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sábado, 13 de agosto de 2022
PODCAST: La conservación de las mantarrayas en el norte de Perú. Perú: la historia de cómo científicos y pescadores se unieron para salvar a las mantarrayas gigantes
Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., nuestro Mar de Grau, bañado por la Corriente Peruana o de Humboldt, siendo una corriente fría se une con la corriente cálida que viene desde el Golfo de Guayaquil, cuya unión se efectúa a la altura de las costas de Tumbes, que constituyen la riqueza ictiológica más grande la Tierra, existen muchas especies marinas expuestas a sobre explotación pesquera que la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza - UICN, ha dado la voz de alerta, destacando las mantarrayas gigantes una especie que está siendo estudiada por la científica peruana Kerstin Forsberg, quien fundó la ONG Planeta Océano, que le ha merecido muchas distinciones y premios a su labor de investigación, que estamos informando detalladamente sus avances que lo invitamos a leer......................
La manta gigante está catalogada como vulnerable por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza, la UICN. Presente en todos los mares templados del planeta, la sobrepesca es su principal amenaza. En este primer podcast del programa "Iniciativas para cambiar el mundo" te contamos el ejemplo de conservación de estos fantásticos animales en Perú, donde la bióloga Kerstin Forsberg trabaja para asegurar el futuro de las mantas gigantes en el noroeste del país. Un ejemplo de conservación de la naturaleza que ha conseguido implicar a las comunidades locales.
Puedes escuchar todos los capítulos del programa "Iniciativas para cambiar el mundo" en tu plataforma favorita de podcast aquí:
Pueden medir entre cinco y ocho metros de longitud y superar la tonelada y media de peso, más o menos como un hipopótamo de tamaño medio. Aun así, las colosales mantas gigantes, también llamadas mantarrayas, son tremendamente gráciles y elegantes. Se desplazan de forma silenciosa flotando sutilmente a través del océano y, al avanzar, filtran el agua con ayuda de los dos grandes apéndices que tienen a ambos lados de la cabeza. Batiendo estos lóbulos cefálicos a modo de aletas consiguen ingerir una gran cantidad de agua cargada de plancton, su alimento principal. Gracias a las branquiespinas, estructuras cartilaginosas situadas en la parte ventral que actúan como cedazo, retienen esos pequeños organismos en suspensión antes de expulsar el agua de nuevo al exterior.
La bióloga peruana Kerstin Forsberg es una apasionada de esta especie y lleva años trabajando para protegerlas a través de su ONG Planeta Océano. Y es que para ella, Las mantarrayas son animales realmente mágicos, cautivadores, majestuosos.
Tal es la importancia de su trabajo que en 2016, poco después de conseguir que el Gobierno de Perú prohibiera la captura de estos impresionantes animales, recibió el Premio Rolex a la Iniciativa. Estos galardones que otorga la compañía relojera suiza desde hace casi 50 años buscan fomentar el espíritu emprendedor en todo el mundo, plasmado en iniciativas destinadas a proteger el planeta y a mejorar las condiciones de habitabilidad en ámbitos tan diversos como la salud, la tecnología, la exploración y la preservación del patrimonio cultural y medioambiental.
El de Forsberg fue un claro reconocimiento a una labor que va mucho más allá de la conservación de este animal emparentado con las rayas y los tiburones, pues ella ha involucrado en su misión a toda la comunidad pesquera de la zona y también a docentes y estudiantes.
La aventura de esta bióloga y emprendedora, a la que la revista Time destacó en 2018 como una de las líderes de la próxima generación tras recibir el Premio Whitley de conservación de manos de la princesa Ana de Inglaterra, empezó en 2007. Tenía 22 años y, recién terminada la carrera de biología, se desplazó hasta Tumbes, un departamento situado en el extremo noroeste de Perú, colindante con Ecuador. Y allí inició un estudio sobre la mortalidad de las tortugas marinas.
