Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la brujería siempre ha sido algo malévolo del ser humano, por el temor que producía, ser testigo de las reuniones clandestinas de mujeres que realizaban rituales y hechizos en honor al demonio llamado "Macho Cabrío", a quien le ofrecían niños; que era rechazado por la Iglesia Católica; mediante la Inquisición, que originó una acción de persecución llamada "Caza de Brujas", donde en Europa entre los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, originó el ajusticiamiento de nueve millones de individuos hombres y mujeres, aún se piensa que las cifras reales fueron entre 40,000 a 50,000 muertes.
Los juicios por brujería son de sobra conocidos y constituyen una de las páginas más oscuras de la historia europea. Pero estos procesos eran más complejos de lo que a menudo se supone.
SOSPECHAS Y ACUSACIONES
Ante todo hay que diferenciar entre procesos por herejía y por brujería. Los primeros constituían una ofensa religiosa y su juicio correspondía exclusivamente a los tribunales de la Inquisición que, si bien bajo el amparo común del Vaticano, operaban de forma independiente en los diversos países, aunque poseían mecanismos que podríamos llamar de extradición. En cambio, los procesos por brujería podían ser iniciados no solo por tribunales eclesiásticos sino también por los seculares; esto se debe a que la brujería no era solo una ofensa a la religión sino que constituía un delito penal, ya que estos supuestos poderes podían usarse para causar daño a otras personas. De hecho, según Pau Castell Granados -profesor de Historia Medieval de la Universidad de Barcelona- “la mayoría de los juicios por brujería eran iniciados por tribunales locales presididos por autoridades seculares, y muchas veces a petición de la propia población; una población que, en un contexto de muertes y epidemias, presionaba a las autoridades para que persiguieran, encontraran y castigaran a los culpables”.
AMULETO ALEMÁN DEL SIGLO XVIII
La población rural se protegía de supuestos conjuros demoníacos mediante amuletos.
EL PROCESO Y EL JUICIO
La primera fase del proceso era llamada inquisitio de vox et fama (investigación de voz y reputación), durante la cual los jueces realizaban una investigación entre la población de la comunidad: les preguntaban sobre las desgracias a las que atribuían la acción de la magia, las personas que consideraban sospechosas y los motivos concretos por los cuales creían que se trataba de brujas -por ejemplo, si eran curanderas que preparaban remedios o si sufrían enfermedades mentales que se atribuían a una posesión maligna. Con estas informaciones, el tribunal elaboraba una lista de posibles culpables que eran arrestadas, encerradas en un calabozo y convocadas para que declarasen acerca de las prácticas de las que se les acusaba. En el caso de acusaciones por delitos graves, además, sus bienes eran confiscados.
El concepto de presunción de inocencia era desconocido y se consideraba que un cierto número de acusaciones ya constituían, de por sí, una especie de prueba incriminatoria que por norma general los jueces buscaban reforzar y demostrar. En casos de poca gravedad, la mejor opción para la persona acusada podía ser la de reconocerse culpable y confesar, ya que así podían evitar las penas más duras y “expiar” su culpa mediante el pago de una multa o acciones de penitencia. De hecho, en algunas épocas incluso se intentaba incentivar esta vía ya que constituía una fuente de ingresos para las arcas públicas o de ayuda gratuita. No obstante, el precio a pagar para quien se confesaba culpable era el ostracismo y, tras cumplir su condena, no le quedaba otra opción que emigrar a un lugar donde no le conocieran.
T. MATTSON. EL INTERROGATORIO DE UNA BRUJA (1853)
TORTURA DE UNA ACUSADA DE BRUJERÍA
Una de las torturas más habituales consistía en colgar a la acusada por las manos e ir añadiendo pesos en los pies, provocando la dislocación de los miembros.
LA CONDENA
Por la propia praxis de estos procedimientos, la mayoría de juicios terminaban en condena. Las personas acusadas raramente sabían leer y podían firmar confesiones que eran incapaces de entender. Incluso aunque contasen con un abogado defensor, a menudo este tenía poco margen de maniobra ante las confesiones obtenidas mediante tortura y, dada la presunción de culpabilidad, para conseguir una absolución debía demostrar y convencer al jurado de su inocencia sin la menor sombra de duda.
