Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos informa que un recinto ceremonial en forma de "D", encontrado en la Huaca Santa Rosa de Pucalá, es típicamente un patrón constructivo de la Cultura Wari, que fue construido entre los años 800 y 900 d.C., que en aquellos años predominaba la Cultura Moche, que se desarrolló entre los siglos I y VIII d.C.
National Geographic.- narra sobre el ocaso y fin de la Cultura Mochica, acosada y destruida por interminables lluvias(Corriente del Niño), que arrasaban la infraestructura de riegos; devastantado campos de cultivo, o por otro lado se presentaban sequías de largas años, que igualmente se destruía campos de cultivos, orinando hambre y miseria a la población humana de aquellos lugares.
National Geographic.- narra sobre el ocaso y fin de la Cultura Mochica, acosada y destruida por interminables lluvias(Corriente del Niño), que arrasaban la infraestructura de riegos; devastantado campos de cultivo, o por otro lado se presentaban sequías de largas años, que igualmente se destruía campos de cultivos, orinando hambre y miseria a la población humana de aquellos lugares.
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/el-dramatico-final-de-la-civilizacion-mochica_6641/2
Los mochicas habían convertido la desértica
costa peruana del Pacífico en su hogar, pero las fluctuaciones
climáticas arruinaron el delicado equilibrio ecológico que sustentaba su
modo de vida
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/recinto-wari-forma-d-para-celebracion-ceremonias-o-festividades_13877/1
El recinto ceremonial con forma de "D", un
patrón constructivo típicamente wari, construido entre los años 800 y
900 d.C., ha sido descubierto en la Huaca Santa Rosa de Pucalá, en la
costa norte de Perú, donde se desarrolló la cultura moche entre los
siglos I y VIII d.C.
Cerámica antropomorfa
Tumba del periodo conocido como Horizonte Medio (entre el 600 y el 1000 d.C.) con cerámica mochica.
Foto: Proyecto Arqueológico Valle de Lambayeque
Recinto ceremonial
Recinto con forma de "D" de estilo
wari, hallado en Santa Rosa de Pucalá. Este recinto sagrado, edificado
con adobes unidos con barro, mide 8,2 metros y tiene un vano de acceso
de 1,1 metros.
Foto: Edgar Bracamonte-Proyecto Arqueológico Valle de Lambayeque
Imagen aérea
El recinto ceremonial wari fue construido en la costa norte de Perú entre los años 800 y 900 d.C.
Foto: Edgar Bracamonte-Proyecto Arqueológico Valle de Lambayeque
Víctima de un sacrificio
Tumba de un posible individuo sacrificado, hallada en el interior del recinto en forma de "D".
Foto: Proyecto Arqueológico Valle de Lambayeque
Enterrado boca abajo
El individuo fue depositado en
posición de cúbito ventral con las piernas flexionadas y los pies hacia
arriba. "No se hallaron restos del brazo derecho y el cráneo fue
separado del cuerpo y colocado en la pequeña fosa en posición contraria a
la ubicación anatómica", comenta Bracamonte.
Foto: Proyecto Arqueológico Valle de Lambayeque
Alec Forssmann
Un recinto wari en forma de "D" para la celebración de ceremonias o festividades
La cultura moche o mochica, conocida por tumbas como la del Señor de Sipán y la Dama de Cao, se desarrolló en la costa norte del Antiguo Perú entre los siglos I y VIII d.C. aproximadamente. La cultura wari se originó en la actual región de Ayacucho, en el centro del sur de Perú,
hacia el siglo VI d.C. y se expandió en todas las direcciones, llegando
incluso hasta el departamento de Lambayeque, en el norte del país. Un
nuevo descubrimiento arqueológico en la Huaca Santa Rosa de Pucalá, en
Lambayeque, está causando sorpresa entre los investigadores del Museo
Tumbas Reales de Sipán: un recinto ceremonial con forma de "D",
un patrón constructivo típicamente wari, que correspondería al periodo
conocido como Horizonte Medio, entre el 600 y el 1000 d.C. "Se conocía
la presencia wari en la costa norte de Perú a partir de hallazgos de
cerámica fina de esta cultura en tumbas mochica, generando un
amplio debate sobre la naturaleza de esta cultura norteña y sobre si los
wari llegaron a asentarse en el territorio mochica", explica Edgar Bracamonte, el director de las excavaciones, realizadas por arqueólogos del Museo Tumbas Reales de Sipán, a National Geographic España. El hallazgo en el distrito de Pucalá es "uno de los más sorprendentes de los últimos años en Lambayeque,
que obligará a repensar nuestra historia y lo que ocurrió a finales de
la cultura moche en Sipán y Pampa Grande, además de considerar la
presencia de las culturas cajamarca y wari en el valle de Lambayeque".