El lugar elegido no fue casual, sino que ya se sabía que era un lugar biológicamente muy interesante.
Manta gigante
Foto: Martin Strmiska /Getty images
Un lugar lleno de biodiversidad
En este área ubicada a orillas del Mar Pacífico Tropical se dan unas circunstancias que merecieron que en 2016 la célebre oceanógrafa y Exploradora de National Geographic Sylvia Earle, al frente de la organización Mission Blue, la catalogara como Hope Spot, un punto de esperanza de máxima importancia biológica.
La fría corriente Peruana, también conocida como corriente de Humboldt, se desplaza hacia el norte a lo largo de las costas occidentales de América del Sur y choca con las cálidas aguas de la corriente Ecuatorial del Norte. Y es precisamente ahí donde se produce uno de los afloramientos de aguas profundas mas grandes del planeta.
La confluencia de estos tres sistemas oceanográficos –las dos corrientes y el afloramiento, en el que ingentes cantidades de aguas ricas en nutrientes ascienden a la superficie desde las profundidades– genera en el norte de Perú uno de los ecosistemas marinos más productivos de la Tierra.
Pero volvamos a la historia de la bióloga Kerstin Forsberg . Por entonces ella combinaba su proyecto universitario sobre las tortugas en Tumbes con el trabajo en una consultoría ambiental. Para ella fueron unos años muy intensos en los que le pasaron dos cosas decisivas de cara a su futuro vinculado a la conservación.
Por un lado, organizó con éxito una plataforma a la que se unieron numerosos estudiantes y pescadores para aportar datos sobre las tortugas, lo que le permitió descubrir lo hábil que era catalizando colaboraciones entre distintos sectores. Pronto se dio cuenta que era algo así como una conectora.
Por otro lado, empezó a sentir una especial fascinación por las mantas gigantes, tan grandes y vulnerables a la vez, a las que veía nadar majestuosamente en el mar y también morir en las redes de los pescadores sin que a nadie le importase demasiado.
Precisamente se dio cuenta de que la pesca excesiva ejerce una fortísima presión sobre las poblaciones de mantas, sobre todo porque su ritmo de reproducción es extremadamente lento, pues resulta las hembras tienen una sola cría cada dos o incluso cada siete años.
Por todo ello se estima que la especie, que habita en los mares templados de todo el mundo, ha sufrido un descenso poblacional del 30 %, incluso del 80 % en algunas zonas. Lamentablemente, apunta Forsberg, las mantas gigantes son especialmente codiciadas en el mercado asiático por sus branquias, a las que se atribuyen supuestos poderes medicinales, y están clasificadas como especie con un elevado riesgo de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Con todas esas experiencias en mente, cuando llegó el momento de decidir si continuaba en la consultoría o se dedicaba a tiempo completo a su pasión, ella lo tuvo claro. Sabía que era arriesgado, pero se lanzó. En 2009 fundó Planeta Océano y, sin duda, fue una de las mejores decisiones de su vida.
Pero una firma no basta para cambiar la sociedad. Desde Planeta Océano buscan empoderar a las personas para que participen en la conservación del mar a través de tres ejes: la investigación, la educación y el desarrollo sostenible.
Por ello, desde su organización trabajan con pescadores, escuelas, comunidades locales e instituciones gubernamentales para cambiar la percepción de las mantas gigantes, no solo desde el punto de vista de su importancia ecológica, sino también por su valor como atracción turística.
Desde Planeta Océano buscan empoderar a las personas para que participen en la conservación del mar a través de tres ejes: la investigación, la educación y el desarrollo sostenible.
El primer pilar, la investigación, se nutre de proyectos de ciencia ciudadana, en los cuales las comunidades recolectan datos ambientales sobre las especies marinas que puedan resultar influyentes en la toma de decisiones.
El segundo, la educación, se lleva a cabo en las escuelas, donde los miembros de Planeta Océano acuden a explicar a niños y jóvenes todo lo relativo a las mantarrayas y a su conservación.