Los procedimientos para demostrar dicha inocencia eran por lo general absurdos, como sacar un objeto sumergido en agua hirviendo como prueba de fe; otras veces, si la acusada tenía suerte, resultaban más “sencillos”, como la llamada “prueba de las lágrimas” en la que se le inducía a llorar -incluso mediante violencia física- para demostrar que no era una bruja, ya que supuestamente estas habían perdido la capacidad de llorar mediante su pacto con el Diablo. En estos casos, la víctima podía considerarse relativamente afortunada al ser absuelta, a pesar de los tormentos que había sufrido durante el juicio.
LA MUERTE DE JUANA DE ARCO EN LA HOGUERA
El 30 de mayo de 1431 Juana de Arco fue sentenciada a morir en la hoguera en Ruán (Francia). Se la acusaba de hereje, reincidente, apóstata e idólatra: el proceso fue ideado por los ingleses para desprestigiar al rey de Francia, que había obtenido el trono gracias a ella.
Si la sentencia era condenatoria, no necesariamente implicaba la muerte. Si el delito era considerado menor -por ejemplo, la elaboración de pociones- se podía imponer una penitencia a la persona condenada, previa abjuración ante la cruz y un Evangelio. Mediante la abjuración, la acusada reconocía sus faltas, se arrepentía de ellas y se comprometía a acatar en adelante los principios de la Iglesia. Con ello se ganaba el derecho al perdón y a la “reconciliación”, es decir, a ser aceptada de nuevo en el seno de la comunidad cristiana, habiéndose librado de su pacto con el Diablo.
La hoguera se reservaba para tres casos: los crímenes graves (que implicasen la muerte de personas o daños graves a la comunidad), los condenados que se negaban a reconocer su culpa o a arrepentirse de ella y los relapsos, es decir, aquellos que habiendo sido reconciliados reincidían en su crimen -siempre, claro, según el criterio del tribunal. Antes de la ejecución se les daba una última oportunidad para arrepentirse y, si lo hacían, se les concedía la “clemencia” de ser ahorcados o estrangulados antes de arrojarles a la pira; en caso contrario, se les quemaba en vida. Ese fue el caso de la más famosa condenada por brujería, Juana de Arco: para la mentalidad de muchos, sus proezas solo eran posibles para una enviada de Dios o para una bruja, y sus enemigos tenían clara la respuesta.
Entre los siglos XV y XVIII, las autoridades de muchos lugares de Europa desencadenaron una brutal represión contra los supuestos adoradores del diablo. Miles de ellos fueron condenados y murieron en la hoguera
El Aquelarre de Goya
El diablo, bajo la forma de un macho cabrío, es adorado por un grupo de brujas que le ofrecen niños en sacrificio, alusión quizás a la práctica del aborto. Óleo de Francisco Goya. 1797-1798. Museo Lázaro Galdiano, Madrid.
El Aquelarre, cuadro de Francisco Goya (Museo Lázaro Galdiano, Madrid). "El cuadro queda dominado por la figura de un gran buco bobalicón y cornudo, que bajo la luz de la luna avanza sus patas delanteras en gesto tranquilo y mirada ambigua para recibir de dos brujas la ofrenda de niños que tanto le agradan... Ello evoca la descripción recogida por Mongastón [del proceso de las Brujas de Zugarramurdi de 1610] que refiere cómo dos hermanas, María Presona y María Joanato, mataron a sus hijos "por dar contento al demonio" que recibió "agradecido" el ofrecimiento... También vemos a media docena de niños, varios de ellos ya chupados, esqueléticos y a otros colgados de un palo".
https://es.wikipedia.org/wiki/Aquelarre
Wikipedia.
Aquelarres y hogueras
En esta ilustración, procedente de un manuscrito suizo, se representa a la izquierda la celebración de un aquelarre, y a la derecha una quema de brujas en Baden.
