fue sellado el 20 de abril de 1538. Un año después partía desde Cuba al frente de una flota de nueve navíos, con 650 hombres y 237 caballos a bordo.
La expedición desembarcó en Florida, en la bahía de Tampa o Espíritu Santo. Dejando los barcos anclados y un retén de soldados para cubrir la retaguardia y poder mantener la comunicación con Cuba, Soto se adentró en una región insalubre, plagada de pantanos, con un calor húmedo insoportable y habitada por nativos hostiles que tenían muy mal recuerdo del paso de la hueste de Narváez.

Desembarco en Florida

Los hombres de Soto se llevaron una sorpresa cuando de repente apareció un hombre tatuado y vestido con falda de hierba y taparrabos que se dirigió a ellos en español. Se trataba del sevillano Juan Ortiz, un miembro de la expedición de Narváez que había sido capturado por los indios doce años atrás y que ahora se puso al servicio de Soto como guía e intérprete.
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El conquistador extremeño había llegado a la Florida convencido de que encontraría tesoros como el que Pizarro obtuvo en Perú, pero Ortiz le dijo que no tenía noticias de que hubiera oro en la región. Pese a ello, Soto decidió continuar la marcha. Los expedicionarios alcanzaron en unos meses los montes Apalaches. Soto envió un puñado de hombres de vuelta a Cuba para dar noticias de la expedición y conseguir más hombres y provisiones, aunque los navíos de socorro enviados por la esposa de Soto jamás llegaron a contactar con los expedicionarios.
Sin noticias ni provisiones ni rumbo conocido, en marzo de 1540 Hernando de Soto y sus hombres reanudaron la exploración alentados por las noticias que les dieron algunas tribus sobre la reina de Cofitachequi, un país que suponían rico en oro y perlas. Antes pasaron por otros territorios indios en los actuales territorios de Georgia y Carolina del Sur: los creek inferiores, el pueblo de Toa, los ichisis, los indios de Atamaha... Los caudillos indios les regalaban comida, los alojaban e incluso les ofrecían porteadores, pero los españoles no veían oro por ningún sitio. Cuando llegaron finalmente a Cofitachequi, la reina los recibió con grandes ceremonias y los llevó hasta un rico palacio. Pero los exploradores descubrieron pronto que todo el metal que tenían los indios procedía de unas pobres minas de cobre.
Los exploradores descubrieron pronto que todo el metal que tenían los indios procedía de unas pobres minas de cobre
Para entonces, el frío y las epidemias habían provocado la muerte de la mayoría de los indios auxiliares, por lo que al pesado avance de los españoles se unía el tener que arrastrar los bastimentos. Sin destino claro atravesaron Carolina del Norte y Tennessee, y descendieron hacia la costa sur por Alabama. Al llegar a cada pueblo indio, Soto secuestraba al jefe y exigía la entrega de comida, porteadores y mujeres que les sirvieran.
En noviembre, los supervivientes llegaron al territorio de los indios choctaw, al sur del actual estado de Alabama. En Atahachi, Soto encontró al jefe Tascalusa, a quien se llevó hasta la siguiente etapa de su avance, Mabila (quizá la actual Mobile). Allí los españoles fueron recibidos con bailes y regalos, pero uno de ellos descubrió que cientos de guerreros estaban agazapados listos para atacarlos. Tras un incidente en que un español le cortó el brazo a un indio, "comenzaron todos a tirarnos flechas, unos por dentro de las casas y otros por fuera, y nos fue forzado salir huyendo del Pueblo", escribió el expedicionario Hernández de Biedma. Hernando de Soto decidió sitiar el pueblo y asaltarlo a sangre y fuego. La ciudad fue incendiada, y los choctaw, masacrados. El mismo Biedma recordaba que los indios "pelearon como brabos leones; matámoslos todos, unos con el fuego, otros con las espadas, otros con las lanzas". Por parte española murieron 20 hombres y hubo 250 heridos, incluido Hernando de Soto, flechado en un glúteo, lo que le impedía cabalgar.

Expedición fantasma

El adelantado decidió continuar hacia el norte arrastrando tras de sí a una hueste cada vez más desmoralizada, convencida ya de no encontrar nada salvo la muerte. El invierno les obligó a buscar refugio y descanso. En el poblado de Chizaca aguantaron el frío, el hambre y el acoso de los indios. Con la llegada de la primavera continuaron hacia el noroeste hasta encontrar, el 8 de mayo de 1541, un inmenso río que los nativos llamaban Meatt-Massipí (Misisipi) y que los españoles bautizaron como río Grande o del Espíritu Santo. Construyeron balsas para cruzar la enorme corriente de agua y siguieron hacia el sudoeste, con la esperanza de alcanzar la inexistente riqueza y el Pacífico como camino de regreso. El nuevo invierno les sorprendió en el poblado de Utiange, hoy Camden (Arkansas).
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A mediados de marzo de 1542, sólo seguían vivos la mitad de los hombres que partieron de Cuba. Convencido ya de su fracaso, Soto cambió de rumbo, enfiló hacia el sur y en abril alcanzó de nuevo el Misisipi. Intentando vadear el río, el extremeño se sintió afiebrado y moriría pocos días después.
Su lugarteniente Luis Moscoso quedó al mando de la expedición e intentó llegar a México por tierra. Ante la imposibilidad de cruzar el río Trinidad, los expedicionarios retrocedieron hasta el Misisipi, donde construyeron unas pequeñas naves para descender por la corriente y salir al mar. Allí, los vientos les empujaron hacia la costa y les impidieron navegar hasta Cuba. Tardaron cerca de 50 días en llegar a Pánuco (México), donde pudieron desembarcar. Los supervivientes, un tercio de los que partieron de Cuba, habían concluido una fabulosa gesta descubriendo un enorme territorio, pero a un elevado coste en vidas humanas.
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