El tercer eje promulga un desarrollo sostenible que permita a los pescadores ganarse la vida de forma respetuosa con el medio ambiente. Un ejemplo, Para conseguir este último objetivo, impulsan alternativas y soluciones que permitan poner en marcha iniciativas de ecoturismo. Actualmente, 15 pescadores artesanales salen con sus barcas a mostrar a los turistas la belleza de las mantarrayas. Con esas actividades ganan dinero y, además, ponen en valor a las especies marinas.
Kerstin Forsberg se dispone a sumergirse en aguas de Tumbes, en el noroeste de Perú.
Y el trabajo duro, en la mayoría de las ocasiones, acaba dando sus frutos. En 2015 una enorme manta capturada por pescadores peruanos saltó a los titulares internacionales. La noticia generó un gran apoyo público a su cruzada, que pedía leyes de protección para estos animales. La bióloga aprovechó este impulso y logró que el Gobierno prohibiera su captura.
Los pescadores de Tumbes están contentos con la decisión: ahora saben que las mantarrayas valen más vivas que muertas.
Sin duda observarlas es todo un espectáculo, no solo por su gran tamaño y sofisticación. A veces también exhiben su potencia dando unos saltos tan enérgicos que se elevan hasta tres metros sobre la superficie para luego sumergirse a profundidades que superan los 1.000 metros. No es de extrañar que esta bióloga peruana, por cuyas venas corre sangre sueca, suiza e italiana, se enamorara y se convirtiera en una apasionada absoluta de estos animales.
Eso sí, aunque está satisfecha por los logros conseguidos, Forsberg, de 35 años, sabe que el suyo es un proyecto a largo plazo. Queda mucho por hacer para reducir la interacción de la especie con la industria pesquera. Y sueña con implicar a más pescadores en el proyecto, crear un programa de seguimiento ecológico de las mantas que esté gestionado localmente y establecer más iniciativas comunitarias sostenibles como esta en otros lugares del mundo.
Sin lugar a dudas la conservación es un compromiso a largo plazo y requiere mucho tiempo, esfuerzo, recursos, compromiso y perseverancia. Pero ella también sabe que eso es, precisamente, lo que nos impulsa a avanzar”.
Sus palabras se asemejan a un verso de la poetisa victoriana Elizabeth Barrett Browning: "¡Ilumina el mañana con el hoy!". Eso es precisamente lo que hace Kerstin Forsberg.
Has escuchado un capítulo de “Iniciativas para cambiar el mundo”, un podcast original de National Geographic España producido con la colaboración de Rolex en el que conocemos proyectos que arrojen luz, mediante la ciencia, la exploración y la divulgación, sobre los retos que afrontan los sistemas más cruciales que sustentan la vida en la Tierra.
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Guion: National Geographic España
Locución: Víctor Álvarez
Postproducción: Adriana Fort
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La bióloga peruana Kerstin Forsberg fue laureada con los Premios Rolex a la Iniciativa en la edición de 2016. Este artículo ha contado con el apoyo de Rolex, que colabora con National Geographic para arrojar luz, mediante la ciencia, la exploración y la divulgación, sobre los retos que afrontan los sistemas más cruciales que sustentan la vida en la Tierra. Más información en www.rolex.org/es/rolex-awards.
¡Muchas gracias a #Mongabay por la nota! Estamos orgullos@s de trabajar con grandes líderes de comunidades costeras para la investigación, educación, desarrollo y conservación marina.
Nadando con mantarrayas en Tumbes.
* La bióloga Kerstin Forsberg presentó en 2013 a las autoridades peruanas una propuesta para prohibir la caza de estos animales. La medida fue aprobada en 2015 luego de que se diera a conocer la captura de un enorme espécimen en el norte del país.
* Desde entonces trabaja junto con pescadores de la zona para proteger a la especie mediante la investigación científica, el ecoturismo y la educación escolar.