La doncella de hierro
Instrumento de tortura también conocido como la virgen de Núremberg. Siglo XVII.
El aquelarre de las brujas
Óleo realizado por el pintor flamenco Frans Francken II el joven. 1606. Museo Victoria y Alberto, Londres.
El transporte de una bruja
La tradición siempre ha sostenido que las brujas se trasladaban a los aquelarres montadas en una escoba. En la imagen, bruja en su escoba. Ilustración del siglo XV. Biblioteca Nacional, París.
Las brujas de Berwick
El rey Jacobo VI, preside un tribunal para examinar la culpabilidad o inocencia de las presuntas brujas de Berwick. Grabado de la obra Newes from Scotland. 1591.
DE LAS HEREJÍAS A LA BRUJERÍA
La identificación entre magia y herejía fue un proceso gradual. En 1233, el papa Gregorio IX promulgó la bula Vox in Rama, en la que se acusaba a una imprecisa secta de herejes alemanes de adorar a animales monstruosos, cometer sacrilegios y practicar rituales orgiásticos. Acusaciones semejantes se vertieron a principios del siglo XIV contra los templarios, en el gran proceso que se organizó contra ellos tras la supresión de la orden militar. Posteriormente, en 1326, la bula Super illius specula, de Juan XXII, equiparó definitivamente las prácticas o las creencias mágicas con la herejía, permitiendo que se aplicasen también a estas últimas los procedimientos inquisitoriales normales.
MASACRES EN ALEMANIA
La caza de brujas no tuvo el mismo alcance ni la misma intensidad en toda Europa. Sin lugar a dudas, el territorio en el que se desarrollaron las persecuciones más virulentas y numerosas fue Alemania. La gran mayoría de los procesos se produjeron entre los siglos XVII y XVIII, y la cifra total de víctimas oscila entre 22.000 y 25.000 –aunque hay autores que la elevan a 30.000–, lo que representa la mitad del total europeo. En las primeras décadas del siglo XVII, en particular, estalló una auténtica psicosis colectiva en el suroeste del país, en torno a ciudades como Bamberg, Maguncia, Eichstätt o Würzburg, donde se desarrollaron procesos masivos, en los que condenados y ejecutados se contaban por centenares.
COMBATIR AL DIABLO Y SUS ACÓLITOS
Sin embargo, durante el período de guerra civil iniciado en 1640, cuando el poder central era débil y los conflictos religiosos estaban exacerbados, se produjeron persecuciones terribles. Por ejemplo, entre 1644 y 1648 el juez Matthew Hopkins condenó a muerte a 200 personas. En la península escandinava la brujomanía llegó más tarde, pero cuando lo hizo causó estragos. En 1668, un juicio que llevó a la hoguera a 30 personas, acusadas de secuestrar niños y de tener tratos con el diablo, dio lugar a una caza de brujas generalizada por todo el país. Trescientas personas fueron ejecutadas, casi todas mujeres. Cabe señalar que sólo una fue quemada viva, pues la costumbre era decapitarlas antes. En 1675, en tres pequeñas aldeas del centro de Suecia que sumaban 670 habitantes mayores de 15 años, fueron ejecutadas 71 personas: 65 mujeres, dos hombres y cuatro chicos. La base principal de la acusación fueron las «confesiones» de niños que contaban historias fantásticas sobre cómo las brujas los habían llevado a Blockulla, la residencia del diablo en la mitología nórdica.
EL SUR DE EUROPA, MENOS CONTUNDENTE
Al contrario de lo que podría creerse, la muy católica España quedó libre en buena medida de las explosiones de violencia contra las supuestas brujas, de modo que el número de víctimas resultó muy bajo si lo comparamos con el de la Europa central y septentrional. El mérito de ello corresponde a la tan difamada Inquisición, que aquí era especialmente eficaz. La decisión clave en este sentido se tomó después de una redada en los valles de Navarra en 1525, que terminó con la ejecución de entre 30 y 40 personas.
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