Mi lista de blogs

lunes, 21 de febrero de 2022

La Historia del Agente Justiciero Genochi : Capítulo XLIX.- Servelio Smith López, regresó a Castilla, encontró su casa sucia que las ratas la habían tomado como su guarida....

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG ., continuando con La Historia del Agente Justiciero Genochi; Servelio Smith López, más conocido por su alias "El Machetero del Río", llegó al Puerto de Paita, que era su tierra natal, pero él se crío en Piura, y no conocía ningún familiar, que probablemente existían, ya que su madre fue una porteña; él optó por alojarse en el mismo hotel que lo hizo desde su llegada de Piura, que arribó huyendo y después se embarcó rumbo a Chile, el hotelero lo recibió con un buen semblante y cordial y le ofreció la misma habitación, hubo un dialogo entre ellos, en base a la pregunta de la persecución policial, la respuesta de Servelio no convenció al hotelero, pero como no habían pendientes, le asignó el mismo cuarto..... sigamos la historia......


Aquí en la imagen Observamos al Agente Justiciero Genochi, quien como agente anónimo bregará para capturar a los culpables del asesinato de sus padres en Chilcapampa.
Foto: Archivos del Blog: A Vuelo de un Quinde.


Aquí en la imagen observamos al delincuente Bonifacio "Oreja Mocha"; quien como líder de una banda juvenil, asaltaron a la morada de Eucebio Nonajulca Rivera, residente en el Barrio Alto de Chilcapmpa, a quien asesinó por que no le entregó el dinero de una venta de ganado vacuno.
Foto: Archivos del Blog: A Vuelo de un Quinde.