* En 2018 la científica ganó el Premio Whitley, también conocido como “el Oscar verde” por su trabajo de conservación.
Era una noche de abril de 2015 cuando Kerstin Forsberg, sentada en el cuarto de su casa en Lima, vio en la televisión que pescadores de Tumbes, al norte del Perú, habían capturado una mantarraya gigante. Colgando de una grúa, el animal muerto de mil kilos y siete metros de ancho “era un monstruo”, decían los periodistas, recuerda Forsberg. A los ojos de ella, en cambio, quien es bióloga y ya venía trabajando para lograr proteger a esta especie considerada En Peligro por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), le pareció que era un animal hermoso y sintió angustia de verlo sacrificado.
Mientras tanto, a 1200 kilómetros de la capital, cerca de la frontera con Ecuador, Edgardo Cruz, uno de los pescadores que había capturado la mantarraya, estaba asustado. “Te van a meter preso”, cuenta que le habían dicho algunos compañeros, porque ya por ese tiempo se venían dando las discusiones sobre la necesidad de proteger a estos animales que la ciencia llama Mobula birostris, aunque todavía ninguna prohibición se había concretado.
El encuentro con la enorme mantarraya había sido una casualidad. Cruz había salido al mar en su bote junto a otros pescadores para capturar pez sierra. Terminada la faena a las siete de la tarde, anclaron el bote para continuar el trabajo por la mañana siguiente. Pero a las nueve de la noche sintieron un golpe que estremeció la embarcación. «Pum, se escuchó, y el bote se movió”, recuerda Cruz. Uno de los pescadores que ya tenía experiencia lo supo enseguida, “se enredó una mantarraya en el ancla”, dijo, y debía de ser grande porque en su afán de soltarse, el animal hacía que la embarcación avanzara de un lado al otro.
Así estuvieron toda la noche hasta que a las 5 de la mañana, en cuanto el sol iluminó la marea, los pescadores comenzaron a levantar el ancla. Jalaron, jalaron, hasta que de pronto emergió a la superficie la enorme mantarraya. “¡Suelta eso, suelta eso que nos va a voltear el bote!”, gritaron algunos. “¡No, hay que llevarla! Monedas son monedas, hay que venderla y ya”, opinaban los demás.
“Era gigante, grandaza”, recuerda Cruz, tanto que subirla al bote era imposible así es que pasaron una cuerda por sus branquias para asegurarla a la popa de la embarcación y así la remolcaron hasta llevarla al puerto. “Ahí llegó un señor y nos ayudó a sacarla con una grúa”, cuenta el pescador y fue en ese momento que una turista sacó una foto, la subió a las redes sociales y la noticia se regó a nivel mundial.
A Edgardo Cruz le da tristeza recordar esa historia. “Yo era ignorante de todo”, dice. “Haber destrozado esa manta, sin saber, sin tener el conocimiento. Ahora que ya sé me da pena. Ya no lo haría”, confiesa. Pero otra cosa que Cruz no sabía, es que su vida a partir de ese momento cambiaría para siempre y que aquella mantarraya colgando de una grúa sería el animal mártir que permitiría proteger a la especie.
“Edgardo había botado su celular porque todo el mundo lo llamaba”, recuerda Forsberg. Lo buscaban incansablemente para que contara la historia de la enorme mantarraya capturada en el mar peruano y Cruz, temeroso ante la idea de ir preso y harto de tanto acoso, se negaba a hablar.
“Ve donde Edgardo Cruz y tócale la puerta”, le dijo Forsberg a una de las voluntarias que vivía en Tumbes y trabajaba en Planeta Océano, la ONG que ella había creado para lograr proteger a las mantarrayas. “No queríamos confrontarlo. Queríamos entender qué es lo que había pasado, escucharlo y aprender de su experiencia”, cuenta la bióloga, porque él como pescador sabía dónde estaban los animales y lo que estaba pasando con ellos, explica.