¿Por qué es tan "sorprendente" este nuevo descubrimiento arqueológico? Sobre todo por la diferente procedencia de los hallazgos:
restos de botellas finamente decoradas de la cerámica mochica de Línea
Fina, fragmentos de cerámica fina y doméstica de Cajamarca (la cultura
cajamarca también surgió y se asentó en el norte de Perú), restos de
fragmentos polícromos de afiliación wari y de sus estilos derivados,
objetos de metal, orejeras de madera, cucharas y puntas de obsidiana y
sílex muy bien talladas que no pertenecerían a la zona del hallazgo,
además de la construcción de una cista de unos 2 metros de diámetro con
ofrendas de camélidos y vasijas en su interior, una práctica ceremonial
foránea poco conocida en Lambayeque. "Los hallazgos arqueológicos indican la presencia de diversos grupos culturales en Huaca Santa Rosa a finales de la época mochica, que se reunían para participar en ceremonias o festividades",
señala Bracamonte. Y el recinto ceremonial wari en forma de "D",
construido entre los años 800 y 900 d.C., era uno de esos lugares de
reunión. Este recinto sagrado, edificado con adobes unidos con barro,
mide 8,2 metros y tiene un vano de acceso de 1,1 metros. Su arquitectura
fue desmontada y, durante el proceso de sellado del recinto ceremonial,
se depositó el cuerpo de un individuo en una fosa: en
posición decúbito ventral con las piernas flexionadas y los pies hacia
arriba. "No se hallaron restos del brazo derecho y el cráneo fue
separado del cuerpo y colocado en la pequeña fosa en posición contraria a
la ubicación anatómica", comenta Bracamonte.
El recinto wari en forma de "D" era un lugar de reunión para celebrabar ceremonias o festividades
"Este hallazgo abre grandes interrogantes sobre la presencia real de
las culturas wari y cajamarca en Lambayeque y crea muchas dudas sobre el
gran apogeo mochica en Sipán y el destino de sus élites. A día de hoy vemos un claro elemento identitario ayacuchano en la costa norte de Perú, pero resulta necesario investigar en qué contexto social y político se dio esta presencia, considerando la ausencia de elementos militares y una fuerte presencia de contextos rituales", concluye.
El dramático final de la civilización mochica
Los mochicas habían convertido la desértica costa peruana del Pacífico en su hogar, pero las fluctuaciones climáticas arruinaron el delicado equilibrio ecológico que sustentaba su modo de vida
La sangre de las víctimas
Sacerdotes mochicas portan copas con
la sangre de los prisioneros sacrificados. Fresco. Museo Nacional de
Arqueología e Historia del Perú, Lima.
SCALA
Bellas piezas cerámicas
Cereámica mochica que representa a un sacerdote mochica realizando una libación. Museo Británico, Londres.
GTRES
La tumba de un gran señor
El arqueólogo Walter Alva excava en 1987 el sepulcro intacto del Señor de Sipán, jerarca mochica de la región de Lambayeque.
Bill Ballenger / NGS
Sacrificios a los dioses
El sacrificio ritual mochica de
prisioneros aparece representado en infinidad de cerámicas y relieves
pintados en las huacas. En la escena que aquí se reproduce, cuatro
personajes de elevada posición social presiden la ceremonia. Debajo,
guerreros de alto rango sacrifican a quienes han perdido el combate
ritual.
Ilustración: Santi Pérez
Carme Mayans
El dramático final de la civilización mochica
Al norte del Perú, donde las olas del Pacífico baten una árida región costera, floreció
un pueblo tenaz y belicoso que entre los siglos I y VIII creó la
primera organización política compleja de la zona andina. Eran los mochicas, grandes ingenieros que excavaron canales en medio del desierto para regar sus cultivos, y levantaron palacios, templos y enormes pirámides de adobe.
Estas últimas construcciones, conocidas como huacas –palabra que en
lengua quechua designa un lugar de culto–, fueron el centro religioso y
político de cada comunidad.
Los mochicas también eran excelentes artesanos, y elaboraron una cerámica de extraordinaria belleza y perfección,
así como delicados ornamentos de oro, plata y cobre para sus
dirigentes. Establecieron, además, amplias y prósperas redes comerciales
que se adentraban en los actuales territorios de Chile y Ecuador.
Pero hacia finales del siglo VIII, esta sofisticada y rica cultura
conoció un final repentino. Una serie de cataclismos naturales,
provocados por un drástico cambio climático, afectaron a la zona costera
donde la sociedad mochica se había desarrollado y contribuyeron a su
desaparición.