Servelio Smith López, al ingresó a su habitación encontró a su vieja casaca dentro del maletín, de inmediato se le avivaron sus sentidos y se preguntó: "¿Nadie más ocupó este cuarto?", salió sin correr, mostrando tranquilidad sabía que era una trampa, se la habían tendido con mucha habilidad, pero él pensaba más rápido; llegó a la sala de recepción y encontró multitud de nuevos huéspedes, el dueño estaba muy ocupado, apresuradamente salió a la calle, antes tiró la llave del cuarto al piso, había caminado cerca de la esquina y llegaron dos camiones de la policía, él ya no miró atrás y volteando la esquino huyó sin correr sólo caminaba muy ligero y llegó al Parque.
Servelio, escogió un asiento que no daba a la calle debajo de un árbol y se puso a pensar como huir a Piura, en aquellos instantes justo pasaba un camión de una hacienda y se estacionó frente al asiento donde estaba él, siempre dándole la espalda observó que bajaron los pasajeros, pero el chofer se quedó; se le despertaron sus sentidos de la supervivencia y pensó que el camión sería el vehículo de su huida.
Servelio, se acercó al chofer, lo saludó y le dijo:
--- Amigo: ¿A dónde viaja?
El chofer muy sorprendido creyéndolo un delincuente, le contestó:
--- A ti que te interesa donde yo vaya....
Servelio, tratando de calmarlo, le respondió:
--- Señor, tengo necesidad de viajar a Sullana, como no encuentro colectivos (autos que transportan pasajeros), le pregunto a usted si podría llevarme.
Pero, el chofer no parecía interesado en ayudarlo, por que se mostraba nada amigable, por lo que Servelio metió la mano al bolsillo del pantalón y sacó un par de billetes grandes y entregándole, le dijo:
--- Señor este es mi pasaje.
Chofer, quien era un obrero, generalmente mal pagado y explotado en la hacienda, le pareció una bendición del cielo ver esos billetes.
Servelio, observando la reacción del chofer aún mudo, agregó:
--- Señor, debo subir arriba y allí esperaré hasta cuando usted salga a su destino.
El chofer aún asombrado por la presencia del repentino pasajero muy generoso y como era tanto dinero, que cambió de parecer y con una sonrisa le contestó:
--- Amigo, no sé quien es usted, pero salgo después de dos horas que regresarán los peones de la hacienda, si deseas mis servicios, lo llevaré hasta el mismo Sullana.
Servelio, un joven muy ágil, sin esperar más respuestas y contando con la aprobación del chofer, de un salto subió a la carrocería y bajó a la tolva y como habían asiento, tomó uno de ellos y allí se sentó.
El chofer se bajó de la cabina y le dijo:
--- Amigo, voy a rodar el camión hasta el próximo árbol, para que le brinde sombra.
En aquellos momentos llegaron dos camiones de la policía se pararon en paralelo al camión de la hacienda; Servelio desde arriba los observaba por una rendija, uno de los policías le preguntó:
--- Chofer, no vio usted pasar a un joven alto de buena presencia.
El chofer con la llave del carro en la mano, con total naturalidad, con una "mentira piadosa" le respondió:
--- No señor policía, ya estoy aquí varios minutos, sólo vi pasar a mujeres y a los niños que juegan en el parque.
Pero, los policías pasaron  por alto subir a la carrocería, le creyeron al chofer, arrancaron sus motores de sus carros y se fueron rumbo a su trayecto de búsqueda.
Una vez más, su "sexto sentido" le salvó a Servelio Smith López, quien evitó ser capturado, pero si lamentaba la posición traicionera del hotelero, al dar el dato a la policía, por soplón se perdió una buena tajada de dinero que pensaba regalarle por sus servicios de hospedaje.
El chofer encendió el motor del camión y avanzó unos 50 metros, que justamente estaba plantado un frondoso árbol de algarrobo, cuyas ramas se prolongaban hasta la pista, ofreciendo una sombra fresca a quien se cobijada debajo, tal como lo hizo el chofer del camión.
El chofer, apagó el motor y metió la mano al bolsillo y observó de nuevo el par de billetes, eran legítimos y de mucho valor, él optó por seguir sentado y no sacó la lengua en curiosear, por que la policía buscaba al joven.
Pero, aún no había terminado la angustia de Servelio, por que poco después llegó el mismo hotelero con un paquete en la manos, era una encomienda, llegó hasta la cabina del chofer, se saludaron y le pidió al chofer que le lleve ese paquete a un familiar de Sullana y allí conversaron un largo rato, ellos eran viejos amigos, pero a Servelio le pareció una eternidad, hasta que se retiró el hotelero y le dio una mirada a la carrocería del camión como si buscaba algo, pero no se acercó se fue rumbo a su hotel.
Pasaron los minutos; y ya eran las dos horas y efectivamente llegaron los mismos pasajeros cargados de paquetes y bultos con las provisiones semanales, el chofer abrió la puerta trasera de la carrocería del camión para que suban los pasajeros, quienes si les llamó la atención ver a un joven bien vestido que ya estaba esperando sentado, ellos lo saludaron y él correspondió devolviéndoles los saludos con sumo afecto y respeto.
El chofer, verificó si llegaron todos los pasajeros y comprobó que todos habían retornado, cerró la puerta y le puso seguro desde afuera, regresó a la cabina, allí estaba su esposa y una sobrina quienes también estuvieron de compras.
El chofer, encendió el motor y partió rumbo a la hacienda, que estaba ubicada en el valle del Río Chira, era aproximadamente en la mitad de la ruta hacia Sullana; después de un par de horas llegó a su destino la carretera era tierra y el tránsito era pesado y lento; el mejor servicio era el tren de Paita - Piura, pero no era recomendable para Servelio por que en ese servicio pululaban los policías.
El camión entró y llegó a la casa hacienda, era una gigantesca construcción con portales y finos acabados, el chofer se estacionó a un costado de un gran patio, todos los pasajeros se bajaron menos Servelio y desde el interior de la casa salió un individuo de raza blanca, con bigote al estilo francés con mostachos, él se acercó a la cabina y dijo:
--- Aurelio, tienes que ir urgente a Piura a recoger unos bultos, se te pagará un jornal más en la semana.
El chofer que estaba feliz, le contestó:
--- Con mucho gusto patrón, en este momento voy al grifo por combustible y parto a Piura.
El patrón, agregó:
--- Baja la puerta trasera para que subas un par de costales de algarroba y la dejas en el establo.
El chofer, se bajó, fue atrás y abrió la puerta, vio a Servelio quien se había tumbado sobre el nivel, no le dijo nada, e ingresó al interior de la vivienda para sacar los sacos.
El chofer, salió con los dos sacos al hombro y los cargó en el camión, cerró la puerta y regresó a la cabina, subió encendió el motor y partió rumbo al establo donde estaba también el grifo de combustible, ubicado a un par de kilómetros, llegó hizo todas las diligencias y partió rumbo a Piura, en dos oportunidades se cruzó con la policía, que solían hacer rondas por las carreteras, quienes viendo sólo al conductor de la hacienda no lo hicieron parar para controlar.
El día avanzaba y llegó la noche, justo entrando a Piura, por lo que el chofer se estacionó a un costado de la carretera, se bajó y fue hacia atrás, abrió la puerta de la carrocería, quien al ver a su único pasajero le dijo:
--- Amigo, el trato fue para Sullana, y como presumí que su ruta era Piura, ya estamos en la entrada, usted me dirá donde lo dejo, por que tengo que regresar rápido con unos bultos de la hacienda.
Servelio, que se sentía en casa, le contestó:
--- Le estoy muy agradecido señor, por favor me deja en el Puente Viejo, no tiene que abrir la puerta, yo salto al piso y usted parte a su destino.
Chofer y pasajero de acuerdo, el conductor subió a la cabina encendió el motor y entró a la ciudad de Piura, ya iluminada con lámparas y tomó la avenida principal y llegó al Puente Viejo que conduce a Castilla, allí sobre paró y el pasajero se bajó a la bolada, se acercó a la cabina y le agradeció de nuevo, así:
--- Muchas gracias amigo, me ayudó como nadie lo hubiese hecho, algún día nos encontraremos y nos beberemos un par de potos de chicha., adiós amigo..
Servelio, se bajó a la playa del Río Piura y caminó hasta llegar cerca a su casa, todo estaba oscuro, él se conocía el vado como la palma de sus manos, hasta que llegó a la altura de su casa de Castilla, la oscuridad le favorecía para pasar desapercibido, aunque no era tan fácil para él por su talla; cruzó la corriente que discurría poca agua, subió y llegó a la calle de su casa, por precaución subió a la vieja casa abandonada y desde el techo observó su casa, no se oteaba a ningún individuo merodeando, se bajó y fue a su casa, sacó la llave y abrió la puerta, que al ingresar a la sala estaba llena de tierra sucia y ratas, que al sentirlo se refugiaron en los rincones, él encendió un viejo mechón, allí comprobó el desorden de sus cosas, por lo que comprobó que si llegó la policía a su casa..............
Continuaremos................
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

No hay comentarios: