Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos entrega un reportaje sobre la afición de las damas romanas por las joyas, alhajas y piedra preciosas, que dado su alto poder económico adquirían y las exhibían en sus fastuosas fiestas; era un símbolo de poder y riqueza exhibir perlas preciosas en casi todo el cuerpo, como las orejas con aretes o pendientes adornados por gemas, el cuello con costosos collares, las muñecas de las manos con esclavas de oro, los zapatos adornados con perlas, incluso los vestidos de gala llevaban perlas, y los hombres exhibían sus correas o cinturones adornados por joyas de oro, y los dedos de las manos llenos de anillos y costosas sortijas.
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/como-era-la-mujer-en-la-sociedad-romana_9853/1
La exposición "Mujeres de Roma. Seductoras, maternales, excesivas" exploró las diferentes facetas de la mujer en la Antigua Roma
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/perlas-joyas-favoritas-romanas_13501Procedentes de la India o Arabia, las perlas se popularizaron entre las clases altas de la antigua Roma a partir del siglo I a.C.
Joyería romana
Dos mujeres observan un collar en la tienda de un comerciante de joyas en Pompeya. Óleo por Ettore Forti. Siglo XIX.
FOTO: Christie's Images / Scala, Firenze
Cofre lleno de joyas
Una mujer extrae un collar de perlas
de un cofre lleno de joyas. Fresco del palacio de Constantino en
Tréveris. Siglo IV d.C. Museo Episcopal, Tréveris.
FOTO: DEA / Album
Brazalete oro con perlas
Brazalete de oro y perlas conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
FOTO: Foglia / Scala, Firenze
Joyas sofisticadas
Pendiente del tipo crotalia, hecho con oro, perlas, granates y vidrio. Siglo III.
FOTO: Bridgeman / ACI
Tienda de joyas
En Roma, los vendedores de perlas
ocupaban un recinto llamado Porticus Margaritaria, donde se fabricaban y
vendían las joyas. La existencia de este lugar sólo se conoce por
inscripciones, y se ignora su localización exacta. En la imagen, tienda
de joyas en un relieve. Museo de la Civilización Romana, Roma.
FOTO: Scala, Firenze
Un trabajo de riesgo
Los buscadores de perlas se tapaban
orejas y nariz con cera antes de sumergirse. Se colocaban pesos para
llegar al fondo marino y mantenían el cuerpo atado al barco con cuerdas.
Cuando querían subir a la superficie, daban varios tirones. Otro
método, menos peligroso, era usar redes de arrastre. En la imagen,
nadador de vidrio que decoraba un mueble.
FOTO: Bridgeman / ACI
Anillo con perla
Anillo de oro rematado con una perla, procedente de Oplontis, cerca de Pompeya. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.
FOTO: Foglia / Scala, Firenze
Collar engastado con perlas
Collar de oro, perlas y piedras duras procedente de Pompeya. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.
FOTO: Foglia / Scala, Firenze
Lucía Avial-Chicharro
28 de diciembre de 2018
Las perlas, las joyas favoritas de las romanas
He visto a Lolia Paulina cubierta de esmeraldas y de perlas
entrelazadas; las joyas resplandecían por toda su cabeza, en la
cabellera trenzada, las orejas, el cuello y los dedos, sumando cuarenta
millones de sestercios". Esto escribía el naturalista Plinio el Viejo, a
mediados del siglo I a.C., a propósito de la tercera esposa del
emperador Calígula.
Aunque pocas mujeres podían igualar su nivel de lujo, el gusto de Lolia Paulina por las perlas estaba muy generalizado en la Roma imperial.
Su uso como adorno y símbolo de estatus propició un intenso comercio
con las regiones productoras, situadas principalmente en Oriente. Este
origen se manifestaba en el nombre mismo que se les daba en latín,
"margarita", que a través del griego procedía en último término del
sánscrito mangara, "ramillete de flores". En la Antigüedad se conocían cuatro regiones perlíferas: el mar Rojo, el golfo Pérsico, India y Ceilán, a las que se sumaban algunas zonas de China. A
Roma llegaban, a través del comercio, perlas de diversas calidades,
tamaños y colores. Las más apreciadas fueron las del mar Rojo y el golfo
Pérsico, por su gran calidad y brillantez. Menos valoradas eran las perlas del mar Negro, pequeñas y de tonalidad rojiza, y las de Acarnania, en Grecia,
muy bastas, de gran tamaño y tintes marmóreos. Las perlas de río de
Britania, más oscuras y con tonalidades áureas, se convirtieron en las
más cotizadas del occidente del Imperio, mientras que las de Mauritania
eran apreciadas por su pequeñez.
Pescadores de perlas
Las fuentes aportan poca información sobre cómo se realizaba la recolección de perlas. Algunos
autores señalan que esta actividad, muy asociada a la pesca, se hacía
en verano, ya que se creía que la ostra pasaba el invierno a resguardo
en las profundidades del mar. Claudio Eliano escribía que "sólo se
pescaba cuando hacía buen día y el mar no se movía". Los pescadores se sumergían en el agua y buceaban hasta encontrar las ostras, que iban guardando en una red hasta que salían al exterior para respirar, volviendo a repetir esta operación varias veces. Dadas las dificultades y los riesgos de esta actividad, era habitual que la llevaran a cabo criminales condenados, controlados por las autoridades locales. Sin embargo, se sabe que en China las perlas se cultivaban a veces de forma artificial.