El control del territorio
En el norte, los mochicas se habían extendido por el valle del río
Jetepeque, cuyos asentamientos principales fueron San José de Moro y la
Huaca Dos Cabezas, y por el valle del río Lambayeque, donde se
encuentran Sipán y Pampa Grande. Esta cultura norteña destacó en el desarrollo de la metalurgia del cobre,
de la que se han encontrado magníficos ejemplos en algunas tumbas de
gobernantes, como la famosa sepultura del Señor de Sipán, descubierta en
1987 por el arqueólogo peruano Walter Alva, y que proporcionó un
espectacular tesoro de piezas de orfebrería de gran belleza. Los
mochicas conocieron las técnicas del laminado, dorado, repujado y
vaciado, y dominaron la aleación de metales. Usaron oro, plata, cobre, plomo, estaño e incluso mercurio.
Los mochicas sureños destacaron por su dominio de las técnicas de alfarería
En el sur, los mochicas ocuparon el valle del río Moche, donde se localizan la Huaca del Sol y la Huaca de la Luna,
y el valle del río Chicama, donde se halla el complejo ceremonial de El
Brujo. Los mochicas sureños destacaron por su dominio de las técnicas
de alfarería, ya que mientras en el norte las formas cerámicas son más
sencillas, en colores crema y rojo, en esta zona se han encontrado la
mayoría de las cerámicas de formas animales elaboradas por este pueblo.
Tanto el sur como el norte son zonas de gran aridez, y los mochicas tuvieron que vencer al desierto mediante la irrigación artificial.
Desviaron el agua de los ríos que bajan de los Andes y, con ladrillos
de barro, crearon un extenso sistema de acueductos, muchos de los cuales
siguen en uso. De esta forma desarrollaron una agricultura, con más de
treinta variedades de cultivo, que les permitió contar con una amplia
gama de excedentes agrícolas. También explotaron ampliamente los recursos marinos, de los que el océano Pacífico les proveía en abundancia, así como la caza.
Una sociedad muy jerarquizada
Los mochicas se establecieron en núcleos urbanos que constituían el centro de pequeños Estados con una estructura social muy jerarquizada. El núcleo principal de estos Estados eran las huacas. El soberano, que recibía el título de cie-quich,
pertenecía a la nobleza militar y desempeñaba un importante papel en
los rituales que tenían lugar en las huacas. Su vida estaba dedicada por
completo a la guerra, a los ritos religiosos en honor a la principal
divinidad mochica, Ai Apaec, y a engrandecer su prestigio frente a los
líderes rivales.
Por debajo de los grandes señores se encontraban los sacerdotes, guardianes de los conocimientos astronómicos, arquitectónicos y metalúrgicos,
y que también podían curar enfermedades. En un nivel más bajo se
encontraban los artesanos, los mercaderes y el pueblo llano, compuesto
por campesinos, pescadores y soldados. Los esclavos, normalmente
prisioneros de guerra, formaban el peldaño inferior de la sociedad
mochica.
En el siglo VI, esta sociedad íntimamente enraizada en su medio físico empezó a sentir los estragos de un fenómeno meteorológico conocido como El Niño:
una corriente oceánica cálida impide el afloramiento de las aguas más
frías de la corriente de Humboldt, lo que favorece la evaporación del
agua marina, que luego cae en forma de precipitaciones torrenciales. El
Niño afecta a esta zona con regularidad, pero por entonces fue
inusualmente fuerte y prolongado: intensas e interminables lluvias asolaron la región durante treinta años.
El devastador El Niño
Estas terribles inundaciones contaminaron los cursos de agua y los manantiales, y erosionaron miles de hectáreas de terreno cultivable
Los aguaceros destruyeron palacios y pirámides, edificados con barro y
por ello muy vulnerables a la acción disolvente del agua. Los ríos se salieron de sus cauces y el lodo arrasó tanto grandes extensiones de tierra cultivable
como pequeños poblados construidos con adobe y caña, ahogando a sus
habitantes. Estas terribles inundaciones contaminaron los cursos de agua
y los manantiales, y erosionaron miles de hectáreas de terreno
cultivable. Las fiebres tifoideas y otras epidemias camparon a sus anchas, sembrando la muerte y la destrucción.
A tan intensas y devastadoras precipitaciones siguió un ciclo de sequía de tres décadas,
que entre los años 563 y 594 redujo de manera drástica la cantidad de
manantiales de montaña cuyas aguas llegaban hasta la costa. Ello resultó
catastrófico para la agricultura, con la consiguiente hambruna, y provocó una creciente desertización que causó que las dunas de arena se tragasen numerosos asentamientos.
