Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista Natonal Geographic, nos alcanza un reportaje de lo que significó el reinado de Alfonso X, quien fue rey de Castilla y León de 1221 al 1284, que llamado Alfonso El Sabio, por haber dado preponderancia a la cultura en general utilizando traductores de las tres religiones que predominaban en la Península Ibérica: Islam, Judía y Cristiana.
National Geographic.- narra : "Alfonso X el Sabio (1221 – 1284) es uno de los monarcas
más sorprendentes de toda la Edad Media. Heredero de los reinos de
Castilla y León (unidos definitivamente desde 1231 por su padre,
Fernando III) más el territorio andalusí, ganado por las armas a los
musulmanes, disponía de bases sólidas para el establecimiento del reino
cristiano más grande y poderoso de la Península. Fue un monarca de dimensiones internacionales,
firme candidato al solio imperial. Adecuó su política, comprometió su
prestigio y, hecho más delicado, las finanzas del reino, al denominado
“fecho del imperio”.
Este fracasado empeño, unido a una empresa cultural
de altos vuelos, desarrollada desde un particular modelo de corte culta,
letrada, consagrada a un ideal de sabiduría y valores caballerescos.
Este entorno cortesano representa de manera esencial el espacio
político, intelectual e incluso emotivo del soberano, y refleja, mejor
que ninguna otra instancia del reino, la fábrica de sueños de su animado
gestor. Poetas, músicos, artistas, médicos, astrónomos, historiadores, juristas y científicos, llamados por el monarca y atraídos por el saber, fueron reunidos para elaborar un ambicioso proyecto intelectual...."
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/un-rey-tres-culturas-la-corte-de-alfonso-x_10258
Los judíos desempeñaron un papel fundamental en la magna empresa cultural del Rey Sabio
Alfonso X " El Sabio". Rey de Castilla y León. 1221-1284
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Alfonso X el Sabio (1221 – 1284) es uno de los monarcas
más sorprendentes de toda la Edad Media. Heredero de los reinos de
Castilla y León (unidos definitivamente desde 1231 por su padre,
Fernando III) más el territorio andalusí, ganado por las armas a los
musulmanes, disponía de bases sólidas para el establecimiento del reino
cristiano más grande y poderoso de la Península. Fue un monarca de dimensiones internacionales,
firme candidato al solio imperial. Adecuó su política, comprometió su
prestigio y, hecho más delicado, las finanzas del reino, al denominado
“fecho del imperio”.
Este fracasado empeño, unido a una empresa cultural
de altos vuelos, desarrollada desde un particular modelo de corte culta,
letrada, consagrada a un ideal de sabiduría y valores caballerescos.
Este entorno cortesano representa de manera esencial el espacio
político, intelectual e incluso emotivo del soberano, y refleja, mejor
que ninguna otra instancia del reino, la fábrica de sueños de su animado
gestor. Poetas, músicos, artistas, médicos, astrónomos, historiadores, juristas y científicos, llamados por el monarca y atraídos por el saber, fueron reunidos para elaborar un ambicioso proyecto intelectual.
El protagonismo de los judíos
El modelo era extensivo a otras cortes, pero en ninguna alcanzó el nivel de desarrollo de la Alfonsina: el empuje dado a su lengua romance, el castellano,
y la unión de personas pertenecientes a las tres religiones (judía,
musulmana y cristiana) en las tareas de traducción y mediación cultural
aportan la explicación. Los judíos entran en la escena con un
protagonismo de excepción como intermediarios ideales: profundos
conocedores de la cultura árabe, están integrados en las sociedades
cristianas.
Instalada desde muy antiguo en la Península, la población judía vivió preferentemente en territorio musulmán hasta 1100.