La estrategia funcionó. “Me dijeron que se iba a hacer un taller en Lima, que me iban a pagar los pasajes, los viáticos, todo. Así que fui y escuché algo que ignoraba", cuenta Cruz.
El pescador abría los ojos cada vez más grandes mientras aprendía en aquel taller que una mantarraya viva podía valer un millón de dólares anuales en turismo. A él y a sus compañeros, en cambio, les habían dado 200 soles (53 dólares) por el gigantesco ejemplar que habían capturado. “Eso fue lo que nos dieron y la cabeza se la llevaron los carroñeros, la gente que quema el hueso, los residuos para hacer harina y balanceados para los animales”, cuenta Cruz.
“Sentí tristeza”, asegura el pescador. “Tristeza de caer en cuenta de lo que había hecho”, de saber que son animales completamente inofensivos, que solo tienen una cría cada 7 años, “que no podíamos estar haciendo y deshaciendo de ellos porque esta es su casa, el mar es su casa”, dice hoy a sus 56 años de edad.
Después de ese taller en Lima, Edgardo Cruz se unió a la Ong Planeta Océano para ayudar a los científicos a regar entre los pescadores y las comunidades del norte peruano el mensaje de conservación.
El primer gran logro de esta organización ambiental fue lograr que se prohibiera en el país la captura de mantarrayas.
Kerstin Forsberg y Edgardo Cruz. Foto: François Schaer/Rolex Awards
“Esta es una especie En Peligro de extinción que estaba siendo en ese momento capturada y de manera legal”, cuenta Forsberg. La caza era intencional, de hecho “había pescadores que iban y las arponeaban”, asegura Cruz, y también accidental al quedar enredadas en las redes de pesca, algo que todavía ocurre con frecuencia.
“Había esta problemática y no se estaba haciendo nada al respecto”, dice la científica. “Y fue ahí que empezamos, junto con las comunidades locales y una serie de aliados nacionales e internacionales, a armar una propuesta de protección”, agrega. Dicha propuesta fue presentada en 2013, pero en un principio no logró el impacto esperado. “Empujábamos, empujábamos, pero no nos daban mucha bola”, reconoce Forsberg, hasta que la noticia de la mantarraya gigante capturada en Tumbes cambió el rumbo de la historia. La imagen del animal colgando de una grúa era una prueba inequívoca de la necesidad de proteger a la especie y en diciembre de 2015 se aprobó la norma que prohíbe su extracción, desembarque y comercialización.
Aunque la aprobación de la norma que prohíbe la captura de las mantarrayas en aguas peruanas es un paso importante en la conservación de la especie, “igual se pueden seguir enredando en las redes de pesca, porque en la zona se pesca muchísimo con cortina -que son unas redes que se colocan en el mar como paredes- y la mantarraya al pasar por ahí se enreda”, explica Forsberg y ello puede de todas maneras acabar con la vida del animal. Es por eso que los científicos y los colaboradores como Edgardo Cruz siguen trabajando en su protección. “Tenemos que buscar formas para tratar de evitar las interacciones (entre las mantarrayas y las redes de pesca) y, por otro lado, tenemos que tratar de asegurar que si una es capturada, sea liberada”, dice la científica.
Para lograrlo, Forsberg ha establecido tres ejes de trabajo. El primero es la investigación científica. “Necesitamos investigar más. Tratar de entender mejor la zona para reducir esas capturas”, señala la bióloga. El segundo eje es el desarrollo sostenible, apoyando a los pescadores para que impulsen el ecoturismo comunitario como actividad económica y el tercero es la educación y concientización de la comunidad acerca de la importancia de conservar a las mantarrayas. El objetivo, además, es que esos tres ejes se interconecten para que, por ejemplo, los pescadores y la comunidad puedan también participar de la investigación científica.
Edgardo Cruz. Foto: Michelle Carrere.
Un ejemplo exitoso de esa interconectividad es también uno de los recuerdos que Edgardo Cruz más atesora.