En el año 602 volvieron las lluvias torrenciales, y entre 636 y 645 la sequía asoló de nuevo con fuerza la región.
Kilómetros de canales permanecieron secos y se llenaron de arena, las
cosechas murieron y las reservas de alimentos se agotaron. El Niño
también provocó un cambio en las corrientes marinas que redujo las
capturas de peces, sobre todo de anchoas, que eran parte esencial de la
dieta costera y un importante elemento de comercio. De este modo, a
la quiebra de la agricultura siguió la ruina de la pesca, con lo que
desapareció el último recurso alimenticio de los mochicas. A consecuencia de todo ello, miles de personas murieron de hambre.
El derrumbe de la sociedad
Esta situación causó un trastorno considerable en la vida económica y social mochica, hasta el punto de que en muchas
ocasiones sus líderes tuvieron que abandonar sus centros políticos,
religiosos y administrativos a causa de la destrucción que
comportaron estos drásticos cambios climáticos. Los arqueólogos, por
ejemplo, han descubierto que las precipitaciones que cayeron en la zona
de Sipán obligaron a sus jerarcas a trasladarse al vecino asentamiento
de Pampa Grande para seguir controlando desde allí el valle de
Lambayeque.
También los señores de Cerro Blanco tuvieron que dejar el lugar para
trasladarse al asentamiento de Galindo, situado en la estratégica
garganta del río Moche. Desde Galindo, que se convirtió en el mayor
centro de la zona, los caudillos mochicas podían controlar los sistemas de irrigación y el acceso a las fértiles tierras del valle del río Moche.
El pueblo se instaló junto a sus señores para tener lo más cerca
posible las fuentes de agua y evitar las dunas que amenazaban cultivos y
poblados río abajo.
A finales del siglo VII, las lluvias provocadas por un Niño extremadamente intenso arrasaron muchos sistemas de regadío cercanos a Pampa Grande y Galindo
Esta catastrófica serie de factores climáticos debilitó gravemente las instituciones mochicas.
La nobleza, alejada del día a día de sus súbditos, vivía ocupada en sus
disputas dinásticas y ceremonias rituales. Pero el pueblo culpó a sus
gobernantes de la caótica situación y de haber perdido el favor de los
dioses. En consecuencia, los jerarcas incrementaron los sacrificios humanos para ganarse el favor divino, sin conseguirlo.
Con todo, el rico ajuar funerario hallado en la tumba de una sacerdotisa, en San José de Moro, datada hacia el año 720, muestra que la élite mochica se resistía a renunciar a sus privilegios ancestrales,
aunque este tipo de enterramientos significase un enorme gasto para una
sociedad castigada por el clima y debilitada por la escasez de
alimentos y recursos. En la Huaca de la Luna, los arqueólogos desenterraron los restos de unos setenta varones que habían sido sacrificados y desmembrados
en el transcurso de, por lo menos, cinco ceremonias rituales. Fueron
víctimas de un rito destinado a aplacar a las poderosas fuerzas de la
naturaleza.
Colapso final
A finales del siglo VII, las lluvias provocadas por un Niño
extremadamente intenso arrasaron muchos sistemas de regadío cercanos a
Pampa Grande y Galindo. En consecuencia, ambos centros fueron abandonados hacia el año 750 y la población se agrupó de forma independiente,
lo que supuso el derrumbamiento del sistema político mochica. Puede que
incluso estallara una guerra civil: la arqueología demuestra que los
mochicas, tras abandonar sus antiguos asentamientos, crearon otros
nuevos, donde las enormes huacas de antaño fueron reemplazadas por
fortalezas.
Al haber perdido la autoridad y el control sobre su pueblo, los jefes mochicas se enfrentaron entre sí en una feroz lucha por el control de los escasos recursos que quedaban en la zona.
Los últimos asentamientos mochicas, gobernados por una desgastada clase
dirigente, no pudieron evitar caer en manos del emergente Estado huari
(o wari), una arrolladora maquinaria militar que conquistó la mayoría de
señoríos costeños y de la sierra de la zona central del Pacífico
peruano. En los siguientes tres siglos, los huari concentraron
un poder inmenso, construyeron enormes centros urbanos y edificaron un
auténtico imperio, hecho sin precedentes hasta entonces en la historia de las culturas andinas.
Para saber más
La corriente de El Niño y el destino de las civilizaciones. Brian Fagan. Gedisa, Barcelona, 2010.
Sipán, descubrimiento e investigación. Walter Alva. Edición del autor, Lambayeque, 2004.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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