Recoger perlas era una actividad peligrosa. Según Eliano "sólo se pescaban cuando hacía buen día y el mar no se movía"
Tras recoger las ostras, se mataba al molusco y se dejaba descomponer para que así se desprendiera el nácar
que constituye la sustancia de la perla. Según Eliano, "las ostras que
capturan, las meten en vasijas y las ponen en salazón [...], la carne se
corrompe y se consume". A continuación, la perla se limpiaba y se clasificaba en función de su blancura, tamaño, redondez, brillo y peso, para su posterior venta. Cuanto mayor era la calidad de una perla, más elevado era su precio.
En Roma, el comercio de perlas se desarrolló a partir de finales del siglo I a.C. y principios del siglo I d.C.,
cuando se consolidó la ruta comercial con Oriente a través de Egipto.
Augusto recibió varias embajadas de la India, que tardaban cuatro años
en llegar a Roma y acudían cargadas de valiosos objetos, entre ellos
perlas. A partir de este momento, el comercio de lujo atrajo a un creciente número de clientes en Roma, interesados en adquirir estos productos exóticos.
Bajo los emperadores Claudio y Nerón, el comercio de perlas se concentró en algunos puertos de la costa de Arabia, convertidos en intermediarios entre la India y Occidente. Las mercancías pasaban a través de los puertos de Arabia hasta Alejandría,
en Egipto, donde se guardaban en almacenes y se redistribuían por todo
el Medi- terráneo. Este itinerario comercial queda atestiguado en obras
como el Periplo del mar Eritreo, texto que especifica qué tipo de perlas preferían los romanos. Al parecer, las favoritas eran las de origen índico y las del mar Rojo, bellas por su blancura.
Las perlas favoritas de los romanos eran las de origen índico y las del mar Rojo, por su blancura
En Roma, los comerciantes especializados en la venta de perlas se llamaban margaritarii y se agrupaban en gremios
o colegios para defender sus intereses. Muchos eran libertos vinculados
a un patrón que se beneficiaba de su trabajo. Algunos propietarios de
tiendas pagaban a personas o designaban a esclavos para que vigilasen
sus negocios durante el día y la noche, para evitar los robos.
Monopolio comercial
En Roma se han localizado dieciocho inscripciones en las que se cita el oficio de margaritarius,
aunque existe la posibilidad de que esta palabra, que se usaba para
definir al vendedor de perlas, se aplicase también a todas las personas
ligadas a este comercio, desde los exportadores a los joyeros. La
mayoría de las inscripciones se han encontrado cerca de la Vía Sacra, lo
que indica que existió un selecto grupo de margaritarii
ubicado en una de las calles más conocidas y transitadas de Roma, que
acabó convirtiéndose en el principal eje del comercio de lujo de la
ciudad. Estos comerciantes no operaban sólo en Roma. En Hispania, por ejemplo, se ha localizado una lápida dedicada a un tal Silvano, un margaritarius que vivía en Augusta Emerita (Mérida).
Perlas-castañuela
Los romanos distinguían entre diversos tipos de perlas. Las más
bellas y gruesas eran las llamadas uniones; las que tenían forma de pera
se denominaban elenchi, y cuando se arracimaban mediante pequeñas cadenas, de modo que al golpearse hacían un pequeño ruido, se llamaban crotalia, o "castañuelas". En cuanto al color, las de un blanco perfecto eran con gran diferencia las preferidas.
Había múltiples formas de lucirlas, ya fuera como pendientes, en
collares de hasta tres hileras de cuentas, cosiéndolas a las telas o
bien engastándolas en otros objetos. Las damas de la
aristocracia imperial las llevaban de todas las maneras posibles: en el
vestido, en las diademas, en las horquillas para el pelo e incluso en
los zapatos: consta que adornaban con ellas las correas de sus crépidas, las sandalias de moda en la época. No es extraño que los poetas criticasen esta clase de derroches. Marcial,
en uno de sus epigramas, decía de una tal Gelia que "no jura [...] por
dios o diosa alguna, sino por sus perlas. A éstas abraza y besa; las
llama hermanos y hermanas y las quiere mucho más que a sus dos hijos.
Dice la desgraciada que si por algún caso las perdiera, no viviría más
de una hora".
Las damas romanas llevaban perlas en vestidos, en el pelo e incluso en los zapatos
Las perlas se convirtieron también en un símbolo del poder imperial.
De Nerón se decía que guarnecía de uniones las camas que se llevaba de
viaje, y a partir de Caracalla los emperadores empezaron a llevar
diademas de perlas, seguramente combinadas con diversos tipos de piedras
preciosas. También se usaban para decorar las estatuas. Plinio el Viejo cuenta que el gusto por las perlas y las piedras preciosas lo introdujo en Roma Pompeyo
con la procesión triunfal tras su victoria sobre los piratas del
Adriático. En ella se incluía una imagen del propio general realizada a
base de perlas cuyo recuerdo escandalizaba al escritor: "¿Tu rostro,
gran Pompeyo, hecho de perlas? ¿Perlas, derroche destinado a las
mujeres? ¿Aquello que ningún hombre debe llevar?".
Para saber más
"La venta de perlas en la ciudad de Roma durante el Alto Imperio". J.
Pérez. Espacio, tiempo y forma, serie II, Historia Antigua, 27, 2014,
pp. 267-282.
Historia Natural. Plinio el Viejo. Gredos, Madrid, 2014.
NATIONAL GEOGRAPHICGuillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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