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jueves, 20 de junio de 2019

CHINA : NATIONAL GEOGRAPHIC .- La rebelión de los bóxers, un momento clave en la historia de China............ Cixí, de concubina a emperatriz de China

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., realmente cada país tiene su propia historia, tanto Europa y Asia han estado relacionados a pesar de las distancias geográficas; La historia nos recuerda un acontecimiento histórico en China: que un 20 de junio de 1,900, los bóxers, que era una organización secreta que luchaba contra la influencia extranjera en China, asaltó la embajada alemana en Pekín y mató a su embajador. Esto fue el detonante de un periodo de violencia que culminó con la ocupación de la capital por las potencias extranjeras y la firma de un tratado humillante para China.
National Geographic .- narra : "Los bóxers –conocidos como "puños de justicia"– constituían una sociedad secreta que se fundó a finales del siglo XIX debido al surgimiento de un fuerte sentimiento xenófobo en China. Aunque oficialmente eran proscritos y operaban al margen de la ley, había miembros de la corte, como es el caso de la emperatriz Cixí, que veían en ellos un instrumento para terminar con el dominio extranjero en el país. De esta forma, los bóxers se vieron legitimados para comenzar a actuar. Sus actividades subversivas empezaron en 1899 y su objetivo era eliminar cualquier rastro de presencia extranjera en China...."

https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/cixi-de-concubinaa-emperatriz-de-china_8433

Su lema fue zi-qiang, "hacer fuerte a China". Para lograrlo, no dudó en enfrentarse a Japón, a Occidente y a su hijo el emperador Guangxu, de quien hizo un prisionero en palacio

https://www.nationalgeographic.com.es/historia/rebelion-boxers-momento-clave-historia-china_14406

El 20 de junio de 1900, los bóxers, una organización secreta que luchaba contra la influencia de los extranjeros en China, asaltó la embajada alemana en Pekín y mató a su embajador. Esto fue el detonante de un período de violencia que culminó con la ocupación de la capital por las potencias extranjeras y la firma de un tratado humillante para China


Aguerridos luchadores
Los soldados bóxers, también conocidos como "puños de justicia", crearon una sociedad secreta que se convirtió en un símbolo del descontento de la sociedad china frente a la intervención política y económica de las potencias extranjeras. La rebelión fue cosechando cada vez más adeptos, no solo en las clases bajas sino también en la nobleza
Foto: CC

El 'casus belli'
El sentimiento xenófobo contra la influencia europea y japonesa estaba muy extendido y encontraba su origen en las guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860) y en la guerra chino japonesa. Tras el atentado perpetrado por los bóxers contra el embajador alemán Clemens August von Ketteler, asesinado de un disparo, las potencias extranjeras enviaron sus tropas organizadas en la llamada Alianza de las Ocho Naciones. 
Foto: CC

¿Visión de estado?
La emperatriz Cixí era la madre adoptiva del emperador durante este periodo de alta tensión provocado por la rebelión de los bóxers. Enseguida, Cixí vio la oportunidad de aprovechar el arrojo de los bóxers como herramienta para luchar contra la injerencia extranjera que gran parte de la nobleza despreciaba. Además, era también un modo de asegurarse la supervivencia de su poder político. 
Foto: AKG / Album

El fin de la rebelión
Tras un verano extremadamente caliente en todos los sentidos, los ejércitos de la Alianza de las Ocho Naciones neutralizaron el asedio a las embajadas y avanzaron hasta Pekín, donde culminaron la ocupación. Las hostilidades terminaron finalmente el 7 de septiembre de de 1901, cuando la emperatriz Cixí accedió a firmar el Tratado de Xinchou o "Protocolo Bóxer". 
Foto: Album
Josep Gavaldà

La rebelión de los bóxers, un momento clave en la historia de China

La rebelión de los bóxers fue la culminación del descontento chino frente las injerencias económicas y políticas de las potencias extranjeras, sobre todo europeas y Japón. Este sentimiento contra los extranjeros se originó durante las guerras del opio, que enfrentaron a China contra Gran Bretaña (1839-1842 y 1856-1860), y durante la primera guerra chino japonesa, que tuvo lugar entre 1894 y 1895. En este contexto de violencia, el 20 de junio de 1900 la embajada alemana fue asaltada y el embajador Clemens August von Ketteler, asesinado de un disparo.
Los bóxers –conocidos como "puños de justicia"– constituían una sociedad secreta que se fundó a finales del siglo XIX debido al surgimiento de un fuerte sentimiento xenófobo en China. Aunque oficialmente eran proscritos y operaban al margen de la ley, había miembros de la corte, como es el caso de la emperatriz Cixí, que veían en ellos un instrumento para terminar con el dominio extranjero en el país. De esta forma, los bóxers se vieron legitimados para comenzar a actuar. Sus actividades subversivas empezaron en 1899 y su objetivo era eliminar cualquier rastro de presencia extranjera en China.