Antes de la pandemia, algunos pescadores de Tumbes, entre ellos Cruz, lograron conformar, con el apoyo de Planeta Océano, la asociación ecoturística Mantas Pacífico Tropical. Al mismo tiempo, la ONG logró una alianza con la organización benéfica ambiental estadounidense Earthwatch a través de la cual viajaban al Perú voluntarios y turistas extranjeros para avistar mantarrayas y ayudar, en las salidas al mar con los pescadores y los científicos, a colectar datos para entender el comportamiento de las mantas a lo largo del tiempo.
Algunos de esos datos eran, por ejemplo, las coordenadas donde era vista una mantarraya, muestras de plancton para entender más el ambiente donde se desenvuelven, e incluso en caso de avistar un animal, los turistas tenían la opción de bucear junto con un buzo experto para fotografiarlo y ayudar a conformar así un banco de fotoidentificación que permita saber cuál es el tamaño de la población de mantas que se encuentra en la zona.
Fue justamente en una de esas salidas que Edgardo Cruz nadó por primera vez con una mantarraya gigante. “Me pagaron para que salga con turistas a hacer un estudio científico”, cuenta el pescador. “La salida consistía en que teníamos que encontrar las mantas para que se tire al agua un buzo especialista y grabarlas. Los turistas que iban ahí se tiraban también al pie de la manta y les tomaban las fotos y me invitaron a mi”, recuerda Cruz.
-“Edgardo, ¿te vas a tirar?”, le preguntaron.
-“¡Claro!”, respondió.
“Yo era ignorante de todo, pero cuando estuve ahí en el mar, sentí que rejuvenecía cinco años”, cuenta Cruz. “Es tan hermoso lo que se siente y lo que se mira ahí”, dice.
manta gigante. Foto: Oceana
El pescador le mostró luego las fotografías a su familia y le preguntaron si acaso estaba loco, recuerda divertido Cruz. “¿Por qué te has tirado con ese animal? ¡A ver si te come!”, le dijeron y él les explicó que en realidad las mantarrayas gigantes no representan ningún peligro para los humanos y que son completamente inofensivas.
Desde entonces, siete años han pasado y Edgardo Cruz continúa intentando concientizar a los pescadores sobre la necesidad de proteger a estos animales. “Unos se ríen, otros se burlan, otros comentan cosas que no vienen al caso, pero yo en verdad me siento tranquilo porque estoy enseñando de la manera que me han enseñado a mí”, dice Cruz quien cree que “es difícil poder conquistar a los compañeros, pero no imposible”.
Las investigaciones realizadas hasta ahora por los científicos de Planeta Océanos han permitido saber que las mantarrayas se mantienen preferentemente en la superficie durante el día y que por la noche bucean a intervalos en mayores profundidades. “Es como si fueran una especie de zigzag: están abajo durante un tiempo y nuevamente vuelven a la superficie”, dice Forsberg. Es como si estuvieran buceando para meterse dentro de una refrigeradora y sacar algo de comida, y luego vuelven arriba para calentarse lo cual podría ser un indicio de que es una zona importante de alimentación para esta especie”, agrega la científica.
Además, otra cosa que han observado es que en el área existen mantas preñadas, asegura Forsberg. “Empezamos conversando con pescadores que nos comentaban que cuando salían y capturaban una mantarraya y luego la abrían, salía un feto”, cuenta la experta, “y eso lo hemos documentado nosotros dentro de nuestras mismas investigaciones que hemos publicado”, precisa. Así, aunque todavía falta información para asegurarlo con certeza, el norte de Perú podría ser un zona importante de alimentación y de reproducción para estos amenazados animales.
Los áreas marinas protegidas son un refugio para garantizar la conservación de especies como las mantas gigantes. Foto: Octavio Aburto.
