Los investigadores han retirado digitalmente las máscaras funerarias y han reconstruido las caras de cuatro individuos que fueron enterrados en Colombia entre los siglos XIII y XVIII.
Este proyecto pionero ha conseguido revelar, por primera vez y con gran realismo, las caras de estos individuos, pertenecientes a culturas indígenas que habitaron la región entre 1216 y 1797 d.C.
Se trata de una hazaña sin precedentes que mezcla arqueología, arte forense y tecnología 3D. El ambicioso proyecto internacional liderado por el Face Lab de la Universidad John Moores de Liverpool (Reino Unido) en colaboración con el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), ha puesto al descubierto unas sorprendentes semejanzas entre varios individuos que habitaron los Andes colombianos entre 1216 y 1797 d. C., proporcionando una visión sin precedentes sobre las prácticas funerarias precolombinas.
Un hallazgo oculto durante siglos
Entre los siglos XIII y XVIII, estos individuos fueron inhumados con máscaras mortuorias que cubrían rostro y mandíbula. Se trata de un rito habitual en otras regiones de la Sudamérica precolombina pero hasta ahora excepcional en Colombia. Lamentablemente, el saqueo de las tumbas había borrado su rastro y mantenido en la sombra tanto su identidad como el contexto arqueológico que los rodeaba. Hasta que ha llegado la tecnología al rescate.
Según comentan los expertos, la forma en que las culturas precolombinas de Sudamérica elaboraban estas máscaras funerarias permitió que se fusionaran con los restos; y ha sido precisamente esta técnica ritual la que ha permitido hoy desenmascarar digitalmente sus cráneos y, por tanto, reconstruir sus rostros tal y como habrían sido mientras estaban vivos.
El equipo desenmascaró digitalmente los cráneos para esculpir los rostros de los cuatro individuos.
Tecnología forense al servicio de la historia
Para superar estas limitaciones, el equipo de uno de los laboratorios de reconstrucción facial más prestigiosos del mundo (que ha creado, entre otros, un avatar digital de Ricardo III de Inglaterra y retratos digitales de personajes históricos famosos como el faraón egipcio Ramsés II), aplicó técnicas avanzadas de escaneo por tomografía computarizada (CT scan) que permitieron generar modelos 3D detallados de los cráneos sin necesidad de retirar físicamente las máscaras, evitando así dañar los restos milenarios.
Luego, a partir de estos modelos 3D, los expertos “desenmascararon” digitalmente los cráneos y comenzaron un minucioso proceso de reconstrucción facial. Utilizando software especializado y un lápiz táctil háptico, los expertos modelaron tanto músculos, como grasa y piel sobre las estructuras óseas, como si estuvieran esculpiendo rostros en arcilla, pero en el mundo virtual.
Para los dos hombres adultos, se usaron datos anatómicos actuales sobre el grosor promedio de tejidos faciales de varones colombianos. En el caso de la mujer y el niño, como no existen aún bases de datos equivalentes, decidieron utilizar la experiencia anatómica del equipo para estimar sus proporciones. El resultado es espectacular.
El resultado: rostros humanos
Además del impacto visual, estas reconstrucciones tienen un profundo valor antropológico y simbólico. Las máscaras funerarias encontradas en Colombia son únicas en el país, y su grado de integración con el rostro de los difuntos sugiere una concepción sofisticada de la muerte, la memoria y la preservación del individuo. Estas culturas pretendían que los rostros de los fallecidos perduraran y es lo que la tecnología ha hecho siglos después.
¿Quiénes eran estas personas?
Se desconoce su identidad concreta, pero los análisis por radiocarbono indican que vivieron entre los siglos XIII y XVIII en la Cordillera Oriental de los Andes colombianos. Lo que sí sabemos es que pertenecían a poblaciones indígenas prehispánicas que practicaban rituales funerarios realmente complejos que buscaban preservar a sus muertos para que en el futuro pudieran ser recordados tal y como eran.
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
ayabaca@gmail.com


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