Lucha contra el extranjero

Coincidiendo con la Reforma de los Cien Días, con la que el emperador Guangxu pretendía modernizar la administración, los bóxers –al igual que la emperatriz Cixí, madre adoptiva y tía del emperador– se opusieron a tales cambios. Tras una primera derrota de los bóxers a manos del ejército chino, éstos se vieron obligados a jurar lealtad a la autoridad imperial, aunque en realidad lo hacían a la emperatriz Cixí, que decidió utilizarlos en beneficio propio para erradicar la implantación de las ideas reformadoras del emperador y asegurar así su propio poder político.
En junio de 1900 la situación se recrudeció y los bóxers, a los que se habían unido soldados imperiales, atacaron intereses occidentales en Tianjin y Pekín. Las embajadas de la capital pronto se convirtieron en objetivos y, a pesar de que estaban bien protegidas, la embajada alemana fue asaltada y su embajador asesinado. Este hecho se convirtió en el detonante para que todas las potencias extranjeras se unieran y declararan la guerra a China, a lo que la emperatriz Cixí respondió recrudeciendo las hostilidades.
Los principales afectados por la contienda fueron los cristianos de origen chino. Aun siendo numerosos, la prensa internacional no les dio voz, y al no poder huir a ninguna parte fueron objeto de violaciones, torturas y asesinatos. Por contra, la prensa internacional sí se ocupó de describir con todo lujo de detalles los ataques violentos y las atrocidades cometidas contra los extranjeros residentes en China –aunque muchos de ellos fueron enormemente exagerados–, lo que provocó un amplio sentimiento antichino en Estados Unidos, Europa y Japón. A pesar de contar con un poderoso ejército, los bóxers, sin embargo, no lograron superar las defensas del recinto diplomático y en agosto de 1900, el asedio a las embajadas fue neutralizado por las tropas enviadas por la llamada Alianza de las Ocho Naciones, suscrita por los gobiernos de Alemania, Austria-Hungria, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia.
La prensa occidental describió, y también magnificó, los ataques contra los extranjeros en China, lo que provocó un amplio sentimiento antichino en Occidente

Cixí, de concubina  a emperatriz de China
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Cixí, de concubina a emperatriz de China

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Fotografías

Al rescate de las embajadas

El 3 de julio de 1900, el ejército de la coalición al mando del general británico Alfred Gaselee había desembarcado cerca de Tianjin y sitiado la ciudad, que cayo el 14 de julio. Tras asegurar la zona, el 4 de agosto pusieron rumbo hacía Pekín. El viaje fue duro y penoso, y los soldados tuvieron que soportar temperaturas de 43 grados, el mal tiempo y una humedad extrema. Por fin, el 14 de agosto el ejército de la coalición llegó a la capital, donde frustró el asedio a las embajadas y se desplegó para ocupar la ciudad. Tras ello, las tropas extranjeras se entregaron al saqueo, la destrucción, los asesinatos y las violaciones. La propia Ciudad Prohibida y otras dependencias imperiales fueron saqueadas, llegando a sacrificarse a los animales de los Jardines Imperiales para servir de alimento a las tropas.
El ejército de la coalición extranjera frustró el asedio a las embajadas y ocupó Pekín. La Ciudad Prohibida fue saqueada
Las hostilidades terminaron finalmente el 7 de septiembre de de 1901, cuando la emperatriz Cixí accedió a firmar el Tratado de Xinchou o "Protocolo Bóxer", un nuevo tratado desigual con los gobiernos de Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Francia, Estados Unidos, España, Reino Unido, Italia, Japón, Países Bajos y Rusia, que se negoció en la legación española de Pekín bajo la dirección del ministro plenipotenciario Bernado Cólogan. A pesar de su dureza, el tratado permitió a la dinastía Qing continuar manteniendo el poder.

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Nuevo Palacio de Verano
Cixí lo construyó para reemplazar el Viejo Palacio de Verano, destruido durante la segunda guerra del opio.
JTB PHOTO / AGE FOTOSTOCK

Una mirada de hielo
La emperatriz en un retrato del pintor Hubert Vos, en 1905, cuando tenía 70 años. Museo de Arte, Universidad de Harvard.
AKG / ALBUM

La rebelión de los bóxers
Entrada del ejército aliado en Beijing (Pekín) para sofocar la revuelta de los bóxers, el 14 de agosto de 1901.
ALBUM

Cixí, de concubina a emperatriz de China

En el invierno de 1861, un deprimido emperador Xianfeng moría en la frontera de Mongolia, adonde se había retirado con la corte tras el ataque de franceses y británicos a Beijing (Pekín) durante la segunda guerra del opio. Dejaba un heredero de cinco años, Tongzhi, hijo de la concubina Yi («ejemplar»); un consejo de regencia formado por los nobles tradicionalistas que habían apoyado la guerra con Occidente, y un país devastado por la contienda y por la cruenta rebelión campesina de los Taiping, que controlaban un tercio del país.

El complot de las viudas

El genio y la ambición de la concubina Yi no tardaron en revelarse. Dado el negro panorama que se abría ante China y su hijo, orquestó un golpe con Zhen, esposa principal del difunto emperador (y como tal, madre oficial de Tongzhi), y con los dos hermanos de Xianfeng, el príncipe Gong, partidario de contemporizar con Occidente, y el príncipe Chun, al que Cixí había podido casar con su hermana menor. Si fracasaban, se enfrentarían, como traidores, a la pena con  el explícito nombre de «muerte de los mil cortes».
Primero, ambas mujeres –que no disponían de ningún poder– persuadieron a los regentes de que dos sellos supuestamente pertenecientes al emperador niño y custodiados por ellas fuesen empleados para validar los decretos del consejo como simple formalidad, pues el pequeño no podía escribirlos de su puño y letra en tinta roja, según la costumbre. Más tarde, ante el consejo y con el niño presente, pidieron que se les permitiera participar en el gobierno. Los regentes rechazaron agriamente la petición y sus gritos asustaron al niño, que se mojó los pantalones. La ofensiva actuación de los regentes permitió acusarlos de traición –y destituirlos– mediante sendos decretos validados con los sellos en poder de Zhen y de Yi. Las dos viudas, que debían gobernar hasta la mayoría de edad del emperador niño, adoptaron nuevos nombres: Zhen tomó el de Ci’an («bondadosa y serena»); Yi, el de Cixí («bondadosa y alegre»).

Comienzan las reformas

Durante las cinco décadas siguientes, la trayectoria de China estuvo marcada por las decisiones de Cixí, que impondría su autoridad a pesar de la posición inferior que el rígido protocolo de la corte asignaba a la mujer: la emperatriz viuda presidía las audiencias tras un biombo, pues los ministros no debían verla, y nunca pisó el recinto delantero de la Ciudad Prohibida, reservado al emperador. Por ello necesitó a hombres fieles que aplicasen sus decisiones, como el príncipe Gong, que estuvo al frente del Gran Consejo imperial; y siempre tuvo que ejercer el poder como regente, debiéndose retirar cuando un emperador alcanzaba la mayoría de edad. De ahí que, al gobernar en la sombra, sus logros fuesen atribuidos a otros personajes, mientras ella era vista como una taimada y sanguinaria conspiradora.
En China, los gobernantes manchúes –que dominaban a la mayoritaria etnia han– se dividían entre los que se mostraban contrarios a los occidentales y quienes, como Cixí,  querían modernizar  China para impulsar su economía y evitar la sumisión a Occidente. Así lo había hecho  Japón, que se convirtió en una grave amenaza para China. Cixí era partidaria de la occidentalización, aunque no a cualquier precio. Así, por ejemplo, tardó casi veinte años en decretar la construcción del ferrocarril, porque podía perturbar el reposo de los difuntos; y no quiso promover fábricas textiles porque quitaban trabajo a las mujeres. Sabía, además, que las reformas suscitaban una intensa oposición tanto entre el pueblo como entre la nobleza y los funcionarios, que en su mayoría detestaban a los bárbaros de Occidente.
A pesar de sus críticas, Cixí pacificó el país, saneó sus cuentas, creó una armada y promovió la apertura al mundo con la ayuda de occidentales que dirigieron el ejército que aplastó a los Taiping, organizaron las aduanas y actuaron como embajadores. Con la mayoría de edad de Tongzhi, Cixí tuvo que retirarse en 1873. Pero Tongzhi no sentía ningún interés por el gobierno –prefería la ópera y el sexo– ni por su propía esposa Alute, a pesar de lo cual ésta se dejó morir de inanición, en la más estricta tradición confuciana, después de que la viruela matara a Tongzhi en 1875. Muchos adjudicaron sus muertes a las pérfidas artes de una Cixí sedienta  de poder, lo que alimentó la leyenda negra de la emperatriz.
El fallecido Tongzhi no dejó sucesor, de manera que Cixí volvió de nuevo al poder. Lo hizo como regente de un nuevo emperador, Guangxu, de tres años, a quien adoptó; era el hijo de su hermana y del príncipe Chun. Entonces impulsó una segunda oleada modernizadora que incluyó la llegada de la electricidad, la minería del carbón y una guerra contra Francia (acabada en tablas) porque no quiso satisfacer las apetencias territoriales galas en la frontera entre China y Vietnam.  