La mayor rigidez que fueron adoptando los sucesivos gobiernos
almorávide y almohade, unida al creciente desarrollo de los reinos
cristianos, fomentaron su éxodo hacia el norte. Su conocimiento del
árabe, de la política y del funcionamiento interno de los estados
musulmanes fueron elementos de valor al fijarse las nuevas relaciones
con los cristianos: organizados en aljamas, los judíos mantenían cierta autonomía, practicaban su religión, conservaban autoridades y escuelas,
prestaban grandes servicios en el campo de las finanzas, eran propiedad
personal del monarca y gozaban de su protección; a cambio, pagaban una
elevada proporción de los impuestos recaudados por la Corona.
A los grupos financieros se unían las élites intelectuales,
integradas en una corte en la que sabios y traductores judíos actuaron
de transmisores de la herencia araboislámica y hebraica. Murcia y
Sevilla, centros de célebres escuelas filosóficas y literarias en época
musulmana fueron reactivados por el rey con la fundación de Estudios
Generales (incipientes universidades) donde maestros de las tres
religiones impartían sus enseñanzas.
La escuela toledana
En la cúspide se situaba Toledo, verdadera capital del saber y de la fusión cultural. Alfonso otorgó un decidido apoyo a la Escuela toledana,
añadiendo cambios importantes respecto a la fase anterior, en la que se
hallaba bajo patrocinio episcopal: aumentó el número de traductores
judíos frente al de los cristianos, prescindió además de las versiones latinas, traduciendo las obras directamente al castellano.
La dimensión productiva de las escuelas fue enorme y sobre libros de
las más variadas doctrinas: astrología, astronomía, medicina,
agricultura, obras e literatura recreativa, de literatura moral y
religiosa. Isaac ben Sid Yehudá ben Mosé, Rabi Çag, Mosé ha Cohen,
Abraham Alfaquí son algunos de esos colaboradores de excepción.
Es difícil de encarecer la importancia de la traducción para entender
el proceso que inaugura: mucho más que un simple traslado desde un
código lingüístico a otro, es la imagen más viva del proceso
transcultural. Los traductores de lenguas, traductores de sentido, son
agentes encargados de relacionar unos mundos con otros. Por ello, la
Escuela de traductores de Toledo permanece en el imaginario colectivo
como el hito más acabado de la convivencia de las tres culturas de la
Península. Pero no debemos olvidar la complejidad del contexto
histórico.
Alfonso X es un rey medieval de la Reconquista. La admiración del monarca por la herencia araboislámica y hebraica fue auténtica,
como también lo fue el abierto y radical contraste entre el trato de
favor y respeto que prodigó a sabios de ambas religiones respecto al
dura tratamiento que infligió a las minorías judías y mudéjares, así
como a las poblaciones musulmanas conquistadas, grupos que también
desempeñarían un papel sustancial en la difusión cultural fuera de los
estrechos círculos intelectuales de la corte.
Judíos, los astrólogos
Yehudá ben Mosca, el menos, era hombre “muy entendido en la arte de
astronomía” así como en medicina, árabe y latín. Y es uno de los sabios
hebreos integrados en la corte de Alfonso X, como Isaac ben Sid, experto
en el uso de instrumentos de observación astronómica; Yehudá ben Mosé,
astrónomo de la biblioteca de palacio y encargado, por tanto, de
cuestiones bibliográficas; Abraham Alfaquí, traductor de El libro de la
azafea de Azarquiel, un manual de uso de tal instrumento para medir las
posiciones de los astros; o el matemático Samuel ha-Leví Abulafia.
La corte castellana de Alfonso X representa el momento más emblemático de esplendor de la ciencia medieval.
El fenómeno se produjo a partir de la puesta en común de métodos,
prácticas, instrumentos y obras científicas traducidas, comentadas y
estudiadas por equipos compuestos por cristianos, musulmanes y judíos,
siendo estos últimos los que se llevaron la parte del león,
especialmente en lo relativo a la astrología, “el más noble saber del mundo”, que en la época funcionaba como catalizador de la sabiduría global.
NATONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
ayabaca@gmail.com
ayabaca@hotmail.com
ayabaca@yahoo.com
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