Por último, las marcas satelitales que han podido instalar en algunas mantarrayas muestran que éstas migran hacia la costa sur de Ecuador donde se ha identificado que existe la población de esta especie más grande del mundo reportada hasta ahora. Eso respaldaría la teoría de que las mantas de Perú pertenecen a la misma población que las de Ecuador. “Si estamos realmente compartiendo esta población con Ecuador, que es lo que pareciera que está pasando, es probablemente una de las poblaciones de mantas más grandes del mundo que se han documentado hasta el momento”, dice Forsberg.
Pero eso no es todo. Una de las mantarrayas que fueron marcadas en Tumbes por Planeta Océano migró hasta las Islas Galápagos. “Entonces sabemos que existe esta conexión transfronteriza y con áreas marinas protegidas”, señala la experta. “Pero también sabemos que a la hora de ir a Galápagos las mantas pasan por una zona que está fuera de la jurisdicción nacional de cualquier país (aguas internacionales) y que allí están aún más desprotegidas”, explica, lo que refuerza la necesidad de crear corredores marinos o migravías por donde las especies puedan transitar libre de amenazas.
Actividades de educación ambiental para el día de los océanos como parte de la alianza entre colegios y Planeta Océanos. Foto: Michelle Carrere
Toda esa información, a su vez, es traducida a un vocabulario simple y compartida a diferentes colegios con el objetivo de realizar educación ambiental y concientizar a las nuevas generaciones respecto de la importancia de las mantarrayas y de las especies y ecosistemas marinos en general. La Institución Educativa Perú Canadá, en Tumbes, es uno de esos colegios y para el día mundial de los océanos los alumnos de secundaria prepararon un recorrido educativo para los más pequeños, quienes pudieron aprender a través de videos, juegos e instalaciones artísticas la importancia de cuidar el mar. También han hecho obras de teatro para compartir entre los estudiantes información respecto de los impactos negativos que el ser humano tiene sobre el medio ambiente y las maneras de revertir el problema.
“El objetivo del programa es incorporar a las instituciones educativas para saber convivir e interactuar con el ambiente”, explica Baltazar Dioses Panta, director de la institución educativa 044 José Carlos Mariátegui de la localidad La Capitana. Con más de 10 años participando del programa educativo de Planeta Océano, Dioses Panta asegura con certeza que “sí hay un eco en los estudiantes. Ellos lo hacen suyo y de ellos nace la necesidad de integrar a más amigos, compañeros, para que ellos hagan este efecto multiplicador de conciencia ambiental”.
Edgardo Cruz sueña con vender su bote, comprar una embarcación para llevar turistas y convertirse en un exitoso empresario. Sabe que es posible porque lo ha visto. En Ecuador, pescadores que se convirtieron al ecoturismo “han hecho mucha plata”, cuenta Cruz, y “me dicen que no me rinda”, añade.
De tener una embarcación, él la decoraría con animales del mar. “Le pondría dibujos. Un delfín, una tortuga y, por supuesto, una mantarraya”, dice.
El proyecto de desarrollar el ecoturismo a través de la asociación de pescadores Mantas Pacifico Tropical había comenzado a dar sus primeros frutos antes de la pandemia. “Habíamos venido desarrollando una serie de talleres con ellos, de capacitación, de cómo desarrollar este servicio turístico e incluso de seguridad a bordo”, cuenta Forsberg. Además, “ya teníamos esta agencia de viajes que nos mandaba turistas, teníamos salidas regulares y estábamos viendo la posibilidad de expandir la idea al mercado de Máncora, de Punta Sal, viendo de qué manera se podía hacer para poder fortalecer el trabajo de los pescadores promoviendo los servicios de turismo”, dice la experta.
Pero llegó la pandemia y todo se detuvo. “Han sido dos años en los cuales mucha infraestructura se malogró y no ha habido una continua capacitación”, señala Forsberg. Con todo, la asociación de ecoturismo creada por los pescadores de Tumbes ya existe y “lo que se necesita ahora”, dice la experta, “es reactivar y seguir promoviendo y sacando adelante el proyecto”.
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