Reacción en la corte

Todo cambió cuando Cixí tuvo que dejar el poder a Guangxu en 1889. Su frío trato con el niño (que se dirigía oficialmente a ella como «querido papá») los distanció, sobre todo desde que el príncipe Chun (instigado por la propia Cixí) había obligado al imperial retoño a arrodillarse ante la regente y pedirle que siguiera gobernando un tiempo más. Los estudios absorbían a Guangxu, educado por el Gran Tutor Weng en la estricta ortodoxia confuciana y el recelo a todo lo occidental. Su incomprensión del mundo moderno llevó al abandono del programa naval y propició una demoledora derrota ante Japón, en 1895. La crisis hizo que Cixí volviera como gobernante de hecho. Para ello no dudó en amenazar a Guangxu con desvelar los turbios negocios (incluida la venta de cargos) que su concubina Perla realizaba al abrigo de su puesto.
La tensión entre Cixí y su hijo, y entre reformistas y tradicionalistas, dio pie a la irrupción de un nuevo personaje: Kang Youwei. Sus propuestas reformistas le valieron ascendiente sobre Cixí, que lo introdujo en la corte. Allí se granjeó el aprecio de Guangxu y maniobró para hacerse con los resortes del gobierno, situando a sus acólitos en el entorno del emperador, al que colmaba de halagos. Pero ocupar el poder requería deshacerse de Cixí, a la que quiso asesinar con ayuda de Japón; allí se refugió cuando se descubrió el complot. Cixí supo que su hijo estaba al corriente de la trama y lo convirtió en prisionero en su propio palacio. Pero ocultó la actuación de Guangxu para no comprometer a la dinastía, y él y Kang quedaron ante el mundo como reformadores mártires de una despótica Cixí, rechazada por unas potencias occidentales que esperaban apoderarse de territorio chino.
Justo entonces, las agresiones alemanas en Shandong desataron la rebelión nacionalista y anticristiana de los bóxers. Las potencias amenazaron a Cixí con atacar si no prohibía las sociedades nacionalistas, pero rechazó el ultimátum y les declaró la guerra utilizando a los bóxers como fuerza de choque, aunque intentó evitar sus ataques a cristianos chinos y a extranjeros. China fue derrotada, pero la élite dirigente arropó a una Cixí capaz de publicar el insólito Decreto del Remordimiento, en el que se reprochaba a sí misma la devastación causada por la guerra. Le siguió, en enero de 1901, el anuncio de reformas que igualasen el país con Occidente y que removieron todos los aspectos de la vida china: se autorizaron los matrimonios entre los han y los manchúes, se prohibió el vendado de pies a que eran sometidas las niñas han y se abrió una era de insólita libertad de prensa, que enervó incluso a los dirigentes más reformistas.
Cixí acometió entonces el mayor de los cambios: en 1906 anunció la transformación de China en una monarquía constitucional, lo que incluía el derecho al voto. La muerte la detuvo antes de completar su obra, el 15 de noviembre de 1908. El día anterior había expirado Guangxu. Murió envenenado por orden de Cixí, temerosa de que el débil soberano convirtiera su país en una fácil presa de Japón. No es de extrañar que un diplomático francés la definiera como «el único hombre de China».

Para saber más

Cixí, la emperatriz. Jung Chang. Taurus, Madrid, 2014.

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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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